Triple triunfo de Izquierda Latinoamericana

El doble triunfo en Brasil y Uruguay de sendos candidatos de la
izquierda, unido a la reciente sonada victoria en Bolivia han venido a
confirmar una perseverante tendencia política que se hace cada vez más
determinante en toda la América Latina, en detrimento de la supremacía
que antes disfrutaban las tradicionales oligarquías dependientes de
Washington. Puestos a elegir entre dos modelos políticos antagónicos,
los pueblos pronuncian sus preferencias por la izquierda.

Al calificar de izquierda la ideología determinante de las fuerzas
políticas a las que los pueblos de muchos países de América Latina
vienen confiando la responsabilidad de gobernarlos, no se habla de
fuerzas compactas, ideológicamente homogéneas. Uno de los atributos
más importantes que han caracterizado a los líderes de la izquierda
que están protagonizando el milagro que experimentan hoy estos
pueblos, es poseer el talento requerido para mantener su identidad
unitaria con tolerancia y respeto para con todas las partes que hacen
el conjunto. La capacidad para subrayar todo lo que une y soslayar
todo lo que divida, y hacerlo con métodos democráticos, es tan
importante como el respeto a los principios de fidelidad a los
intereses populares, en especial a la protección de los más pobres.
La historia de los movimientos revolucionarios de América Latina está
repleta de ejemplos de divisiones que han provocado derrotas y cómo la
unidad ha precedido a cada victoria.

Las reelecciones de Evo Morales y Dilma Rousseff, así como el triunfo
en primera vuelta de Tabaré Vázquez significaron también victorias
sobre el golpismo mediático, que ha devenido arma sucia de los
oligarcas ocupando el lugar que antes tuvo el golpismo militar como
estrategia de los poderosos para contrarrestar la voluntad de las
mayorías empeñadas en reivindicar sus derechos a decidir la
orientación de los destinos nacionales.

Durante muchos años fueron golpes militares, o la amenaza de éstos,
los métodos más recurridos para derrocar a gobernantes que
contrariaran los intereses de las oligarquías y la hegemonía de las
grandes corporaciones extranjeras, o para evitar que transcurrieran
procesos electorales que permitieran la expresión de una voluntad
ciudadana que no fuera la de las oligarquías.

Pero aquellos años de golpes militares, Operación Cóndor,
desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales y torturas cedieron a otros
en que las oligarquías pretendieron regresar a los no menos inicuos,
pero sí menos sangrientos, tiempos de las democracias representativas
bajo su control, sin la repudiada participación de militares que se
prestaban a desprestigiar a los institutos armados en aras de los
espurios intereses de quienes los aprovechaban en beneficio propio.
Comenzaron tiempos de una democracia con matices distintos en cada
nación que los pueblos inicialmente recibieron con júbilo, pese a que
significaban la reinstalación de los viejos mecanismos de la
“democracia” diseñada por Washington para garantizar la supremacía del
dominio de los ricos y la participación decisiva del dinero en todos
los aspectos de los sistemas electorales y de gobierno.

Pero, al darse espacio a los pueblos para expresar su voluntad en las
urnas aunque se mantuviera intacto el poder del capital, las masas
comenzaron a repudiar el orden anterior y a elegir mejores
representantes de sus intereses.

Sobrevino la crisis de los partidos tradicionales encargados de
garantizar candidatos para todos los cargos que respondieran a los
intereses de los más ricos, patrocinadores de esos desprestigiados
partidos.

Se empezaron a poner de moda los gobiernos populares que cumplían sus
promesas. Ya no se podía contar siquiera con el arma del “desgaste del
poder” en los políticos que hubieran llegado al gobierno sobre la base
de un discurso en defensa de las masas, si luego cumplían sus
promesas.

Con la mayor parte los mayores órganos de prensa escrita, televisiva y
radial en posesión de los ricos, ha surgido un nuevo tipo de golpe de
Estado, el golpe mediático. Aprovechando los formidables recursos
técnicos de la propaganda comercial y la vigencia de la
antidemocrática libertad de propiedad privada sobre los medios de
prensa que niega la verdadera “libertad de expresión”, calumnian y
desprestigian a los dirigentes o candidatos populares, al tiempo que
venden estrategias neoliberales propias.

Véase cómo, en todos los países donde la izquierda ha logrado alcanzar
el triunfo en elecciones presidenciales, los ganadores han tenido que
sobreponerse a golpes mediáticos que, sin embargo, la ciudadanía de
sus países ha sido capaz de frustrar con sus votos.


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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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