Mitos y realidades del Imperio Japonés

Los instrumentos de ideologización y enajenación cultura del Capitalismo convirtieron al Imperio Japonés, en la segunda mitad del siglo XX, en el referente del éxito, basado en la profunda transformación y desarrollo industrial de un país derrotado y destruido por su guerra imperialista en Asia y el genocidio cometido por su rival: el imperialismo norteamericanom, contra su población civil, masacrada por las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Fue del interés de la triunfante burguesía de los Estados Unidas de América, en la Segunda Guerra Inter-imperialista Mundial (1.939-.1945) apoyar a la burguesía imperial japonesa, en la reconstrucción de la economía del derrotado “Imperio del Sol Naciente”, para evitar que éste pudiera ser afectado por el avance de las fuerzas revolucionarias en el continente Asiático, especialmente por la vecindad con la extinta Unión Soviética, China y Corea y, porque sus extraordinarios avances tecnológicos militares y las dimensiones de su población podrían convertirse, - como efectivamente se convirtieron – en aliados fundamentales de las grandes corporaciones multinacionales usamericanas en su expansión en todo el continente y posteriormente, en el planeta, llegando a convertirse luego, en sus competidores industriales y comerciales y socios en el dominio del capital financiero en la economía global.

El resultado final de una burguesía derrotada militarmente y luego convertida en victoriosa de la industria y las finanzas globales, fue su exhibición en los escaparates culturales de los países bajo la influencia imperialista como un modelo de “eficiencia”, basada en la “lealtad”, “disciplina” y “flexibilidad laboral” y la probición a la Huelga de los trabajadores y las trabajadoras del Japón, que no fue otra cosa que la dictadura impuesta por los ocupantes usamericanos y la burguesía japonesa y sus partidos, con el fin de obtener, en el menor tiempo, la máxima ganancia posible, que permitiera el pago de las elevadas indemnizaciones de guerra impuestas por las potencias vencedoras y la recuperación de la burguesía japonesa.

Fueron años de esclavitud laboral, salarios de miserias, jornadas laborales inhumanas, carencia de seguridad social, negación de estabilidad laboral, prohibiciones y restricciones a la actividad sindical y, especialmente, negación del Derecho Huelga, lo cual convirtió en un paraíso modélico para la burguesía financiera y las grandes corporaciones industriales, que obtuvieron altas tasas de rentabilidad en un tiempo relativamente corto, lo cual fue publicitado y sostenido a lo largo del siglo XX como “El Milagro Japonés”, teniendo como su fundamento doctrina exportable la “Calidad Total”, suerte de contrabando ideológico para imponer en los países de economías capitalistas periféricas, la “rentabilidad eficiente”, sacrificando la calidad de vida de los trabajadores y las trabajadoras.

Este perversos “Milagro” industrial, comercial y financiero tuvo como base, además de la esclavización de millones de trabajadoras y trabajadores japoneses (continuidad del trabajo esclavizado de corean@, birman@s, filipin@s, mongol@s, chin@s y otros, antes y durante la guerra), el desarrollo de un tipo de energía barata y “no contaminante”, como la energía nuclear que, pese a la resistencia de amplios sectores del pueblo japonés, por su relación con las terroristas bombas lanzadas contra la población civil por el avión usamericano “Egona Bay” y otros bombardeos, al casi vencido Imperio Japonés, le fue impuesta por las corporaciones usamericanas y la burguesía japonesa, en un país con el más alto grado de sismicidad de todo el planeta; lo que hacía potencialmente peligroso – como trágicamente hoy lo estamos constatando - la instalación de generadores eléctricos nucleares, en ese territorio.

Esa misma burguesía imperial, hoy aliada subalterna del imperialismo norteamericano y nueva socia de sus aventuras guerreristas en el Medio Oriente y la Península de Corea, convirtió la “eficiencia” nipona en un paradigma, sostenida en su desarrollo tecnológico y la supuesta preparación y organización del Estado y la población para atender y superar situaciones sísmicas extremas, manteniendo operativas plantas de electricidad basadas en la energía nuclear, como la de Fukushima, cuyos tiempo de operación y seguridad superan los lapsos razonables de vigencia de su tecnología, al no disponer de sistemas de seguridad suficientemente desarrollados como para evitar fugas radiactivas en caso de movimiento sísmicos extremos, como el acaecido en estos días.

La “super-organización” estatal y social publicitada por el Estado Imperial Japonés y su desarrollo tecno-científico, no fueron capaces impedir el poblamiento inseguro de la zona costero y prevenir eficazmente la llegada de un maremoto (tsunami), ni evacuar anticipadamente a los cientos de miles de habitantes de ciudades costeras del norte de su isla principal, quienes por miles murieron, desaparecieron o fueron heridos por la gigantes horas que destruyeron todo a su paso, sin que hasta ahora, los grupos burgueses dueños de las centrales eléctricas y las corporaciones que las fabricaron, asuman su responsabilidad personal y empresarial por esta verdadera crisis humanitaria (la de Libia solo esta en los “pinochos” de CNN, EL PAIS y sus repetidoras) que amenaza, como Chernobyl, con extender por todo el planeta.

Precisamente por ello, es válida la propuesta del compañero presidente Evo Morales, de crear un Tribunal Internacional Ambiental para enjuiciar a los criminales globales que ponen en peligro la vida de la Humanidad y la sustentabilidad de su hermoso planeta Azul.


Nota: Hoy, más que antes, es válida la propuesta del compañero presidente Evo Morales, de crear un Tribunal Internacional Ambiental para enjuiciar a los criminales globales que ponen en peligro la vida de la Humanidad y la sustentabilidad de su hermoso planeta Azul.

yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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