Incautación del avión sirio: desafío a Rusia

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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Los desastres geopolíticos suelen iniciarse con grietas relativamente menores las cuales eventualmente evolucionan en grandes brechas que ocasionan que extensos sistemas colapsen. Tal destino pareciera aguardar a la región del Caspio, área donde chocan los intereses de Rusia, Azerbaiyán, Irán, Turkmenistán y

Kazajstán. Amenazas exteriores permanentemente gravitan sobre los países del Caspio.

Actualmente Irán es el país que enfrenta los mayores riesgos. Está claro que cualquier desestabilización del país tendría consecuencias de largo alcance para todos sus pares regionales. Azerbaiyán sería el primero en enfrentar graves problemas considerando el hecho que alrededor de cinco millones de azerbaiyanis viven en el Azerbaiyán Iraní, ubicado en la parte norte de Irán. Se conoce que los vínculos entre las poblaciones azerbaiyanis en Irán y del Azerbaiyán post soviético son estrechas y que la frontera entre las dos poblaciones sigue siendo porosa a pesar de las medidas que posiblemente tome Baku para un control más rígido. En una fase siguiente, la desestabilización por vía de Azerbaiyán se extendería por toda la región.

En este escenario, Rusia tendría que lidiar con una nueva guerra en el Cáucaso. Kazajstán y el Turkmenistán serían los últimos en ser afectados, pero en todo caso, este contexto significa que estas repúblicas estarían lejos de estar libres de preocupación.

Últimamente los servicios de inteligencia occidentales han tenido éxito en involucrar en una sola conspiración a fuerzas tan diversas como los opositores liberales, los extremistas musulmanes y agrupaciones terroristas, con el objeto de socavar la autoridad en varios países. El mito de que Occidente está librando una guerra contra terroristas internacionales se hundió calladamente en el olvido. En Libia en el pasado reciente y en Siria en la actualidad, los terroristas que predican el Islam radical y la oposición liberal comparten el apoyo de Occidente y luchan conjuntamente contra los regímenes legítimos.

Obviamente que las revoluciones de colores son cosa del pasado, la nueva realidad significa la proliferación de revoluciones liberal-terroristas. Es necesario tener en mente este escenario al interpretar el reciente incidente: la incautación por parte de Turquía de un avión sirio que transportaba un equipo de radar en ruta desde Moscú a Damasco.

Washington no ocultó el hecho de haber informado a Ankara que el equipo iba en camino hacia Siria y Turquía claramente se decidió por una provocación solo después de haber consultado con Estados Unidos. Impedir que el equipo de radar llegara a Siria podría ser de segunda importancia para el tándem Estados Unidos-Turquía ya que la carga encontrada a bordo no sería suficiente para inclinar el equilibrio de fuerzas en Siria. Más bien los objetivos eran de carácter político. Moscú fue denunciado por prestar ayuda a Bashar Assad y Ankara y Washington consiguieron una oportunidad para expresar su disposición para encender un considerable conflicto si este se integra al costo de un cambio de régimen en Damasco.

Aun más, un objetivo aun mayor puede discernirse detrás del aterrizaje forzoso del avión sirio. Ya que el momento crucial en Siria se está acercando, el punto sería demostrar cual sería la reacción de Rusia al ser presionada por el país.

Con la bendición de Washington, R. Erdogan tomó la delantera en la campaña anti-siria. Un pretexto para una intervención que derroque a Bashar Assad no debería ser difícil de arreglar, y en Moscú deberían darse cuenta que la posibilidad que este se mantenga a flote no son muchas. En el futuro cercano, es posible que oigamos que los kurdos sirios, a quien Damasco autorizó a formar grupos de auto-defensa cruzando la frontera turca para cometer actos de terrorismo y presenciaremos una provocación que involucre a bajas civiles turcas. Seguiría un escándalo en los medios y el ejército turco tendría la justificación para lanzar una ofensiva contra el país vecino.

Saber cómo respondería Moscú sería un requisito para dar la luz verde a lo antedicho. Una actitud blanda de parte de Moscú sería indicativa de su intención de permanecer fuera del juego en escalada, lo cual de hecho, sería una actitud razonable y si ese es el caso, la alianza Estados Unidos-Turquía no necesitaría aplicar ningún freno. Sin embargo, ahora que el régimen de Gadafi fue aplastado en Libia, el trío formado por Siria, Rusia e Irán hallarán que sus intereses están estrechamente interconectados. Desde la perspectiva de Moscú, se deberá tomar en cuenta -que después que Siria, Irán y Azerbaiyán hayan sido barridos--el efecto dominó por la vía de múltiples revoluciones liberal-terroristas destrozaría los segmentos rusos del Cáucaso y de la región del Caspio.

La guerra diplomática y de los medios de prensa contra Siria ruge sin parar. Bashar Assad, quien es un líder moderado, es descrito globalmente como dictador y carnicero. En una siniestra coincidencia, de modo similar se empleó una campaña de desprestigio contra Muammar Gadafi. No se sabe de ninguna cobertura que desmienta las acusaciones y en el mundo actual ser derrotado en el campo de batalla de la propaganda de manera inminente se traduce en pérdida de posiciones geopolíticas. La rivalidad global -entre civilizaciones y por recursos económicos fundamentales--es principalmente planteada en el ámbito de las ideas, los conceptos y las imágenes que dan forma a las percepciones del público, mientras que el poder militar se emplea para dar los toques finales al cuadro resultante.

Rusia deberá expresar una fuerte reacción diplomática en torno al avión incautado que volaba desde Moscú y la confiscación de un cargamento absolutamente legal, el mal trato en Turquía a los pasajeros y tripulación, como también la pretensión de Estados Unidos -país que ha caído en desgracia en todo el mundo en demasiadas oportunidades tratando de brindar “arbitraje moral” en la situación. Aun más, Rusia debería manifestar con extrema claridad que su actitud frente a los eventos en Siria no debería ser cuestionada.

El reciente incidente relacionado con Siria es una verdadera prueba de choque para la política internacional de Rusia. Los contornos del mundo del mañana dependen grandemente en cómo Moscú maneje los problemas sirios actuales y los que vendrán y deberá enviar un mensaje contundente a aquellos que tratan de sondear la reacción de Rusia mediante una provocación.

Washington no está en condiciones de confrontar a Moscú con “juicios morales” pero con toda certeza Rusia tiene el derecho moral de actuar como sea necesario con la meta de respaldar a Siria, posiblemente suministrándole -de manera totalmente abierta--con los medios adecuados para su defensa propia.


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