“kómiko y Koketo”, ido y de hablar rarísimamente fístico.

Me divertí al ver en “La Hojilla” a un anciano de barbita blanca...

Hoy en la madrugadita, mientras colaba el cafecito, antes de yo salir y apurado cocinaba un par de arepitas -y aunque mi cabeza necesita más alimento que mi estómago, aviar a éste nunca está demás- entre tanto, prendí un bicho que yace en la cocina, para ver algo de la reposición de “La Hojilla” y apareció “El Matacuras” entrevistando a un anciano que por lo visto anda muy mal del koko(roco) pero es “Kómico”, faramallero y de extravagante hablar fístico y presiento que él es de esas personas que creen aumentar su inteligencia cuando se embadurnan la cara de agua´e colonia para disimular que apestan.

No me percaté de los detalles, de su nombre, de cuál “manikomio” se habría escapado el atolondrado anciano de barbita blanca pero no parecía furioso sino gazmoño y la mar de fanfarrón, por lo que evoqué a Erasmo de Rotterdam en “El elogio de la locura”, aplicable al descerebrado de marras, el anciano de “Koketa” barbita blanca: “Es de ese tipo de cristianos que ofrecen a la Virgen Madre de Dios una vela encendida a pleno mediodía, cuando no le hace ninguna falta, pero no la imitan en su bondad y en su amor por los pobres”.

Evoqué, además, el “Poema de los Espejos”, de Borges-no del miserable Julio Borges sino de Jorge Luís- en el que él cita: “Yo que sentí el horror de los espejos /…/ donde empieza y acaba inhabitable /…/ ¿qué hizo que yo temiera a los espejos? /… / …ya no estoy solo, hay otro…/ ..que el usual y malgastado repertorio (guión imperial) de cada día incluya el ilusorio /… / deben sentir que son reflejo y vanidad / por eso no alarman.

Recuerdo además que, recientemente hubo un paso de luna llena inmensa y cuando eso sucede se alborotan las lombrices, así que un buen purgante de pasote con ricino y unas gotitas de aceite de castilla, más un diente de ajo machacadito, pudiese hacerle un “buen por dentro” al turulato y atarantado Mefistófeles, por decirle de alguna manera.

Y, Hace muy bien Mario Silva, con presentarle a los escuálidos su propio espejo para que vean su retrato y se horroricen.

¡Ah anciano “pabobo” también!

oceanoatlanticoguillermo@gmail.com


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Guillermo Guzman


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