Por el desempleo

España: familias gallegas relatan lo duro del día a día para poder sobrevivir

La familia Fra-Mateos, al menos no tienen que pagar alquiler

La familia Fra-Mateos, al menos no tienen que pagar alquiler

Credito: Victor Mejuto

9 de Septiembre.- El 1 de septiembre empezó a aplicarse el aumento del IVA. Muchos hogares gallegos están con el agua al cuello. Entidades como Cáritas, el Banco de Alimentos, la Cruz Roja o la Fundación Amigos de Galicia les echan una mano. También echan mano de la solidaridad vecinal, de pequeños trabajitos esporádicos o de la ayuda de los familiares. «Aunque a veces los familiares estén igual que tú», explica un padre de familia en cuya casa no entra ningún ingreso desde hace tiempo.

El problema es que pronto no habrá flotadores suficientes para que todos los que continuarán cayendo en ese pozo puedan mantenerse a flote. Y no son solo los miembros de esos 83.700 hogares gallegos que, según la encuesta de población activa (EPA), tienen a todos sus miembros sin empleo, sino que también las familias en las que todavía entra algún sueldo, están apretándose el cinturón para no llegar a fin de mes con saldo rojo. Con estas variables no hay ninguna fórmula matemática que logre estirar ese dinero tanto como para que su familia pueda llegar a fin de mes.

María es una madre compostelana con tres hijos. Desde que se quedó sin empleo y finalizó la ayuda por desempleo, viven de la pensión por minusvalía que cobra su marido. Son 420 euros con los que tienen que comer, vestir, pagar un techo y, este mes, comprar los libros de texto para empezar el curso. En definitiva, sobrevivir en una comunidad en la que, por ejemplo, un kilo de tomates en oferta cuesta 1,5 euros. Tomar un café fuera o ir al cine es un lujo en el que no pueden ni pensar. Con estas variables no hay ninguna fórmula matemática que logre estirar ese dinero tanto como para que su familia pueda llegar a fin de mes.

«Ya no hay cuesta de enero, la verdadera cuesta es ahora». A María Rodríguez (apellido supuesto) le tiembla la voz cuando habla. Sus palabras son como bofetadas que en un segundo hacen despertar del sueño en el que han vivido Galicia y España durante los buenos tiempos en los que el país llegó a crecer a un ritmo cercano al 5 % de la mano del sector inmobiliario. «Ya no hay cuesta de enero, la verdadera cuesta es la de septiembre», dice esta mujer compostelana ahora que ha tenido que reunir los 320 euros que tuvo que adelantar para los libros de su hijo mayor, además de pagar 120 por los del pequeño y otros 160 por los del mediano. «He ido hoy -el jueves- a la Xunta para pedir la ayuda para los textos del mayor, pero primero hay que adelantar el dinero», asegura. Solo con eso ya se le ha ido la prestación de su marido, 420 euros. Pero la educación es fundamental, «aunque tenga que comer papas todo el año».

Sobreviven con la ayuda de la Fundación Amigos de Galicia porque, aunque es cocinera, no encuentra trabajo. «Nos dan material escolar, una comidita...», explica. Cuando busca un empleo se encuentra muchos muros. «La edad y los niños son las trabas que ponen», explica. Pero lo peor es cuando va al parque: «Cuando no les puedes comprar ni una chuchería a los niños, pero ven que otros tienen resulta muy duro. A veces compro unos gusanitos, aunque luego uno se quede sin comer».

Familia Fra-Mateos, mas sortarios

«En septiembre se acaban las verbenas. luego ya no nos ingresara nada». Hace tiempo que en casa de Maica y Miguel no entran ingresos regulares. Justo desde que su hija mayor, Coral, perdió el trabajo en una compañía que fabricaba casas de madera. «Éramos cinco en la empresa y ahora quedan el jefe y un empleado», comenta. Hubo un tiempo en que los dos miembros de este matrimonio tenían trabajo. Y Coral tenía de todo. «Fui de las primeras en tener un play station en color», recuerda.

Pero las cosas cambiaron. Ahora durante el verano esa madre de cuatro hijos recorre las fiestas con un carrito en el que prepara algodón de azúcar y frutas garrapiñadas con los que trata de endulzar los paladares en esta época cada vez más amarga. «El problema es que ahora, en septiembre, se acaban las verbenas, entonces ya no nos ingresara nada», dice.

Con lo que saca de ahí, con la ayuda de la Cruz Roja y con una buena administración la va pasando. «La asistente social dice que somos de las familias que mejor distribuimos lo que tenemos. Cuando tenemos un dinerito lo invertimos. Tenemos pollos, una cabra, cuando podemos cogemos un cerdo y por 150 euros nos lo traen ya muerto», añade, mientras su marido cuenta cómo lo despiezan y luego lo mantienen fresco en el congelador. «Hacemos chuletas, de todo. Luego vamos a las granjas de pollo y cuando cambian las gallinas, las viejas las dan más baratas, compramos para el congelador», apunta. Dentro de lo malo reconocen tener suerte porque no pagan alquiler y tienen un terreno en el que siembran todo tipo de verduras. Pero no es fácil.

Sobre todo ahora que empieza el curso escolar. «Nos han dado el cheque de ayuda de 170 euros de la Xunta, es el tope para las familias desfavorecidas. El problema es que los libros de Miguel cuestan todavía 50 euros más. Ya le dije a la de la librería que me diera hasta que llegara. Y luego hay que comprar el material...», explica. Mientras lo cuenta, Coral se emociona. «Nos quiere ayudar», dice su madre. Busca trabajo, igual que sus padres. Pero ninguno lo encuentra. Ni en el sector de la seguridad, donde trabajaba él, ni en la construcción, donde estaba ella. Ni en el servicio doméstico, ni en nada, pero como dicen, están dispuestos a aprender cualquier cosa. «Hemos pedido la ayuda de 400 euros del plan Prepara. ¡Lo que haríamos con 400 euros!», dicen.



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