Haiti: ¿elecciones sin Aristide?

El inesperado anuncio del presidente (prorrogado) René Preval de que se realizaran elecciones generales en la República de Haití el próximo 28 de noviembre, lejos de verse como una oportunidad cierta para construir una solución pacífica y democrática para la vieja crisis política haitinana, podría representar un nuevo intento del gobierno de los Estados Unidos de recomponer, a su favor y de las corrompidas élites haitianas, la agravada situación política, social, económica y humanitaria del pueblo haitiano, derivada de las trágicas consecuencias del Golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Jean Bertrand Arístide, la ocupación militar de su territorio por una fuerza militar extranjera avalada por la ONU y, las trágicas consecuencias del espantoso terremoto del 12 de enero de este año en el que fallecieron el 2% de su población y quedó destruida sus ciudades más importantes, incluyendo, Puerto Príncipe, la capital.

Con la muerte con el sátrapa Jean Claude Duvalier, el siniestro "Papa Doc" y el corto gobierno de su tarado hijo, "Babe Doc", en Haití se abrió un largo proceso de inestabilidad política caracterizada por la movilización y la lucha popular dirigida a erradicar los cimientos del viejo orden dictatorial duvalierista y su reemplazo por un orden democrático, que afirmara la soberanía nacional y popular y mejorara las terribles condiciones de vida del pueblo; período en el cual se sucedieron cortos gobiernos elitescos, Golpes de Estados reaccionarios y un ascenso en la unidad y las luchas populares, en medio de la cual fue surgiendo un liderazgo forjado en profundidad del pueblo haitiano, representada por el sacerdote católico Jean Bertrand Arístide, que agrupó alrededor de su movimiento Lávalas, a los más amplios sectores del pueblo haitiano dispuesto a contribuir al renacimiento de la República la primera República nacida en el suelo de Nuestra América.

Arístide no era ni es, un revolucionario sino, esencialmente, un reformador político, con gran sensibilidad social y un profundo sentimiento nacionalista, que asumió su lucha desde la nueva teología de la liberación surgida del Concilio Vaticano II de Medellín y de Puebla, como un apostolado dirigido a rescatar la dignidad de su pueblo, reivindicar la soberanía de su Patria mancillada por el Protectorado impuesto por los Estados Unidos desde 1.915, la cual articuló con las corrientes soberanista y de Justica social que, desde finales del siglo XX, se venían desarrollando en nuestro continente, a partir del esperanzador triunfo del sandinismo nicaragüense y las luchas de otros pueblos de América Latina y el Caribe..

Sin embargo, para el imperialismo norteamericano, el cura Arístide representaba una amenaza cierta a su histórico dominio sobre Haití, por lo que no dudó en usar la violencia para enfrentar los modestos cambios institucionales y democráticos que Arístide y el movimiento Lávalas promovieron desde el gobierno haitiano, los cuales fueron abruptamente interrumpidos por el Golpe de Estado perpetrado por la CIA y el general Raúl Cedras y, cuando la resistencia popular haitiana y la solidaridad internacional obligó a realizar nuevas elecciones, saliendo triunfador Arístide, nuevamente la CIA armó una ridícula rebelión mercenaria, lanzando una ofensiva nacional e internacional de desprestigio contra el cura de Cite Soleil, Jean Bertrand Arístide, con lo cual pretendieron justificar la nueva invasión de Haití, el secuestro de su presidente democráticamente electo y el posterior envió a su territorio de una fuerza de ocupación, la MINUSTAH, bajo bandera de la ONU, que ejerce un nuevo Protectorado Militar sobre la República de Haití desde hace ya casi diez años.

Pese a todo, la terca realidad del miseralizado pueblo haitiano, es que no existe ninguna posibilidad de avanzar en el camino de una solución política, democrática y popular a la profunda crisis haitiana sin la presencia de su dirigente más importante, el presidente Jean Bertrand Arístide y de su movimiento Lávalas, por cuanto, además de agrupar lo más sano de lo que la descomposición ética del Estado y la sociedad haitiana aún queda, es el único dirigente y el único movimiento social y político en capacidad de convocar a los demás sectores que integran a la sociedad haitiana para construir un gran Acuerdo Nacional que unifique la voluntad general de la Nación en la reconstrucción solidaria del país, la garantía de la gobernabilidad democrática y las transformaciones sociales, que permita cohesionar una sociedad fracturada por el hambre, la emigración y la violencia social.

En estas circunstancias, es esencial los aportes que desde la CARICOM y el ALBA, dos mecanismos de integración que relacionan a la República de Haití, para impedir que la ofensiva imperialista, dirigida a la reconquista de Nuestra América, imponga nuevamente una solución neocolonial con el fin de mantener y reforzar el Protectorado que se le ha venido imponiendo a Haití en casi un siglo, para lo cual es necesario que se garantice el regreso incondicional del presidente Jean Bertrand Arístide, la plena legalización del Movimiento Lávalas, el acompañamiento internacional al procesos electoral y, la recomposición de la Misión de Estabilización para Haití de la ONU, MINUSTAH, incorporando contingentes caribeños y latinoamericanos y fijando el término definitivo de su presencia en la orgullosa tierra del presidente Petión, imborrable amigo de la causa de la emancipación de los esclavizados y de independencia de Nuestra América.

yoelpmarcano@yahoo.com


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Yoel Pérez Marcano


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