¿La Concertación pende de una Michelle?

La Concertación pende de un hilo, cuelga de una lanilla…es el culto a la personalidad de Michelle Bachelet, ¿o se trata de algo planificado maquiavélicamente por el Departamento de Estado norteamericano?

Arturo Alejandro Muñoz

EL CULTO A la personalidad siempre ha estado presente en política… en todas las veredas ideológicas. Y siempre, también, ha sido considerado asunto negativo y peligroso ya que termina por causar más daños que beneficios a la sociedad que pretende mejorar. 

En los prolegómenos de la Historia era cuestión habitual, normal diría yo, alabar a determinados gobernantes, fueran ellos faraones, reyes, generales o emperadores, pero luego de los violentos hechos acaecidos en Francia con el arribo de jacobinos, girondinos y montañeses que decidieron observar cómo se vería un monarca sin cabeza, el mundo comenzó a derivar hacia un sistema político menos absolutista, aunque a veces igualmente autoritario como había sido el llamado ‘antiguo régimen’. 

América latina no escapó a esos fenómenos, menos aún al que inicia estas líneas, ya que el culto a la personalidad se transformó en rutina política en varios países del subcontinente, tal como ocurrió con dictadores y jerarcas de la talla de Somoza, Duvalier, Stroessner, Videla, Pinochet, etc., que se encaramaron en sus respectivos palacios de gobierno mediante golpes de estado, asesinando a pueblo inocente y sin que nadie les hubiese entregado un  solo sufragio para tamaños genocidios.  Por eso se les considera ’dictadores’, y no jefes de estado ni Presidentes. 

Pero, lo que llama la atención en este tema es comprobar que el fenómeno ya descrito alcanza a ciertas tiendas partidistas que llegan a una especie de crepúsculo político y sobreviven merced a la figura o nombre de uno solo de sus líderes, el cual maneja a su amaño y discreción el panorama programático de ese grupo, sobrepasando valores intrínsecos al mismo que cambia por intereses o visiones personales. 

Para esos grupos, el líder lo es todo; nada hay por sobre él. De él penden, cuelgan, dependen, y gracias a él siguen conectados políticamente a un ventilador mecánico. Por cierto, muerto el líder, fallece el grupo… o se disgrega atomizándose fatalmente. El ‘Peronismo’ argentino es un buen ejemplo.  Una vez que el general dejó de existir, el culto a la personalidad transformado en partido político se dividió en muchas secciones, armándose el caleidoscopio actual del peronismo, en el que encontramos socialistas, neoliberales, nacionalistas,  e incluso fascismo duro. 

En estos agitados días pre electorales chilenos vemos que algo similar viene ocurriendo desde hace un tiempo  con el bloque opositor –la Concertación-, coalición que gobernó el país durante dos décadas y que ahora cuenta con una exigua aprobación ciudadana que, según las encuestas, no supera el 17%, aunque en los hechos concretos, electorales, alcanza cifras que se empinan al 30% (como en la 1ª vuelta electoral 2009, cuando Eduardo Frei Ruiz-Tagle, candidato de ese conglomerado, obtuvo el 29,60% de los votos).   

El desprestigio de ambos bloques (Alianza y Concertación) ha llegado a límites que representan un severo peligro para esas pretensiones expoliadoras y ‘vendepueblo’ que los han caracterizado en estos dos decenios. Ante la posible tragedia –el naufragio en mares públicos tempestuosos- la Concertación echa mano a su último recurso: Michelle Bachelet, a quien hoy intentan presentarla con una imagen de “mamá buena”, de hada madrina que convertirá los ratoncitos en regios caballos blancos y el saco harinero en vestido de gala. Los dirigentes de ese bloque saben a ciencia cierta –aun a regañadientes algunos de ellos, como los DC- que doña Michelle es el único bote salvavidas del que disponen para evitar la tragedia total. 

Por ello, comunistas y socialistas se tapan los ojos para no ver de frente una realidad que –desde la perspectiva de una izquierda de verdad- apesta. Pero ambas tiendas al parecer ya no tienen mucho de aquel bagaje izquierdista que por décadas se enfrentó a la expansión imperialista anglo-estadounidense produciendo un  equilibrio en la balanza del poder planetario durante 60 años, como logró también en Chile concretar algunas legislaciones beneficiosas para los trabajadores y para la gente menos favorecida económica y socialmente.  

Con sus ojos cerrados, esos socialistas (a estas alturas son ya socialdemócratas) y sus compañeros de ruta, los comunistas, soslayan por conveniencia espuria que doña Michelle sea hoy la candidata favorita del imperio, y que trabaje en una organización supranacional que no sólo está ubicada en territorio norteamericano sino, además, que haya sido el gobierno de Washington quien la propuso e instaló en ese cargo para, obviamente, representar los intereses económicos y políticos de la mafia neoliberal del hemisferio norte. En estricto rigor, el PC del simplón Guillermo Teilier y el PS del inefable Camilo Escalona apoyarán a una innegable representante del imperio norteamericano, el que a todas luces pretende apoderarse sin ambages de territorios como Venezuela, Ecuador y Bolivia, habida consideración de que ya cuentan con presencia militar y bélica en Colombia, Paraguay y Chile. 

La Concertación pende de un hilo, cuelga de una lanilla… el pueblo de Chile también... ¿es el culto a la personalidad de Michelle Bachelet, o se trata de algo planificado maquiavélicamente por el Departamento de Estado norteamericano junto a sus empleados chilenos sitos en la UDI, RN, la DC y Casa Piedra?  Resulta más que obvio entender que si Michelle Bachelet es el hilo del cual cuelga toda la Concertación, bien podría ella colocar en acción principios y planteamientos que en absoluto se condicen con el posible plan de gobierno concertacionista, sino más bien podrían obedecer a órdenes imperiales atentatorias (más aun que las de ayer) contra la dignidad y soberanía de Chile y su gente. 

Es posible que así sea, pero también resulta oportuno señalar que la Derecha, a estas alturas del partido, ni siquiera cuenta con una hilacha propia de la cual colgar, pues Piñera y sus ministros presidenciables, para la derecha criolla actual, más que salvavidas resultan ser talibanes suicidas. En palabras simples y directas, en una u otra medida la Derecha -y en especial el empresariado transnacional- también estaría dispuesta a rendirle culto a la personalidad de esa hilacha llamada Michelle.


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Arturo Alejandro Muñoz


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