El oro alemán y los Estados Unidos

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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De acuerdo a informes de prensa británicos, el banco central de Alemania –el Bundesbank—ha decidido repatriar 150 toneladas de oro desde Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, oro que fue transferido por los alemanes para ser almacenado en los países nombrados cuando arreciaba la Guerra Fría. Ciento cincuenta toneladas parecerían una pequeña cantidad en comparación con el total de las reservas de oro de Alemania que suman 3.396,3 toneladas que son las segundas en el mundo detrás de las de Estados Unidos. No obstante, por si Ud. no lo sabe, no hace mucho Alemania repatrió 1.000 toneladas del metal precioso y en sus planes futuros contempla repatriar otras 500 toneladas y examinarlas a fondo (es decir, literalmente contar los lingotes uno por uno) del oro almacenado en el exterior.

La estabilidad de las divisas nacionales se ha basado desde hace tiempo en la reserva de metales preciosos, oro, plata y platino. Una discrepancia entre la cantidad de dinero impreso y las reservas de otro conlleva a una devaluación de la moneda. De este modo, a comienzos del siglo XX las divisas más confiables en el mundo eran la libra británica y el rublo ruso. Londres era el centro emisor global. Sin embargo en 1940 el sistema financiero británico socavado por la II Guerra Mundial renunció a esta posición en favor de Estados Unidos.

Esto fue facilitado por el sistema de préstamos y arrendamientos mediante el cual el suministro de armas, equipos y materiales estratégicos a países receptores se pagaban con oro. En consecuencia, Estados Unidos aumentó sus reservas en oro desde 13 mil toneladas en 1938 a 21 mil ochocientas toneladas en 1949 concentrando así el 70 por ciento de las reservas mundiales del metal en un solo sitio.

La segunda fuente de ingresos en oro para Estados Unidos aprobada el año 1944 fue el sistema financiero de Bretton Woods, que hizo que el dólar billete fuera equivalente al oro. Este sistema incluyó la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo; todos los pagos se hacían en dólares o en oro. Los países fundadores contribuyeron en oro o dólares comprados en oro.

El Banco de la Reserva Federal de Nueva York actuando como regulador financiero empleó la compraventa de oro para establecer un “fondo de oro” en el cual los bancos centrales de siete países de Europa Occidental fueron obligados a participar. A los participantes se les compensó la venta excesiva de oro por parte de esta organización con oro de la reserva de Estados Unidos y las ganancias fueron compartidas a una tasa de 50-50. La mitad fue para Estados Unidos y la otra mitad para los demás participantes del fondo. En el año 1959 solo Francia perdió 3 mil millones de dólares por participar en este “Fondo de Oro.”

Naturalmente que semejante dependencia de los países europeos de Estados Unidos resultó alarmante inevitablemente. Charles de Gaulle una vez dijo que “mientras los países occidentales del Viejo Mundo estén subordinados al Nuevo Mundo, Europa no será europea.” En el año 1965 exigió que Estados Unidos cambiara 1,5 mil millones de dólares en oro. Estados Unidos no tuvo otra opción que estar de acuerdo. En dos años de Gaulle “aligeró” los depósitos de oro norteamericanos en 3 mil toneladas. Acto seguido, Alemania y otros países realizaron el mismo intercambio y para el año 1970 las reservas de oro de Estados Unidos habían disminuido en más de la mitad, quedando en 9.838,2 toneladas.

Desde esa época, el volumen de efectivo emitido y lo que es más importante, el dinero no en efectivo, fue imposible para los norteamericanos cubrirlo con metales preciosos y para el año 1971 el presidente Richard Nixon anunció que “temporalmente” cesaría la conversión de dólares en oro.

Los dos intentos para restablecer la seguridad de la divisa norteamericana mediante dos devaluaciones del dólar fracasaron y en marzo del año 1973 el sistema financiero global se mudó desde una tasa cambiaria fija contra el dólar y el oro hacia un valor definido sobre la base de la oferta y la demanda. Pero el oro alcanzó un status de materia prima y el dólar se cotizó ahora empleando un nuevo tipo de valor.

A partir de ese momento el precio del oro comenzó a subir. Más exactamente el dólar y las divisas ligadas a este cayeron frente al precio del oro. Al momento que una onza de oro (alrededor de 35 gramos) subió sobre los 1.700 dólares y según analistas europeos para el año 2013 alcanzará los 2.200 por onza. Eso es lo que hace que este metal sea particularmente atractivo para garantizar una divisa nacional.

Hoy en día muchos países están aumentando sus reservas en oro. Es particularmente notorio el éxito de China y Rusia, las cuales respectivamente tienen el primer y sexto lugar en el mundo en términos de producción de oro. Otra tendencia surgió y se encuentra muy bien establecida en el caso de Rusia, que consiste en la eliminación gradual del dólar como el principal componente de reservas internacionales. Durante un tiempo, los expertos financieros rusos han discutido sobre la necesidad de cambios estructurales en la “canasta” de divisas con el objeto de asegurar la estabilidad del rublo, el reemplazo del dólar y del euro por una medida natural de riqueza.

En Estados Unidos se cree que para asegurar el crecimiento y el desarrollo de la industria se requiere de una divisa nacional estable (que esto sea cierto o no es otra historia). Pero para Rusia, que experimentó impactos de desindustrialización durante los años 90 y que todavía no ha alcanzado los límites de un vigoroso crecimiento industrial, la idea de introducir un “rublo natural” no asegurado contra los “verdes” es más prometedora considerando la enorme riqueza natural del país donde hasta el agua dulce es más valiosa.

La desindustrialización no ha pasado por alto a Europa. La liquidación y transferencia de empresas industriales desde la Unión Europea al extranjero ha significado de hecho que el promedio de participación en la producción en el marco del producto interno bruto de la Unión Europea se redujera en un 15 por ciento. Las cosas son levemente mejores solo en Francia donde la cifra es de un 20% y en Alemania donde es del 30%. El presidente del grupo “ThyssenKrupp”, Heinrich Hiesinger ya expresó durante el congreso del Partido del Pueblo Europeo, sus agudas críticas a la Comisión Europea por tratar de reducir la producción industrial: “las generaciones futuras nos exigirán puestos de trabajo y no solo un ambiente limpio.”

Esta opinión es compartida por algunos comisionados europeos. De este modo, el Comisionado Europeo, Antonio Tajani insistió en un relanzamiento industrial para Europa: la participación en el producto interno bruto de la Unión Europea, creado por empresas industriales “debe ser aumentado en un 20 por ciento para el año 2020”. Gunter Ettinger, Comisionado de Energía lo apoyó señalando que “necesitamos que este aumento del 20 por ciento sea una cuarta piedra angular, junto con medidas adecuadas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, el logro de una participación planificada en la producción de energía a partir de fuentes renovables y medidas de conservación energética.”

Al comparar el hecho que la concentración de las reservas de oro de Alemania en su propio territorio está elevando su precio a saltos y brincos y considerando las declaraciones antes mencionadas, las conclusiones se hacen evidentes.

Berlín resultó más sensible que otras capitales europeas a la noción que a un mayor desarrollo de la crisis financiera global, podría en algún momento, ser la razón para que el oro de propiedad europea no abandone las bóvedas del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. No será robado ni expropiado --sencillamente será “esclavizado” mediante legislación en los sótanos de Calle Liberty Nº 33. En vista de esta posibilidad, la elite alemana deberá esforzarse en todo sentido para consolidar el dominio industrial y financiero de Alemania al interior de una “Europa unida.” Este cálculo se hace en base a la cercanía de Noruega con sus recursos petroleros y gasíferos y hasta un aumento en las actividades del gasoducto ruso-alemán “Nord Stream” y bombeo de petróleo desde Rusia, todo lo cual debería asegurar una menor sensibilidad de Alemania frente a la posibilidad de conflictos en el Medio Oriente. No obstante, hasta dónde esto coincidirá con los intereses norteamericanos en Europa, que luego de siete décadas, todavía considera a Europa como un “protectorado” (Z. Brzezinsky) es una pregunta pendiente.



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