Otra Cumbre: ¿para qué? (II)

DE QUÉBEC A MAR DEL PLATA

A partir de Quebec, no tenemos la menor duda, se “dividieron las aguas” en la agenda hemisférica. El Presidente Hugo Chávez inauguraría una nueva forma de participación en eventos de esta naturaleza. Lleno de coraje, de dignidad, con valentía, inspirado en el compromiso empeñado con nuestros padres libertadores plasmados en la Constitución Bolivariana, de manera respetuosa, franca y sincera, le dijo a los demás mandatarios del hemisferio que Venezuela no podía acoger en su totalidad la Declaración de Quebec, algunos de sus textos eran contradictorios con nuestros principios constitucionales; así como también, porque el nuestro era un gobierno radicalmente contrario a los postulados neoliberales plasmados en dicha Declaración.

Afirmó Venezuela, entonces, que deseaba “... reservar su posición acerca de los párrafos 1 y 6 de la Declaración de Quebec, por cuanto a juicio de nuestro Gobierno la democracia debe ser entendida en su sentido más amplio, y no únicamente en su carácter representativo. Entendemos que el ejercicio democrático abarca además la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones y en la gestión de gobierno, con miras a la construcción diaria de un proceso dirigido al desarrollo integral de la sociedad”.

Por ello, el gobierno de Venezuela hubiese preferido, y así lo solicitó en esa Cumbre, que en el texto de la Declaración quedase reflejado expresamente el carácter participativo de la democracia.

Y, es que el Gobierno revolucionario Bolivariano de Venezuela, presidido por Hugo Chávez Frías, le asigna a la democracia un carácter que trasciende lo meramente político. Para el gobierno venezolano la democracia es una cultura construida por los pueblos. Es una forma de vida. Ya que, “en la lucha por la democracia se despiertan y maduran los pueblos”. La democracia inspira las luchas de pueblos que buscan la paz, la justicia, la igualdad y la libertad en el continente y el mundo.

Por ello, nuestra oposición a definir la democracia solo como representativa, es una oposición basada en principios. Así se lo hizo saber Venezuela, a los demás Jefes de Estado y de Gobierno en Quebec.

Necesario es destacar, asimismo, que la Delegación de la República Bolivariana de Venezuela, encabezada por el Presidente Hugo Chávez, en Quebec, denunció al ALCA como un proyecto neoliberal, reservando “su posición sobre el párrafo 15 de la Declaración de Quebec y el párrafo 6-A del Plan de Acción, en virtud de las consultas que se llevan a cabo entre los diversos sectores del Gobierno nacional en función de nuestra legislación interna, para dar cumplimiento a los compromisos que se derivarían de la entrada en vigor del ALCA en el año 2005”.

Era la primera Cumbre de las Américas en la cual Venezuela presentaba una visión distinta, alejada de las poses protocolares reverenciales propias de éste tipo de reuniones. Mostrábamos nuestro compromiso, con una nueva forma de concebir las relaciones internacionales; hacíamos de la sinceridad y el respeto principios básicos, para edificar una relación de amistad sincera. Algunos, equivocadamente, creyeron que era una posición circunstancial; no entendían que nuestra irreverencia era un cuestionamiento profundo, “raizal”, a la forma como venía imponiéndosele a los países del hemisferio el neoliberalismo.

En este proceder comenzamos a marchar solos. Sin embargo, el esfuerzo no fue en vano. En enero del año 2004 se realizó la Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno en Monterrey, México. Allí se suscribió la Declaración de Nuevo León.

Monterrey fue un escenario que dio cobijo a una intensa y profunda discusión política sobre temas fundamentales que venían siendo tratados de manera superficial en diversos organismos multilaterales del hemisferio: los diferentes tipos de democracia, la justicia social, la lucha contra la pobreza, la defensa de los derechos humanos, el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales como derechos humanos, el desarrollo como desarrollo humano integral, la soberanía, el derecho de los pueblos a su libre determinación, el derecho de los pueblos a decidir su propio modelo de desarrollo y su propia forma de gobierno, la solidaridad, la cooperación y la complementariedad como principios fundamentales de la integración hemisférica, fueron -entre otros- temas que la Delegación de Venezuela colocó en las sesiones del Grupo de Revisión e Implementación de las Cumbres (GRIC), que discutía el Proyecto de Declaración de Nuevo León. Arduo fue ese debate. El Proyecto de Declaración no pudo ser consensuado sino en la propia ciudad de Monterrey.

Al hacer el análisis de ese documento uno encuentra, que están plasmados en él, un conjunto de conceptos que permite afirmar que se produjo un importante avance en la redefinición de los temas que ocupaban la agenda hemisférica.

Mientras en Quebec, el tema fundamental fue la gobernabilidad democrática; en Monterrey, habría de serlo el tema social. En el Preámbulo de la declaración de Nuevo León nos encontramos que en los tres párrafos que lo conforman, los Jefes de Estado y de Gobierno, hacen las siguientes afirmaciones:

En el primero, “... Nuestro propósito es avanzar en la instrumentación de medidas para combatir la pobreza, promover el desarrollo social, lograr un crecimiento económico con equidad y reforzar la gobernabilidad de nuestras democracias. Con una visión renovada y fortalecida de la cooperación, la solidaridad y la integración, haremos frente a los continuos y crecientes retos del Hemisferio”.

En el segundo párrafo, los mandatarios se comprometen a “... impulsar la prosperidad, promover la inclusión social y una distribución más equitativa del crecimiento económico, eliminar el hambre, elevar los niveles de vida generar nuevas oportunidades de empleo y de inversión, promover el trabajo decente, así como enfrentar las nuevas amenazas a la seguridad, entre otras, el terrorismo, la delincuencia organizada y el tráfico ilícito de armas, reafirmamos nuestro compromiso con la Carta democrática Interamericana y reiteramos nuestra firme intención de continuar instrumentando los mandatos de las Cumbres de las Américas, así como los compromisos asumidos en la Cumbre del Milenio, la Conferencia Internacional sobre la Financiación del desarrollo (Consenso de Monterrey) y la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo”.

En función de estos compromisos, afirman que “... el bienestar de nuestros pueblos requiere el logro de tres objetivos estrechamente vinculados e interdependientes: crecimiento económico con equidad para reducir la pobreza, desarrollo social y gobernabilidad democrática”.

Ahora bien, si se analiza en detalle la Declaración de Monterrey, uno se consigue con que el concepto de Democracia Representativa se encuentra diluido ya que, en aquellos párrafos en que se alude dicho concepto, éste aparece acompañado de frases como participación ciudadana, como elemento fundamental de la democracia, con lo cual se comenzó a desmitificar dicho concepto.

Pero, quizás, lo más importante que encontramos en la Declaración de Nuevo León, es que por vez primera en las Declaraciones de las Cumbres de las Américas, los Jefes de Estado y de Gobierno reconocen -de manera expresa- que: “La justicia social y la reducción de la pobreza contribuyen a la estabilidad, la democracia y la seguridad de nuestros Estados y de la región. Reiteramos que entre las principales causas de inestabilidad en la región se encuentran la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, que debemos enfrentar en forma integral y urgente”.

El tema social dejaba de ser un tema tangencial en la agenda hemisférica, cuya discusión no trascendía más allá de la simple enunciación de los acuciantes problemas sociales vividos en la región. Venezuela lo introdujo y, a partir de entonces, se instalo en la misma.

Los Jefes de Estado y de Gobierno, en Monterrey, dijeron que: “Reconocemos la urgencia de que se fortalezcan en la Organización de los Estados Americanos los mecanismos de lucha contra la pobreza, tales como el Consejo Interamericano para el Desarrollo Integral, la Comisión Interamericana de Desarrollo Social y el Programa Interamericano de Combate a la Pobreza y la Discriminación. Reconocemos, asimismo, la importancia de la promoción y observancia de los derechos económicos, sociales y culturales. Urgimos a la Organización de los Estados Americanos a considerar cuidadosamente las recomendaciones aprobadas durante la Reunión de Alto Nivel sobre Pobreza, Equidad e Inclusión Social, celebrada en Isla de Margarita, Venezuela, para fortalecer la agenda social hemisférica”, párrafo propuesto por Venezuela y el cual, a pesar de la férrea oposición de los Estados Unidos y el apoyo cómplice de sus adláteres, no pudo ser eliminado de dicha declaración.

Resultaba evidente que en la Cumbre de Nuevo León, la referencia al ALCA no podía faltar. A este respecto en la declaración en comento se presento un párrafo que textualmente dice: “Acogemos los avances logrados hasta la fecha para el establecimiento de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y tomamos nota con satisfacción de los resultados equilibrados de la VIII Reunión Ministerial del ALCA realizada en Miami en noviembre de 2003. Apoyamos el acuerdo de los ministros sobre la estructura y el calendario adoptado para la conclusión de las negociaciones para el ALCA en los plazos previstos, que fomentará, con la mayor eficacia, el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, el desarrollo y la integración, a través de la liberalización del comercio, contribuyendo al logro de los amplios objetivos de la Cumbre”.

Como era de esperar, la Delegación de Venezuela se opuso por razones de principios a su inclusión, en tal sentido procedimos a la reserva del mismo, en los siguientes términos:

“Venezuela se reserva el párrafo relativo al ALCA, por motivos principistas y diferencias profundas acerca del concepto y la filosofía contenidas en el modelo propuesto, así como por el tratamiento dado a las materias específicas y a los plazos establecidos. Ratificamos nuestro compromiso con la consolidación de un bloque regional y de comercio justo, como base para fortalecer los niveles de integración. Este proceso debe considerar las especificidades culturales, sociales y políticas de cada país; la soberanía y constitucionalidad; el nivel y tamaño de sus economías para garantizar un trato justo.”

No hay lugar a dudas. Venezuela había logrado importantes victorias en los organismos multilaterales de la región. Desde Quebec nuestra política en este escenario estuvo guiada por una lucha frontal y sin cuartel contra el neoliberalismo, en donde la integración hemisférica superara los marcos de la tradicional y obsoleta integración comercial; fuimos fieles propulsores de una integración basada en acuerdos políticos en la cual los principios de solidaridad, cooperación y complementariedad, constituyesen la base de la misma; la adopción de una nueva concepción de la democracia que trascendiera la representatividad como marco exclusivo de la misma, que fuese percibida como una forma de vida, como una cultura, en donde el ciudadano sea el sujeto fundamental, por tanto participativa y protagónica; haber logrado inundar –a partir de entonces- los documentos producidos en los más diversos organismos hemisféricos del tema social, que la lucha contra la pobreza, contra la desigualdad, contra la inequidad, en definitiva, contra toda injusticia social, ya que esta determinaba la inexistencia de una verdadera democracia, son resultados que enorgullecen al Gobierno Revolucionario del Presidente Hugo Chávez.

Venezuela hubo de convertirse, asimismo, en el adalid en la lucha contra el ALCA. En innumerables reuniones la de Venezuela fue una voz en solitario, en este tema. Fresco esta aun el recuerdo de la Reunión de Ministros del Trabajo celebrada en ciudad de México, algunos países amigos se nos aproximaban para solicitarnos quitáramos la reserva al párrafo referido al ALCA en la Declaración. Como en tantas otras reuniones, la respuesta nuestra fue siempre la misma: nuestra lucha es contra el capitalismo neoliberal, porque estamos empeñados en construir una nueva patria en América, sin injusticias sociales, libre y soberana, verdaderamente democrática.

La batalla precedente a Mar del Plata había sido dura. Venezuela se había planteado “jugarse a Rosalinda”, en el tema del ALCA. A partir del mismo momento en que el Gobierno de la República de Argentina presento el primer borrador del proyecto de declaración, las discusiones en el Grupo de Revisión e Implementación de las Cumbres (GRIC), los debates fueron intensos.

“Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática”, fue el título que se le dio a la misma”. El tema social precedía su orientación. Y es que, la Gobernabilidad Democrática se convierte en un axioma, mientras nuestros pueblos vivan en la pobreza, padezcan hambre, existan tantas injusticias sociales.

En Mar del Plata, los Jefes de Estado y de Gobierno volvieron a reafirmar su “compromiso de combatir la pobreza, la desigualdad, el hambre y la exclusión social para elevar las condiciones de vida de nuestros pueblos y reforzar la gobernabilidad democrática en las Américas”.

Teniendo entonces como marco referencial la creación de trabajo para enfrentar la pobreza y construir una mejor democracia, resultaba lógico suponer que el tema social guiaría la mayor parte de la declaración. Así fue.

Pero, el hecho más importante ocurrido en Mar del Plata fue que la propuesta de constitución del Área de Libre Comercio de las Américas, cuya aprobación era un mandato de la Cumbre de Quebec del año 2002, en la cual se estableció el año 2005, como fecha para su aprobación y entrada en vigencia, fue derrotada. Las pretensiones del imperio, de seguir manejando a los países del hemisferio a su libre albedrío encontraron un no rotundo.

npinedaprada@gmail.com


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Nelson Pineda Prada

*Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Historiador. Dr. en Estudios del Desarrollo. Ex-Embajador en Paraguay, la OEA y Costa Rica.

 npinedaprada@gmail.com

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