Un día de ira en Baltimore

Eran las seis de la mañana de este 1 de mayo, cuando insistentemente sonó mí el teléfono celular. Escuché clarito cuando alguien me dijo: ¡Mira mijo, levántate que es tardísimo ya! Apenas escuche la voz, dije, este tiene que ser oriental. Si, efectivamente, era “mascapulga”, como cariñosamente le dicen al viejo Moisés Matiguán, allá en mi pueblo natal. Imagínense ustedes, me llamaba para decirme que tenía teléfono nuevo, según él, un bicho de esos que llaman “aipor”. Como dicen, yo le seguí la corriente y antes que me dijera que le regalara una “talgetica pa no quedarse sin sardo”, le pregunté sobre lo que estaba ocurriendo en Baltimore. Sin vacilar y sin dudar en ninguna palabra, me respondió: ¡Muchacho, a ese bicho bruto de Obama le salió el tiro por la culata! Siguió hablando y yo atento lo escuché con mucha atención, hasta que dijo, sorpresivamente: ¡Y qué opinas tu mijito, porque pareciera que yo estoy hablando solo y además se me va a acabar el sardo de mi “aipor”.

Entre carcajadas y carcajadas le respondí que sí, que a ese gran carajo llamado Obama las neuronas se le habían atrofiado, tal vez porque se la fumó verde. Ya hablando en serio, le dije que la mentira y la maldad tienen las patas flacas, igual que “guacharaco”, el burro consentido de nuestro amigo Mamerto. Primeramente, un nueve de marzo ellos lanzan el Decreto Contra Venezuela, donde la declaran como una “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de los EEUU. Luego se le viene ese chaparrón encima, por los millones de muestras de solidaridad manifestadas hacia nuestra patria bolivariana, donde se dejó ver claramente que una agresión contra nuestro país, significaba una provocación a toda Latinoamérica; inclusive, China y Rusia se mostraron dispuestos a impedir cualquier agresión por parte del imperio agresor. Después vino la VII Cumbre de las Américas, entre el 10 Y 11 de Abril, donde el presidente de los Estados Unidos llevó más palo que una gata ladrona. De allí salió con el rabo entre las piernas y mas arrepentido que mi perro Salisburry, quien también hace unos años atrás ganó un Premio Nobel, pero que hoy anda perdido en el bajo mundo perruno.

Cuando la cosa parecía materia olvidada y un periódico de ayer –tal como diría Héctor Lavoe- surge la situación en Baltimore, que deja ver claramente que en Estados Unidos la cosa no es como la pintan. Precisamente, ellos que hablan de democracia, de libertad y respeto a los derechos humanos; en realizad son el país que más viola los derechos humanos, los que pisotean las libertades de sus propios ciudadanos y donde existe una falsa democracia, anclada sobre las bases putrefactas de la política del negocio de la guerra, el terrorismo y el narcotráfico. Pareciera que el espíritu de Rómulo anda suelto por allá, dando órdenes de “disparen primero y averigüen después”. Recientemente, la Universidad de Princeton, de Nueva Yersey, Estados Unidos, reconocida como una de las más prestigiosas de ese país, determinó a través de un estudio dado a conocer que EE.UU posee una falsa democracia, “ya que las decisiones no se toman en cuenta de acuerdo con la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos”, sino que son pequeñas elites las que deciden todo. Lo ocurrido en Ferguson el año pasado, la ira reciente en Baltimore, Detroit y Nueva York, son sólo una muestra que el sistema político norteamericano está putrefacto y que su elite dirigente es corrupta de naturaleza.




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Eduardo Marapacuto


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