Capitalismo es casi antónimo de democracia

El orden socioeconómico capitalista es sinónimo de libertad… siempre
que usted acepte que la primera de las libertades la disfrute el
capital, y que el dinero pueda ser libre para comprarlo todo.
Cuando se restringe la capacidad del dinero para adquirir los bienes
que sustentan la vida en sociedad o se impide que éstos se comporten a
la manera de una mercancía más, susceptible de ser comprados y
vendidos, se restringe al capitalismo.

Por eso es tan importante para el capitalismo que la conciencia
ciudadana sea manipulada para fijar la idea de que capitalismo es
igual a democracia y que cualquier atentado contra la libertad del
dinero para adquirir cualquiera de los bienes terrenales y morales del
hombre es una agresión contra la democracia.

Lamentablemente, la organización social en que vive el mundo es el
capitalismo y son pocos los países cuyos pueblos han logrado- o luchan
aun por hacerlo- que no sean las clases adineradas las que detenten el
poder político y hayan emprendido, con dificultades enormes, rutas
distintas a ese orden económico, político y social.

Por ese motivo, las reglas de juego que rigen las relaciones
internacionales en el planeta en forma de leyes, prácticas sociales y
tradiciones, tienen todas -o casi todas- una fundamentación
conveniente al orden burgués.

Hay veces que la dictadura global capitalista se ejerce con mayor
violencia que otras, pero siempre subyace una lucha entre los ricos
empoderados y los pobres que sufren las consecuencias de tal
prerrogativa ajena.

Cuando las condiciones lo permiten, las oligarquías se obligan a hacer
concesiones a sus "sometidos" en aras de evitar que éstos se vean
estimulados a recurrir a su ventaja numérica y se organicen para un
enfrentamiento que perturbe de alguna manera su orden.

Pero, con igual o mayor prontitud, suelen reaccionar las clases
adineradas cuando su hegemonía se encuentra en peligro y acuden al
recurso de apoyarse recíprocamente en defensa de sus espurios
intereses explotadores.

Los privilegiados se preguntan cómo sería un país donde los médicos,
los educadores, los tribunales, los gobiernos, los medios de
producción y de servicios, los medios de información, las expresiones
culturales y hasta las condiciones para hacer el amor estuvieran al
servicio de todos por igual en una sociedad en la que el dinero no
pueda determinar diferencias en la calidad y urgencia de las
prestaciones.

Algo así, consideran, distorsionaría el precario y asimétrico
equilibrio actual de casi todas las sociedades nacionales; el
capitalismo precisa que tales ideas continúen al margen de las
aspiraciones ciudadanas.

¿Por qué aceptar que, en caso de enfermedad, una persona con recursos
económicos se vea condenada a la misma calidad de atención e iguales
condiciones de tratamiento y posibilidades de curación que los que
carecen de ellos?
¿Es lógico que los descendientes de personas adineradas deban
compartir las mismas aulas y calidad de educación con los hijos e
hijas de las familias pobres?
¿Es racional que pobres y ricos sean juzgados, si delinquen, con el
mismo rasero, o que compartan galeras en prisión cultos millonarios
corruptos con rústicos y hambrientos delincuentes comunes?

¿Por qué candidatos a cargos de gobierno, en sus campañas electorales,
han de prescindir de las donaciones que les hagan las personas más
ricas, influyentes y responsables de la sociedad, a fin de que, en su
futuro desempeño como dirigentes, se consideren obligados a proteger
prioritariamente la seguridad de los capitales de las corporaciones y
los del segmento más importante y poderoso de la nación?
Para el capitalismo internacional, la prensa sólo se considera
democrática en un país donde esté permitido al capital privado comprar
emisoras de radio y de televisión, periódicos, revistas, agencias de
noticias o cualquier otro medio para así cuidar que lo que se publique
sirva a sus intereses, que son los determinantes en el conjunto de la
sociedad.

El orden burgués valora también como lícito que el disfrute de lo
mejor del arte y la cultura nacional e internacional esté limitado a
la élite culta de la sociedad que es capaz de sufragar, mediante la
publicidad, el precio de sus costosas realizaciones, o de pagar
onerosos billetes de entrada a los espectáculos.

¿Acaso no considera natural y lógico que todo en la sociedad esté
estructurado de modo que el atractivo principal para la relación de
géneros sea el dinero y la posición económica, y que la competitividad
y la lucha por la ganancia sean los motores del progreso en cualquier
nivel?

La historia registra la existencia de una supuesta democracia
esclavista en Grecia y los capitalistas han pretendido apropiarse del
término cual si fuera privativo de su ordenamiento socioeconómico,
pese a ser el vocablo "capitalismo" casi antónimo de "democracia", un
término sólo reclamable etimológicamente por el "socialismo".



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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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