Investigación al fondo de la inmunda charca de la OEA

El complot internacional para asfixiar a Salvador Allende

“Si alguna república permanece largo tiempo en América,

me inclino a pensar que será la chilena.

Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad.”

Palabras citadas por Salvador Allende en su discurso inaugural,

en el estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970

Después de la muerte del Che Guevara, un ambiente de honda desolación moral y política abrasó a toda América Latina. Luego otro golpe brutal: el asesinado del presidente Salvador Allende. Quedaban ya pocos, ¿a quién le tocaría ahora? ¿a Fidel Castro?

Así, con asesinatos a crédito, se pretendía cerrarnos todos los caminos y todas las esperanzas en nuestro continente. Eliminado el Che, cayó después Inti Peredo en Bolivia, seguidamente el profesor Alberto Lovera en Venezuela. Más tarde, miles de revolucionarios asesinados en Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Haití, República Dominicana, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras… América, un reguero de sangre por todas partes, y también un silencio inconmensurablemente escandaloso, bestial. Sólo la voz de Fidel quedaba en este mundo. No hubo en toda Venezuela una sola protesta contra el espantoso crimen cometido contra Allende. Cómo estaban cambiando los tiempos. El Partido Comunista de Venezuela prácticamente se había domesticado y parecía una mascota de los grandes dueños del poder económico. Los dirigentes de la llamada izquierda nacional no querían más problemas ni conflictos con el status quo. Todo aquello fue un silencio vergonzoso, monstruoso, inmoral.

En el caso del Che, Allende reconoció: “La noticia de su asesinato me causó un pesar profundo. Compartí el dolor de miles y miles de mis compatriotas. En verdad, que he conocido muchos hombres en las más altas responsabilidades, pero dos personas me han impresionado por algo que no he encontrado en otras, su mirada: el Che Guevara y Chou En Lai. En ambas había una fuerza interior, en ambas había firmeza, en ambas había ironía. Cuando conversaba con el Comandante Guevara y lo miraba, sabía la respuesta antes que él la dijera con palabras. En sus ojos ví muchas veces ternura y soledad. Lo que siempre me golpeó fue esa respuesta que sin ser dicha yo veía en sus ojos.”.

Cuántos siglos tardan los pueblos en parir hombres como esos. Después tuvimos otro golpe, la muerte de Inti Peredo a quien rodearon por más de una hora en un asalto de 150 efectivos de la policía mientras él les gritaba: “¡No me agarrarán vivo!”

Entonces, la América toda quedó sujetada por el cuello por los cuervos de todas las calañas, hasta que apareció el comandante Hugo Chávez, quien al fin, ha sacado de sus tumbas a todos aquellos héroes silenciados durante siglos: Bolívar, Miranda, Sucre, Artigas, Martí, Sandino, Eloy Alfaro, Pancho Villa, Zamora, Zapata, Simón Rodríguez, Gaitán, Luis Carlos Prestes, Arbenz, Perón, Torrijo,… Allende…

¿Cuánto podía durar Salvador Allende en el poder, obligado a no tocar en nada a la institucionalidad burguesa? ¿Cuánto soportar, rodeado como estaba por una América servil y atada al imperio norteamericano?

El Congreso en pleno, proclamó a Salvador Allende presidente de la República por el período comprendido entre el 3 de noviembre de 1970 y el 3 de noviembre de 1976. Desde este mismo momento en toda América Latina se encendieron las alarmas. Todavía palpitaban en los pueblos las conmociones provocadas por la resistencia de Venezuela a la visita de Richard Nixon en Caracas, donde casi le matan; en aquel fervor revolucionario, Rómulo Betancourt, convertido en todo en un experto de la intriga y del engaño a favor de los yanquis, supo sortear con extraordinaria maña el inicio de un incendio que pudo arrasar con todas las oligarquías de América Latina.

Muy viva estaba la resistencia del pueblo dominicano a la invasión yanqui (con la venia de la OEA) que acabará en 1973, con el trágico fin del coronel Francisco Caamaño. Y finalmente restos de la gran gesta de la revolución cubana y de la lucha del Che en Bolivia, que podían avivarse con el triunfo de Allende en Chile. El ex presidente Rómulo Betancourt, poco antes de conocerse el triunfo de Allende, se adelantó a las decisiones que ya tenía tomadas el Departamento de Estado, y declaró: “Si Allende es electo Presidente de Chile y restablece relaciones con el despotismo de La Habana, allá él con su responsabilidad.[1]”

Todos los niños mimados del Pentágono se pusieron en acción, decididos a asfixiar en la cuna a aquella revolución que apenas nacía. En una palabra, Allende estaba asediado: en Colombia gobernaba Misael Pastrana Borrero, de la más pura y rancia oligarquía colombiana; un jesuita que había hecho el perfecto recorrido que siguen todos los grandes santanderistas y fascistas de ese país. Pasó en su juventud por el Colegio San Bartolomé de Bogotá, tomó cursos de retórica con los ensotanados de la ultra-derecha neogranadina y para perfeccionar aún más estas habilidades demagógicas y trapaceras, hizo pasantías como Secretario de la Embajada colombiana ante el Vaticano. De aquí, la decisión fue destinarle a Washington como Ministro Consejero de la Embajada ante los EEUU de América (donde haría sus primeros pininos como agente al servicio del Departamento de Estado para América Latina). Luego se destacó por su trabajo como Gerente de la Caja Agraria en Nueva York, y a partir de 1959, se convirtió en apoderado en Colombia de varias multinacionales norteamericanas. Cualquier parecido con Vicente Fox no es ninguna casualidad. Entre 1963 y 1965 fue presidente de Celanese Colombiana, subsidiaria en el país de la multinacional norteamericana del textil.

Durante el mandato de Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero fue Embajador ante el gobierno de Washington para luego regresar convertido en el mandamás de Colombia.

En Ecuador, cumplía con su sexto período como gobernante, José María Velasco Ibarra, hombre difuso y divagador de la demagogia latinoamericana; el perfecto gobernante al gusto del Departamento de Estado norteamericano, que en todas sus acciones jamás molesta al policía del planeta. En Bolivia, el Supremo era Hugo Banzer Suárez (furibundo anticomunista), quien recibía decidido apoyo directo de Estados Unidos, y quien trabajaba todas sus decisiones muy coordinadamente con la CIA. Fue de los más comprometidos con el Plan Cóndor, y todos los recursos de su Estado los colocó en función del buen éxito de este operativo ultra represivo y anti-izquierdista que puso en funcionamiento además de Bolivia, los gobiernos militares de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile. Operativo que produjo en los setenta más cien mil muertos.

La derecha chilena, experta en crueldades infinitas, se aprestó para enfrentar los cambios que apenas estaba anunciando don Salvador Allende. Lo que más le preocupaba era que el pueblo no se organizara. Cuando el Presidente hizo sus primeros anuncios revolucionarios, esta derecha arreció sus contactos con Washington y comenzó a evaluar su poder en el alto mando de las Fuerzas Armadas y en el cuerpo de Carabineros. Ya la CIA había mostrado sus garras en un acto como lo fue el asesinato del general René Schneider Chereau, que en definitiva fue lo que aseguró el triunfo de Allende en el Congreso.

Pero todas las alarmas estaban disparadas, sobre todo cuando una de las consignas primordiales del gobierno allendista fue en todo momento decir: “No a la guerra civil”.

Fatal error.

Se estaba cayendo exactamente en la misma actitud vacilante de los republicanos españoles después de 1936, cuando en todo momento se negaron a armar al pueblo; luego, cuando trataron de hacerlo, ya era muy tarde.

En Chile la situación era harto peligrosa porque de armarse a ese pueblo, los vecinos ya tenían preparado un plan: declararle una guerra a gran escala. Motivos había de sobra. Sería una gran guerra internacional. En Argentina se encontraba gobernando Roberto Marcelo Levingston, un militar que le hacía servicios a la CIA y que se desempeñó durante un tiempo como agregado militar en la Embajada Argentina en Washington; en Brasil se encontraba en el poder Emílio Garrastazu Médici, quien gobernó el país con desbordada frialdad terrorista. O movimento estudantil e sindical estavam contidos e silenciados pela repressão policial. Durante el mandato de Garrastazu Médici, los movimientos estudiantiles y sindicales fueron reprimidos y silenciados con sevicia. Nesse período é que se deram a maior parte dos desaparecimentos políticos ea tortura tornou-se prática comum dos DOI-CODIs, órgãos governamentais responsáveis por anular os esquerdistas. En este período se dan las peores desapariciones políticas, las más bestiales torturas a todos los luchadores de izquierda. Emílio Garrastazu Médici, visitó Washington entre el 7 y el 9 de diciembre de 1971, cuando aun no se había definido el resultado de las elecciones uruguayas, precisamente para impedir que allí un frente popular similar al que había hecho victorioso a Allende pudiera consolidarse. Garrastazu Médici sostuvo varias reuniones con el Presidente Nixon, el Asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el Secretario de Estado William Rogers y el Subjefe de la CIA, Vernon Walters. En varios de los memorandos sobre las conversaciones con el presidente brasileño, Richard Nixon menciona la ayuda de Brasil para torcer la voluntad popular en las elecciones uruguayas. Henry Kissinger reconoció el gran apoyo dado por Garrastazu Médici a la Doctrina Nixon (Betancourt) en América Latina. Una doctrina que le daba un papel preponderante a Brasil como potencia regional (siempre subsidiaria de los intereses de los EEUU).

En Paraguay, Alfredo Stroessner seguía siendo el anticomunista más ejemplar del continente después de Anastasio Somoza. Cada año, Alfredo Stroessner pasaba un informe a Washington en el que el gobierno informaba detalladamente de las 4 000 personas que en nombre de la libertad eran eliminadas, empleando la tortura, el secuestro, el asesinato político. Su lema favorito era: "por lo menos no somos comunistas". Ya se sabe que Stroessner tuvo siempre una especial simpatía por los nazis, garantizándoles asilo a varios de ellos en el Paraguay, incluyendo al monstruo Dr. Josef Mengele. El vecino de Uruguay, estaba controlado por Jorge Pacheco Areco quien en nada se diferenciaba en sus métodos represivos de Garrastazu Médici. Pacheco Areco, utilizó las medidas excepcionales para reprimir las protestas sociales, y la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; cerró y censuró medios de comunicación e ilegalizó a partidos políticos de izquierda.

Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Hugo Banzer, Garrastazu Médici, Pacheco Areco, Alfredo Stroessner, muy bien relacionados con Henry Kissinger, les debió sonar desastroso que entre las primeras cuarenta medidas del Gobierno de la Unidad Popular, se encontrase el poner fin a los vínculos de Chile con el Fondo Monetario Internacional. Mucho más cuando Allende les habló de manera clara y contundente, en su discurso inaugural, en el estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970: “Ya es tiempo de decir que nosotros, los pueblos subdesarrollados, fracasamos en la historia. Fuimos colonias en la civilización agrario-mercantil. Somos apenas naciones neocoloniales en la civilización urbano industrial. Y en la nueva civilización que emerge, amenaza continuar nuestra dependencia. Hemos sido pueblos explotados. Aquellos que no existen para sí, sino para contribuir a la prosperidad ajena. ¿Y cuál es la causa de nuestro atraso? ¿Quién es el responsable del subdesarrollo en que estamos metidos? Tras muchas deformaciones y engaños, el pueblo ha comprendido […] las causas reales de nuestro subdesarrollo están en el sistema. En este sistema capitalista dependiente que, en el plano interno, opone las mayorías necesitadas a minorías ricas, y en el plano internacional opone los pueblos poderosos a los pobres y los más costean la prosperidad de los menos”.

Sobre el crimen del general René Schneider a manos de la CIA, y de la mafia internacional que rodeaba a su país, dijo: “Este episodio increíble que la historia registrará como una guerra civil larvada que duró apenas un día, demostró una vez más la demencia criminal de los desesperados. Ellos son los representantes, los mercenarios de las minorías que, desde la Colonia, tienen la agobiante responsabilidad de haber explotado en su provecho egoísta a nuestro pueblo; de haber entregado nuestras riquezas al extranjero […] Fracasaron ante la firmeza de la voluntad popular, resuelta a enfrentarlos y a desamarlos para asegurar la tranquilidad, la confianza y la paz a la nación, desde ahora bajo la responsabilidad del poder popular.”

Este era el cuadro que rodeaba a Allende apenas iniciaba su mandato, sin un real apoyo de las Fuerzas Armadas de su país, y con la consigna impartida por él mismo a sus partidarios de que había que lograr el socialismo de manera totalmente pacífica. Nada de eso tenía futuro en un continente fuertemente envenenado por la propaganda anticomunista.

Toda revolución tiene que sufrir el embate no sólo de los viles prejuicios arrastrados de siglos que imponen las cadenas sino, y sobre todo, las grandes enajenaciones que estas cadenas provocan en los vecinos, aunadas a la locura bestial de la moral de los colonizadores que la han sostenido para sus negocios y degeneradas explotaciones. De mil maneras han tratado de impedir que nos liberemos. Durante la guerra de independencia cientos de miles de patriotas murieron empuñando las armas desde México hasta el Río de la Plata. En el siglo XX, los imperios explotadores comenzaron a idear nuevas maneras de imponer sus valores y sus cadenas con el pretexto de los derechos humanos, los valores de la democracia y la libertad ante la amenaza que representaba el ejemplo de la revolución rusa; esta vez sus armas fueron (y lo siguen siendo), la guerra psicológica y propagar una idiotez generalizada en todos nuestros pueblos a través del consumo y la dependencia económica. Allende planteaba la necesidad de crear una sociedad nueva en la que fuese posible “convivir en paz con las naciones avanzadas, cuya experiencia puede ser de gran utilidad en nuestro esfuerzo de auto-superación.” Un gran contrasentido. A ninguna nación “avanzada” capitalista, le puede interesar en absoluto nuestra superación. Basta con ver la historia de América Latina, de África, de Asia. Es que además el sentido mismo de la competencia capitalista lo impide.

Cuando Allende decía que su pueblo chileno quería volcar su solidaridad fraterna hacia América, estaba provocando una amenaza muy peligrosa al imperio norteamericano. Sobre todo cuando insistía: “Nuestra política internacional está hoy basada, como lo estuvo ayer, en el respeto a los compromisos internacionales libremente asumidos, en la autodeterminación y en la no intervención […] Cada pueblo tiene el derecho a desarrollarse libremente, marchando por el camino que ha elegido […] Chile, que respeta la autodeterminación y practica la no intervención, está legitimado para exigir de cualquier Gobierno que actúe hacia él de la misma forma. El pueblo de Chile reconoce en sí mismo al único dueño de su propio destino. Y el Gobierno de la Unidad Popular, sin la menor debilidad, velará para asegurar este derecho.”

El 1º de mayo es aún más contundente y se embandera con la posición de integración continental política y económica que pregona Fidel Castro. El Comandante cubano le ha dicho a Chile que está dispuesto a mostrar su solidaridad en cualquier campo, y específicamente ha sostenido que ha restablecido el comercio con Chile; que Cuba le envía azúcar y recibe de Chile frijoles, ajos, cebolla. Y aclaraba Fidel, que si a consecuencia de las maniobras contrarrevolucionarias del imperialismo la producción de Chile se veía afectada y no le podía enviar esos alimentos entonces a Cuba no le importaba. Que por eso el pueblo cubano no iba a dejar de enviar azúcar a Chile. Que le daría incluso hasta su propio consumo, para rematar: “Expreso al pueblo de Chile, desinteresadamente, fraternalmente, con el espíritu de Girón, que cuando lo necesiten pueden contar con nuestra sangre; cuando lo necesiten pueden contar con nuestras vidas.”

Entonces recalcaba el propio Allende a los que desfiguraban el sentido de las palabras de Fidel Castro: “Nuestros pueblos nacieron a la independencia política porque hombres nacidos en patrias distintas levantaron la común bandera, y Bolívar y Sucre y San Martín y Martí O’Higgins fueron latinoamericanos para luchas con las armas por su independencia”

ASÍ NOS FUE INOCULADO AQUEL VIRUS DEL ANTICOMUNISMO A PARTIR DE LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA.

Para mediados del siglo XIX, el fenómeno del anticomunismo en América Latina se había llevado a la mente de maestros y profesores, de obreros y campesinos, con los mismos colores brutales y siniestros con que los españoles colonizadores presentaban al “demonio” y “maldito” don Francisco de Miranda. Para la década de los cuarenta, la sola palabra comunismo causaba pánico. Era un terror que a través de la Iglesia, de los centros de cultura y medios de comunicación, difundían los ricos, las familias adineradas que hablaban de una revolución en Rusia que había desconocido la propiedad privada, que amenazaba con la destrucción de la religión de Cristo y en la que gobernarían los menos capaces, la chusma, borrachos, asesinos y locos de toda ralea. Toda una guerra propagandística que se reforzaría muy agresivamente con la guerra fría a partir de 1948.

Poco a poco, todo lo popular llegó a ser una especie de herejía. En Chile, Salvador Allende tuvo que luchar contra la conocida “Ley Maldita”, que señalaba a los comunistas como plaga infernal, y en la Reforma Constitucional de julio de 1936 en Venezuela, se proscribían las ideologías Comunista y Anarquista. El mismo Presidente Eleazar López Contreras expresaba que uno de sus fines políticos primordiales era salvar a Venezuela del comunismo. Recordemos que en un acalorado debate en la Cámara de diputados, el 15 de junio de 1937, el famoso escritor Rómulo Gallegos, ofendidísimo, protestó porque “se me ha llamado desde negro hasta comunista.”

Ahora bien, ¿dónde se reforzó toda esta furia anticomunista que abrasó el continente a partir de la década de los cincuenta? Pues, en el Kongress für Kulturelle Freiheit (EL CONGRESO POR LA LIBERTAD CULTURAL, CLC) realizado en junio de 1950 en Berlín, en la zona de ocupación estadounidense. A partir de este momento, el holocausto en América Latina va a ser cultural, devastando en sus raíces todo pensamiento independiente, todo valor moral y hasta humano en los movimientos de resistencia contra el imperialismo.

Asistieron al CLC, 118 intelectuales procedentes de diferentes países, con distintas posiciones políticas para expresar de la manera más libre cuanto sintiesen sobre sus gobiernos, sobre los partidos, sobre el totalitarismo, y se haría para sentar las bases de una poderosa organización internacional. En este acto fundacional del CLC en Berlín, se encontraba el colombiano y gran amigo de Betancourt y Rómulo Gallegos, don Germán Arciniegas. Posteriormente, como veremos, Arciniegas (en sustitución de Julián Gorkin), pasará a ser el director de la tapadera cultural de la CIA más grande en América Latina, la revista Cuadernos, y en la que publicaban sus artículos políticos y literarios Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, el chileno Eduardo Barrios y Mariano Picón Salas (quien vivió un tiempo en Chile).

En 1952, el Partido Comunista eligió a Allende como su candidato a la presidencia de la República. Era pues una figura importante y decisiva en el escenario político nacional, y espectador de la guerra cultural internacional que la CIA durante la década de los cincuenta, iba a llevar a este territorio, a través del famoso tránsfuga Julián Gorkin. Ya desde esta época la CIA utilizó a Chile como cabecera de playa para minar a la izquierda en todo el continente. Allende volvería al ruedo electoral como candidato a la Presidencial y perdió por sólo 30.000 votos ante el representante de la derecha Jorge Alessandri.

Por eso, en su discurso ante la ONU en 1972 sostenía:

Nos encontramos frente a fuerzas que operan en la penumbra, sin banderas, con armas poderosas, apostados en los más variados lugares de influencia […] Desde el momento mismo en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendieron impedir la instalación de un Gobierno libremente elegido por el pueblo, y derrocarlo desde entonces. Que han querido aislarlo del mundo […] privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional.

Detrás de todo esto palpitaba la tercera guerra mundial silenciosa, con el Congreso por la Libertad de la Cultura que sería monitoreado y absolutamente controlado por la CIA. Era la batalla ciudad por ciudad, en las misas, en los campos, en los teatros, en los cines, en los ateneos, casas de la cultura, universidades, liceos, para minar la fascinación que se tenía por el marxismo. En poco tiempo el CLC consiguió tener oficinas en 35 países, dirigir más de 20 poderosas revistas, y se encargó de preparar en todo el orbe, talleres literarios, charlas, seminarios, conferencias, conciertos. También convocaba concursos literarios y montaba exposiciones. En todo momento quienes se aliaban a esta organización tenían que cumplir funciones específicas, como la de procurar la deserción de los izquierdistas de las filas de sus partidos; de la manera más sutil, procurar desplazar de los medios de comunicación, de los cargos del gobierno a los intelectuales comunistas o radicales de izquierda; atacarlos y tratar de desacreditarlos tratando de presentarlos como falsos, antipatriotas y vendidos a la causa de Moscú. Con un estilo y métodos eficientes, de modo que jamás pareciera que se estaba haciendo una labor de propaganda. Como se lee en el trabajo de la historiadora Frances Stonor Saunders[2] que la Agencia se proponía era formar personas que, a partir de sus propios razonamientos, estuvieran convencidas de que todo lo que hacía el gobierno de los Estados Unidos era correcto. Nada de acción directa, sino ir forzando a los cerebros a que equiparasen la paz de los Estados Unidos con el ideal de la libertad.

Estos ataques contra los intelectuales enemigos del imperio Norteamericano, debían hacerse utilizando a miembros del CLC que se hubiesen conocido por sus posiciones radicales de izquierda o por ser (o haber sido) comunistas. Por eso encajaba allí muy bien gente como Rómulo Betancourt, Víctor Raúl Haya de La Torre, José Figueres. El gran amigo de Betancourt, Arthur Schlesinger, de los arquitectos de la guerra fría sostenía que nada mejor y más eficaz para derrotar el comunismo que hacer prevalecer y tomar como baluarte al “socialismo democrático”.

LA ACCIÓN DEL CLC DESDE CHILE

Para esta labor que desarrollaba el CLC, fue enviado a Chile Julián Gorkin, el ex militante del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), cuyo trabajo va a ser el de darle a los lectores latinoamericanos una interpretación favorable de todo lo que se debata políticamente hacia la política norteamericana. Para efecto de este trabajo Gorkin es quien comienza a dirigir la revista Cuadernos, la cual aparece trimestralmente. Era Gorkin, Secretario general del CLC para América Latina. Al primer país en el que recala, en 1953, en su primer sondeo, es Chile. Luego pasará a Uruguay, más tarde Panamá, Brasil, Méjico y Cuba. Escribirá en una carta por esa época:

Desde mi llegada aquí [escribirá a su compañera] me acuesto todas las noches completamente agotado. Todos me dicen que es el mayor éxito conseguido desde hace años por un intelectual extranjero. (…) “El Mercurio”, el principal diario de la América del Sur, publica todos los días o mis conferencias radiofónicas o algo sobre mí. Hay interviús en todos los demás. Hice el miércoles mi conferencia en la Universidad, cuyo texto va a ser editado en folleto. Los socialistas me dieron anoche un banquete y hube de hacer un discurso. Hoy asisto al banquete de los republicanos, socialistas y cenetistas españoles y haré otro discurso. Mañana por la noche es mi conferencia en el Centro Republicano Español. Y tengo inscritas otras cuatro conferencias […] Hemos conquistado a Chile.

El trabajo de estos intelectuales era el de inculcar una formación que fuera preparando la resistencia a la izquierda desde la institucionalidad pequeño burguesa.

En ese primer sondeo al servicio de la CIA, Gorkin organizó cuatro comités: ­uno en Chile, otro en Argentina, Montevideo, Brasil y México.

En el Congreso Latinoamericano para las Libertades, organizado por estos infiltrados en Chile con el fin de “defender la democracia” los comunistas se negaron a aceptarlo. Después se desató una polémica cuando Pablo Neruda denunció a Cuadernos como una agencia de propaganda controlada por la CIA.

Decía Pablo Neruda en un artículo: “¡Fuera de la Universidad el Gorkin!”, publicado “El Siglo” el 31 de marzo de 1928:“En Chile conocemos a algunos de los funcionarios que pretenden luchar por la “libertad de la cultura” atacando, previa remuneración mensual, a la patria del Sputnik (…) El jefe aparente de esa organización es el que se hace llamar Julián Gorkin, aventurero sin nombre, especie de enganchador de la “Legión Extranjera” del anticomunismo, emboscado en París, traidor a España Republicana”.

El escritor Aníbal Jara, “Ayax”, en “Última Hora”, del 11 de abril de 1958, agregaba: “Acaba de pasar por Chile un personaje que traía bajo el brazo una cartera de cuero y en esta cartera, un mensaje. Este personaje singular viaja por la América Latina con esta cartera y este mensaje; va de una capital a otra, lee su mensaje y parte. (…) Cuando el mundo fatigado de querellas, de recelos, de resentimientos, busca caminos comunes para la pasajera vida del hombre, el señor Gorkin, en nombre del Congreso por la Libertad de la Cultura, abre su cartera de cuero y suelta los escorpiones de su torvo mensaje desde la tribuna más honorable del país, desde el Salón de Honor de la Universidad de Chile. (…) ¿Es que la “libertad de la cultura” se defiende atacando otras culturas o enturbiando la propia con discursos en que rebosa el encono, la malicia, la malignidad?”

No obstante, con sus actividades, Gorkin se vanagloriaba de haber dado un golpe devastador a las ideas izquierdistas en América Latina, con folletos que se distribuían contra Stalin o “El Crimen de Hungría”. Entre los años 1954-1956, Cuadernos auspició una serie de conferencias en Santiago de Chile dirigidas a la juventud, sobre todo universitaria. Resulta sorprendente cómo Cuadernos, dedicaría a los acontecimientos de la Guatemala de Arbenz un único artículo firmado por su director, Julián Gorkin, y titulado “Por una política de la libertad en Latino América”. En ese momento Gorkin, asistía a la Conferencia Iberoamericana organizada por el CLC en Chile. Entonces para defender a los hermanos Dulles, a la United Fruit Company y todos sus aseinos, a la posición lacaya de casi todo el continente americano dominado por dictaduras impuestas por Washington, dice que la propaganda comunista “habían prendido fácilmente en la conciencia de los sectores democráticos y, por muy anticomunistas que éstos se declarasen, parecían estar convencidos de dos cosas: la primera es que el Departamento de Estado pretendía ahogar la “revolución agraria y democrática” del gobierno Arbenz en beneficio de la United Fruit y de los elementos reaccionarios de Guatemala; y, la segunda, que Foster Dulles obraba así por ser uno de los principales accionistas de dicha compañía.” Añadía Gorkin: “En cualquier caso, todos ellos mantenían que la administración Eisenhower había dejado atrás la política del “buen vecino” que había caracterizado a la administración Roosevelt-Truman, para volver a la política imperialista y brutal de tiempos de “la diplomacia del dólar”. Esto lo creen así, sinceramente y de buena fe, todos o casi todos los elementos democráticos latinoamericanos”, llegando incluso a reprocharles que “se proclaman anticomunistas cuando se trata de la suerte de Checoeslovaquia (sic), de Polonia, de Europa en su conjunto; pero no se sienten anticomunistas, con la misma consecuencia, cuando se trata de los países latinoamericanos”.

Por estos métodos se consideró que casi todo en el CLC fuese de tendencia izquierdista. Por eso hasta se dio el caso de que bajo el régimen de Francisco Franco, se llegó a prohibir el ingreso de Cuadernos en España. Esto constituía un gran éxito para lo que se proponía la CIA, sobre todo porque la mayoría de los trabajos, es necesario decirlo, eran muy bien elaborados, con análisis serios y muy bien fundados. Todo esto estaría funcionando muy bien hasta que en 1966 se puso al descubierto la gran farsa. El verdadero escándalo estalló en 1967, cuando se comienza a descubrir los financiamientos ocultos al CLC, los cuales fueron hechos públicos en plena guerra de Vietnam. En realidad, ya en 1964, New York Times dio a conocer una investigación sobre la Fundación Fairfield, que era la principal proveedora financiera y oficial del CLC, y muchos de sus vínculos financieros con la CIA. Pero también entre los grandes proveedores de la CIA (prácticamente la CIA misma), se encontraba la Fundación Ford que también financiaba Cuadernos.

Sabía Allende que su verdadero enemigo era el veneno inoculado a su pueblo por estas campañas anticomunistas, y sobre todo a esa gente de la clase media a la que se le había lavado el cerebro haciéndole ver que la verdadera libertad era la que se practicaba en Norteamérica; la raza hermosa, trabajadora, sencilla, austera, valiente y noble. Las películas de Hollywood y las novelas de vaquero habían triturado hasta el asco muchos valores propios, el sentido de la historia, de la cultura y de las tradiciones de todos los pueblos nuestros.

Este trabajo fue intenso, devastador y profundo a tal punto, que a principios de la década de los setenta la propaganda a favor del consumo, del sensualismo y el derroche materialista habían diezmado a casi todos los Partidos Comunistas de América Latina. E insistimos en que la inmensa mayoría de los intelectuales y periodistas se habían vuelto adictos a los valores pro-norteamericanos.

Allende, pues, estaba muy claro en todo lo que tendría que afrontar en el terreno que ocupaban esos intelectuales pagados por la CIA, además en un entorno severamente adverso a todo lo que someramente oliese a socialismo. Seguía con sumo interés y cuidado cuanto se desarrollaba en esta América torturada hasta el delirio por una propaganda anti-comunista que aparecía en cuanto se leía, en cuanto se comía, usaba o se estudiaba. No contaba Allende con un solo mandatario amigo en este continente a excepción de Fidel, pero Cuba estaba demasiado lejos y demasiado aislada, sometida a un criminal bloqueo.

Quizá el ejemplo más patético de cobardía que llegó a conocer Salvador Allende fue el de Rómulo Betancourt, quien anduvo recorriendo América con un discurso revolucionario de izquierda, pero en cuanto tuvo conocimiento de los traumas inmensos por los que tendría que pasar quien intentase la vía del socialismo, no vaciló un instante en embanderarse con la más furibunda derecha de su país y del continente. Rómulo Betancourt lideró admirablemente la expulsión de Cuba de la OEA.

Para el bloqueo a Cuba, en octubre de 1962, Betancourt se involucró en la Operación Unitas prácticamente como el estratega máximo. En ese operativo participaron naves argentinas, venezolanas y dominicanas, y fue denominada Task Force 137. Todos los mandatarios “aliados” en América Latina tenían vara larga para presionar el botón de alarma con réplica en Washington y solicitar, si las circunstancias lo ameritaban, un operativo de esta naturaleza. Esta fue una modalidad que venía muy bien explícita en la llamada Doctrina Betancourt. Cuando se estaban poniendo en acción las primeras maniobras del golpe contra Salvador Allende, el ejército norteamericano desarrollaba con la armada chilena ejercicios bélicos en la Operación Unitas. Betancourt había hecho un gran trabajo para el imperio norteamericano, para que nunca más se cayese en el error de permitir otra Cuba en el hemisferio.

LA DOCTRINA BETANCOURT

El trabajo que Rómulo Betancourt le prestó a Washington durante toda la década de los sesenta, para impedir gobiernos de izquierda en América Latina, se le aplicó íntegramente al caso de Chile en 1973. Por eso, teniendo en cuenta las ideas de Betancourt, la Casa Blanca se reunió con los mandatarios de los gobiernos de Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil, y lo que se les puso sobre la mesa era la lucha continental contra el comunismo.

La “Doctrina Betancourt” reclamaba a los países democráticos que rompiesen relaciones con todos los regímenes dictatoriales. Una farsa a la que Norteamérica no podía darle curso si se tomaba en cuenta que la mayoría de los “gorilas” de este continente existían por la fuerza y el sustento mismo que Washington les daba. Qué podía hacer esta Doctrina frente a los Somozas (Betancourt no rompió relaciones con Nicaragua), el mismo Trujillo, Stroessner (tampoco rompió relaciones con Paraguay), Duvalier (ni rompió con Haití); siguieron prosperando los dictadores: después vino Pinochet impuesto a sangre y fuego por el Departamento de Estado, y nadie en América Latina sacó a relucir esta fulana Doctrina.

El imperio sostenía la política de que si un país latinoamericano estaba “tranquilo”, aunque fuese con los tanques en la calle y con policías y militares torturando en las cárceles y ametrallando en los campos y universidades, ese país era democrático y podía contar con todo su apoyo. Para ellos eso representaba orden, seguridad y progreso. Betancourt se opuso a esta filosofía, aunque él estuviese haciendo, para mantener el orden, exactamente lo que sugería Washington[3]. Como cualquier sátrapa que hubiese asaltado el poder, él había abolido las libertades públicas y mantenía a la república en Estado de Sitio. Sostenía Betancourt, retórico y ridículo: “Los regímenes sin partida bautismal en los comicios libres, y bajo rectoría militar, tienden a utilizar argumentos de la fuerza y de la negación de los derechos humanos contra los pueblos, encrespados y reacios a perder sus libertades.[4]”

A fin de cuentas, durante el bloqueo a Cuba, se vino a descubrir que todos los movimientos militares de naves norteamericanas en el Caribe tenían que ver con la Doctrina Betancourt, es decir, su movilización formaba parte del resguardo que debía hacerse de aquellos gobiernos que se saliesen del marco estratégico anti-marxista que había establecido la Casa Blanca para su estratégico backyard (que comprendía desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos). Es por ello por lo que los militares aliados contra Allende en su proclama decían: “Las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile declaran, Primero: que el Señor Presidente de la República deber proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile. Segundo: que las Fuerzas Armadas y el cuerpo de Carabineros de Chile están unidos PARA INICIAR LA HISTÓRICA Y RESPONSABLE MISIÓN DE LUCHAR POR LA LIBERACIÓN DE LA PATRIA DEL YUGO MARXISTA…”.

Así fue cómo Betancourt, quien durante un tiempo fue amigo de Allende, lo amarró con su Doctrina; Doctrina esta que siguieron paso a paso todos los vecinos de Chile en 1973, para eliminarlo.

[1] Ediciones Centauro, El General Betancourt y otros escritos (1970), op. cit., pág. 118.

[2] Conferencia en La Habana, febrero de 2003, traducción de Dnise Ocampo.

[3] Rómulo Betancourt, Golpes de Estado y Gobiernos de Fuerza en América Latina, Editorial Arte, Caracas (Venezuela), 1966, pág. 23.

[4] Ibidem, pág. 24.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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