Túnez: La izquierda contra Marzouki


¿Me lo podrían explicar? Quiero comprender por qué la izquierda tunecina, y aún más sorprendentemente la tendencia que se considera radical, muestra una hostilidad aparentemente ilimitada hacia Moncef Marzouki [1]. Cuando hablo de Moncef Marzouki no solo me estoy refiriendo al partido que ha fundado, Harak Tounes El Irada [2], sino tanto a otras formaciones políticas como Attayar Addimocrati [3] al igual que a la multitud de grupos, tendencias, corrientes de ideas surgidas tras la explosión del CPR [4], de los márgenes de Ennahda [5] o, aún más en general, a esa larga e inestable esfera de influencia popular (inestable en el sentido en el que un producto químico es inestable) que más o menos reconocía a Moncef Marzouki como candidato durante las últimas elecciones presidenciales.

Quieren -por razones equivocadas, en mi opinión- reprochar al antiguo presidente de la República su alianza con Ennahda en el marco de la Troika [6]. Le presumen -con malicia y mala fe- ser el títere del islamismo. En su defensa podríamos reconocerle, además de la resolución y el carácter irreprochable de su compromiso político contra el régimen de Ben Alí, cualidades que pocos opositores -incluidos los de izquierda- compartían, haber sido uno de los pocos en comprender que el arraigo popular de Ennahda no era una cuestión de «conservadurismo religioso» o de manipulación, sino una de las expresiones de la revolución -la revolución real, horrible y hermosa al mismo tiempo- y no de la contrarrevolución. En este sentido, el doctor, como le gusta que lo llamen, merece ciertamente todo nuestro respeto.

Acomodado en el Palacio de Cartago, a Marzouki lo tomaron por tonto. «Torpe con la izquierda, torpe con la derecha» como decía el buen Fernandel, a menudo Marzouki parecía obsesionado con el deseo de cortar la rama sobre la que se sentaba. Maniobró -y mal- en lugar de extraer su fuerza de la revolución. Muchas más críticas -más sustanciales- se podrían dirigir en cuanto a su política. Sin embargo, ¿de qué corriente o de qué dirigente no podríamos decir lo mismo?

No es eso, en efecto, lo que verdaderamente le recriminan. Lo que se le ha reprochado a Moncef Marzouki es el principio mismo de una alianza con Ennahda, un reproche impúdico, incluso diría descarado, considerando que aquellos mismos que lo querían en la picota no dudaron en aliarse con los herederos del régimen benalista y otros restauracionistas para derribar a la Troika. Al menos para una parte de ellos siempre es así, incluso cuando adoptan una postura pública de opositores y azuzan -dentro del límite tolerado por la UGTT [7]- la coartada de la «cuestión social».

En todo caso, si hoy esta izquierda critica a todos los integrantes de la alianza gubernamental, su principal enemigo no son ni las fuerzas restauraciones, políticas, securitarias o económicas, ni el liberalismo (lo que pretende) sino una y otra vez Ennahda así como la nebulosa que sostuvo a la Troika, las corrientes que apoyaron la candidatura de Marzouki a las elecciones presidenciales y aquellos que persisten en apoyarlo.

Sin embargo, ya no nos encontramos dentro de la configuración que existió con la Troika y la Asamblea Constituyente. Ennahda está bien anclada en el Estado y, según parece, de forma duradera mientras que la galaxia que por comodidad llamo «marzoukista» se opone vigorosamente, cultivando, con acierto, la herencia de la revolución contra el antiguo régimen; si bien de manera confusa y políticamente borrosa, a veces incoherente, sin proyecto ni alternativa e ideológicamente difícil definir. Se mezclan personalidades con principios tan rígidos como extravagantes y dirigentes oportunistas y ambiciosos a los que dudaría en prestar un dinar. Pero no es menos cierto que hoy, y remarco el hoy, dentro de nuestras circunstancias, esta galaxia representa lo que en otro tiempo se definiría políticamente como la «democracia pequeño-burguesa», inscrita dentro de la dinámica de la revolución y no de la reacción. Y aunque mis palabras puedan chocar a algunos militantes de izquierda o parecer completamente excéntricas a otros, no estoy muy lejos de pensar que, en la actual ecuación política, es ta esfera de influencia es más «radical» que las corrientes de izquierda que ocupan los medios de comunicación.

Incluso añadiría esta hipótesis: creo que el empecinamiento de esta izquierda contra la Troika, incluso cuando esta última pertenece al pasado y que su principal componente se comprometió con una nueva estrategia, se dirige menos a Ennahda que a Moncef Marzouki quien está en condiciones -si sabe hacerlo- de extender su influencia sobre sectores populares que la izquierda podría considerar como su espacio «natural» de expansión. En las próximas elecciones municipales, esta izquierda, desprovista de una verdadera implantación popular, se jugará su auténtico enraizamiento institucional, más decisivo sin duda que su actual presencia en el Parlamento. Y podemos imaginar que nada le sería más agradable que aparecer como la única fuerza de oposición. No es la única hipótesis, pero este tipo de cálculos se han hecho dentro de la tradición de las formaciones históricas de la izquierda tunecina. Con todo, existiría otra solución: construir puentes con la corriente de Marzouki y las fuerzas similares para intentar desarrollar en común una dinámica democrática que se reconcilie con las aspiraciones expresadas por la revolución.

Notas del traductor:

[1] Moncef Marzouki (1945), médico de profesión, es un histórico militante tunecino por la defensa de los derechos humanos. Ha sido miembro de la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (LTDH). En 2001 fundó el partido de centro izquierda Congreso para la República (CPR) y el 13 de diciembre de 2011 fue elegido presidente de la República tunecina, cargo que ocupó hasta el 31 de diciembre de 2014.

[2] El partido Al Irada (La Voluntad) fue fundado en el mes de diciembre de 2015 por Moncef Marzouki. Al Irada aglutina tanto a numerosos exdirigentes del CPR como diputados y antiguos miembros de la Asamblea Constituyente.

[3] En 2013, Mohamed Abbou (1966), antiguo ministro de Moncef Marzouki y ex secretario general del CPR, fundó Attayar Addimocrati (Corriente Demócrata).

[4] En febrero de 2016 el CPR anunció su integración en el nuevo partido fundado por Marzouki, Al Irada. En enero de 2017, tras un largo proceso judicial, el CPR finalmente se integró dentro de Harak Tounes El Irada.

[5] Ennahda (Partido del Renacimiento) es el mayor partido islamista de Túnez. Fue legalizado en el año 2011 tras la caída del régimen de Ben Alí.

[6] El denominado «gobierno de la Troika» fue una coalición entre Ennahda, CPR y el Ettakatol que duró cuatro años (2011-2014).

[7] La Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT) es el mayor sindicato del país.



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