En busca de España

En esta agonía decimonónica inserta ya en la cronología del siglo nuestro, ocupa lugar notorio —además de los postreros y geniales fulgores de un Costas o un Galdós— lo que se ha llamado generación del 98, así como las corrientes intelectuales que la siguen de cerca.

Líbrenos Dios de terciar en la polémica sobre si existe o no tal generación con caracteres homogéneos. Mucho nos tememos que poner en duda su existencia equivaldría a incurrir en herejía de ciertos dogmas culturales que dominan nuestro tiempo. Y justo es añadir que si la existencia pareciera dudosa, la vigencia posterior, es decir, cierta proyección en el decurso de nuestras ideas contemporáneas parece a todas luces evidente. Demos, pues, por buena la "creación" de la generación de Azorín.

Evidente es también el fenómeno de las transformaciones operadas en el panorama intelectual español desde el 98 hasta la primera guerra mundial, al que no son ajenas la profunda conmoción económica y política del desastre colonial, el perfilar de conciencia en cierta burguesía española, la necesidad, en suma, de revisar los valores en que tirios y troyanos venían cabalgando durante todo un siglo.

Es cierto que con la agravación de las tensiones sociales, y la exigencia de un relevo de clases, así como con el ensanchamiento del horizonte del saber humano y sus aplicaciones, el papel del intelectual crece en importancia. La necesidad para la burguesía de crear su armazón ideológica y técnica trae aparejadas, en aquel momento, exigencias de orden intelectual que para las viejas castas dominantes eran inútiles e incluso perjudiciales.

El punto de partida de ese movimiento lo hemos visto ya en el krausismo, la Institución Libre de Enseñanza, la novela galdosiana, el ensayo de Costa, etc. A medida que pasa el tiempo el fenó-burguesía en arisca rebeldía contra todo y todos (Baroja) y otros que van hasta fundirse con las entrañas de su pueblo porque "amo mucho más la edad que se avecina" (Machado).

La llamada generación del 98 es, en realidad, sumamente heterogénea. Unamuno ha creado antes su En torno al casticismo; Ganivet (a quien Laín incluye en la generación) muere en aquel momento. Y si esto ocurre desde el punto de vista cronológico, la disparidad es mayor desde el ideológico cuando, al irrumpir en el verdadero siglo XX, los hombres de la generación del 98 se disparan centrifugados en las más distintas direcciones.

No nos referimos ya a lo que Madariaga sitúa como eje de la generación, porque nos parece un maridaje arbitrario de épocas e ideas: Costa, Ganivet, Unamuno y Ortega. Bastaría con precisar el detalle anecdótico de que en 1908 cuando Ortegas va a Marburgo es examinador. Quedémonos, pues, con éste, algo distanciado cronológicamente, y con Azorín, Baroja, Ramiro de Maetzu, Machado y Vale-Inclán.

Sin merma de su heterogeneidad ofrecen en esa coyuntura de nuestra historia cultural un reportorio de rasgos comunes. Sin ánimo de caer en el ensayo, quisiéramos sólo destacar que una nota esencial y común al grupo es el tema España. España como entidad nacional, sus hombres, su tierra, su destino. Preocupación que dista mucho de ser un azar. El planteamiento del tema "España" tiene lugar en un clima de angustia sin que suponga, por el momento, una perspectiva clara de solución. Tal vez porque, como señalaba agudamente Emilio G. Nadal:

"Para ellos no es en el hombre de la calle o del campo o de la mina, coetáneo suyo, donde se esconde el secreto y la respuesta al enigma español, sino en Don Juan, en Las Casas, en Ruy Díaz de Vivar o en Don Quijote."

Análogo sentido tiene la crítica de Rebolledo:

"Del brazo de Don Quijote sintieron repugnancia por Sancho. Juntos, acomodaronse en los secos leños de Clavileño para evadirse."

Afirmaciones tales podrán parecer excesivamente duras para algunos miembros de ese grupo generacional. Cierto es que el mito fue a veces más fuerte que el hombre, pero no es éste el caso del Baroja de La Busca, ni de Machado, ni siquiera del Unamuno de fines de siglo.

De todas formas, la afirmación española de los del 98 está ya muy distante del huero patrioterismo de juegos florales. Es un intento de interpretación, de comprensión diferente al que habían intentado los pensadores tradicionales.

De los hombres del 98, cúmplenos ocuparnos sólo, en este momento, de la primera fase de su trayectoria, en el engarce intelectual de los dos siglos.

—Manuel Tuñón de Lara.

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Manuel Taibo


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