A pesar de mi relación desde niño con ese pueblo, su lengua y su cultura, creo juicioso ir más allá de los datos genealógicos de Obama y otras superficialidades, dado que me inscribo entre los marxistas para advertir que conservamos una duda razonable sobre el supuesto programa político revolucionario que pueda desarrollar este enigmático personaje ahora como presidente, puesto sabemos que la pertenencia a una raza o etnia (segregada o no) no garantiza un compromiso de reivindicación con el multidiverso conjunto de excluidos del planeta.
En efecto, nuestra prédica revolucionaria ha sido clara y constante respecto a que el conflicto real de la humanidad radica en la división entre explotadores y explotados; y que las injusticias de cualquier otra naturaleza (raciales, religiosas, políticas o de género, etc.) son consecuencia de la referida segmentación socioeconómica. Precisemos entonces los fenómenos históricos en su justa dimensión e identifiquemos que la marginación padecida por los afrodescendientes durante siglos ha girado en torno a su empobrecimiento, que ésta no les ha sido impuesta por la generalidad de la sociedad, sino específicamente por la clase dominante de cada época de la humanidad: los esclavistas de ayer son la burguesía de hoy.
El perfil de Obama está muy lejos de los grandes revolucionarios afroamericanos como Paul Robeson, Martin Luther King Jr., Malcolm X, Muhammad Ali, Louis Farrakhan o Jessie Jackson. De allí que para predecir responsablemente al rumbo de este gobierno presidido por tan "simpático burgués", abogado egresado de la aristocrática Universidad de Harvard y cuya campaña archimillonaria estuvo abiertamente financiada por superpoderosos consorcios económicos, sea necesario reflexionar sobre sus antecedentes como miembro de su comunidad, actor político y hombre profesional. Ello aportaría los mejores elementos para precisar su identidad de clase y determinar lo realmente importante: si su gobierno podría parcializarse a favor de los explotadores o de los explotados, más allá del color de su piel. Por sus futuras acciones, Obama podría ser el más blanco de todos.
(*) Constitucionalista y penalista, profesor de Derecho al trabajo.