Francia: una fuerte resistencia sindical sin referente político sólido en la izquierda

Se han producido diferentes formas de resistencia desde la izquierda en Europa al asalto neoliberal contra el Estado de Bienestar y los derechos laborales a partir del desencadenamiento de la crisis económica en 2008 y la agudización en Europa de la crisis de las deudas soberanas en 2010. Los tres modelos principales de esta resistencia lo han representado Grecia, que desembocó en el gobierno izquierdista de Syriza y su claudicación final ante la troika; España, dónde la contestación en la calle originó el partido Podemos que, en coalición ahora con IU, intenta conseguir la hegemonía de la izquierda y el acceso al gobierno en las elecciones del próximo 26 de junio; y Francia, cuya característica principal es que la lucha contra el programa austericida neoliberal no la encabeza la izquierda política y sus partidos, debido a la debilidad de estos, sino directamente los sindicatos. Este artículo se va a ocupar ahora del caso francés.

Las actuales movilizaciones y huelgas, encabezadas por los sindicatos, especialmente la CGT, contra el proyecto de reforma laboral del gobierno Hollande-Valls representan el segundo acto de resistencia masiva de los sindicatos, y un ejemplo de que una primera derrota no es definitiva. Por ello, antes de ocuparnos de la situación actual es necesario recordar cómo fue la primera resistencia sindical en 2010.

Primera batalla de los sindicatos franceses en 2010 contra la reforma de las pensiones de Sarkozy
En un artículo de 2011ii, escrito para analizar los modelos de resistencia sindical que se estaban dando en Europa, encuadraba el caso francés, junto con el griego, en lo que denominaba modelo de enfrentamiento sindical abierto.
El segundo país de Europa donde se había aplicado este modelo de enfrentamiento sindical abierto era Francia. Bajo un gobierno conservador presidido por Sarkozy, el menor impacto de la crisis económica respecto a otros países europeos había supuesto que las medidas de ajuste aplicadas fuesen de menor intensidad que en otros países del sur de Europa. El cierre de empresas había dado lugar a conflictos puntuales y el primer acto de las movilizaciones se produjo en enero de 2009 en Guadalupe, con una huelga general contra la carestía de la vida. Pocos días después tendría lugar la primera huelga general francesa, acompañada de manifestaciones, que abriría un ciclo de movilizaciones que iría creciendo hasta alcanzar su clímax en octubre de 2010. Aunque en marzo tuvo lugar la segunda huelga de 2009, a partir de ese momento las movilizaciones decayeron durante más de un año, pudiéndose decir que Francia se situaba también dentro del primer modelo de resistencia sindical, el de contestación social difusa o discontinua. Sin embargo en la primavera de 2010, el proyecto de reforma de las pensiones del gobierno del presidente Sarkozy reactivó las movilizaciones con una intensidad que superaron durante algunos meses a las de los sindicatos griegos. Este ataque a las pensiones - dentro de una política general europea de endurecer las condiciones para acceder a las mismas y rebajar su cuantía, y que ya había sido aplicado en Alemania o España entre otros países sin resistencia - no es comparable, ni de lejos, al plan de austeridad aplicado a los griegos, sin embargo los sindicatos franceses siguieron el mismo modelo de enfrentamiento abierto.

Para explicar esta decisión habría que fijarse en las condiciones especiales del movimiento obrero en Francia. Estas condiciones son contradictorias. De un lado la sindicación francesa es una de las más bajas de Europa, con un porcentaje cercano al 10%. Por otro lado, el sindicalismo francés ha mantenido el nivel de combatividad más alto de Europa, estando situado el sindicato mayoritario, la CGT, en las posiciones más a la izquierda, aunque ya no sea tan estrecha la antigua relación con el PCF. Una situación nada habitual en Europa, dónde no suelen ser los sindicatos con posiciones más izquierdistas los mayoritarios. La debilidad en tasas de sindicación es compensada por su nivel militante; y esta tradición de organización y lucha - tanto entre la clase obrera como entre los jóvenes - había conseguido algunos éxitos importantes en los últimos años (en 1995 Alain Juppé tuvo que retirar su proyecto de pensiones, en 2006 Chirac y Villepin tuvieron que retirar su proyecto de contrato de primer empleo), lo que seguramente les llevó a calcular que también en 2010 podrían hacer retroceder el proyecto de pensiones de Sarkozy.
En consecuencia, en mayo de 2010 arrancó un ciclo de intensas movilizaciones sindicales con tres características principales, las huelgas generales eran acompañadas con numerosas manifestaciones por todo el país, en realidad el seguimiento de las huelgas no fue muy intenso más allá de los transportes y algunos servicios públicos, pero los sindicatos consiguieron sostener en esos meses unas fuertes movilizaciones en las calles en torno a los tres millones y medio de manifestantes; en segundo lugar los sindicatos consiguieron mantener un elevado apoyo de la opinión pública, a pesar de las incomodidades que las manifestaciones y las huelgas producían, especialmente cuando, en la fase final, intentaron bloquear el país cortando el suministro de combustible; y, finalmente, mantuvieron la unidad sindical, consiguieron el apoyo de toda la izquierda y sumaron al movimiento estudiantil en la misma lucha. Todo un ejemplo de estrategia que, junto a su tradición de luchas, compensó con creces su debilidad de afiliación.

En mayo y junio se produjeron dos huelgas generales, y tras el paréntesis del verano, los sindicatos echaron todo el peso entre septiembre y noviembre, antes de que el proyecto de pensiones de Sarkozy se convirtiese en una ley aprobada por el Parlamento. En octubre se realizaron siete huelgas generales, algo insólito en las últimas décadas en Europa. En sectores importantes, sobretodo el relacionado con los combustibles se dio un salto cualitativo con el sistema de huelgas renovables - es decir, que cada 24 horas se decidía su continuación - y el bloqueo de los depósitos de combustibles con el objeto de paralizar el país. Prácticamente se alcanzó el límite donde pueden llegar las movilizaciones obreras dentro de la legalidad democrático-burguesa sin entrar en una fase insurreccional. Las comparaciones con el mayo del 68 se hicieron inevitables en ese intenso mes de octubre, porque alcanzados esos niveles de movilización la situación empieza a ser en cierto modo incontrolable y cualquier acontecimiento imprevisto podía romper la estrategia de apuesta elevada pero controlada de ambas partes. Pero el tiempo jugaba en contra de los sindicatos, como bien sabían éstos y el propio Sarkozy. La conversión en ley del proyecto por el Parlamento suponía una barrera que los sindicatos no iban a traspasar. Por ello forzaron las movilizaciones en octubre al máximo, y por eso mismo el gobierno conservador aguantó ese mes absolutamente inflexible. La ley de pensiones fue votada por el Parlamento a finales de octubre y ratificada a primeros de noviembre. Las movilizaciones fueron desconvocadas súbitamente y los sindicatos fueron derrotados en la batalla más importante en Europa a causa de las consecuencias de la crisis, al menos hasta ese momento.

Derrota de la lucha sindical, victorias electorales de las socialdemocracia en Francia, hundimiento de la izquierda política.

Tras las intensas protestas del otoño de 2010, interrumpidas con la aprobación de la ley que modificaba las pensiones por el Parlamento francés, se volvió a la calma social. Ni de lejos es comparable la agresión sufrida por las clases populares francesas y griegas. Pero Francia tiene una viva conciencia de izquierdas que, por ejemplo, hizo caer el proyecto de Constitución neoliberal europea en un referéndum. Ambos hechos, las movilizaciones del otoño del 2010 y esa viva conciencia de izquierdas, impulsaron el ascenso del Frente de Izquierdas con Jean-Luc Mélenchon a la cabeza. Durante la campaña presidencial de 2012 sus mítines ensombrecieron por su capacidad de convocatoria al resto de los partidos. Pero, finalmente, las urnas tienen una dinámica distinta, y efectos como el voto útil hacen que los sectores menos dinámicos de la sociedad hagan bascular la representación final. Los resultados de las presidenciales francesas dieron la victoria a Hollande, pero en la primera vuelta Mélenchon obtuvo el 11,1% y casi cuatro millones de votos. Los resultados electorales del Frente de Izquierda en Francia no respondieron a las expectativas que se habían levantado, pero no por ello sus resultados fueron despreciables. Sus apoyos electorales representaban una buena base para continuar.

Hollande representaba una segunda oportunidad para la socialdemocracia europea durante la crisis. En la primera parte de ésta, el seguidismo de las políticas neoliberales por la socialdemocracia la llevó a la marginalidad política. Gran Bretaña, Portugal, España y Grecia representaban hitos importantes en esa debacle. La victoria de Hollande, revalidada posteriormente en las legislativas de junio, no era la primera victoria socialdemócrata. Le habían precedido Eslovaquia en marzo de este año y Eslovenia y Croacia en diciembre de 2011.

La victoria de Hollande volvió a crear en Francia la ilusión con el reformismo socialdemócrata - poco importaba que su comportamiento histórico, y más en concreto durante la crisis, estuviese demostrando la falsedad de esa ilusión – que unos meses más tarde se tradujo en un tsunami en las elecciones legislativas de junio de 2012 en las que el PS, con 300 escaños, anegó al frente de Izquierdas, que solo obtuvo 13 escaños y perdió más de la mitad de los votos obtenidos unos meses antes.

El hundimiento electoral de la izquierda francesa continuaría en los siguientes años. En marzo de 2014 se celebraron elecciones municipales. Globalmente y presentado en forma de bloques - lo cual es un tanto reduccionista y engañoso - la repartición de votos fue de 45,9% para la derecha (UMP, UDI y MoDEM, y sus alianzas entre ellos), 40,5% para la izquierda (PS, PCF, FdG, EELV y otros, y sus alianzas entre ellos) y un 6,8% para el Frente Nacional de Le Pen (FN). La traducción en concejales para cada bloque fue de 103.529 para la derecha, 70.318 para la izquierda y 1.381 para el FN.

El FdG (Frente de Izquierdas) era una coalición de partidos políticos de izquierda nacida a raíz de las elecciones europeas de 2009, sus dos principales pilares eran el PCF y el PG (Partido de Izquierdas), junto a otras organizaciones menores, algunas de las cuales se reagruparon a finales de 2013 bajo las siglas de Ensemble. No obstante, el peso del PCF y los recursos aportados al FdG era muy superior al de los otros aliados. Las relaciones entre los dos principales componentes del FdG, el PCF y el PG eran tensas y ello dio lugar a la falta de acuerdo para las elecciones municipales de 2014. Así, mientras el PCF priorizó la formación de candidaturas conjuntas con el PS, el FdG sostuvo a sus propios candidatos sin el PCF. El resultado fue el desastre electoral. En tanto el FdG no alcanzó el 2% de los votos, el PCF perdió 52 de las 185 ciudades de más de 3.500 habitantes que controlaba, es decir, cerca del 30%. En cuanto a los resultados del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) fueron totalmente irrelevantes, 0,6% en la primera vuelta.

En unas condiciones económicas diferentes de las de Grecia o España, el gobierno socialista francés, sin embargo, inició en enero de 2014 la misma deriva neoliberal que, por ejemplo, siguieron el PASOK o el PSOE con anterioridad. Hollande llegó a un acuerdo con la patronal francesa - el denominado “pacto de responsabilidad”- por el cual se comprometía a rebajar las cotizaciones sociales a las empresas y a recortar el gasto público en 50.000 millones en los tres próximos años. Pero también en otros aspectos el gobierno socialista presidido por Hollande había seguido una política deudora de los planteamientos de la derecha, tanto en su política exterior, de corte neocolonial (por ejemplo, la intervención en Malí), como en la interior (la política contra los inmigrantes del ministro del interior Manuel Valls), lo cual le había alejado del electorado situado más claramente a la izquierdas.

La reacción de Hollande ante el castigo electoral en las elecciones municipales fue intensificar su giro a la derecha, nombrando primer ministro al anterior titular de interior Manuel Valls, un hombre que se sitúa en el espectro más derechista del PS y cuya fama viene asentada en su política anti-inmigración deudora de los planteamientos del Frente Nacional.

En diciembre de 2015 tuvieron lugar elecciones regionales en Francia. En la primera vuelta los resultados cortaron la respiración en Europa, las candidaturas más votadas fueron las del ultraderechista Frente Nacional con un 27,73% de los votos. Los resultados para las candidaturas de izquierda, que se presentaba muy dividida, fueron un nuevo desastre, los mejores posicionados fueron el FdG con un 2,51% y el PCF con un 1,55%. En la segunda vuelta el PS, cuya alianza había quedado en tercer lugar después del FN y la Unión de la Derecha, optó por retirar sus candidatos en las regiones sin posibilidades para evitar la victoria del FN. El resultado final fue que este partido no logró el gobierno de ninguna región, la derecha 7 y 5 el PS.

Estos resultados parecen dar la razón a la tesis de que el desencanto con Hollande se está transformando en apoyos para Le Pen, “Los votantes desilusionados con los fracasos económicos de Hollande y las continuas reformas del mercado laboral miran cada vez más hacia el Front National en lugar de al PG.”iii
Ante esta situación, y como explica muy bien Petitjean, la nueva estrategia adoptada por Mélenchon y el PG fue la de “revolución ciudadana” y la ”asamblea constituyente” copiada del proceso ecuatoriano liderado por Rafael Correa, igualmente Mélenchon ha empezado a adoptar el lenguaje populista que se puso de moda no solamente en América Latina, sino también en España con Podemos.

La segunda batalla de los sindicatos franceses y la situación política francesa.

En este contexto de giro neoliberal del gobierno del PS, alineándose con la posición dominante de la socialdemocracia europea, de profunda debilidad de la izquierda francesa y del giro populista de Mélenchon, tiene lugar el segundo episodio de resistencia de los sindicatos franceses, esta vez contra la reforma laboral de corte neoliberal que pretende aprobar el gobierno socialista de Valls-Hollande.

Nuevamente se produce una alianza sindical-estudiantil y en marzo de 2016 se multiplican las manifestaciones que a finales de marzo logran movilizar a 1,2 millones de manifestantes. En el calor de estos hechos, y con la vista puesta en España y el movimiento 15-M, se produce un intento de reproducir este fenómeno en Francia con la acampada permanente en la Plaza de la República, es lo que se conoce como #NuitDebout que, a pesar de sus esfuerzos, no logra cuajar con la intensidad que lo hizo en España cinco años atrás. En Francia la resistencia sigue recayendo en el mundo obrero y sus organizaciones sindicales más combativas. Las protestas, huelgas y manifestaciones vienen sosteniéndose con intensidad desde marzo, diversos sectores laborales han venido sumándose a las huelgas - como el transporte por mercancías, ferrocarriles, estibadores, refinerías, petroquímica, etc. -, se producen cortes de carreteras y bloqueos de distribuidores de carburante por todo el país, pero el movimiento aún no ha llegado a alcanzar la intensidad del enfrentamiento del otoño de 2010.

Ante la oposición que el proyecto de reforma laboral está encontrando en la calle y en el propio parlamento - había presentadas más de 5000 enmiendas en la Asamblea Nacional - el gobierno francés optó por no someterle a votación en la Asamblea y le aprobó por decreto, aunque eso no la exime de su discusión en el Senado en junio y su vuelta a la Asamblea en julio. La razón última de la utilización de los poderes de emergencia por parte del gobierno para aprobar la ley por decreto y evitar el proceso reglamentario para la aprobación en la Asamblea es el temor a una rebelión en el seno del grupo parlamentario socialista, donde 24 diputados rebeldes se sumaron a la petición de moción de censura contra Valls.

Nuevamente los sindicatos se enfrentan a dos dilemas, uno es el de la estrategia de acción y el otro es político. El de la estrategia se resume en la capacidad de mantener la unidad sindical-estudiantil actual y el apoyo de la opinión pública a pesar de las incomodidades cotidianas que provoca el mantenimiento de las huelgas por un largo período y el impacto que tendrán en la celebración de la Eurocopa durante el mes de junio.

El dilema político es un problema más serio y en el largo plazo. Tal y como hemos reseñado anteriormente la combatividad social de los sindicatos no tiene un reflejo en la esfera política. Después de las movilizaciones de 2010 - que finalmente los sindicatos perdieron con la aprobación de la ley de pensiones - es cierto que hubo una consecuencia política, Sarkozy perdió las elecciones presidenciales dos años más tarde, pero fue insuficiente, fue la socialdemocracia y no la izquierda quién salió beneficiada, y esa socialdemocracia seguía siendo social-liberal como demostró con las medidas al poco de alcanzar el poder, y como ratifica ahora con este proyecto de reforma laboral, incomprensible además porque no figuraba en su programa electoral y por llevarla a cabo un año antes de las elecciones presidenciales y con el rechazo mayoritario de la izquierda y la opinión pública.

De cara a esas elecciones presidenciales de 2017 se presenta un panorama nada alentador para la izquierda. El PS va a salir derrotado de esta batalla, tanto si derrota a los sindicatos como si finalmente cede y retira la reforma laboral; la izquierda ya hemos visto la situación de debilidad y división en que se encuentra; y la principal fuerza que está sacando un rédito, según las encuestas, de esta dura batalla - cuya responsabilidad exclusiva es del gobierno Hollande-Valls - es el Frente Nacional.

El drama francés es, pues, la inexistencia de una izquierda política fuerte como referente electoral de la combatividad sindical y social capaz de atraer a los descontentos con las políticas neoliberales del PS y evitar que basculen en apoyo del FN.

En Grecia, el proceso político durante la crisis pasó por las sucesivas etapas de gobierno conservador, socialista, coalición conservadora-socialista y, finalmente, Syriza. En España ese proceso fue primero un gobierno socialista, luego uno conservador, y ahora se está pendiente de las elecciones del 26-J dónde se espera un mayor avance de la izquierda Unidos Podemos, pero también la posibilidad de otro gobierno conservador. Francia se parece más a Grecia, pero falta una coalición de izquierda como Syriza. Tanto en Grecia como en España el ciclo de movilizaciones generó una alternativa política de izquierdas fuerte, en Francia aún no. Además en Francia aparece el peligro de una victoria presidencial ultraderechista como en Austria

Si, en la hipótesis más optimista para la izquierda, los sindicatos salen victoriosos de esta batalla y consiguen que el gobierno retire la reforma laboral, la incógnita es si la izquierda política será capaz en menos de un año de levantar una candidatura presidencial con posibilidad de rentabilizar esa victoria sindical y de atraer a los descontentos con las políticas neoliberales del PS, presentándose como una alternativa a la vez de los conservadores y del FN. Si los sindicatos son derrotados, el panorama será aún más negro. Entonces puede ser que en 2017 de nuevo la izquierda tenga que votar en la segunda vuelta al candidato conservador para evitar el triunfo del FN, repitiendo la situación del voto a Chirac frente a Le Pen cuando Jospin fue eliminado en mayo de 2002 en la primera vuelta presidencial.

sanchezroje@gmail.com


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