La irracionalidad a 70 años de la II Guerra

Estamos conmemorando los setenta años del fin de una de las grandes hecatombes de la humanidad: la segunda guerra mundial. Todavía sobreviven algunos veteranos de aquella tragedia que cubrió de dolor, luto y miseria a buena parte de Europa y el Oriente. Allá en el silencio del tiempo está registrado el llanto de madres que perdieron a sus hijos, bajo el fuego enemigo, de viudas y niños huérfanos, dolor que nos embarga a todos por la inmensidad y universalidad de la tragedia. Entre cuarenta y cincuenta millones de almas perecieron, y, de estas, más de doscientas mil murieron como consecuencia del estallido infernal de una bomba atómica que repitió su crimen en cosa de días y enlutó así a la humanidad entera.

Pero si triste y doloroso es recordar aquella crueldad humana, más triste y tenebroso resulta saber que a siete décadas de ese trauma apocalíptico, la conmemoración de la terminación de tan cruel suceso no se hace con imploraciones y cantos de paz sino con desfiles militares y mostrando músculo con armas de destrucción masiva, más letales que las arrojadas sobre suelo japonés. Miseria humana ésta, que nos dice que las enseñanzas de la historia no han servido para nada. En un siglo tuvimos dos guerras mundiales debido a que la humanidad se preparó para la lucha armada y no para cultivar y preservar la paz. Infelizmente, hoy, ya lejos de aquellos momentos fatídicos, continuamos preparándonos para la guerra, nada hacemos por buscar la paz. En el mundo abundan escuelas militares para enseñar a guerrear pero insignificante es lo que hacemos para aprender a vivir en sincera fraternidad.

En lugar de conmemorar los setenta años de una de las grandes tragedias humanas, mostrando músculo militar y así poderío y barbarie, deberíamos llamar a un debate mundial sobre la forma de buscar la paz permanente, acabar con las armas de destrucción masiva, particularmente las atómicas, poner fin a las invasiones, al colonialismo y a todas las acciones que nos están llevan a la aniquilación total de las especies y, en consecuencia, a terminar con la vida en este planeta. Conmemoremos con cantos de amor y paz las tragedias de ayer, para que un día, ojalá no lejano, "AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS." Entonces, prosperaría la paz permanente y la felicidad para todos, el Hombre comenzaría a ser humano.

Caracas, julio 2015

jjcorderoc@hotmail.com

 



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