Aristóbulo: Es un Mono azote de Barrio

El discurso grotesco de descalificación o las palabras “maldecías” –como suelen decir los campesinos de lo que escuchan y no les agrada-, termina siendo un filo de espada que se revierte contra quien lo pronuncia. La política, hay que repetirlo, es una ciencia que siempre debe ir acompañada de conceptos ideológicos para poder crear sólida conciencia sobre lo que se quiere que se crea como una verdad irrefutable en un determinado tiempo y espacio.

 Casi con la misma regularidad, cuando tengo tiempo disponible, que leo a aporrea.org o a rebelión.org, leo a Noticierodigital.com, porque en ésta página escriben destacados políticos o ideólogos de la Oposición. Al adversario hay que leerlo, muchas veces, con mayor cuidado o detenimiento que a los mismos camaradas. No pocas veces, en sus análisis u opiniones, encontramos elementos que nos sirven para fortalecer nuestros conocimientos corrigiendo lo que debemos corregir o rechazando lo que debemos rechazar, dejar de hacer lo que no debemos hacer y hacer lo que no hacemos y debemos hacer. En verdad, no siento ningún ánimo por leer escritos grotescos y que se fundamentan en la exclusiva descalificación de las personas. El que haya paseado sus ojos, por lo menos, por “Miseria de la filosofía” de Marx, “Anti-Dürhring” de Engels y Materialismo y empiriocriticismo” de Lenin, comprende con claridad que la mejor forma de combatir a los desinformadores, a los falseadores de la realidad, a los que engañan con sus mentiras es usando argumentos irrebatibles, es haciendo uso de verdades y no de descalificaciones innecesarias e improductivas.

 Sabemos que para los enemigos de una Revolución o del socialismo o comunismo, no es imprescindible la utilización de conceptos científicos ni en sus discursos ni en sus escritos, porque científicamente no es posible refutar la concepción marxista de la historia. Por ello recurren, con frecuencia, a la descalificación de quienes profesan y promueven ideas del marxismo o del socialismo. Por eso fue que inventaron que los comunistas comen niños.  Puedo decir que Aristóbulo, a quien ciertamente conozco personalmente, no es mi amigo del alma, no es camarada de la organización política en la que milito, pero es camarada, es dirigente del PSUV y está con el proceso bolivariano que lidera el camarada Chávez. Eso para mí, vale mucho. Incluso, hasta puedo decir que con varias de las opiniones dadas por el camarada Aristóbulo sobre política, no las comparto pero eso no me autoriza ponerme a contradecirle haciendo uso de términos ofensivos o de descalificación. Lo he dicho y digo cuantas veces sea necesario, el respeto hacia las personas, sean camaradas o no, representa un paso de avance o una ventaja en cualquier batalla de las ideas, porque así aprendemos, entre otras cosas, a no subestimar al adversario ni a sobrestimar nuestra fuerzas propias.

 En estos días leí un comentario sobre el camarada Aristóbulo, donde se dijo: “El Mono Aristóbulo es un azote de barrio”. Lo extraño, lo incongruente, lo insólito y lo que contradice al noticiero que lo publica es que ese género de comentario, de irrespeto y de descalificación de una persona por otra no viola términos y condiciones como tampoco el decálogo del forista. Podrían alegar que eso es un comentario y no parte del contenido del forista. Bien, pero la inclusión de ese tipo de comentario es competencia de los dueños o responsables del medio de comunicación donde se publiquen. Pero, además, consideran que ese género de comentario no es inapropiado para menores de edad. Por cierto, en Colombia, donde hay una guerra de casi medio siglo, los noticieros son considerados no aptos para menores de edad.

 Lo cierto es que el comentario de que el camarada Aristóbulo es un Mono y un azote de barrio, no se corresponde en nada con la verdad. Más bien desdice mucho de quien lo escribió, por varias razones: 1.- Demasiado racismo vomita el comentarista en tan pocas palabras. Siente asco por los negros y, seguramente, por los amarillos, mulatos, indígenas y toda mezcla raciales. Tiene que ser un admirador fanático del nazismo y de Hitler por su identificación aria; 2.- Demasiado desprecio siente por los animales y, especialmente, por los monos, tal vez, desconociendo que el hombre y la mujer nacieron de la extraña del antropomorfo y no fueron hechos por las manos de Dios; 3.- Demasiado evidencia su falta de argumentación para combatir las ideas expuestas por el camarada Aristóbulo, por lo cual no le queda a la mano otro recurso que el de la descalificación grotesca y racista; y 4.- Demasiado demuestra el comentarista que nunca se ha dado un paseíto por un barrio, debido a que jamás sale de su urbanización, donde disfruta de todos los privilegios que han sido expropiados por los explotadores a los explotados, por los ricos a los pobres. Aquí cabe una pregunta: ¿Qué atrocidad no sería capaz de acometer contra la gente buena una persona mala como la que hizo el comentario sobre Aristóbulo?

 De todas maneras, es preferible mil veces compartir o hacerse acompañar de un mono, ya domesticado y eso nada tiene que ver con el camarada Aristóbulo (que es un político y dirigente revolucionario) que ser compañero de organización política de una persona que emita criterios o ideas grotescas, burlonas, mentirosas y descalificadoras que merecen la mayor repulsión de los seres pensantes.

 Y no le extrañe al comentarista que describe a Aristóbulo como un mono azote de barrio, que un día de estos se produzca una revolución en el reino animal y los monos estén del lado de quienes luchen por no seguir siendo víctimas de los más fuertes y, además, víctimas del hombre-lobo depredador de la naturaleza. Dicen que fue un mono quien dijo: “Prefiero estar entre los míos que vivir siendo degradado, pisoteado, burlado y ultrajado por el hombre que deja de amar a la naturaleza tan pronto comienza a depredarle sin sembrarle nada a cambio”. El delfín, demostrado ser el animal más inteligente y amigo desinteresado del ser humano, ya lo había dicho antes en las aguas de un circo que lo había convertido en payaso para producirle riqueza personal a su explotador.

 


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Freddy Yépez


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