Un affaire verdaderamente clandestino

¿Una dulce trampa para el jefe de la CIA?




La revelación del adulterio del general David Petraeus, que llevó a su renuncia como director de la CIA, fue realizada por un desconocido “denunciante” del FBI que filtró la investigación de la vida privada del general realizada por el FBI al congresista Erich Cantor. El New York Times informa:

“Eric Cantor, jefe de la mayoría de la Cámara, dijo el sábado que un empleado del FBI a quien su personal describió como denunciante le habló del affaire de Petraeus y de una posible vulneración de la seguridad a finales de octubre, o sea después del inicio de la investigación.

“Fui contactado por un empleado del FBI preocupado porque información confidencial, clasificada, podría ser comprometida y me aseguré de que el director Mueller estuviera informado de esas graves afirmaciones y del riesgo potencial para nuestra seguridad nacional’, declaró Cantor.

“Cantor habló con la persona después de que Dave Reichert, de Denver, y representante republicano de Washington, le dijo que un denunciante quería hablar con algún miembro de la dirigencia del Congreso por un problema de seguridad nacional. El 31 de octubre, su jefe de gabinete, Steve Stombres, llamó al FBI para informar del llamado”.

Al parecer la investigación del FBI comenzó a finales de la primavera, cuando varias personas asociadas con Petraeus –no solo una mujer, como se ha informado en otros sitios– recibieron correos electrónicos molestos. El rastreo de los mensajes llegó hasta Paula Broadwell, analista de seguridad nacional, veterana de la inteligencia militar, y autora de una biografía de Petraeus. Las autoridades pensaron que su cuenta de correo podría haber sido hackeada, y esto condujo a una notable ironía: los correos del jefe de la CIA se vigilaron a sus espaldas y se descubrió que Broadwell podría haber tenido acceso a su cuenta o que pudo tatar de acceder. En todo caso, en el curso de su espionaje, los monitores del FBI descubrieron una gran cantidad de correos electrónicos de Broadwell y a ella. Buscando evidencias de una violación de la seguridad, todo lo que descubrieron fue la evidencia de un “drama humano” como describió un anónimo funcionario FBI: un affaire ilícito entre Petraeus y Broadwell.

Petraeus solo recibió información sobre la investigación el 25 o 26 de octubre. Por lo tanto estamos ante el caso de que nuestros propios funcionarios de mantenimiento del orden espiaron al mandamás de la CIA durante meses.

O tal vez no fue un simple caso de quejas de “acoso” o de correos amenazantes. Fox News asevera:

“El FBI había investigado un caso no relacionado y mucho más amplio antes de tropezar con el affaire. Fox News ha sabido que durante el curso de esta investigación apareció el nombre de la biógrafa Paula Broadwell. El FBI siguió la pista y al hacerlo descubrió el affaire”.

¿Qué fue ese “caso mucho más amplio”? Es casi seguro que se trataba de una investigación de contrainteligencia, es decir una reacción contra los esfuerzos de alguna entidad extranjera de penetrar o comprometer de alguna otra manera secretos estadounidenses. Solo podemos adivinar los hechos concretos, pero sabemos que en el curso de esa investigación “apareció” el nombre de Broadwell.

Por lo menos a primera vista Broadwell no es el tipo de persona cuyo nombre podría aparecer en una investigación de contrainteligencia: graduada en West Point, donde obtuvo grados en geografía política e ingeniería de sistemas, parece la verdadera encarnación del patriotismo rojo-blanco-y-azul estadounidense. El siguiente informe en su web de la escuela secundaria dice:

“Paula siguió una carrera de inteligencia militar en el extranjero, sirviendo en Asia, Europa, Medio Oriente y África. Durante su servicio, en especial después del 11-S, los intensos esfuerzos de Paula se dirigieron hacia la guerra contra el terror; sus contribuciones y esfuerzos para frustrar el terrorismo han sido elogiados por el Ejército de EE.UU. y por el General Comandante de las Fuerzas de Operaciones Especiales de Europa. En este terreno ha planificado iniciativas de contraterrorismo presentadas a la OTAN y ha trabajado en temas de contraterrorismo transnacional con agencias extranjeras y nacionales, Fuerzas Especiales de EE.UU., y el FBI”.

Los estudios de posgrado en la Universidad de Denver sobre Medio Oriente le permitieron viajar a “Jordania e Israel” y hacer un viaje por el Golfo Pérsico y Europa donde impartió diversas conferencias. Esa gira triunfal se selló con una beca de Harvard “para realizar estudios en Siria e Irán”.

Mientras la actual afiliación académica de Broadwell está en la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard, su puesto anterior fue el de directora adjunta del Centro Jebsen de Estudios de Contraterrorismo en la Escuela Fletcher de la Universidad Tufts. El Centro, según su propia descripción: “se distingue por una filosofía que sostiene que el contraterrorismo debe ser predictivo, profiláctico y preventivo y al final está el último recurso”. Fundado en 2005, el Centro Jebsen fue posible gracias a una generosa donación de un tal Jan Henrik Jebsen, heredero de una fortuna marítima noruega, que donó 1,3 millones de dólares para crearlo. Jebsen, exbanquero de inversiones con Lazard Freres, es el director de Gamma Applied Visions Group, un conglomerado internacional con tentáculos en todo el planeta: en parte traficante y productor de armas, en parte compañía de energía “verde”. Como se puede esperar de alguien quien tiene una parte tan importante de su fortuna, multimillonaria en dólares, invertida en la producción y venta de armamento, Jebsen forma parte del consejo de directores del claramente belicista Instituto Hudson, donde han hallado refugio Scooter Libby, Douglas Feith, Michael Ledeen y prácticamente cualquier neoconservador del que hayáis oído hablar.

Aunque de modo genuinamente neoconservador, los eruditos de Hudson invocan una amplia diversidad de “amenazas” inminentes a EE.UU., incluyendo a China y Rusia; su foco principal es la amenaza del radicalismo islamista, especialmente, ya que afecta a Israel. Por cierto, Hudson opera en Israel, donde impulsa los puntos ultraderechistas de los elementos más extremistas de la sociedad israelí: el movimiento de los colonos y la facción del Likud que quiere una guerra contra Irán. También ha concentrado su atención en purgar las universidades de los académicos que no siguen la línea ultraderechista del Likud.

Más recientemente, el expresidente de Hudson y “fideicomisario emérito” Max Singer -el cual se ha mudado a Israel donde en calidad de “consultor de política pública” en la Universidad Bar Ilan pasa su tiempo incitando a la violencia contra los palestinos– se encuentra en una misión para proteger s Israel de la supuesta amenaza planteada por el presidente de EE.UU.

El Centro Jebsen también ha sido útil para los neoconservadores. Richard H. Schultz, jefe del programa de Estudios Internacionales de Tufts (del cual forma parte el Centro) fue firmante de la “carta abierta” al presidente Bush del Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense urgiendo a la guerra contra Irak y otros protagonistas de Medio Oriente tras el 11-S. En ella recomienda la importación de técnicas “antiterroristas” israelíes para pacificar a los intranquilos nativos de Irak. Es otro erudito del Centro Jebsen que describe supuestas acciones terroristas en todo el mundo en las que está involucrado Irán. Y este es el testimonio del sujeto:

“La idea de derrocar al gobierno iraní a través de medios clandestinos pero pacíficos no es original. Me plantearon el proyecto por primera vez en agosto de 2006 cuando trabajaba como asistente interno de investigación en el Centro Jebsen de Contraterrorismo de la Escuela Fletcher de Diplomacia de la Universidad Tufts. Trabajaba para el director del centro de entonces, el brigadier general retirado Russell Howard, en un proyecto titulado “Derrocar a Irán sin disparar un tiro”. Yo no tenía mucha experiencia en el mundo de las operaciones encubiertas en el terreno o en el campo académico pero estaba muy interesado. El general Howard, por otra parte, no era solo un estratega del contraterrorismo, sino un veterano oficial de las Fuerzas Especiales, académico, e instructor. El general Howard fue quien me introdujo a la idea de dedicarse a factores específicos respecto a Irán con el fin de adaptarse a las necesidades concretas de ese país. Tenía seis factores que consideraba importantes: El uso militar de las insurgencias actuales dentro de Irán, luchas políticas, luchas económicas, disminución de los ingresos del petróleo, demografía y deterioro de la infraestructura”.

Es interesante que en noviembre de 2006, durante el desempeño de su cargo en el Centro Jebsen, Broadwell haya dirigido a un grupo de estudiantes de la Escuela Fletcher en un viaje a la Ciudad de Nueva York para entrevistarse con el representante iraní en la ONU, Javad Zarif. Ambos son exalumnos de la Escuela Josef Korbel de Estudios Internacionales en la Universidad de Denver.

Todo esto establece un contexto que va mucho más allá de los detalles excitantes del supuesto affaire de Petraeus y Broadwell y es sin duda lo que hizo que sonaran campanas de alarma en la comunidad de la inteligencia cuando se reveló. ¿Realmente es necesario señalar la utilización de una “dulce trampa” en la recolección de inteligencia y otras actividades clandestinas en las que participan regularmente los espías de todas las naciones? De Mata Hari a la agente del Mossad que atrajo al científico nuclear israelí Mordecai Vanunu, el sexo es un arma consagrada en la guerra de espías. Un affaire secreto con el director de la CIA es el equivalente de la Olimpíada de la Atracción y tenemos que preguntar: ¿fue la notablemente atractiva señora Broadwell un señuelo? Si es así, ganó una Medalla de Oro.

Las acciones de Broadwell –el envío de correos electrónicos que podían rastrearse hasta ella– a primera vista parece que tienen poco sentido. Pero si el objetivo de atraer a un tío de 60 años a un affaire con una mujer mucho más joven era dejarlo al descubierto y conseguir que lo despidieran, entonces está claro que su actuación fue un éxito.

¿Entonces, quién estaría interesado en librarse de Petraeus? Y ahora entra en juego la conexión de Cantor. El dato de un anónimo “empleado del FBI” que terminó en la oficina de Cantor hace dos semanas llegó a través del representante David Reichert, republicano del Estado de Washington, que tiene un amigo que conoce al denunciante. Entonces Cantor habló directamente con el denunciante, quien lo puso en contacto con el director Mueller del FBI.

Cantor es un gran amigo de Israel y Petraeus no tanto. El general fue atacado, recordaréis, por partidarios del lobby, incluido Abe Foxman, cuando testificó ante el Congreso citando a Israel como un lastre estratégico en Medio Oriente. Como ejecutor de la nueva política de Obama de acercarse a los islamistas sin ser visto, no solo en Libia, sino también en Siria y Egipto, no cabe duda de que los israelíes veían a Petraeus como un enemigo al que había que neutralizar.

La filiación de Broadwell en el Centro Jebsen y la conexión del Centro con la red neoconservadora prepara el terreno: una mujer joven y atractiva con impecables credenciales de seguridad nacional se lanza hacia Petraeus y él muerde la carnada. No es relevante si fue reclutada por una agencia de inteligencia extranjera: ya se ha colocado en una posición vulnerable y hay numerosos actores en la escena internacional que están más que dispuestos a aprovechar la ocasión.

¿Conoceremos algún día toda la historia? En este momento el asunto es tan candente que puede quemar la noticia de primera plana –“se trata solo de sexo”– de su envoltorio. Porque en esto hay más –mucho más– de lo que se ve. Cuando Cantor prometió al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu que él y los demás republicanos “controlarían al gobierno” con respecto a la política del presidente hacia Israel, se estaba alineando claramente con un dirigente extranjero contra los intereses de EE.UU. tal como se perciben en la Casa Blanca. ¿Pero llegaría realmente tan lejos, derribando deliberadamente a un personaje clave otrora adorado por los republicanos, para cumplir su promesa a Netanyahu?

Manténganse en sintonía en este espacio porque esta historia se mueve rápido…

Actualización: Esta mañana [12 de noviembre de 2012] el New York Times informa:

“Los agentes del FBI entrevistaron a la señora Broadwell por primera vez en la semana del 21 de octubre y esta reconoció el affaire, dijo un funcionario gubernamental informado del tema. También entregó voluntariamente a la agencia su ordenador. En una inspección los agentes descubrieron varios documentos clasificados, que dieron lugar a la pregunta adicional de si Petraeus se los había. Dijo que no. Los agentes entrevistaron a Petraeus a la semana siguiente. Admitió el affaire pero dijo que no había entregado a Broadwell ningún documento clasificado. Los agente volvieron a entrevistar a la señora Broadwell el viernes 2 de noviembre, dijo el funcionario”.

¡Bingo!

Justin Raimondo es director de of Antiwar.com. También es autor de An Enemy of the State: The Life of Murray N. Rothbard (Prometheus Books, 2000), Reclaiming the American Right: The Lost Legacy of the Conservative Movement (ISI, 2008), y Into the Bosnian Quagmire: The Case Against U.S. Intervention in the Balkans (1996). Además es editor y colaborador de The American Conservative, socio sénior del Randolph Bourne Institute y experto adjunto del Ludwig von Mises Institute. Escribe frecuentemente para Chronicles: A Magazine of American Culture.


Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Copyright - Justin Raimondo

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article33007.htm

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