El apasionante proceso que vive Grecia pone a prueba las distintas posiciones que hay en la izquierda griega y de otros países. A la vez, el impacto mundial de la crisis griega actualiza el debate sobre la necesidad de una alternativa revolucionaria internacional. Ante ese desafío, el PO y el PTS reiteran una actitud sectaria y equivocada.
El FMI, el Banco Mundial, la banca imperialista y las corporaciones
diseñan sus planes a escala del planeta. El plan de ajuste de la Unión
Europea para Grecia es muy similar al que dicta para otros países
miembros. En la ONU y otros foros los gobiernos capitalistas negocian y
pactan sus proyectos regionales y mundiales. Ningún país escapa a esta
globalidad. Por eso, con sus peculiaridades, las luchas obreras y
populares son casi las mismas en todos los países: contra las medidas de
ajuste y la deuda externa, por el salario y las fuentes de trabajo,
etcétera.
Entonces, si lo que enfrentamos en todos lados es un mismo sistema capitalista imperialista mundial, es evidente que además de un partido nacional los anticapitalistas, los socialistas revolucionarios y todos los que queremos cambios de fondo en nuestros países y en el mundo necesitamos una herramienta política y organizativa internacional para coordinar y dar mejor esa batalla.
¿Cómo construir hoy?
Con la Revolución Rusa de 1917 dirigida
por Lenin y Trotsky, una organización internacional revolucionaria y sus
secciones nacionales ganaron influencia de masas: la IIIª Internacional
y los partidos comunistas. Pero al no extenderse la revolución a otros
países, la URSS se burocratizó. El stalinismo impuso la “coexistencia
pacífica” con el imperialismo y en 1943 disolvió la IIIª Internacional.
Ante las traiciones de la IIIª, Trotsky fundó la IVª Internacional en
1938. Pero su asesinato apenas dos años después, la fuerza del
stalinismo tras la Segunda Guerra Mundial y los sucesivos errores de los
pequeños grupos trotskistas llevaron a que dicha corriente quedara
relegada a un rol marginal. Con avances y retrocesos, desde entonces en
el movimiento trotskista han primado la dispersión y las divisiones. En
esta etapa de enorme crisis del capitalismo y de luchas revolucionarias
de masas que cuestionan el poder, ninguna corriente anticapitalista,
revolucionaria o trotskista es una fuerte referencia internacional.
Ante esta realidad contradictoria, creemos que la única forma de avanzar
es la de promover un reagrupamiento internacional de los
revolucionarios. Es decir, la confluencia de todas las corrientes y
grupos que a grandes trazos compartamos, como decía Trotsky, “una
comprensión común de los acontecimientos y las tareas”. Ello ayudaría a
construir fuertes partidos en cada país y sería un polo para actuar con
más fuerza sobre la realidad mundial.
Esto no niega la importancia de la construcción de partidos nacionales y
de la propia corriente internacional. Pero así como desde una provincia
no se puede entender bien ni actuar con fuerza en un país, desde un
solo país no se puede elaborar políticas correctas ni mucho menos
incidir- en el plano internacional.
Hace falta la voluntad política de establecer vínculos, de intercambiar experiencias, de coordinar y confluir en una instancia unitaria con otras organizaciones internacionales dispuestas a hacerlo. En ese sentido, y sin negar matices y diferencias, nuestra corriente internacional1 ha iniciado un proceso de reagrupamiento con la Cuarta Internacional (Secretariado Unificado), la corriente internacional de mayor extensión, que nuclea a partidos y grupos trotskistas y de otras proveniencias ideológicas en unos 30 países. Además mantenemos relaciones fraternales con fuerzas de izquierda amplias como Syriza, que hace muy poco estuvo a punto de ganar el gobierno en Grecia.
Sectarismo y nacional-trotskismo
Dentro del trotskismo, lo opuesto al
internacionalismo es el nacional-trotskismo. Criticar a todos sin
excepción y pretender dictar línea política para todo el mundo mirándolo
desde el ombligo de un partido nacional o, a lo sumo, desde un partido
con algún otro grupito satélite. Es el caso del PO y el PTS: no sólo se
critican entre sí, sino que atacan con virulencia a todas las
construcciones anticapitalistas amplias y a todas las corrientes
revolucionarias y trotskistas que hoy actuamos a nivel internacional.
El nacional-trotskismo retro alimenta el sectarismo. Según el PO2, “la
izquierda revolucionaria europea sufre una verdadera debacle” y “la
mayoría de las organizaciones que se reclaman de la IV Internacional o
herederas de su legado han mostrado un profundo conservadurismo”. Además
de esa generalización falsa, a su propio pequeño núcleo internacional
(CRCI) por no seguir la línea del PO la acusan de ser un “círculo de
discutidores que rumian”. Tras semejantes ataques, el Partido Obrero
propone nada menos que “la lucha por la refundación inmediata de la
Cuarta Internacional”… ¡sin decir con quién, aparte del PO!
En esta ardua tarea de cómo construir una alternativa revolucionaria
internacional también podemos apelar a la inagotable mitología griega.
A los oportunistas les puede pasar lo que a la ninfa Eco, enamorada de
Narciso pero castigada a no tener voz propia: nunca encontrarán el amor,
porque sólo saben repetir lo que dicen los demás.
Pero los sectarios suelen terminar como Narciso: un peligro opuesto al de Eco, aunque de final igualmente triste. El bello joven Narciso despreciaba a todos sus pretendientes, mujeres y varones. Un día vio su rostro reflejado en un río y se enamoró. Como no pudo dejar de contemplarse a sí mismo, allí se quedó para siempre, inmóvil y solo.
- MST (Argentina), MES-PSOL (Brasil), Marea Socialista-PSUV (Venezuela), La Comuna-NPA (Francia), La Lucha Continúa (Perú), Partido Verde (Bielorrusia) y grupos en Ecuador, Chile, Paraguay, España, Rusia y otros países.
- Resolución de la Comisión Internacional del 21º congreso (20/7/12).