Babeuf en la Revolución Francesa

Emilio Francisco Babeuf (1760-1797). —Socialista revolucionario (comunista) francés. Condenado a muerte el 26 de mayo de 1797. Gran tribuno. Jefe popular bajo la convención termidoriana. Organizador de la conjuración revolucionaria Los Iguales. Fue juzgado y condenado en el departamento de Vendóme para evitar la presencia de sus seguidores. (Guillotinado a los treinta y siete años de edad por querer transformar la sociedad burguesa en una sociedad "comunista" de acuerdo con sus concepciones idealistas, en la que la igualdad social no fuera un mito, sino realidad). Babeuf, entre todos los grandes revolucionarios de su época, reconoce ya que la lucha de clases es el motor esencial de la Historia. Fundador del periódico El Defensor de la Libertad de Prensa, más tarde La Tribuna del Pueblo, donde escribía bajo el nombre de Graco Babeuf. Es el primer propagandista de un socialismo o comunismo popular, insurreccional, sin doctrinarismo ni retórica, pero utópico, que reclama para el pueblo "libertad, pan, pan bueno; todos los objetos indispensables y necesarios, pero de buena calidad y en abundancia… Los documentos que dan una idea más exacta de sus concepciones son el llamado Manifiesto de los Iguales y su Análisis. Del Manifiesto de los Iguales arranca la conspiración de Babeuf (1796) y sus teorías insurreccionales situadas en el campo de la lucha de clases y de la defensa de los intereses de las masas populares. Somos todos iguales, ¿verdad? Ese principio queda incontestado, porque no padeciendo de locura uno no puede decir que es de noche cuando es de día. Pues tenemos la pretensión, en lo sucesivo, de vivir y morir iguales como hemos nacido. Queremos la igualdad real o la muerte; he ahí lo que necesitamos. Y tendremos esa igualdad real no importa a qué precio. ¡Maldición para los que encontremos entre ella y nosotros! Maldición para quien resista a un voto tan pronunciada. La Revolución Francesa no es más que el postillón de otra revolución mucho más grande, mucho más solemne y que será la última. El pueblo ha pisado los cuerpos de los reyes y de los sacerdotes coligados contra él: hará lo mismo contra los nuevos tiranos, los nuevos Tartufos políticos sentados en los puestos de los antiguos. ¿Qué queremos, además? La igualdad de derechos…

La presión de los acontecimientos, la reflexión sobre su tiempo, la acción revolucionaria en la que tan ardorosamente había participado, habían enriquecido y vivificado en Babeuf el conocimiento literario del "comunismo milenario del filósofo Mendelsohn"; fue el primero en la Revolución Francesa que superó la contradicción con la que habían chocado todos los políticos entregados a la causa popular, entre la afirmación del derecho a la existencia y el mantenimiento de la propiedad privada y de la libertad económica. Sin duda el intento de la Conjura de los Iguales no se inscribe exactamente en la línea de la revolución burguesa. Pero, considerando la evolución histórica desde una perspectiva más elevada, marca la mutación necesaria entre el movimiento popular de tipo antiguo, como culmina en el año II, y el movimiento revolucionario nacido de las contradicciones de la sociedad nueva.

Como los sans-culottes, (pequeños productores independientes parisinos) como los jacobinos, Babeuf proclama que el fin de la sociedad es la dicha común y que la Revolución debe garantizar la igualdad de los disfrutes. Pero con la propiedad privada introduce necesariamente la desigualdad, y la ley agraria, es decir, la participación igualitaria de las propiedades, no puede "durar más de un día" ("desde el día siguiente de su implantación volvería a mostrarse la desigualdad"), el único medio para llegar a la igualdad de hecho es el de "establecer la administración en común; suprimir la propiedad particular; vincular cada hombre de talento a la industria que conozca; obligarlo a depositar el fruto en especie en el almacén común; y establecer una sencilla administración de las subsistencias que, registrando a todos los individuos y todas las cosas, hará repartir estas últimas con la igualdad más escrupulosa". Este programa, expuesto en el "Manifiesto de los plebeyos" publicado por Le Tribun du peuple de 9 frimario del año IV (30 de noviembre de 1795), constituía en comparación con las ideologías jacobinas y sans-culotte, caracterizadas una y otra por el apego a la pequeña propiedad basada en el trabajo personal, una renovación o más exactamente una brusca mutación: la comunidad de bienes y de trabajos fue la primera forma de la ideología revolucionaria de la nueva sociedad surgida de la propia Revolución. Con el babuvismo, el comunismo, hasta entonces un sueño utópico, se erigía en sistema ideológico; con la Conjura de los iguales entraba en la historia política.

El sistema babuvista ha sido calificado por Georges Lefebvre de "comunismo del reparto". Sin duda el problema del reparto de las subsistencias, que pesaba con un peso tan grande sobre las masas populares de la época, está en el centro de la reflexión social de Babeuf. Pero Babeuf, comisario del catastro y feudista, y en un momento secretario del escribano forense de la comunidad, tenía experiencia directa del campesinado de la Picardía, de sus problemas y de sus luchas; el espectáculo de comunidades campesinas vivas y combativas, con sus derechos colectivos y sus costumbres comunitarias, le llevó sin duda desde antes de la Revolución hacia la igualdad de hecho y el comunismo. Si en su Cadastre perpétuel de 1789 se inclinaba por la ley agraria, es decir, por el socialismo de los partidarios de la comunidad de bienes, según la expresión de 1848, en una memoria de 1785, sobre las grandes explotaciones agrarias y en una carta de junio de 1786 preconizaba la organización de "granjas colectivas" auténticas "comunidades fraternales": "desmenuzar la tierra en parcelas iguales para todos los individuos significa aniquilar la mayor suma de recursos que daría al trabajo combinado". Desde antes de la Revolución, Babeuf planteaba así no sólo el problema de la igualdad real de derechos, y por lo tanto del reparto, sino también el de la producción, exponiendo la necesidad de una organización colectiva del trabajo de la tierra. El gran hecho de la concentración capitalista y del desarrollo de la producción industrial. Su predilección por las formas económicas antiguas, especialmente las artesanales, la ausencia en su obra de toda alusión a una sociedad comunista basada en la abundancia de los productos de consumo, explican —el mismo temperamento de Babeuf y su experiencia social dan cuenta de ello— que se haya inclinado a contemplar la penuria y la estancación de las fuerzas productivas más que su desarrollo y la abundancia. Así se concreta el lugar del babuvismo entre la utopía comunista moralizante del siglo XVIII y el socialismo industrial de un Saint-Simón.

La esperanza sublevó a las masas, unió por un momento los elementos heterogéneos del tercer estado y sostuvo todavía por mucho tiempo la energía revolucionaria de lo más puros. La reunión de los Estados Generales fue acogida como "la buena nueva anunciadora de tiempos nuevos". Se abría un futuro mejor que respondía a la espera milenaria de los pueblos. Esta esperanza alimentó el idealismo revolucionario, entusiasmó a los voluntarios, iluminó la muerte trágica de los "mártires de pradial" así como la de los héroes del proceso de Vendóme. De la vieja campesina que encontró Arthur Young subiendo la costa de las Islettes en Argonne, el 12 de julio de 1789, a Robespierre, a Babeuf al pie de la guillotina, el hilo de la esperanza no se rompe. "Se dice que ahora va hacerse alguna cosa, por parte de grandes personajes, para nosotros, pobres gentes, pero no se sabe quién ni cómo; pero que Dios nos envíe algo mejor, porque los derechos y las cargas nos agobian."

La Conjura de los Iguales constituyó, durante el invierno de 1795-96, el primer intento de hacer entrar el comunismo en la realidad. Su organización política señala una ruptura con los métodos empleados hasta entonces por el movimiento popular. En el centro aparece el grupo dirigente, que se apoya en un número reducido de militantes experimentados; después está la franja de los simpatizantes patriotas y demócratas en el sentido del año II, mantenidos al margen del secreto y que no aparece que hayan compartido exactamente el nuevo ideal revolucionario; por último, las propias masas populares a las que se trata de atraer aprovechando la crisis. Conspiración organizativa por excelencia; pero el problema de las necesarias vinculaciones con las masas parece haberse resuelto de forma insegura: Así, más allá de la experiencia de la insurrección popular, se iba concretando la noción de dictadura revolucionaria que Jean Marat había presentido sin poder definirla exactamente; después de la toma del poder mediante la insurrección, sería pueril remitirse a una asamblea elegida según los principios de la democracia política, incluso aunque fuera por sufragio universal; la dictadura de una minoría revolucionaria es indispensable durante el tiempo preciso para la reestructuración de la sociedad y la puesta en marcha de las nuevas instituciones. A través de Buonarroti esta idea pasó a Blanqui, y ciertamente es el blanquismo al que hay que atribuir la doctrina y la práctica leninistas de la dictadura del proletariado.

La importancia de la Conjura de los iguales y del babuvismo solamente puede medirse a la escala de un simple episodio. Pero por primera vez la idea comunista se había convertido en una fuerza política. Respondiendo a un anhelo de su amigo, Buonarroti publicó en 1828, en su exilio de Bruselas, la historia de la Conspiration pour l’Egalité dite de Babeuf: este libro ejerció una profunda influencia; gracias a él, el babuvismo se inscribió como un eslabón en el desarrollo del pensamiento comunista y de la práctica revolucionaria.

¡Gringos Go Home!

¡Pa’fuera tus sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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