Jirones de Palestina

 
“Indecible horror. Jirones de vida anterior. Las ruinas ilimitadas dibujan un paisaje trágico y lunar” [1]. Las palabras de Michel Warschawski sobre la masacre del campo de refugiados de Jenin en 2002 resuenan entre los escombros de la devastación provocada este verano por el ejército israelí en Gaza. Pero no es el objetivo de este texto detallar los atroces resultados de ladoctrina Gaza de Israel y de su propósito de “segar la hierba bajo los pies” de la población palestina de la Franja, que, estando sometida cotidianamente a un castigo colectivo que constituye un crimen de guerra, ha sufrido el mayor terror y el mayor horror del que ha tenido que ser testigo en muchos años. Al hacer referencia a ello las palabras entonces no sirven: son palabras.

Sobre (sus) palabras, hemos presenciado una vez más la labor de la Hasbará [2] para intentar justificar lo injustificable, para intentar legitimar una barbarie sin límites, para intentar que ni siquiera la masacre televisada de los cuerpos de las palestinas y los palestinos (aun restringida a “sound-bites” y a límites de palabras [3]) activase la humanidad que nos queda y de la que nos quieren desprender. Una humanidad que solo es, si acaso, un jirón de vida anterior en quienes desde el otro lado han brindado con sillas y con cámaras los bombardeos sobre Gaza; en quienes gritaban en manifestaciones “muerte a los árabes” [4]; en personalidades políticas que piden que sean asesinadas todas las madres palestinas [5]; o en elites intelectuales que sugieren violar a mujeres palestinas [6].

Como siempre, las palabras utilizadas y en qué se ha centrado el foco ha sido un asunto central. Sin embargo, cabe destacar que lo acaecido este verano no ha sido únicamente de una cuestión entre Israel y Hamás. La insistencia en este binomio, en una supuesta “guerra”, en un pretendido “conflicto” entre dos partes que luchan por el mismo territorio busca ocultar una limpieza étnica puesta en práctica por el Estado de Israel desde hace 66 años. Una limpieza étnica, una Nakba contra el pueblo palestino, que se inició 40 años antes de que surgiese Hamás, que con o sin “tregua” continúa hoy bajo diferentes formas y que se ha desarrollado junto a otros crímenes contra la humanidad como el apartheid o los mismos últimos episodios de genocidio contra la población de Gaza.

El Estado israelí sostiene que tiene derecho a la autodefensa y a la seguridad. Este mismo argumento fue utilizado por las autoridades sionistas en 1948 para expulsar de sus casas a 800.000 palestinas y palestinos, para cometer decenas de masacres o para vaciar de su población no judía cientos de municipios palestinos. Muchas de estas localidades fueron borradas del mapa en el verano de la Nakba de 1948 [7], al igual que en la actualidad lo han sido numerosas zonas de la Franja de Gaza, que en pocas horas han pasado de estar bulliciosas de vida a albergar únicamente montones de ruinas. Este mismo argumento fue también esgrimido (y sigue esgrimiéndose) para impedir que las palestinas y los palestinos pudieran regresar a sus hogares, a pesar de la resolución 194 de la Asamblea de las Naciones Unidas que reconoce este derecho. Por entonces, los líderes sionistas propagaban que la comunidad judía de Palestina estaba amenazada por un “segundo Holocausto” o por la intención de los árabes de “tirar a los judíos al mar”. Desde aquellos momentos y hasta la actualidad, un complejo sistema desde la cuna hasta la tumba construye la “Otredad” en el pueblo palestino, que es convertido en enemigo en su totalidad. A través del sistema educativo, del ejército, de la cultura popular o de los medios de comunicación, el Estado israelí levanta muros más altos que los físicos y erige a su población judía como una víctima perpetua que se encierra sobre sí misma.

Igualmente, el argumento de la seguridad o la autodefensa segrega a la población judía y a la no judía de Palestina-Israel, separada por un “inmenso abismo moral” según manifestó Benjamin Netanyahu. A partir de él todo es justificable, manejándose durante décadas mientras se ha masacrado a palestinas y palestinos en campos de refugiados de dentro y fuera de Palestina; mientras militares israelíes han irrumpido (y siguen irrumpiendo) por la noche en casas palestinas para hacer fotos a los menores de edad, vendarles los ojos y sacarlos de sus camas; mientras detienen a una media de casi dos niñas y niños al día; mientras condenan a la población palestina a pasar horas y horas cada día en un checkpoint; mientras no les permiten visitar a sus familiares a pocos kilómetros; o mientras las palestinas y los palestinos de Gaza y Cisjordania no tienen acceso ni a los 100 litros de agua al día que la Organización Mundial de la Salud establece como mínimo humano. Este mismo argumento también ha sido utilizado mientras cuatro de cada cinco gazauis dependían (ya antes de las últimas masacres) de la ayuda humanitaria para sobrevivir y mientras el bloqueo israelí no permitía entrar a la Franja productos como folios de papel, lápices de colores, garbanzos o mermelada. En definitiva, la seguridad o la autodefensa solo es un pretexto más para perpetuar la limpieza étnica de Palestina. Según la legalidad internacional, quien tiene derecho a la autodefensa es la población sometida a ocupación, no su ocupante. Según el sentido común y la dignidad humana, también; como nos recuerdan día a día desde la Palestina ocupada e históricamente desde los territorios colonizados o bajo ocupación militar.

Sacar a colación el Holocausto o el “antisemitismo” cuando se critican las políticas israelíes hacia el pueblo palestino es algo habitual entre quienes defienden estas últimas. Pero estamos curad@s de espanto. Sobra decir que antisionismo no es antisemitismo (ya lo dijeron y lo continúan reiterando numerosas personas judías antisionistas), además de que no se puede ser “antisemita” y defender al pueblo palestino, que es semita. Con todo, sí voy a aludir al Holocausto.

“Shoah” es el nombre que en hebreo se da al Holocausto nazi. Curiosamente o no, tiene prácticamente el mismo significado que la palabra árabe que el pueblo palestino utiliza para la limpieza étnica de 1948 (“Nakba”), que puede traducirse como “catástrofe” o “desastre”. Un capítulo tan terrible de la historia como la Shoah tuvo una duración limitada y finalizó. Por cierto, antes de la Segunda Guerra Mundial, el movimiento sionista llevaba más de medio siglo colonizando Palestina e intentando transformar una sociedad multiétnica y multirreligiosa en un territorio lo más homogéneamente judío posible. De este modo, aunque por supuesto que el Holocausto influyó enormemente en el establecimiento del Estado de Israel en 1948, no se debe olvidar que el agente primordial de su creación fue el sionismo, respaldado por el Reino Unido. El caso es que, después de la Shoah, numerosos criminales nazis fueron juzgados y condenados por el Tribunal de Núremberg. Por el contrario, 66 años después, la Nakba no se ha acabado y sus criminales han gozado y gozan de la más absoluta impunidad. Aquí se encuentran dos de las mayores claves de la historia reciente de Palestina-Israel y de las últimas masacres en Gaza: una Nakba interminable para Palestina y una impunidad total para Israel.

 

Notas:

[1] Michel Warschawski: A tumba abierta: la crisis de la sociedad israelí, Barcelona, Icaria, 2004, p. 18.

[2] Campaña global de p ropaganda y presión sionista-israelí sobre los medios de comunicación para defender las actuaciones del Estado de Israel.

[3] Rafeef ZIADAH: “Nosotros enseñamos vida, señor” (https://www.youtube.com/watch?v=neYO0kJ-6XQ, consultado el 13/08/2014).

[4] http://mondoweiss.net/2014/07/death-arabs-jerusalem.html, consultado el 13/08/2014.

[5]http://www.infolibre.es/noticias/mundo/2014/07/18/una_diputada_radical_israeli_pide_que_sean_asesinadas_todas_las_madres_palestinas_19738_1022.html, consultado el 13/08/2014.

[6] http://www.alternativenews.org/english/index.php/politics/israeli-sosaciety/8314-israeli-academic-raping-palestinian-women-would-deter-attacks, consultado el 13/08/2014.

[7] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172844, consultado el 13/08/2014. 

 

Jorge Ramos Tolosa es investigador del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València y especialista en Palestina e Israel.

 



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