La triple fractura histórica del sistema del capital y el progresismo tardío latinoamericano

A partir de la octava década del pasado siglo el sistema del capital entró en una de sus más prolongadas crisis recesivas, con las concomitantes caídas de la tasa de ganancia. Este largo periodo ha sido bautizado por muchos analistas como: "crisis estructural del capital", otros lo han denominado "crisis civilizatoria", por cuanto su manifestación abarca aspectos como: burbujas financieras, sobreproducción, exclusión social, crisis ambiental, desajuste del orden internacional, guerras de baja intensidad, etc. Lo inocultable de toda esta situación, es que un profundo malestar social recorre toda el orbe capitalista y su futuro promete grandes convulsiones socio-políticas. En este orden de ideas, pensamos que todo este desequilibrio del capitalismo contemporáneo, obedece a que dicho sistema está experimentando, por vez primera, una triple fractura histórica, a saber: caída del capitalismo estatizado o "socialismo real", crisis del capitalismo occidental iniciada a comienzos de los años setenta y crisis del capitalismo desarrollista/neoliberal latinoamericano.

En el caso del "socialismo" soviético, la carrera armamentista planteado por el bloque occidental, fue demasiado para la cojitranca economía montada por los bolcheviques. Situación que se agravó con la caída de los precios petroleros en la década de los ochenta. El resultado político de esta coyuntura fue la puesta en evidencia de que el legado leninista no fue el socialismo, pues, en aquellos linderos siguieron imperando dos grandes determinaciones del capital: la división social del trabajo y la distribución no equivalencial del excedente económico. Por ello, las masas trabajadoras soviética no derramaron ni una lagrima por la caída de este ensayo socio-histórico.

En lo concerniente al capitalismo occidental a comienzos de los setenta, se puso en evidencia que el largo ciclo de crecimiento económico de la segunda posguerra tocaba a su fin, agravado por el empujen de los precios petroleros, decretado por la llamada "revolución OPEP". La sobreproducción y la caída de la tasa de ganancia emergieron con draconiana claridad. La recomendación de los "tanques pensantes" del capital, implementada por los gobiernos metropolitanos, fue una radicalización en la superexplotación del trabajo en todo el orbe, y en apoderamiento de manera gratuita de los recursos naturales del planeta, como medida para salvar la tasa de ganancia. La guerra a los sindicatos y a todas las conquistas centenarias de la clase obrera, tanto en el centro como en la periferia, así como también la recolonización del mundo hicieron su aparición. Toda esta política recibió el calificativo de globalización neoliberal. El efecto del recetario neoliberal ha sido la aparición de la lucha de clases en los países centrales y el atornillamiento de la superexplotación del trabajo en el llamado Tercer Mundo.

En Latinoamérica, la crisis del sistema del capital significó el estancamiento de la llamada sustitución de importaciones y la profundización del subdesarrollo. El caso del capitalismo venezolano merece atención especial, pues acá, fue la renta petrolera la que primero posibilitó el crecimiento del capitalismo y luego, a comienzos de los ochenta, esa misma renta lo colapso´. El derrumbe del capitalismo rentístico en Venezuela ocasionó la destrucción de la "ilusión de armonía" social traída por el petróleo y su lugar fue ocupado por la lucha de clases en toda su crudeza.

Esta triple fractura del sistema del capital, ha sido el telón de fondo para la emergencia de una serie de gobiernos llamados progresistas que aparecieron en Latinoamérica hacia finales de los noventa, encabezados por Hugo Chávez Frias. Fue una especie de "primavera nuestroamericana" que devolvió la esperanza de redención social a los explotados de esta parte del mundo que había sido cancelada por la caída de la URSS y por El Consenso de Washington. Las grandes banderas de estos gobiernos se concretan en: derrotar la exclusión social de los explotados, valorización de las fuerza de trabajo, defensa de los recurso naturales y profundización de la democracia política. La consecución de estos propósitos, los llevó irremediablemente a chocar de frente con las oligarquías nacionales y con los intereses imperiales.

Ahora bien, atendiendo a las banderas esgrimidas por los gobiernos progresistas, podemos afirmar que este tipo de fenómeno político no es nuevo en Latinoamérica, pues, esos mismos propósitos han sido defendidos por movimientos políticos que se dieron en el mismo amanecer del siglo XX. Veamos:

En 1910 estalló la Revolución Mexicana cuyas banderas fueron: derechos laborales, reforma agraria, educación pública, estado laico, nacionalización del subsuelo y democracia política. En resumen: anti latifundismo, antiimperialismo y redención social del oprimido.

En 1924 se levantó en armas el militar brasileño Luis Carlos prestes, bajo las influencia políticas del antifascismo y de la Tercera Internacional. Sus metas políticas fueron: democracia, antifascismo, defensa de la URSS.

En 1927 se inició la gesta libertaria y antiimperialista del nicaragüense Augusto Cesar Sandino contra el ejército invasor yanqui defensor del interés de la United Fruit Company).

En 1928 el salvadoreño Farabundo Martí y secretario de Cesar Augusto Sandino comenzó su lucha contra la oligarquía salvadoreña quien en 1932 desató en su contra una enorme represión que costó aproximadamente una 30.000 víctimas.

En 1929 el colombiano Jorge Eliecer Gaitán aparece en el firmamento progresista latinoamericano con su defensa de los campesinos ante la Masacre perpetuada por la United Fruit Company y pidiendo una reforma agraria. Fue considerado a partir de 1945 por el Departamento de Estado yanqui, una amenaza a la seguridad nacional norteamericana y ordenado su asesinato.

En 1938 el general Lázaro Cárdenas, presidente de México con el apoyo irrestricto del ejército, se enfrentó a la oligarquía local y al imperialismo con su política de Reforma Agraria, defensa de los derechos laborales y las nacionalizaciones de los ferrocarriles y del petróleo.

En 1943 el general Isaías Medina Angarita, presidente de Venezuela y afincado en una sólida unidad cívico-militar alcanza en materia de soberana petrolera, una de las victorias geopolíticas más resonantes sobre el imperialismo. También propuso una ley de reforma agraria que no llegó a aplicarse porque fue depuesto del poder en 1945.

En 1944 Juan José Arévalo presiente de Guatemala se propuso revertir el carácter de república bananera de su país impuesto por el imperialismo yanqui. Su gobierno autoproclamado de "socialismo espiritual" se encaminó a mejorar la seguridad social, la lucha contra las bananeras norteamericanas, la reforma agraria y las libertades públicas.

En 1946 el general argentino Juan Domingo Perón desde la presidencia de la republica impuso una agenda política centra en: la industrialización nacionalista, el transporte y comercio exterior; independencia en política exterior y enfrentamientos con el clero. Si mismo favoreció al movimiento obrero con leyes protectoras de los derechos laborales. Esta política provocó la ira imperialista y oligárquica en su contra.

En 1951 el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz dio inicio a su política progresista siendo inmediatamente tildado de comunista por los intereses fruteros gringos, donde la United Fruit Company era dueña de más del 50 por ciento de la tierra cultivable del país. En consecuencia, el gobierno de Arbenz se propuso una reforma agraria y la defensa salarial del campesino. La generación de energía eléctrica, las vías de comunicación y una reforma educativa también fueron objetivos del gobernó de Arbenz. En 1954 fue derrocado por un golpe hilvanado por la CIA y las bananeras.

En 1953 se inició la lucha de la Revolución Cubana con las mismas banderas de los movimientos políticos precedentes.

En 1962 Juan Bosch asumió la presidencia de Republica Dominicana con un programa reformista enfocado a lograr: una reforma agraria, derechos laborales, libertad sindical, protección de la familia, educación laica y control del ejército. Todo esto le valió la ira de los terratenientes, del clero y del Departamento de Estado quien vio en este líder un peligro comunista. Duró solo siete meses en el poder y fue derrocado por un golpe militar pro yanqui.

En 1970 triunfo electoralmente el izquierdista Salvador Allende en Chile. El reformismo de Allende fue mucho más pronunciado que los intentos precedentes, pues, su gobierno decretó: Estatización de áreas estratégicas de la economía, nacionalización del cobre, reforma agraria, control de precios, Incrementos salariales, política exterior independiente y promoción de la cultura popular. Este proyecto fue violentamente encarado por la oligarquía interna y el imperialismo, y para su derrocamiento, vía golpe militar, se ensayaron una serie de mecanismos que posteriormente se conocerán como "guerra de cuarta generación".

Con la derrota de Allende culminó el primer gran ciclo del progresismo latinoamericano que tuvo como telón de fondo, las limitaciones del el periodo primario-exportador y el cuello de botella de la industrialización por sustitución de importaciones. Este primer progresismo fue sustituido por el llamado periodo neoliberal, impulsado por el régimen de Pinochet y demás dictaduras del cono sur.

A partir de 1979 con la Revolución Sandinista, acudimos a la emergencia del progresismo tardío latinoamericano que fue engendrado por lo que denominamos la triple fractura histórica del sistema del capital. Al sandinismo le siguieron la Revolución Bolivariana en 1998, el gobierno de Lula da Silva en 2003, el gobierno de Néstor Kirchner en 2003, Evo Morales en 2005, Manuel Zelaya en 2005 y Rafael Correa en 2006. Lo novedoso de este progresismo tardío, ha sido la conjunción sincrónica de estos gobiernos, a diferencia de los gobiernos del primer progresismo que corrieron en solitario.

Las banderas de este segundo progresismo se han manifestado como: Valorización de la fuerza de trabajo, Lucha anti oligárquica, el antiimperialismo, los derechos humanos, Reforma Agraria, defensa nacionalista de los recursos naturales , Reformas educativas, igualdad de género, Reformas Médico-sanitarias, Defensa del sindicalismo, Política exterior independiente, constitucionalismo revolucionario y unión cívico-militar antiimperialista. Tal como se puede apreciar, el programa ideopolitico de este progresismo tardío, responde a los mismos moldes del primer progresismo, es decir, no sobrepasa los lineros del capitalismo. Al no proponerse ir más allá de los límites del capital, este segundo progresismo se está viendo sometido a procesos de regresión y va siendo sustituido por regímenes neoliberales. Para las mayorías explotadas del continente es de urgencia interpelar a este progresismo tardío, a fin de evitar una catástrofe social de dimensiones siderales que es lo que asoma la agonía mundial de la crisis estructural del capital.

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Humberto Trompiz Vallés

Historiador y profesor universitario jubilado, especializado en historia petrolera de Venezuela.

 htrompizvalles@gmail.com      @trompizpetroleo

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