La nueva relación Cuba-EEUU, o el final de una era político militar

Tengo la ligera percepción que se está gestando en el seno de la izquierda venezolana un discurso triunfalista sobre los acontecimientos actuales que llevaron a Estados Unidos a establecer una nueva relación con Cuba, adjudicando a la Isla estrategias políticas certeras que lograron doblegar el deteriorado discurso imperialista y expresar su error de bloquearla económicamente y agredirla de manera terrorista. Creo que una serie de antecedentes nos podrían permitir una visión más certera de esta realidad y realizar análisis muy próximos a la verdad política que caracteriza las posturas del Imperialismo Norteamericano y su oportunismo permanente para ajustar su política internacional a las realidades del actual mundo multipolar.

Recordemos que frente a las agresiones del imperio, iniciadas desde el año 1959 y que comienzan a hacerse efectivas desde que el 5 de julio de 1960 el presidente Eisenhower oficializa el embargo parcial a Cuba, que culmina con el embargo total que Jhon Kennedy impone el día 3 de febrero de 1965. Por otra parte, la Ley Torricelli (1992) y la Ley Helms Burton (1996) establecen el cuerpo jurídico que justifica la totalidad de las medidas arbitrarias de los distintos gobiernos de EU contra Cuba, el gobierno cubano frente a esta realidad de agresiones y en la necesidad de promover movimientos revolucionarios solidarios con los propósitos de cambios y transformaciones presentes en ese momento histórico acepta y podría decirse promueve, basada en la victoria del movimiento guerrillero, la tesis de la lucha armada como expresión concreta, de la continuidad de la guerra como continuidad de la política por otros medios (Clausewitz en 1832) y con el planteamiento trotskista que define “que un ejército es la continuación y la culminación de toda la organización social y estatal, pero con la bayoneta a la vista” (León Trotsky, “Doctrina militar o doctrinarismo seudo-militar”, 1921), aplicable a las políticas de los estados, pero igualmente aceptada como premisa estratégica universal para la guerra de guerrillas.

La guerra de guerrilla pasa entonces en los años 60 y 70 a tener un papel motivante y relevante en los movimientos revolucionarios del mundo y en el caso de Latinoamérica, se expresa en lo concreto en la posibilidad de lograr, a corto plazo, triunfos resonantes al igual que los logrados por la Revolución Cubana contra la dictadura de Fulgencio Batista e igualmente para definir y aplicar una estrategia alternativa frente a los partidos comunistas pro soviéticos que expresaban su respaldo pacífico y solidario al pensamiento estalinista de revolución en un solo país y en consonancia con las tesis trotskistas de revolución mundial permanente lo cual permitiría, principalmente en Latinoamérica, romper cualquier aislamiento al que Cuba pudiera someterse. La tesis política de aislamiento se concretiza en una primera estrategia con el argumento imperialista de los Estados Unidos cuando en enero de 1962 la Organización de los Estados Americanos (OEA) expulsa de su seno a Cuba por la “incompatibilidad” del marxismo-leninismo con la unión interamericana de naciones.

Frente a la tesis imperialista de incompatibilidad del marxismo leninismo con el Sistema Interamericano la revolución responde de manera contundente con los movimientos guerrilleros en todo el continente; ejemplo de ello, la Guerrilla Guatemalteca, el ELN colombiano, la FARC como expresión armada de militantes radicales del Partido Comunista Colombiano, el MIR peruano, las Ligas Campesinas y la organización “Acción Libertadora Nacional” (primera expresión de guerrilla urbana) en Brasil, el movimiento guerrillero de Salta Argentina en Argentina y en el caso venezolano la FALM que propicia, entre otras, la realización de “La Conferencia de la Montaña” y la actividad urbana en la Unidades Tácticas de Combate (UTC), el Frente Guerrillero “El Bachiller” en el Oriente Venezolano y otros de carácter internacional de gran envergadura como la Guerra de Vietnam y demás países asiáticos, los cuales coinciden estratégicamente en el año 1996 con la convocatoria a la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, denominada igualmente la Tricontinental.

La Tricontinental puede considerarse como la máxima expresión de convalidación a la praxis de lucha armada mundial de la izquierda revolucionaria contra el Imperialismo Norteamericano. En su revista aparece en el año 1967 aparece la consigna revolucionaria de "crear dos, tres, muchos Vietnam", basada en los éxitos de guerra logrados por la guerrilla de Vietnam contra el ejército invasor militar de los Estados Unidos, ya concretada esta premisa en 1966 por el Che Guevara cuando en la selva de Bolivia comanda el movimiento guerrillero.

Sin embargo, para evitar cualquier posibilidad de éxito del movimiento revolucionario en América Latina, el Imperialismo Norteamericano profundizó su política de consolidación de los ejércitos de los gobiernos de las oligarquías a su servicio. Para ello puso en práctica programas de formación y adiestramiento en una organización de la post guerra denominada Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad conocido también hasta la actualidad por su nombre inicial, Escuela de las Américas, el cual funcionó desde 1946 hasta 1984 en la Zona del Canal de Panamá administrada por los Estados Unidos en el que se graduaron, aproximadamente, más de 60.000 militares y policías de 23 países de América Latina en tácticas antiguerrilleras, de tortura, asesinatos selectivos y represión de movimientos sociales de inclinación marxista. Todo ello bajo la premisa de la denominada “Doctrina de la Seguridad Nacional” en la cual la fuerzas armadas debían de modificar su papel y convertirse en fieles defensoras del orden interno y combatir cualquiera de las “desviaciones ideológicas”, organizaciones o movimientos que pudiesen orientarse a favorecer las “políticas comunistas” dentro del contexto de la Guerra Fría y legitimar las actuaciones de hecho para la toma del poder político y el control de las actuaciones de sus gobiernos.

Para los años 70, la mayoría de los movimientos armados de la izquierda revolucionaria habían fracasado en su intento de tomar el poder político por esa vía. La inversión imperialista de gran monto en dólares para combatir a la Revolución Latinoamericana había logrado reprimir por la violencia, persecuciones, crímenes y represión selectiva y colectiva la alternativa armada. Frente a esta nueva realidad, Cuba, como faro inspirador de los movimientos de liberación antiimperialista tuvo que reconsiderar las estrategias de continuidad para la consolidación de su revolución y definir una nueva visión internacional que le permitiera, principalmente, el desarrollo del modelo económico socialista propuesto por el gobierno revolucionario. Para ello plantea la necesidad de llegar acuerdos con la Unión Soviética y de apariencia acoge, entre otras, algunas premisas relacionadas con la “coexistencia pacífica” que planteaba Moscú para esos momentos, sin dejar de apoyar y orientar la resistencia política de la izquierda revolucionaria de Latino América contra el Imperialismo Norteamericano.

Ejemplo de ello, los apoyos al movimiento guerrillero Tupamaros en Uruguay, la Revolución Pacífica y Antiimperialista de Salvador Allende en 1970, la Revolución Sandinista, la Salvadoreña (FMLN) y la FARC en Colombia.

Se inicia entonces un nuevo ciclo en la política internacional de la Revolución Cubana en la consolidación de su alianza estratégica con la Unión Soviética que la asume como parte importante del equilibrio mundial en la guerra fría dada la influencia cubana en los movimientos revolucionarios de Latinoamérica hasta la auto disolución de este País en los años 80, con la negación histórica de su propio gobierno acerca de las posibilidades del denominado socialismo real de dar respuestas significativas a las exigencias de bienestar y desarrollo de su población y que culmina con la caída del Muro de Berlín y la disolución del Pacto de Varsovia que mantenía el equilibrio militar entre este y oeste durante la Guerra Fría, lo cual afecta de manera económica significativa a la Revolución Cubana trayendo, igualmente, efectos negativos en el campo de la izquierda revolucionaria que se nutría, fundamentalmente, con su orientación estratégica.

Paralelamente el resto de Latinoamérica se mueve entre revolución y contra revolución; reforma y contrarreforma, militarismo y democracias representativas, tal como es el caso de los Sandinistas y su derrota electoral a manos de la derecha nicaragüense y a nivel mundial el inicio del viraje de la Revolución China del pensamiento de Mao Tse Tung hacia un pragmatismo económico a raíz de las grandes reformas que se llevan a cabo a partir de 1978, cuando fueron formuladas por Deng Xiaoping y que son ahora continuadas por una tercera generación de gobernantes lideradas por Jiang Zemin y que en lo fundamental se resumen en la tésis “Un País y Dos Sistemas” adaptada a los requerimientos de Hong Kong, luego de la entrega de esta colonia a China por parte de los británicos.

El viraje de las dos grandes potencias socialistas (China y URSS) hacia posiciones conciliatorias con el pensamiento político-económico liberal alienta las esperanzas del Imperialismo Norteamericano de convertirse en la alternativa hegemónica unipolar y a tratar de demostrar que las economías exitosas son aquellas que permiten la movilidad del capital privado dentro de un proceso globalizador de mercados autónomos en los cuales el estado interviene mínimamente, solo con la intención de garantizar un marco jurídico que beneficie las posibilidades de incrementar el crecimiento del capital en beneficio de los grandes consorcios y corporaciones. Fukuyama (1992) se atreve entonces a afirmar que “la Historia, como lucha de ideologías, ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra Fría”; esto significaría la perpetuidad del capitalismo y el fin de las luchas por la liberación nacional y la democracia socialista en los distintos países del mundo.

Para ese año (1992) ya Cuba, por medio de Fidel, había afirmado la no existencia de condiciones para una revolución en Centro América dado que las guerrillas de Guatemala y El Salvador firmaron acuerdos de paz con sus gobiernos, lo que debilitó la correlación de fuerzas en beneficio de los Estados Unidos que aumentaron su influencia en una América dominada casi que totalmente por la derecha, con la sola excepción de Colombia en la que su gobierno, apoyado por Estados Unidos, seguía enfrentado militarmente a una guerrilla que aún mantenía vigente la práctica de la lucha armada como forma de obtener el poder político del estado. Podría afirmarse, tal como lo expresa Basirruque (2006), que la oleada del 70 dejó por herencia la más grande derrota sufrida por el movimiento revolucionario en siglo y medio y se clausura un largo período de luchas puntuales, aisladas, bajo el absoluto predominio del capital imperialista.

En el contexto anteriormente descrito la Revolución Cubana deja de representar un peligro estratégico para el Imperialismo. sin embargo emerge en 1992 la figura mítica de Chávez que aunque fracasa en el primer intento de toma del poder político en Venezuela, logro una significativa incidencia en los veteranos de izquierda de los años 60 y 70, en los excluidos desde la rebelión popular del año 1989 y en general en una mayoría de la población venezolana cansada de la corrupción del bipartidismo y sus aliados y se inicia entonces el resurgir del movimiento revolucionario en Latinoamérica y El Caribe sustentado en las tesis del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI. Se inicia entonces, tal como lo aprecia Basirruque (2006): “El lugar indiscutido de privilegio que hoy ocupa el gobierno bolivariano después del masivo apoyo electoral, para dar continuidad y orientar a este bloque que se erige frente a las políticas norteamericanas, facilitarán la consolidación de proyectos como PETROAMERICA, que ayudará al conjunto de los pueblos latinoame-ricanos a encontrar alternativas distintas a las burguesías locales.

Podríamos concluir, aunque es necesario análisis complementarios sobre el Socialismo Bolivariano del Siglo XXI, que existe en la actualidad un nuevo faro político ideológico representado, en lo fundamental por el pensamiento y acción que legó Hugo Chávez Frías con el cual se alumbra intensamente el movimiento revolucionario nacional e internacional, con pocas posibilidades de ser chantajeado por los grandes consorcios y carteles imperiales, dada su fortaleza económica basada en el Petróleo, capaz de orientar los cambios y transformaciones necesarios en los distintos países, lo que puede ser considerado como fortaleza que debe tratar de derribar el imperio y sus aliados de la oligarquía nacional para el logro de una dualidad estratégica en la que se derrote por igual el pensamiento bolivariano y la apropiación de las cuantiosas reversas petroleras de Venezuela. Es por ello que Cuba dejó de ser el faro rector del movimiento revolucionario de la América Latina y el Caribe y una amenaza para los norteamericanos que proponen un acuerdo estratégico con la Isla, para sacar provecho de la neutralidad política que puede representar, evitar gastos para combatir su gobierno , lograr ventajas de las posibilidades de inversiones del capital financiero en áreas diversas de la economía cubana y orientar todos los recursos políticos militares y financieros a combatir su principal y apetecible enemigo: La República Bolivariana de Venezuela.

Por último, puede afirmarse que en Cuba se inicia en los sesenta una era política militar que culmina totalmente en el 2014 con las posibilidades de un acuerdo de paz FARC-EP y el Gobierno Colombiano. El poderío político militar del Imperio y sus aliados se enfoca contra Venezuela como nueva gestora de la Revolución Socialista a nivel de Latinoamérica y el Caribe. Combatamos revolucionariamente en el 2015 por hacer efectiva la lucha contra el agresor imperial de los pueblos del continente y del mundo. Patria Socialista. Viviremos y Venceremos.

chaparrol@gmail.com
Colectivo ANROS


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