Defensa de las reelecciones presidenciales de la Patria Grande

- Ya es demasiado el barullo que arma la derecha como para que nos sigamos haciendo los distraídos…

Cuando los grupos económicos van formando un Corporation Executive Officer (CEO), nadie sale a romperles la paciencia. Criteriosamente, los años de formación profesional acumulados son antecedentes de peso que contribuyen a su designación. Y, cualquiera sea la responsabilidad que le toque ejercer, a nadie se le ocurre ponerle un plazo después del cual quede inhabilitado para el cargo; por el contrario, si cumple correctamente con su función, puede ejercerlo de por vida.

En cambio nuestros presidentes, y las corrientes políticas que los sostienen, son permanentemente atacados por el stablishment económico, a través de sus amanuenses en los medios de comunicación. Conducir los destinos de un país se juzga cosa tan fácil que, una vez ejercida la responsabilidad y aprendida la tarea, se debe descartar sistemáticamente al experimentado y convocar a un nuevo aprendiz. Y así eternamente.

Pareciera que el poder permanente de lo económico fiscaliza al poder circunstancial de lo político, de manera de mantenerlo en constante precariedad e inexperiencia. Pareciera que lo público, que ya está expuesto de por sí, también debe vivir bajo sospecha, en constante amenaza de desestabilización. Pareciera que lo privado, sobre lo cual nadie nos informa, es confiable por sí mismo y no requiere supervisión alguna, gozando de estabilidad per secula seculorum.

Esto es inaceptable.

Nuestras vidas son influenciadas por lo público y también por lo privado. Sospechar de lo primero y no de lo segundo constituye un acto de doble moral. Nada indica que quien defiende explícitamente su interés privado esté por encima de quien defiende el interés común. Es falso que quien emprende una tarea por afán de lucro sea confiable, mientras que quien lo hace por mandato popular sea sospechoso. No hay equivalencias en estas afirmaciones, son juicios de valor sin fundamento, impulsados por la voluntad de servir al capital y denostar lo público.

No es bueno tanto silencio, tanta impunidad, tanta pasividad cómplice a favor de estas inmundicias. Un hombre puede estar sentado en una silla durante media hora en completo silencio, sin emitir una sola palabra, y puede que, en esa precisa media hora, haya traicionado a su mejor amigo y a la causa de toda su vida.

No lloremos mañana lo que no supimos defender hoy.

Si los Pueblos de la Patria Grande aceptan la reelección de sus gobernantes en Bolivia, Honduras, Paraguay, Ecuador, Cuba, Argentina, Venezuela, Brasil, Chile, Uruguay, Nicaragua o dondequiera que sea, incorporemos ese mandato popular. Y defendámoslo activamente de la radio, de la televisión y del diario, porque, salvo error o excepción, esos tres están a sueldo de la derecha, que es la dueña, la que paga los anuncios y la que fija la línea editorial a la mayoría de los periodistas, y también a sus políticos alineados.

Los grupos económicos se reservan para sí la libertad de consolidar y perpetuar los liderazgos cada vez que lo consideren conveniente. No se sienten obligados a cambiar sin razón que lo justifique. Lo que predican para nosotros no es lo mismo que aplican para sí mismos. Cuando se les pregunta, contestan que la construcción de un líder les lleva tiempo y esfuerzo de toda la organización empresaria, por lo tanto, sería muy tonto no aprovecharlo una vez que lo tienen. Así, los protegen de los desgastes prematuros, de las conspiraciones y de las intrigas, tratando de que se perfeccionen constantemente, para que rindan el máximo provecho. A esto llaman una gestión eficiente de sus máximos ejecutivos.

Análogamente, los Pueblos tenemos derecho a la libertad de elegir nuestros líderes como mejor nos convenga, la cantidad de veces que se nos antoje. He ahí el ejercicio de nuestra voluntad soberana. He ahí el derecho moral a decidir por nosotros mismos. No porque seamos infalibles, no es cierto que los Pueblos nunca nos equivocamos, sino porque somos los que pagamos las consecuencias. En la Patria Grande de Centroamérica, el Caribe y la América del Sur, ya se equivocaron los políticos de derecha, se equivocaron los militares golpistas, se equivocaron los capitalistas explotadores y se equivocó cuanto aprovechado del sudor ajeno se nos ocurra, y, en todos esos casos, el sufrimiento cayó sobre nosotros. Por lo tanto, dado que somos los que ponemos el trabajo y soportamos las injusticias, tenemos derecho a decidir nuestro propio futuro.

Y con el tiempo vendrá la eficiencia. Nadie más interesado en mejorar que aquel que debe pagar por sus errores. Nadie más contento con los aciertos que aquel que se beneficia de los mismos. Si los otros se equivocaron tantas veces, será porque políticos, militares y capitalistas de derecha gozaban de una previa impunidad, de un amparo seguro que los protegía de sus errores. Y si acertaron tan poco, habrá sido porque sus beneficios no coincidían con los del Pueblo, porque su alegría no estaba unida al interés popular.

Para alcanzar esa eficiencia, para lograr cumplir los objetivos con economía de esfuerzos, probablemente nuestros líderes deban habitar el poder por un tiempo mayor. Quizás también los nuestros deban hacer un aprendizaje más largo. Si para manejar una empresa, y a veces tan solo una parte de ella, los otros necesitan un constante perfeccionamiento durante décadas, no es justo que a los nuestros, que deben manejar todo un país, se los despida tal vez cuando empiezan a ser duchos en el arte de gobernar. Si ellos no renuevan sus cuadros de conducción a menos que les resulte conveniente, tampoco existe razón de nuestra parte en cambiar un liderazgo si no hay otro compañero mejor.

Finalmente, habiendo candidaturas de libre acceso para todos los que quieran presentarse, no vemos causa valedera para que los compañeros dirigentes que mantienen fuerte adhesión de sus Pueblos, a pesar del desgaste propio de la tarea de gobernar, sean impedidos de presentarse a elecciones. Más bien parecen prerrogativas establecidas para nosotros por quien no las aplica para sí mismo, esto es, el capital concentrado que debilita al campo popular en favor de su poder.



En la ciudad de La Plata, a los 5 días del mes de febrero de dos mil nueve.


Cadelli pertenece al Bloque Regional de Poder Popular


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