Las mentiras del glifosato

Un fallo contra Monsanto en Francia


En el año 2001, la asociación Eaux et Rivières de Bretagne había
denunciado a Monsanto por anunciar que su producto RoundUp era eficiente y no
presentaba riesgos para el medio ambiente. Las etiquetas del herbicida
que los campesinos y jardineros adquirían aseguraba que éste era "100
por ciento biodegradable, limpio".

El usuario con conciencia ecológica lo prefería a otros, porque
Monsanto le aseguraba que el producto "respeta el medioambiente" y que,
"utilizado según las indicaciones del fabricante, no presenta riesgos
particulares para el ser humano o los animales domésticos". En la publicidad
de televisión, un perro pulverizaba el producto sobre la maleza, lo que
da entender que este veneno era un elemento que se conjugaba
"naturalmente" con el medio
ambiente.

Toda esta prosa y estas imágenes tranquilizadoras eran mentiras llanas
de la firma para apoderarse del lucrativo mercado de los herbicidas. A
sabiendas de que la sociedad francesa es sensible con el tema
ambiental, Monsanto había desarrollado una agresiva campaña publicitaria
tendiente a desestimar su peligrosidad y banalizar su uso.

Pero las prácticas tramposas de 'Monsatán' ya eran conocidas por varias
federaciones campesinas, que han tenido que vérselas en otros asuntos
con la compañía (la firma es líder mundial en producción de organismos
genéticamente modificados, y ha sido acusada de procederes sumamente
opacos).

La ONG adjuntó un conjunto de pruebas que demostraban la indudable
nocividad del glifosato: en primer lugar, la presencia de las dos moléculas
químicas producidas por el RoundUp en el 55 por ciento y en el 35 por
ciento de las aguas superficiales de los ríos y quebradas. En segundo
lugar, estudios de laboratorios científicos: el equipo del profesor
Robert Bellé demostró el carácter potencialmente cancerígeno del herbicida.
A su vez, trabajos en biología molecular demostraron que el RoundUp es
un perturbador del sistema endocrino. Gilles Seralini sostiene que
puede haber una relación con los altos niveles de nacimientos prematuros y
abortos en las mujeres granjeras que utilizan el glifosato.

Desde el punto de vista jurídico, la demanda contaba con otro
fundamento: en el año 2001, la Comisión Europea había clasificado al glifosato
como "tóxico para los organismos acuáticos" y capaz de "provocar efectos
nefastos para el ambiente a largo plazo".

Este conjunto de pruebas pesó en la decisión del tribunal del pasado 26
de enero. Si la pena no fue más alta, se debe probablemente a que
Monsanto había dejado de mentir. Hoy, las instrucciones de sus herbicidas
son muy estrictas en lo que se refiere a la manipulación del glifosato.

En los países del Norte, los científicos se mantienen alertas sobre la
peligrosidad del glifosato. Los usuarios están atentos a las
indicaciones de las etiquetas. El derecho acompaña estos procesos.

Todo esto está muy lejos de la manera pintoresca e irresponsable como
se aborda el tema en Colombia. El RoundUp Ultra se asperja por vía
aérea.

El producto criollo tiene una elevadísima concentración, y se mezcla
con aditivos sobre los cuales no existe información pública. No se
realizan estudios independientes para evaluar los riesgos. Los argumentos
para asperjar son peregrinos (lo de "vencer el narcotráfico" es un sofisma
de distracción, como lo demuestra más de una década de intensa
fumigación).

Mientras tanto, la firma que se inventó el "agente naranja" acrecienta
su enorme poder y utiliza las selvas verdes colombianas como
laboratorio a gran escala.



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