La foto correcta

Vean que yo llevaba tres años con una columna guardada sobre Siria porque sabía que a nadie le iba a interesar. Ahora, la foto de un niño muerto a la orilla del mar la hace pertinente. Porque lo que nos conmovió no fue que Aylan Kurdi muriera, sino haber visto la imagen. El mundo está lleno de cosas aterradoras que nos importan un pito porque no las vemos.

Setenta y seis mil personas murieron en Siria el año pasado, y ninguna dolió como la de Aylan. Tantos años de ignorancia e indiferencia, de no saber lo que pasaba, y ahora todos resultamos sensibles e indignados por una foto. Vimos la postal del niño botado boca abajo y empezamos a quejarnos de que el mundo era una mierda, pero de una manera como si la responsabilidad fuera de los otros, no nuestra. Cuando las cosas van mal, buscamos a un villano para echarle la culpa. Esta vez el malo es la Unión Europea, cuando la verdad es que nos desviven sus puentes y sus castillos. Todos quisiéramos pasar un verano en Europa, más ahora que nos quitaron la Schengen. Estamos felices porque ahora será más fácil tomarse esa foto sin gracia donde alguien sale enderezando la torre de Pisa.

Las cifras en Siria son descomunales. Cuatro millones de refugiados, siete millones de desplazados internos y 300.000 muertos en cuatro años de guerra, todo graneado: 60 en un bombazo por acá, 100 más ejecutados a sangre fría, otro par de cientos caídos en un bombardeo. Es un taxímetro, la crisis humanitaria más grande desde la matanza de casi un millón de personas en Ruanda, que tampoco nos movió mucho porque se trataba de gente negra y pobre. Es que hay causas con más rating que otras. En el 2013, el mundo se unió para censurar el atentado de la Maratón de Boston y el lema ‘Pray for Boston’ se volvió viral: solo tres personas murieron. Es que cualquiera quisiera ir a Boston, mientras que Damasco y Kigali no es que llamen la atención.

Aylan no es la única víctima, ni la primera. Miles de africanos cruzan el Mediterráneo en pateras y antes de llegar a Europa –si llegan– botan sus documentos al mar para que las autoridades no sepan de dónde vienen y no tengan forma de regresarlos a ningún lugar. ¿Qué tan duro tiene que ser el país de uno para preferir enfrentarse al mar, primero, y a un pueblo con historial xenófobo, después? Ahora todos les han abierto las puertas a los refugiados, hasta Maduro, que poco o nada tiene que ofrecer. A ver cuánto nos dura el amor por los inmigrantes ilegales, teniendo en cuenta que le tenemos miedo a lo diferente.

Por lo pronto, hemos tratado de simplificar el conflicto sirio. Por un lado, en internet sobran los videos y resúmenes que prometen explicar en cinco minutos lo que allá pasa. Por el otro, nos volvimos cursis y sobreactuados con cientos de “homenajes” a Aylan, cada uno peor que el anterior. No podemos afrontar una tragedia con altura, por eso publicamos cientos de dibujos del niño: con alas, en una cuna, con otros niños, con un barco de papel, arropado por el mar, con una rosa en la mano; asumir el duelo en silencio no hace parte de nosotros. Hasta U2, grupo de rock que posa como abanderado de grandes causas pero que en realidad es de lo más conveniente y menos comprometido que hay, cambió la letra de una de sus canciones en su honor.

No hay que cruzar el océano para lamentar una muerte. Aunque no hay cifras oficiales, se dice que en La Guajira han fallecido 14.000 niños por desnutrición y 37.000 sobreviven de milagro. Más de 50.000 personas, un estadio de fútbol de buena capacidad, y no hay mundo que los llore. De golpe no es culpa del clima, la pobreza, la indiferencia o la corrupción. Quizá se siguen muriendo porque nadie ha publicado la foto correcta.

La fuente de este artículo es: http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/la-foto-correcta-adolfo-zableh-duran-columna-el-tiempo/16369354



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