Continúa la rapiña de Estados Unidos a la América del Sur (VIII)


1852: La Infantería de Marina de Estados Unidos desembarca dos veces en Buenos Aires para respaldar las promesas que, desconociendo a las autoridades de ese puerto, se le había realizado el general federalista insurrecto Justo José de Urquiza, que consistía en abrir el tránsito fluvial del Río de la Plata a la libre navegación de los buques ingleses, franceses y estadounidenses.

1853: Siguiendo los enunciados del Destino Manifiesto, el filibustero estadounidense William Walker, trata de apoderarse de nuevos territorios mejicanos, pero es derrotado. No obstante, la Casa Blanca le impuso al débil gobierno azteca de Juan Bautista Cevallos que le vendiera a Estados Unidos otras zonas del país. Mediante esa operación denominada la compra de Gadsen se establecieron oficialmente las actuales fronteras entre Méjico y su poderoso vecino del Norte. En correspondencia con esos actos, el presidente estadounidense Franklin Pierce proclama que las conquistas y la expansión eran compatibles con las instituciones de Estados Unidos e indicó que la adquisición de ciertas posesiones en el Hemisferio Occidental que aún no estaban bajo la bandera norteamericana, era sumamente importante para la seguridad nacional y quizá esencial para la preservación del comercio y la paz del mundo. A la par, fuerzas militares estadounidenses desembarcaron en Nicaragua con la argucia de proteger la vida y los intereses de ciudadanos estadounidenses durante los disturbios políticos que afectaban ese país.

1854: Buques de la Marina de guerra estadounidense cañonearon el puerto de San Juan del Norte, Nicaragua, como represalia por las supuestas ofensas infringidas al Ministro de la marina estadounidense. Al mismo tiempo, la compañía The Accesory Transit Company, perteneciente al acaudalado empresario estadounidense Cornelius Vanderbilt, apoya una revolución contra el presidente nicaragüense Fruto Chamorro, e instala un gobierno títere encabezado por Francisco Castellón; pero éste no pudo consolidarse. Para tratar de lograrlo, Vanderbilt, con el silencio cómplice de la Casa Blanca, comienza a contratar mercenarios con la finalidad de efectuar otro ataque a Nicaragua.

1855: Un buque de la Marina de guerra estadounidense ataca a Paraguay para obligar al gobierno nacionalista y popular de Carlos Antonio López a abrir los ríos Paraná y Paraguay a la libre navegación de embarcaciones y mercancías norteamericanas; pero tiene que retirarse ante la enérgica respuesta de las autoridades de ese país suramericano. Al tiempo que la Infantería de Marina de Estados Unidos desembarca en Montevideo, Uruguay, para proteger los intereses estadounidenses durante los conflictos civiles que enfrentaban a los partidos Blanco y Colorado. Mientras, el filibustero William Walker, contratado por Vanderbilt, invadía Nicaragua al frente de la llamada Falange de los Inmortales, los coroneles del Ejército de los Estados Unidos Kinney y Fabens, ocupaban el puerto San Juan del Norte en ese mismo país.

1856: Con la anuencia de la Casa Blanca, el filibustero William Walker se proclama Presidente de Nicaragua y restableció la esclavitud en ese país. De acuerdo al Tratado Dallas-Claredon, realizado a espaldas de los gobiernos de la región, el Presidente estadounidense Franklin Pierce formaliza la aceptación de que el Imperio británico se apodere del territorio de la posteriormente llamada Honduras Británica (Belice), éste bajo soberanía de la República de Guatemala. Paralelamente, se produce una trifulca en una de las estaciones del ferrocarril de Panamá en las que resultan heridas y muertas varias personas, entre ellos algunas estadounidenses que transitaban por esa vía interoceánica. En respuesta, y desconociendo los términos del tratado de 1846, dos buques de guerra norteamericanos ocuparon el istmo de Panamá y le impusieron al gobierno de la República de Nueva Granada una jugosa indemnización. Esta incluyó la cesión a Estados Unidos del ferrocarril Panamá-Colón y de las islas de la Bahía de Panamá.



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José M. Ameliach N.


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