Si quedaba
alguna duda sobre el giro de 180 grados que ha dado el Presidente peruano
Ollanta Humala desde que asumiera el año pasado, el apoyo a esta iniciativa
nacida del gobierno de Alan García termina de eliminar la incertidumbre. A esto
hay que sumarle las 12 muertes en conflictos sociales como resultado de la
represión en tan solo 10 meses y un rumbo general del gobierno que ha puesto a
la derecha conservadora peruana como su principal sustento en el poder.[1]
La
aparición de esta Alianza viene a terminar con un período de “repliegue
táctico” de la política exterior de los gobiernos liberales en el continente. Tras
la caída del ALCA en la Cumbre
de las Américas del año 2005, asistimos a un contexto regional donde la
iniciativa política ha estado fundamentalmente del lado de los gobiernos del MERCOSUR
(sobre todo Brasil y Argentina) y del ALBA (especialmente Venezuela y Ecuador).
Este contexto
llevó a los gobiernos afines a Washington a poco más de un lustro de ostracismo
a nivel subcontinental. Espacios relativamente amplios como la UNASUR y la CELAC los encontró en
minoría ante debates estratégicos para América Latina y relativamente
desarticulados entre sí. De hecho, el propio surgimiento de estas instituciones
que excluyeron a América del Norte de la toma de decisiones, está vinculado con
ese declive de la hegemonía neoliberal en nuestra América.
Estos
gobiernos han atravesado la etapa con una estrategia de boicots, a través de
oposiciones abiertas o dilaciones sutiles, frente a proyectos de avanzada como
el Banco del Sur, el SUCRE o la creación de un Fondo de Reservas para el
Desarrollo de la UNASUR. Estas
iniciativas han surgido desde el bloque del ALBA, que supo dinamizar estos
espacios internacionales e intentó traccionar a los países del MERCOSUR hacia
una política de transformaciones radicales a nivel latinoamericano.
Un equilibrio inestable en América del Sur.
El ALBA y el
“bloque liberal” (Colombia, Chile y tendencialmente Perú) representan proyectos
ideológica, cultural y económicamente antagónicos. Por otro lado, la política
exterior brasilera, muchas veces acompañada por la argentina, intenta articular
un espacio sudamericano que contenga a ambos bloques en la UNASUR. Las aspiraciones
brasileras están guiadas por el objetivo de consolidar y proyectar su liderazgo
a nivel global desde esta plataforma regional. Esta compleja estrategia de
mediaciones y arbitrajes, lleva a los brasileros a tensiones con los EE.UU. y
acercamientos con el ALBA en algunas ocasiones, y a acuerdos con los socios de
los norteamericanos en otras. El objetivo de fondo es consolidarse como el
principal líder regional, el único capaz de dialogar con todos los gobiernos (y
moderarlos…). A grandes rasgos, este es el mapa con tres grandes bloques y
orientaciones que venimos observando los últimos años en el sur del continente.
La
conformación de la Alianza
del Pacífico (re)incorpora a México, aliado incondicional de los EE.UU., al
debate latinoamericano. Este espacio tiene la envergadura económica,
demográfica y política para contrapesar el liderazgo brasilero (y del MERCOSUR)
y ensayar una estrategia de aislamiento/hostigamiento hacia el ALBA que
seguramente se pondrá en marcha más temprano que tarde.
Detrás de
esta Alianza están los intereses estadounidenses y canadienses, de las grandes
trasnacionales y financieras globalizadas. A través de Perú podrán impulsar
presiones económicas a Brasil que necesita de esas rutas para salir al pacífico
y comerciar con China.
Para los
países del ALBA esta Alianza es una mala noticia. La política que han ensayado
estos gobiernos, en muchos casos a
través de articulaciones con el bloque del MERCOSUR, ahora encontrará nuevos
obstáculos. La correlación de fuerzas políticas y sociales a nivel regional parece
imponer un techo más bajo para determinados avances.
Si en estos
años, experiencias como la revolución bolivariana habían tenido un contexto
regional favorable para su desarrollo, este reagrupamiento encarna un polo
hostil para los procesos populares y de cambio.
Si bien la Alianza del Pacífico ha
sido tomada con cautela y hasta cierto escepticismo, incluso por lobbystas
afines a la Casa
Blanca[2],
su incipiente existencia es síntoma de un intento por parte de estos gobiernos de
romper el letargo y retomar una agenda de alcance continental.
El éxito de
este reimpulso liberal dependerá de la voluntad y la capacidad que tengan pueblos
y gobiernos del continente para contrarrestarlo. El panorama está abierto, lo
que es seguro es que no se podrá subestimar ningún movimiento de estos
poderosos enemigos, que tienen detrás al más poderoso de los enemigos,
digitando cuidadosamente cada paso de este nuevo avance…
[1] El uruguayo Raúl Zibechi escribió “La encrucijada peruana” en el diario La Jornada de México, el 16
de junio de 2012, que retrata con mucha claridad el nuevo escenario peruano.
[2] Oppenheimer, Andrés. “Los países del Pacífico se unen”. Diario La Nación, 12 de junio de
2012.
nachok@yahoo.com