Crónica de un resultado anunciado

Comprender a Colombia pasa por leer al Gabo. El nombre de esta reflexión surge de la obra: Crónica de una muerte anunciada.

Los datos finales del Plebiscito en Colombia, bien pudiera llamarse, crónica de un resultado anunciado. Un sector no pequeño y decente del mundo político y no político, de colombianos y no colombianos quedó atónito, por la sorpresiva resulta del evento consultivo, incluso los incrédulos, con sobrada razón, salvo quienes votaron por el sí.

Sin embargo hubo una facción, muy pero muy pequeña, vinculados a la crema nata del poder, local y mundial, que conocían con anticipación sobre el final del plebiscito, entre ellos Santos y Uribe.

La comedia y su guion fueron organizados y concebidos bajo la apariencia de una "paz" que hizo suponer la mayoría de los colombianos y colombianas la añoraban, una paz que renacería de las cenizas de la guerra, que brillaría con intensa luz en todos los confines del universo, y que finalmente resultó como las mayoría de las comedias, un pasatiempo de burla y entretenimiento

La paz es tema muy complejo y su edificación lo es más. La paz se hubiera impuesto, siempre y cuando los escenario donde se hizo el plebiscito imperase la necesaria confianza y credibilidad, el debate pedagógico y bien intencionado; se respetara la decisión de los votantes; la paz naciera con sobrada honestidad entre todas las partes en conflicto, dominase el compromiso de palabra y praxis entre los albañiles políticos para hacerla realidad, los sacrificios y los egoísmos no mellasen el exigente proceso de construcción -y por encima de todo- los intereses del pueblo colombiano y sus pueblos hermanos hubieran estado en el primer lugar de los sitiales; pero, ocurrió todo lo contrario, en Colombia se vive todo lo contrario. Los intereses de quienes dominan han sido y son otros.

El plebiscito de Colombia resultó siendo una bofetada a la ingenuidad y al siempre candor de los pueblos, un triunfo de la violencia y del orden mundial impuesto, una nueva victoria de los mercenarios de la política y de la guerra.

En Colombia todos están inventariados, todos se conocen, a pesar de las actuaciones de los facinerosos, que dicen con altisonante voz no haber sido descubiertos. Los que nacieron y viven allí saben que la mentira y la argucia fueron convertidas en modos de vida de la política, en armas para trampear, en medios de lucha sin límites morales ni éticos cuando lo que se busca es el Dorado del poder en cualquiera de los terrenos donde se encuentre, pero también se practica, y es responsabilidad de los gobernantes, en los eslabones sociales más explotados, en el mundo de los desposeídos, donde el sobrevivir se convierte en el vecino más inmediato de la muerte.

La paz para un sector de los negociantes, las FARC-EP fue labrada de buena fe, actuaron creyendo en ella, dieron lo mejor como colectivo inspirados en el honesto deseo de contribuir en la edificación de la Colombia posible. La otra facción, la belicista, la vestida y pintada de paz, la de Santos y Uribe, la de los capos económicos y financieros de Colombia y el mundo, la asumieron como farsa para atrapar incautos, para engatusar y menguar, aún más, la poca fe y esperanza que queda en la clase explotada.

Uribe y Santos a pesar que los diferencian ciertos matices, son la misma cosa, los interés que representan son los mismos, aunque las personas, naturales o jurídicas a quienes defienden sean distintas. Uribe y santos giran sus disputas en torno quien es el más entreguista, el más sumiso a los intereses imperiales. Las diferencias están en el plano de la apariencia, y no en el mundo de los contenidos o la esencia.

En Colombia paramilitarismo, narcotráfico, las lavanderías, liberales, conservadores, Uribe, Santos e imperialismo forman parte de la misma sopa, como en Venezuela AD, Copey, Primero de Justicia, Voluntad Popular, el Narcotráfico, las lavanderías son lo mismo. Chávez los desenmascaró, les quitó la careta.

Bien lo sabe el pueblo colombiano y el venezolano. En Colombia el pueblo ha pagado con creces el conocer lo que la godarria no quiere se sepa. La sanción para quienes saben, ha sido el destierro no el desplazamiento como tiernamente o light mente lo llaman. Colombia está entre los 10 países del mundo con más destierros, los que se quedan terminan convirtiéndose en indiferentes, apáticos, reducidos a ver y no ver, a oír y no oír, terminan en abstencionistas, una especie de salvoconducto para quedarse en Colombia y sobrevivir.

La guerra en Colombia es para el híper poder del planeta un negocio, una manera de tener, de justificar su manera de vivir con escoltas, cuatro o más anillos de seguridad, de ir y venir con carros blindados, de fingir al escondite o al juego clandestino.

La guerra en Colombia les ha dado más dividendos económicos y financieros a los que siempre han tenido poder. La paz no ha sido, ni es, ni será la forma ideal de vivir, de ellos y ellas; en la paz se gana menos y se disfruta menos, en un planeta subordinado al capital. En el mundo del fetichismo del dinero y la mercancía, la paz no es negocio rentable ni sostenible, y mucho menos cuando es una expresión de dignificación y de liberación de los pueblos. La paz pasa a hacer un problema, para los sin voz, cuando se convierte en pesadilla para quien se cree el policía y el "amo del mundo". Que responda, el que tiene que responder, el porqué de las 76 bases norteamericanas, vivitas y coleando, en América Latina y el Caribe.

La guerra fue la justificación para que EEUU instalase en tierras, donde posee el animus de dueño, las siete o más bases militares; en paz, seguramente no hubiera sido posible, o de haberlo sido, les hubiera costado más.

Colombia puede dejar de ser Colombia, como Panamá dejó de ser Colombia. Nuestro hermano pueblo colombiano sabe mejor que otro, que la soberanía y la independencia son ficciones, cuentos y fabulas de los gazapos para engatusar.

Las generaciones de colombianos y colombianas que han transitado y transitan no conocen la luz de la paz. Hablan escriben de ella desde lo imaginario, desde la pura y llana fantasía.

Colombia tiene desde la llegada de la bota imperial de España, hasta la época actual, sin conocer ni comprender lo que es soberanía e independencia. No se puede comprender lo que no se conoce. Colombia nunca se ha auto determinado y sigue sin conocer lo que es la autodeterminación, sus gobiernos se han negado a participar en la aventura de la emancipación.

La godarria colombiana es godarria porque así lo ha querido la hipergodarria imperial. Una godarria complaciente, sumisa, entreguista, obediente, traidora de sí misma y a sus sueños de poderío. En esclavitud no se puede ser libre.

Los países del mundo y en especial los latinoamericanos y caribeños debemos aprender del infausto acontecimiento de 1903, ocurrido en Colombia: su vil despojo de Panamá. En el fuero interno, en la conciencia de la mayoría de los colombianos y colombianas persiste un hondo rechazo al imperialismo y sus lacayos, los miles de muertos, los falsos positivos, los millones de desterrados son prueba palpable e indubitable, de ello. Su rebeldía ha sido pagada con creces.

El Plebiscito en Colombia es la crónica de un resultado anunciado, ¿Quién iba devolver las tierras y riquezas despojadas? ¿A qué sectores económicos pertenecen los despojadores? ¿Con qué clase política se identifican? ¿Cuáles son los nexos con las empresas monopólicas con funcionamiento multinacional? ¿Cómo son sus vínculos con las bases militares estadounidenses? ¿Cuál era la compensación a recibir, a cambio de entregar lo que creían era suyo? No cabe el menor intersticio de duda, todo fue una tramoya, la crónica de un resultado anunciado.

Los sectores progresistas de América Latina y el Caribe no confrontan a quienes tienen que confrontar, los que lo hacen son pocos. ¿Quién señala a las 500 familias o menos ricachonas del planeta, sus sociedades mercantiles, sus representantes, administradores o gerentes, sus franquicias o empresas fachadas?

En un mundo como el nuestro, con una tecnología y ciencia capaz de manipular, alterar y predecir resultados de todas las variedades, con un banco de datos inmensamente plural en el manejo de la mente, de inducir lo inducible, de fetichizar lo que no se puede fetichizar, de provocar acción y reacción en escenarios estudiados, y requeté estudiado por las Corporaciones multinacionales, por la Comisión de Asuntos Exteriores de los EEUU, el Club de Roma, el Club Bildemberg, la Comisión Trilateral, el Pentágono, la OTAN, entre otros, el resultado del Plebiscito se supo días antes, con la misma certeza de que el Sol sale por el Oeste y se oculta por el Este.

La crónica de un resultado anunciado, por una minoría y desconocida por los sectores socialmente mayoritarios, fue parte de la doblez tipo casino. Una, de las centenares maquinas fue programada para dar el premio mayor, las otras, frustrar las esperanzas de un mañana, por lo menos distinto a la asfixiante rutina, miseria y explotación.

La ciencia y la tecnología infalible casi siempre en esas vainas, demostraron su poderío. La minoría, los ricachones del mundo, festejaron lo ocurrido, a Santos, peón de muchas jugadas, no de todas, aparentemente derrotado, no podía quedar sumido en la tierra movediza, a la espera de una muerte lenta pero segura; el premio nobel de la paz, fue su salvavidas y recompensa por su rol de actor. Ese premio estaba cantado, poquísimos lo sabían.

Los gobiernos de Colombia han permitido la violación disimulada y otras veces descarada de los derechos humanos por parte de los poderes de facto y el aparataje institucional de los EEUU diseminados a escala planetaria.

La solución de los problemas en el mundo globalizado, sin traumas o con un mínimo de frustraciones, con guerras o sin ellas, escapa con frecuencia a la decisión conjunta, que puedan tomar, entre pueblo-gobierno y Estado; en el mundo de la geopolítica, los intereses en pugna, la respuesta final de lo que se debe o no hacer, está bajo el dominio de quienes tienen el dominio financiero, económico, político y militar del Estado nación, el imperialismo, aunque muchos duden de su existencia. En Colombia, mal para el pueblo, sus gobernantes han permutado migajas financieras por dominio real a favor de las multinacionales, del pentagonismo a cambio de los recursos naturales renovables y no renovables. Los niveles de acción del gobierno y del Estado están muy reducidos. Los temas claves de carácter geoestratégicos no forman parte de las competencias del simbólico poder que representan "los poderes" constituidos de Colombia.

El problema nunca fue Colombia, su problema, hasta el día de hoy, es Venezuela. Colombia ha estado bajo el dominio absoluto de los megos poderes del mundo, no porque así lo haya querido su pueblo. El juego estaba cantado antes que iniciara el juego. Un juego de Tahúres, donde los sectores socialmente mayoritarios y la izquierda son inexpertos.

Cinco años de diálogos y contra diálogos, no representa nada para el imperio, en definitiva, en esos momentos, sus intereses no estaban en peligro, y sus planes de desestabilización a Venezuela se podían ejecutar de mejor forma.

Cuántos intereses estaban y están en juego en las tierras donde se cuajó y se molió la guerra. Cuántas propiedades habían pasado de ilegitima y de ilegal forma a las franquicias, empresas fantasmas, a lugartenientes de lo ilícito y de lo criminal. Cuánta riqueza perteneciente a recursos naturales no renovables están ahí y estaban y que en juego.

Cuál puede ser el saldo de caídos de los hombres y mujeres, que con toda razón, se fueron a las montañas para conservar lo que aún les quedaba de dignidad, mancillada de modo vil por los asesinos de cuellos blancos y sus mamparas después del facineroso disimulo del Imperio, santos y Uribe.

Los medios de comunicación que sólo de papel "pertenecen" a cinco familias colombianas vinculadas a Santos,- no trabajaron por el sí- aparatos de comunicación cuyos titulares, de hecho, son los anunciantes, la gran mayoría trasnacionales, los que surten la parrilla de espectáculos y "entretenimiento" como adicción, hicieron su papel político e ideológico: entretener, embobar, mientras el juego verdadero de poder, lo hacían, a veces sin contrincantes reales, los que tienen por ahora el sartén agarrado por el mango.

La crónica de un resultado anunciado obliga a los movimientos progresistas y anti hegemónicos a revisar las actuaciones políticas, a no caer en las trampas que coloca el aparataje mediático, quien la mayoría de las veces nos pone a cantar y bailar a su ritmo, mientras los puntos nodales de la lucha, para enfrentar al adversario, dejan de ser los puntos nodales. No se pegan donde hay que pegar. Los medios de comunicación crean con frecuencia espejismos y contra ellos se batalla.

FREDDY PARADA

San Cristóbal, octubre 2016.



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