Madre de Ingrid Betancourt: “Uribe toma a la ligera el acuerdo”

Ingrid Betancourt

Ingrid Betancourt

14 de octubre 2007. - “Moriré tranquila cuando tenga a mi Ingrid libre”, dijo desde su residencia en Bogotá. El Presidente colombiano, asegura Pulecio, quiere matar y acabar con la guerrilla. “Para mí la guerrilla es el pueblo”. Piedad Córdoba es una mujer con una fuerza increíble”.

Con más de 2 mil días sufriendo la ausencia de la más rebelde de sus hijas, Yolanda Pulecio, madre de Ingrid Betancourt, habló con PANORAMA. Con el dolor que le acompaña no duda en afirmar que el mandatario colombiano, Álvaro Uribe, “ha tomado muy a la ligera el tema del acuerdo humanitario”. A las Farc les reclama que hayan retirado a Ingrid de la vida política de esa manera, “si ella tenía postulados parecidos a los de ellos”. Pero a pesar de eso y de su larga espera, considera que la guerrilla es el pueblo colombiano.

“(El presidente) Álvaro Uribe ha tomado muy a la ligera y trata al vaivén de lo que le conviene políticamente el tema del acuerdo humanitario”. Ha recibido cuatro pruebas de vida entre videos, el testimonio de un secuestrado y un mensaje enviado por Piedad Córdoba. “Me puedo morir tranquila cuando tenga a mi hija libre”.

“Chávez es alguien que está interesado por nuestro tema. Es inteligente, culto y espontáneo. Un líder con calidad humana. Imagino que así se ha de portar con los pobres de Venezuela”.


Habita un pesar que no se ve, pero se percibe, en el apartamento de Yolanda Pulecio. En la breve espera para ser recibido por la señora de la casa, es imposible no asomarse a la mesa de entrada, donde se muestran varios momentos familiares capturados por el lente de una cámara fotográfica.

Los ojos del reportero navegan con presura los quietos rostros hasta dar con el de su hija, Ingrid Betancourt, la ex candidata presidencial de Colombia, quien cumple 2.040 días en poder de las Fuerzas Armada Revolucionaria de Colombia (Farc).

En la diminuta sala-estudio, con vista a una Bogotá de mañana a punto de una llovizna, se aprecian algunas gráficas de la hija en blanco y negro. La única a color muestra a Ingrid en medio de la entrevistada y de su ya difunto padre.

“Yo quise mucho a Gabriel, pero él era conservador y yo liberal. (Risas). Entonces, yo me frenaba mucho porque he sido más de izquierda y no quería chocar con sus ideales. Ingrid salió mucho más a mí, pero debo reconocer que siempre fue mejor rebelde”.

Ex concejal, representante del senado en el pasado, pero madre y colombiana activa, Pulecio es más delicada cuando de hablar de su hija y la distancia forzosa que ella ha venido enfrentando.

“Esto ha sido un martirio. Han sido cinco años de dolor. Si lo es para mí, ¿cómo será para ella?”.

—¿Usted cómo se la imagina?

—Yo me la imagino muy dolida y eso es lo que más me hace sufrir a mí: pensar en el sufrimiento de ella. ¿Le permiten leer o escribir? ¿Puede tener amigos? ¿La respetan? ¿Puede hablar con el secretariado de las Farc o simplemente la dejan en manos de algunos guerrilleros? Son la preguntas que me hago todos los días. Ha sido una época que no se la deseo ni a mi peor enemigo.

—¿Cuántas fe de vida ha recibido de las Farc?

—Recibimos dos videos, el primero cuando recién la secuestraron y otro hace cuatro años y medio. Lo último que supe fue por Piedad Córdoba, que fue a hablar con Raúl Reyes, y mandó un mensaje diciendo que estuviera tranquila, que Ingrid estaba bien. También por un joven que se escapó, que era un oficial de la policía, que estuvo en el mismo campamento y habló con ella. Por lo que él me dijo, el pasado 28 de abril, ella estaba bien.

—¿Cuántas veces ha hablado con el Presidente Chávez?

—Tres veces. La primera, después del secuestro de Ingrid, me dijo que me iba a ayudar, pero después hubo gran silencio por mucho tiempo. Ahora, como un milagro, Uribe aceptó que Piedad Córdoba pudiera ser facilitadora. Ella fue la que habló con Chávez y él nos invitó a mí y a 14 familias a una reunión en el Palacio de Miraflores. Renació la esperanza desde entonces.

—¿Cuál es la impresión que tiene de él?

—Sin duda, Chávez es alguien que está interesado por nuestro tema. Es inteligente, culto y espontáneo. Un líder con calidad humana. Imagino que así se ha de portar con los pobres de Venezuela. En Colombia pasa lo contrario: el gobierno trabaja para los ricos, el tema social no importa. Vimos en Chávez a una persona con mucha calidez e interés, cosa que no hemos conseguido aquí en Colombia. Hace dos años y medio que Uribe no me recibe y él un día dice una cosa y al día siguiente otra. El tema del acuerdo humanitario lo ha tomado muy a la ligera y lo trata al vaivén de lo que le conviene políticamente.

—Acerca de la iniciativa de Colombia sobre la conversación para la paz, ¿cómo la califica? ¿La hay?

—No. Hemos pedido, desde un principio, que se separe el tema acuerdo humanitario del de paz. El presidente Uribe no quiere aceptar que existe un conflicto armado, a pesar de que esto ya lleva 50 años. Tal vez no suceda en Bogotá, pero sólo basta con ver a los desplazados en las fronteras, campesinos que lo han perdido todo.

Es cierto que la guerrilla secuestró a mi hija y a todas esas personas, pero también es cierto que la Constitución obliga al Estado a velar por la vida e integridad de todos los colombianos. Eso no se ha hecho.

El camino que se ha abierto con Chávez nos ha reconfortado tanto. “Yo no tengo sino un inamovible: No me voy a salir de esto hasta que estén libre los secuestrado”. Cuando yo oí eso de su parte, sentí mucha dicha.

—¿Es histórico pensar que el gobierno colombiano converse con las Farc en Venezuela?

—Ojalá se lleve a cabo. Por lo menos que el presidente Chávez converse con la guerrilla para comenzar a abrir unos caminos. Lo que se necesita ahora es un lugar donde la guerrilla pueda llegar con confianza. Para el gobierno también. Es lo único que nosotros los familiares le hemos suplicado al presidente Uribe.

—¿Cree que el canje humanitario es el paso previo al acuerdo de paz?

—Puede que se dé, puede que no. De todas maneras, es un acercamiento con la guerrilla para la liberación de los secuestrados. Dios quiera, pero no es seguro, que ese diálogo resulte en el futuro posiciones más positivas para lograr un acuerdo por la paz. El pueblo colombiano ha sufrido muchísimo. Eso no lo reconoce el Gobierno. Lo que quieren es matar y acabar con la guerrilla. Para mí la guerrilla, a pesar de tener a Ingrid, es el pueblo colombiano. Hace dos años y medio, la última vez que me entrevisté con Uribe, le dije: “Presidente, como colombiana y como mujer, yo quiero pedirle que los recursos no los invierta en armamento para que nos matemos entre nosotros, sobre todo entre los más pobres”. El me contestó: “Mire, yo soy un combatiente y sé lo que estoy haciendo”. Con él no se puede hablar. Él cree que las cosas se va a arreglar a través de la violencia.

—¿Qué opinión le merece que la entrega de rehenes se haga en Brasil?

—Qué maravilla, yo sería feliz. Que se haga en Venezuela, en Brasil, donde sea. Yo sé que el presidente Lula ofreció apoyo, al igual que el presidente Correa (Ecuador) y Kirschner (Argentina), junto con su esposa. Hasta la presidenta de Chile, que antes no nos ayudaba, ahora parece ofrecer su mano amiga.

—Defina el trabajo de Piedad Córdoba.

—Excelente. Una mujer con una fuerza increíble. Desinteresadamente, nos está ayudando con todo por una cosa humanitaria. Ella es muy sensible a eso. Era también muy amiga de Ingrid en el congreso y mi hija la ayudó en un momento dado cuando la secuestraron.

—De darse la liberación de su hija para que vuelva a casa...

—(Toma aire y exhala) ¡Ay, Dios quiera!

—...¿usted seguiría en esta lucha?

—Para la libertad, la vida y por la libertad, claro que sí. Hace 50 años fundé una institución para niños pobres, de la calle, totalmente abandonados, maltratados. Tengo cinco casas donde atendemos a más de 300 niños. Sigo trabajando.

—Descarta usted que su hija haya caído en el síndrome de Estocolmo? ¿Estaría identificada con la guerrilla ahora? ¿Un romance, quizás?

—Me contó Pinchao (el policía secuestrado) que ella se la pasa peleando. A mí me da una angustia que existiera una confrontación verbal. Ella es muy rebelde, debe sufrir muchísimo por la falta de libertad. Deberían utilizar la capacidad de pensamiento de Ingrid, tan humano, inteligente y muy capaz. Me dijo que la bloquean y la aislan del resto del grupo. En cuanto a un romance, han inventado de todo. No sé. No tengo la menor idea.

—Hubo un aplazamiento del encuentro entre el comandante Raúl Reyes (secretario de las Farc) y Chávez hace poco.

—Estoy tranquila. Yo confío tanto en la capacidad del presidente Chávez y de Piedad. Están haciendo esto con toda la seriedad y con todo el interés. Lo mismo piensa los franceses. Si no hacen una reunión con bases sólidas para que sea algo positivo, no van a hacer cualquier cosa.

—Tras cinco años, ¿por qué no han habido avances pertinentes en las negociaciones?

—Si Uribe, al igual que la guerrilla, hubiera tenido voluntad política, esto se hubiera resuelto desde el primer momento. Le creí a Uribe cuando pidió ayuda a las Naciones Unidas. Luego vino un representante de Kofi Annan, con la intención de hablar con la guerrilla. Uribe sólo pidió una carta firmada por todo el secretariado de las Farc garantizando su seguridad. Consiguió todas las firmas tras una ardua labor de cuatro meses y, para entonces, Uribe le dijo que ya no le interesaba.

—¿Ha soñado con su hija?

—¡Uy, sí! Mil veces. Anoche soñé algo muy alegre. Estábamos en el matrimonio de Melanie, su hija. Ella me contó que tenía un novio. Tengo que llamar a mi nieta para contarle. En cuanto a Ingrid, yo le hablo a ella todos los días, a las 5:30 am. La tengo al día de todo lo que pasa.

—¿Podría compartir algo?

—“Ingrid, mi amor, yo sé que a ti te interesa lo que le pasa a Colombia, porque tú la adoras. Aunque sean cosas negativas, porque aquí no pasa nada positivo con este Gobierno”.

—¿Cuáles han sido los momentos más difíciles en su vida en todo este tiempo?

—El momento de su secuestro. El más difícil ha sido ese y esta etapa tan larga. Son momentos tras momentos, porque... (se toca el corazón) uno como mamá no deja de sufrir un minuto. No sé si el sentimiento es diferente al de los esposos.

—¿Usted piensa que Ingrid se lanzaría a la presidencia una vez que todo esto termine?

—Yo quisiera que no. Por lo menos, mientras esté Uribe funcionando en la política me da terror. Si no la ha matado la guerrilla, lo harán los paramilitares. Prefiero que viva con sus niños en otro país. Respeto lo que ella quiera decidir. Ella es una luchadora.

—¿Es cierto que a su hija le sugirieron no ir al sitio donde la secuestraron?

—Eso es lo que dice (el ex presidente) Andrés Pastrana, porque le conviene. Ingrid tuvo una relación muy difícil con él porque él la traicionó, hasta el último momento, siendo la amistad muy grande de mi esposo con Misael Pastrana, su padre. Cuando Ingrid se iba a ver con el alcalde de San Vicente de Caguán, ella vino en la noche y dijo: “Mamá, yo tengo que ir. Como se acabaron las conversaciones de paz, a ese pueblo yo le dije que los iba a apoyar en las buenas y en las malas”. Sucede que los paramilitares se querían vengar porque dicha zona aceptó a la guerrilla en la zona. Ella llamó a Juan Carlos Pastrana para que la dejaran subir en el helicóptero para trasladarse hacia allá. Una vez en camino, no le permitieron subirse. Tampoco en un avión Hércules lleno de periodistas. Le tocó irse sola, sin guardaespaldas. Andrés Pastrana creyó que Ingrid le iba a quitar el protagonismo. Me ha costado perdonarlo a él en todo este tiempo.

—¿Qué oraciones reza por su hija? ¿Es devota a un santo?

—El Rosario. Ingrid y yo lo rezábamos todos los sábados al mediodía, juntas. Desde entonces, nunca he dejado de hacerlo y estoy segura de que ella lo hace por igual. También le he rezado a la Virgen del Carmen, a Lourdes y al Señor de Monserratte, porque Ingrid me hacía subir con ella para acompañarla.

—¿Ha perdido la esperanza alguna vez?

—(Sin que termine la pregunta) No, ni un minuto. Ni la fe en Dios tampoco.

—¿Cómo han sido las cinco últimas navidades, años nuevo y cumpleaños?

—Terribles. Ingrid cumple el 25 de diciembre y yo el 31 de ese mes. Siempre lo celebrábamos juntas. Llega la Navidad y no quiero que llegue otro más sin ella.

—¿Cómo están sus nietos?

—Son unos niños muy valientes, porque han querido que ella se sienta muy orgullosos de ellos. Melanie, de 21 años, se graduó en filosofía y ganó una beca para estudiar cine en Nueva York. El niño ya terminó el bachillerato y lo recibieron en la Universidad de la Sorbona para tomar derecho y economía. Continúan con su vida luchando y sufriendo. Mi otra hija vive en Francia. Prefiero que todos estén afuera. Yo estoy aquí esperando a Ingrid.

—¿Qué espera escuchar de Ingrid cuando la vuelva a ver? ¿Usted que le dirá?

—No hay palabras. Será tan emocionante eso que ni siquiera lo puedo describir. Tengo a mi otra hija, que idolatro, y mis nietos. Pero me puedo morir tranquila cuando tenga a mi Ingrid libre.



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