Los cotejas de Vargas Llosa

Las agencias internacionales de información hicieron circular la noticia de que un eventual debate Chávez-Vargas Llosa se habría frustrado porque el primero no lo aceptó. Al parecer las cosas ocurrieron de otro modo. Chávez invitó a Vargas Llosa a debatir con intelectuales venezolanos de izquierda en su programa “Aló Presidente”. Enseguida el gran escritor Luis Britto García, autor de esa aventura del lenguaje que es Abrapalabra, aceptó la propuesta. Fue entonces que Vargas Llosa, luego de señalar que no sabía quiénes eran esos intelectuales, buscó el subterfugio de un imposible debate con Chávez. 

Hay una pregunta clave: ¿Quién tuvo la iniciativa? Chávez. Pero ocultar, manipular e invertir los hechos es una práctica común de los “medios”. En este caso, para ser creíbles, operaban sobre el sentido común: Vargas Llosa, un gran escritor, se comería vivo a cualquiera.

Las cosas no son tan simples, sin embargo. El “gran escritor” lo fue hasta La guerra del fin del mundo, 1981, con grandes novelas como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, y esa deliciosa sátira Pantaleón y las visitadoras.

A partir de entonces entró en decadencia con obras muy inferiores como Historia de Mayta, Lituma en los Andes, Los cuadernos de don Rigoberto, en donde pretende construir una especie de “lolito” que fracasa por completo desde el mismo nombre: Fonchito. Advertido del deterioro, Vargas Llosa probó una recuperación en el último período, a partir de su destreza técnica pero sin la potencia creativa de antaño: La Fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra esquina, Travesuras de la niña mala. He escrito mis reservas sobre las dos primeras; la tercera es una agradable novela “ligera”.

Mas, la capacidad literaria de Vargas Llosa no estaba en el platillo de la balanza: un eventual debate no se centraría en escribir un cuento durante dos horas. Caso en que Vargas Llosa tampoco tendría asegurado el éxito pues lo que le queda de su época de gran escritor, la pericia técnica, solo sirve para novelas largas: Vargas Llosa no gustaba de Borges al que atribuía ser incapaz de escribirlas.


El debate habría sido sobre concepciones económicas y políticas. Y allí si, Vargas Llosa tiene todas las de perder. El neoliberalismo latinoamericano es limitado teóricamente y se afinca en políticas concretas de funcionarios del Estado. Vargas Llosa es apenas un aprendiz de neoliberal y su repertorio intelectual se reduce a una sola idea: El mercado y la libre empresa son la panacea para el desarrollo. Todo lo demás es troglodita. Es tan pobre su argumentación que el novato Fujimori, con tesis de izquierda, lo barrió en el debate del 1° de junio de 1990, sobre el que el moderador, Guido Lombardi, declaró: “Mi impresión es que Vargas Llosa y su gente se retiraban con la sensación de derrota”.

 

En el debate, Fujimori mostró la página de Ojo, ya impresa con la fecha del día siguiente, anunciando el triunfo de Vargas Llosa en la polémica. Pocos días después, el 10 de junio, Fujimori obtuvo el 62% de los votos frente al 38% de Vargas Llosa, quien hasta poco antes del debate lideraba las encuestas.

 

Luego, Fujimori asumió el programa neoliberal de Vargas Llosa.



amoreano@telegrafo.com.ec




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