Desde el siglo
XIX hasta los años 70 del siglo pasado la acumulación capitalista
multinacional requirió la existencia de un mercado cautivo de consumidoras
y consumidores que no tuviera posibilidades endógenas, sino que fueran
economías de exportación para las metrópolis. La figura política
de los Estados-Nación -surgidas de las doctrinas pangermanistas- fue
un modelo organizativo y de producción idóneo para tales fines: permitió
el reparto territorial intra-continental entre las diferentes potencias
hegemónicas a lo largo de diferentes momentos históricos, a cargo
de los factores de poder de Holanda, Bélgica, España, Portugal, Inglaterra
y los Estados Unidos de Norteamérica. Sobre esta base, en la época
colonial y post-colonial tales potencias invadieron y dividieron el
antiguo continente de Muakaka (en latín, África) según una cartografía
lineal y cuadriculada. Sin embargo, los pueblos resistieron esta geopolítica,
y en un afán de soberanía y endogenia popular, establecieron sistemas
políticos que permitieran zafarse de tales designios imperialistas.
Tal es el caso de la Gran Yamahiría árabe Libia Popular Socialista,
bajo el liderazgo de Moammar Ghadafi.
Pero a partir de los años 70 cambia la estrategia de apropiación territorial imperial -ahora Corporativa Transnacional-, empleando el dispositivo de la Deuda Externa y los planes de ajuste estructural para favorecer áreas y zonas de libre comercio: la deuda se convirtió en el factor de presión para una modificación económico-legal de la soberanía interna de los países deudores. En tal contexto, para las potencias capitalistas y su acumulación ilimitada ya no era funcional la figura de los Estados-Nación, sino la de las áreas supra-Regionales: se crea la Unión Europea, se intenta el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), el plan Puebla Panamá, el Acuerdo Multilateral de Inversiones-AMI, etc. (en el caso de Sudamérica fue creada como paso previo a esta estrategia la Comunidad Andina de Naciones –CAN). En el caso de África, la creación de zonas supra-regionales fue parte de las iniciativas del Pan-Arabismo y Pan-Africanismo: el coronel Ghadafi tuvo liderazgo en la creación de estas formas organizativas intra-continentales. No obstante, las potencias neo-coloniales no podían consentir la autonomía económica-política de las zonas de las que pretendían abastecerse: O subordinaban tales macro-regiones a su plan estratégico neoliberal, o disolvían –maquiavélicamente- tales esfuerzos. El asesinato de Ghadafi y las operaciones encubiertas de guerra simultánea en varios países africanos son parte de una estrategia imperialista para debilitar la ansiada –pero largamente postergada- Unidad Africana. Más tales Imperios subestiman la indignación y sufrimiento populares en tanto potencial revolucionario, el internacionalismo y solidaridad entre pueblos.
Estudiante del Diplomado de Saberes Africanos
gemelorepetido@gmail.com