El
miedo es un factor político efectivo al ser utilizado como herramienta
política de control social por regímenes autoritarios, para amedrentar
las voluntades colectivas predispuestas a la protesta, asimismo
sirve para neutralizar al adversario, confinar a los habitantes de un
territorio al ambiente de la vida privada y desalojar los foros públicos
de voces opositoras.
Existen
miedos ancestrales vehiculizados a través de la tradición oral y los
aprendizajes entre comunidades y generaciones; algunos otros
tienen residencia permanente en la memoria infantil e incluso
prolongados
hasta los años de la senectud, provocan pánico, temores e inseguridad;
no desdeñemos los que provienen de libros y novelas y adquieren
la configuración moldeada por nuestro imaginario de acuerdo a las
circunstancias
materiales en las cuales vivimos, la coyuntura durante la lectura y
los vínculos de la historia escrita con algunos retazos de nuestra
vida cotidiana.
La
memoria tiene la doble virtud de por un lado, almacenar cantidades de
imágenes, información, cifras y rostros a través del devenir de la
persona quien la ejercita, y por otro, relacionar, enlazar y construir
escenarios con todos los objetos memorizados e imaginar cuadros
dantescos
u horrorosos que vulneran la estabilidad del sujeto portador. De ahí
la memoria como factor estratégico para reflexionar pero a su vez zona
de vulnerabilidad en el ser humano.
En
esta perspectiva, el miedo se ha convertido en un mito, sin ninguna
atrevida pretensión humana a desafiarlo acumuló fuerza y se coloco
inalcanzable, amenazador, vigilante y al asedio, sin posibilidad de
ser alterado pero codiciado por muchos para utilizarlo como herramienta
de dominio, control o imposición de voluntad sobre los demás.
Cada
vez que la sociedad en general da muestra de avance, ya sea en el campo
de las ciencias, las artes, el desarrollo inmobiliario, la democracia
o uso de nuevos instrumentos en materia de tecnología, el miedo aparece
como sombra del pasado y fantasma del futuro para atrapar las mentes
débiles y orientar a grandes segmentos de la sociedad a actuar con
cautela, temerosas y hasta aferradas a creencias y signos del pasado
que le roban el derecho de ser libre.
Por lo anterior, el miedo lo hemos colocado en la bandeja de entrada de nuestro software humano para temerle a la vejez, la violencia, la muerte, al hambre, los accidentes, las multitudes, las riñas, los desastres naturales entre otros hechos fuente de dolor, desengaño, fracaso o pérdida material.
Sociedades que viven con miedo
Con
el advenimiento del neoliberalismo y la tendencia universal de la
globalización,
cuyos resultados más notorios fueron el debilitamiento del estado,
la reducción de los campos de acción donde operaba, la desregulación
del mercado y la difuminación de las fronteras, el concepto de soberanía
y autonomía estatal quedó desvanecido, los gobiernos se asentaron
sobre tierra movediza y la gobernabilidad estuvo sujeta a las
pretensiones
de los organismos internacionales y empresas financieras que cada día
ganan mayor control sobre las naciones y el mundo de las finanzas,
actúan como poder de facto y ponen en entredicho la función de un
gobierno nacional.
El
Estado no tuvo capacidad para atajar los grandes problemas, dejó
de orientar la economía, renunció a cargar de subjetividades
a la ciudadanía y dedicó su esfuerzo en administrar la cosa pública
sin un horizonte definido, una meta a medio y largo plazo y a sufrir
los vaivenes que el mercado y “su mano invisible” generan
a cada momento.
La
sociedad no tuvo un referente de interlocución, pues en estas
condiciones
el estado no dialoga, sino impone, los partidos se convirtieron en
espacios
de trabajo y generadores de actos ilícitos, acciones fraudulentas
y a representar a las empresas sin importarles ser electos por segmentos
de la sociedad que aun estaba impávida por carecer de representación
política.
La
auto representación sustituyo el lugar de los partidos, en otras
ocasiones los movimientos sociales reivindicaron la representación
múltiple y defendieron lo que los partidos no hacen o están
imposibilitados
de hacer porque renunciaron a mantener el lazo social con los grupos
humanos y prefirieron las reuniones y juntas con lobistas y
representantes
de empresas para legislar a favor de los intereses empresariales.
La
sociedad paulatinamente se ausento de lo público, las calles, parques,
esquinas, espacios de recreación, junta de vecinos y asociaciones
comunales
perdieron fuerza y capacidad de aglutinamiento, el individualismo forjó
la idea del hombre libertario en la medida del consumo sin restricción
alguna, que puede comprar y vender todo lo deseado como el ejercicio
pleno de la libertad del mercado, de ahí puede realizar sin menoscabo
la venta y a su vez compra de sus servicios, sexo, órganos, propiedades
e hijos, por ello es común que la justicia, las nuevas legislaciones,
las decisiones de estado, puedan ser subastadas en el mercado de la
ilicitud y adquiridas por todo aquel que goza de los recursos económicos
y los vínculos con el crimen organizado.
Con
el mercado como vector social de nuestra sociedad afrontamos todos
los riesgos, vivimos un Estado esquizoide, desarraigado de la
sociedad, sin lazo social, sus discursos no tienen resonancia social,
no describen los asuntos torales de la sociedad, tampoco dibujan la
representación política en el imaginario del ciudadano; sus tramas
están ligadas a situaciones caóticas o certezas lejanas, no deposita
cemento social entre Estado y sociedad, exige obediencia pero desobedece
el mandato de las normas morales instauradas y válidas, en fin, es
un ente administrativo sin presencia en la subjetividad colectiva y
percibido como nocivo para el futuro de la gran mayoría.
Sin
representación política ni garantía de sus derechos, la sociedad
contemporánea se desliza entre miedos y terrores, incertidumbre y
nostalgia,
silencios ocultos y confinamiento privado y evade todo aquello que lo
coloca cerca del peligro, de ahí la elección de espacios menos
institucionalizados,
y la preferencia a actuar la mayor parte de su vida en la cotidianidad,
los debates públicos no son círculos llamativos para ordenar nuevas
ideas y prefieren permitir que la televisión o radio le forje la opinión
pública y eso le basta para tejer tema de conversación con otros.
El
miedo reside en la persona y ella tiene como refugio el espacio privado,
ahí se esconde, rumia, duerme con esa pesadilla que lo encierra en
sí mismo, pero si colapsa el espacio privado y la frontera porosa entre
lo público y privado es diluida, el terror hace presa a la persona,
la visibiliza ante los ojos escrutadores de la autoridad pública, es
controlada en todos los desplazamientos y llega a un estado de
ostracismo
enfermizo hasta la autodestrucción.
Existen otras derivaciones de miedo provenientes del grifo de la política, caso tal de la traición como algo extraño y peligroso que vulnera las fibras sensibles de todo andamiaje institucional; el terrorista una figura creada por el Estado para aplicarla a todos quienes estén en contra de las políticas y leyes impuestas aun cuando no gocen de legitimidad, en busca ante todo de destruir la opción de la acción directa como recurso de la oposición para deponer un gobernante alejado de la confianza ciudadana.
Militarismo y miedo en América Latina
América
Latina desde los años sesenta ha soportado los experimentos y
aplicaciones
de políticas hegemónica que los Estados Unidos instrumenta para defender
sus intereses, blindar sus fronteras para “evitar” que los
acontecimientos de nuestros pueblos incidan en su territorio, controlar
los flujos migratorios, apoyar los inversores norteamericanos y fomentar
el miedo en los lugares donde nacen focos de resistencia a la política
del despojo; a su vez imponen una política de sometimiento férrea
para domesticar a los gobiernos, privatizar los recursos naturales,
apropiarse de las riquezas que producen los países latinoamericanos
y desvertebrar las luchas populares de esta parte del continente.
La
primera estrategia militar instrumentada en la desestructuración de
los movimientos populares entre los años 1960-1970, fue la golpista,
apoyados en la organización castrense nacional dependiente de la
asistencia
económica, logística e instrucción de los centros de apoyos que
suministraban
los recursos necesarios, asimismo los organismos internacionales
guardaban vínculo estrecho con el Departamento de Estado
Norteamericano,
la Central de Inteligencia –CIA- y el Pentágono con la intención
de cerrar pinzas sobre el país a atacar. A su vez, abrieron un
zaguán informativo y de inteligencia militar para que los organismos
de Estado de Norteamérica, acopiaran información, elaboraran parte
de la política exterior hacia las naciones del sur y sometiera
la política de los gobiernos latinoamericanos a las prioridades del
coloso del norte.
La
revolución cubana en 1959 fue el pretexto que enarbolaron para desatar
la militarización creciente en nuestras naciones, bajo la bandera del
virus rojo, el castrocomunismo, el interés de la URSS en la región
y la proliferación de las guerrillas. Este ramillete de argumentos
desató la primera guerra de exterminio por todo el subcontinente, a
pesar de que no existía, por las condiciones reales de existencia en
la población por las incipientes estructuras políticas y el trabajo
organizativo débil para una insurrección, no contaban
tampoco con organicidad radial propia por la dispersión de las
fuerzas que anulaban la posibilidad de cambio revolucionario, lo
sucedido
en Cuba tenía ingredientes genéricos y muy específicos de la isla,
no era una circunstancia repetible ni cabía la clonación para las
otras naciones.
El
interés invisible de la primera acción intervencionista militar a
través de los golpes castrenses fue el de aniquilar la incipiente
organicidad
que venía constituyéndose en los sindicatos, descabezar los nacientes
movimientos comunitarios y proscribir a los partidos de izquierda,
llámese
comunista o socialista. La fortaleza industrial de países como Argentina
y Brasil fue objetivo a desmantelar, destruyendo las iniciativas que
los gobiernos nacionalistas habían heredado a su pueblo; las minas
de Chile, Bolivia y Colombia fueron punto de atención para desaparecer
los sindicatos mineros y desalojar las ideas nacionalistas que en ellos
gravitaban. La cintura centroamericana, repúblicas que surtían el
mercado norteamericano y centro de inversión en productos agrícolas,
fue presa de “coronelazos” que se sentaron en el poder para garantizar
las propiedades de las compañías norteamericanas.
El
predominio económico, el fortalecimiento de la dependencia industrial
y militar y la apertura de los mercados de manera inmisericorde para
la inversión extranjera, principalmente norteamericana, fue el principio
básico que orientó la política hegemónica de los Estados Unidos
en la región.
Aun
así, bajo ese estado de terror, los movimientos populares y las
organizaciones
de izquierda persistieron en su lucha y de la guerrilla sembrada (A)
inducida y sin un trabajo previo de organicidad y logística militar,
se pasó a la guerrilla creciente (B) donde esta segunda etapa trazó
puentes dialoguistas entre sindicatos-partidos de izquierda, movimientos
campesinos-estudiantes.
Ante la recomposición de los movimientos insurgentes y la combinación de todas las formas de lucha, pero con énfasis en dos ejes: la movilización popular y la lucha armada, la estrategia norteamericana mutó y se situó en la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), cuyas coordenadas de la represión giraron en: desestabilizar gobiernos no afines a su política hemisférica, desindustrializar a los países que habían iniciado una tendencia de organización de las economías nacionales, re-direccionó el uso de los medios masivos de comunicación en tareas desinformativas para boicotear gobiernos mediante acontecimientos guardados en el silencio, noticias descontextualizadas, estigmatizaciones, criminalizaciones sensacionalistas que encubrían la saña de los militares contra el pueblo.
En ese tenor las tareas de espionaje tomaron mayor relevancia para
secuestrar,
eliminar o desaparecer líderes populares, pero ante todo identificar
como países problemas a todos aquellos con recursos estratégicos que
garantizaran la reproducción del sistema imperial capitalista
norteamericano:
petróleo, minerales, recursos naturales estratégicos y genuflexión
por parte de los gobernantes para modificar leyes y garantizar la
inversión
foránea.
La
DSN coincidió con dos factores importantes: La crisis del petróleo
y la configuración de la Trilateral en 1973, donde los países potencia,
bajo la égida norteamericana definían el rumbo del capitalismo y la
guerra frontal contra la alternativa del campo socialista.
Con
la estrategia de DSN se abrió el capítulo de guerra psicológica
(psicosocial-Miedo), cuyo núcleo era sembrar el miedo y terror en la
ciudadana; la oposición frontal ante todo indicio de reforma o gobiernos
nacionalista, acotación en todos los espacios de maniobra del Estado,
la imposición de la ideología del libre mercado y la extensión de
la ideología del terror y grupos paramilitares en varias esferas de
la sociedad, para que desempeñaran la labor sucia que el ejército
no quería maniobrar, como eran las desapariciones de líderes
comunitarios,
sindicales y estudiantiles, profilaxis social, secuestros y atentados,
grupos de delación y falsos positivos. Es necesario resaltar que la
mejor ilustración empírica de la aplicación de la guerra psicológica
es Colombia, quien se ha convertido en pionera para ejecutar al
pie de la letra los planes represivos en Latinoamérica.
La
institucionalización de la represión gubernamental, entiéndase
pre-militar,
en Colombia se inició en 1965, con la gestión del presidente
Guillermo León Valencia, tras la expedición del decreto legislativo
número 3398, “por el cual se organiza la defensa nacional”, de
carácter transitorio después adoptado como legislación permanente.
En ese decreto fueron creados los “grupos de autodefensas”, desde
entonces arma gubernamental y de los grandes terratenientes de ese país
para desatar la ola de violencia que todavía hoy soporta el pueblo
colombiano, a la cual se sumó como elemento fundamental la organización
de grupos armados de narcotraficantes y contraguerrillas que son parte
de la guerra en el país sudamericano (1).
El
punto central de la guerra psicológica-Miedo consistía en detener
la propaganda devenida de la extinta Unión Soviética, China,
Albania, Vietnam y Cuba; fomentar los valores cristianos y religiosos
en comunidades pobres y rurales para desterrar la ideología de las
clases sociales y la insurrección armada, infiltrar clandestinamente
los órganos colegiados de gobierno, universidades, sindicatos y partidos
políticos para detectar los agentes antigubernamentales o simpatizantes
de ideologías extranjeras contrarias a los intereses norteamericanos;
involucrarse en las huelgas, marchas y paros cívicos y provocar
desordenes,
y tener pretextos para imponer un Estado de Excepción o ley marcial
y finalmente, promover un nacionalismo exacerbado para limitar
ideológicamente
las ideas de izquierda que provenían de otros países, puesto que
sembraba
el odio y el rencor en la población al señalarse al promotor de la
insubordinación como agente antinacionalista que buscaba destruir al
país, todo esto dio origen a la política de delación que hoy existe.
La
DSN arrojó un saldo de contraguerrilla y ejércitos mercenarios
en Centroamérica, paramilitarización en Colombia, golpes de Estado
en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia y Perú, cadena de hombres
y mujeres desaparecidos, liquidación de fábricas, despojo inmisericorde
de tierras en el campo agentes privados y sicariato, críticas
a los gobiernos por el endeudamiento y exigencias internacionales con
relación a moldear la política económica, ajustar el gasto, desregular
los mercados e imponer restricciones en la aplicación de las políticas
públicas y finanzas.
Para
proseguir el exterminio de toda oposición, la Guerra de Baja Intensidad
(GBI) fue la prolongación de la represión de la Seguridad Nacional
pero con mayor énfasis en la parte ideológica y en la intromisión
norteamericana como factor indispensable para apaciguar la inestabilidad
política de un país latinoamericano. Los componentes de esta “nueva
“estrategia eran Contrainsurgencia: derrotar movimientos de rebelión
popular. Reversión: derrocar gobiernos revolucionarios o los que no
se ajustan plenamente a los intereses estadounidenses y Prevención:
ayudar a gobiernos aliados de Estados Unidos a evitar su
desestabilización.
La
GBI eximió de toda atadura jurídica y de trámite ante los Congresos
la intervención estadounidense en los asuntos internos de América
Latina; incluso, justificó por parte de los gobiernos en turno
como necesaria y legal su presencia para contener los conflictos
internos. Aunque en la letra el significado de baja intensidad alude
el uso limitado de la fuerza para someter al adversario, cabe también
la posibilidad, que en caso de recrudecimiento del conflicto, se pase
a una guerra de mediana intensidad, donde se emplearían mayores recursos
logísticos y militares. El escenario de la GBI es amplio, abarcativo
y atalayador, buscando a toda costa que no quedara nada fuera del
circulo
represivo, de ahí que asociaran con la GBI las situaciones de
inestabilidad, contención agresiva, paz armada, conflictos militares
perentorios, antiterrorismo, antisubversión, conflictos internos, guerra
de guerrillas, insurrecciones, guerras civiles, guerra irregular o no
convencional, guerra encubierta, guerra psicológica, operaciones
paramilitares,
operaciones especiales e invasión con objetivo específico.
El
límite de la GBI se advierte cuando el conflicto es mayor y rebasa
las proporciones del armamento convencional y exige el uso de una fuerza
mayor. Se pasa de la GBI a la declaración formal de guerra entre
dos naciones y/o cuando se emplean masivamente fuerzas de intervención
militar convencionales. Éste fue el caso de la intervención militar
estadounidense en Irak, al transformarse la operación Escudo del
Desierto
en Tormenta del Desierto. En Centroamérica, la GBI sigue funcionando,
sólo que bajo reglas distintas a la década ochenta, pero con mayor
peso en lo ideológico policial.
El éxito parcial de la GBI en Centroamérica se debió a “la complicidad histórica”, porque al caer el Muro de Berlín y la descomposición de la URSS coadyuvó a favor de los intereses norteamericanos y dio apertura de los procesos de “pacificación” y desarme en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
Guerra preventiva: estrategia para sembrar miedos
Desde
las postrimerías del Siglo XX la guerra de Irak, la estrategia afinada
por los Halcones del Pentágono de militarizar el mundo para garantizar
la perdurabilidad del capitalismo financiero y mantener el
neocolonialismo
en los países latinoamericanos, la guerra preventiva y la instauración
del Estado policial en varios países del mundo, el miedo obtuvo el
espacio privilegiado en la política y como nube de ambientación se
cargo de suficientes dispositivos de poder y se posesionó de las
subjetividades
colectivas de la gran mayoría de los ciudadanos subordinados.
Para
la década de los noventa la GBI pasó a otro orden de operatividad
y manejo logístico conducente hacia un perfeccionamiento del control
social. La invisibilización de manifestaciones en plano militar,
salvo si la ocasión y el nivel de conflictividad era riesgoso; sólo
priorizarían la inteligencia y la manipulación mediática con
el juego del "terrorismo" y la "seguridad".
Las
nuevas respuestas de los Estados Unidos al escenario naciente
latinoamericano
fue aplicar los dispositivos de poder para una guerra sutil
pero efectiva, donde los medios de comunicación, con mayor énfasis
la televisión y el Internet, desempeñaran un papel importante
para desmentalizar a los jóvenes, desestructurar los imaginarios
sociales e imponer un nuevo cuadro de subjetividades colectivas,
donde el predominio del tiempo instantáneo, lo impronta, la resistencia
a vivir procesos y la inclinación por desistir a construir el futuro
basado en inversión de ideas, tiempo, trabajo colectivo y redes
asociativas fuese el tipo ideal a construir. Con este esquema
configuraba
un ciudadano mediático, insular, fragmentado de toda red asociativa
y con rupturas severas en el eje conectivo del tiempo, donde el pasado
no tenía ninguna significancia en su vida y el futuro era un referente
lejano, por lo que el presente se perpetuaba y prolongaba.
Paralelamente
y como pieza complementaria de la estrategia global, se instrumentó
el Plan B de contingencia que consistía en la activación
de los conectores del poder que condujeran hacia la constitución de
un Estado Policial que vigilara, mediante el uso de la electrónica,
los vínculos entre los gobiernos y el incremento de ejércitos privados
para eliminar todo intento desestabilizador; Los acuerdos
intergubernamentales
permitieron armar bancos de datos, transferir información, enlazar
policías para atender casos de flujos de migrantes, pandillas y
movimientos
populares e indígenas que van más allá de las fronteras nacionales,
dar seguimiento a sucesos delictivos y políticos ajenos a los intereses
privados y ante todo, prestar asesoría para desestructurar los
movimientos
antisitémicos, como lo hace Colombia en Paraguay y el área
centroamericana.
Después
de Colombia, Centroamérica es la región de experimentación mas activa
en probar el Plan B o Estado Policial (EP), Naomi Klein le denomina
“Democracia Big Brother”, cuyo objetivo central es llevar la GBI
hacia la ciudadanía, eliminar los derechos políticos, recortar los
derechos sociales, anular las políticas públicas, acotar los espacios
de maniobra para defender sus derechos y conquistas laborales, reformar
las leyes, criminalizar las protestas en las calles y confinarle en
un rincón en donde tenga un estatus de indefensión absoluta.
El Estado policial cuenta con un holograma que grafica subjetivamente al enemigo: la lucha contra el terrorismo, El populismo radical, el crimen organizado y Tráfico de drogas y los enemigos del orden global.
Estado policial y el miedo
El
recurso ideológico del EP es el miedo, que busca, y ha
logrado hasta ahora, sembrar la incertidumbre como una estrategia
constructora
de escenarios de riesgo insertados en la subjetividad de los colectivos
humanos. El objetivo es alterar los estados de ánimo en las personas
que conduzcan a desordenarle las coordenadas que dan estabilidad a la
vida cotidiana, puesto que la angustia, el temor y la sensación de
estar en peligro los lleva a estados depresivos y de angustia colectiva.
Además, el miedo insulariza a las personas, las confina al espacio
privado o intimo y re-aparece como garantía de la vida dado que por
miedo a los males el futuro se anticipa y entra aislacionismo permanente
y concede todas las facultades al estado para conservar la seguridad
necesaria para reproducirse socialmente y obtener la preservación de
la vida y la felicidad.
Ahora
bien, la estrategia de fracturar a la sociedad, de insularizarla y
dejarla
como archipiélago humano, no es descabellada porque puede rendirle
frutos tempranos a los apetitos de los empresarios y políticos sometidos
al gran capital. Si el aislamiento prolongado conlleva a la perdida
concomitante de seguridad personal y reducción de las capacidades
afectivas,
entonces provoca en la sociedad la sensación de autismo social,
nadie se interesa por el otro y afloran las estrategias de sobrevivencia
personales o individuales, alejándose de toda posibilidad de ejecutar
alguna acción colectiva; lo otro que puede sumarse es el atrofiamiento
de las capacidades de concentración, memoria y vigilancia.
Lo
reseñado puede derivar en disturbios mentales y/o psicológicos que
incrementen los suicidios o, por otro lado, que el confinamiento atrofie
la fortaleza cognitiva y lo deje sin posibilidad de enfrentar
situaciones
complejas de emergencia, pierda habilidades para resolver problemas
de la vida cotidiana y se aleje de buscar innovaciones o alternativas
en la resolución de circunstancias adversas en su vida.
Con
el miedo los gobiernos de derecha y el depredador neoliberalismo tienen
la intención de redireccionar la mirada y las vidas de los seres
humanos,
principalmente los desposeídos, hacia un solo sentido, donde el camino
sea irreversible y no haya la oportunidad de ser re-pensado porque ya
está trazado y no hay alternativa paralela.
Inculcan en las subjetividades la inexistencia del futuro, porque este
está ligado a la duración de la vida y no trasciende después
de la muerte en el individuo, de ahí que el presente se perpetúa
en la agonía, se prolonga en las necesidades y se contrae al pensarlo.
Es una estrategia para que el presente sea encapsulado y el futuro corto
e insignificante.
La
otra pieza discursiva es el uso del terrorismo como un enemigo
impredecible,
invisible y súbito lo posiciona en el subconsciente colectivo como
algo que desconocemos, que jamás lo vamos a controlar y que está siempre
presente en nuestras vidas, provocando un estado persecutorio permanente
en nuestras vidas. Ya no controlamos nuestro espacio particular privado,
necesitamos de la protección de un salvador, un guerrero o un Estado
que sepa usar la fuerza, la autoridad y los recursos necesarios para
eliminar al enemigo imaginario, a costa de perder o permitir la invasión
en nuestra vida privada.
Así
se auto-representa el EP, y con la amenaza del terrorismo ha encarcelado
a la sociedad, limitándola a atrincherarse en su individualismo, a
temer de los semejantes, a ver al otro como potencial agresor, a vivir
con la incertidumbre pegada a la vida y alejada de toda posibilidad
de hacer vida comunitaria, porque cada vez que lo hace, el riesgo
aumenta.
La fragmentación, el alejamiento de los espacios públicos de
deliberación
y convivencia, la necesidad de estar ligados a la televisión para
recibir
la información visual permanente y mantenerse preocupado por contratar
un seguro, compañías de seguridad personal, etc., son los síntomas
de una sociedad enferma que se dejó impregnar por el virus del
terrorismo
mítico.
Ahora
bien, no sólo por razones políticas y económicas el Estado Policial
busca, para legitimar el uso de la fuerza e invadir la privacidad de
las personas, encontrar culpables –aunque sean ficticios o ajenos
a las acciones que se les imputan-, sino también por un recurso
defensivo
orientado a reducir la tensión que produce pensar algo terrible, lesivo
de nuestra seguridad y nuestras vida; el Estado (2) como agente
que intenta demostrar que controla y proporciona certidumbre, en esta
contienda antiterrorista, en coyunturas propicias hace visible al
enemigo,
aunque esa visibilidad no está ligada al control o la destrucción
absoluta de enemigo, sino como un elemento distractor que lo habilita
como un ente capaz de atacar, imponer leyes, recortar las garantías
constitucionales, etc., en favor de la “seguridad”.
La lucha contra el crimen organizado y miedo es el eje ideológico; reformas en el ámbito judicial para hacer las aprehensiones más efectivas y sin mediar proceso para demostrar la falta imputada, son parte del eje represivo; hostigamiento, intervenciones de líneas de comunicación (Telefónica, internet o grabaciones ilegales) son los componentes del eje coactivo y despidos laborales sin justificación alguna y ordenes de aprehensión por participar en protestas callejeras o desobediencias civiles, conforman eje coercitivo; las cuatro bielas estructuran el cuadrante de la nueva GBI contra la ciudadanía.
Riesgos del postmiedo en Colombia
Colombia
desde 1997 a la fecha está convertida en la plataforma hostigadora
para todos los movimientos y gobiernos que intentan salir del círculo
de dominio norteamericano, asimismo empresa bélica que surte a países
del continente de material humano capacitado en labores de espionaje,
sicariato, paramilitarismo, profilaxis social, infiltraciones
comunitarias y vínculos de redes de ilicitud del narcotráfico con
militares, de ahí que existan acuerdos y presencia de exterminadores
en Honduras, El Salvador, Paraguay, Perú y Costa Rica, y en otros países
de la región están presente sin acuerdo de gobierno pero bajo custodia
de empresarios y complicidades de agentes gubernamentales locales, como
en México, Guatemala, en la zona limítrofe de Venezuela y Argentina.
El Plan Colombia, las bases militares recién aprobadas que instalaran una sofisticado equipo de comunicación digital-satelital, acompañado por asesoría de empresas que prestan el servicios de ejércitos privados, brindaran la oportunidad a los gobernantes colombianos para provocar, apoyar, intervenir en los asuntos de los países vecinos, algunos bajo pretexto del fabuloso contenido del computador de Raúl Reyes y otras veces bajo la argumentación falaz de incursiones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- en territorio fronterizo, secuestros o atentados que en la mayoría de las veces son cometidos por el gobierno en turno y lo adjudica a los alzados en armas. Es una práctica añeja en la clase gobernante del país andino.
Indudablemente
que toda acción militar que desarrolle Colombia contra los países
colindantes cuenta con el aval de la administración Clinton,
dado que Obama sólo cumple lo que ordena el matrimonio tras el poder,
dado que los conservadores no lo aceptan como presidente y es tolerado
por los oficios de los Clinton que son la mediación entre gobierno
norteamericano y poder militar y financiero.
Los
arreglos entre gobiernos (Estados Unidos y Colombia) va más allá
de lo formal, hay implicaciones de lo que discursivamente combaten,
el trafico de drogas y lavado de dinero. Los empresarios que en la
administración
de Álvaro Uribe fueron detenidos por narcotráfico y blanqueo de
fortunas,
al igual que capos de la droga que protegía el gobierno colombiano
no son juzgados ni condenados con largas penas como lo hacen con
otros apresados, sino que en menos de un año se declaran Testigos
Protegidos, cambian de identidad, obtienen residencia en Estados
Unidos u otro país y revelan a los norteamericanos las fuentes
y redes del trafico de drogas, negocio en el que cada día los agentes
norteamericanos tienen mayor participación y jugosas ganancias.
Internamente
en Colombia se impuso un régimen de terror bajo la administración
Uribe, la Seguridad Democrática se transformó en securitización
de la vida cotidiana, donde el gobierno vigiló, controló, persiguió
y exterminó a todo aquel que consideraba enemigo de la nación,
del régimen y del proyecto de gobierno, de ahí que sindicalistas,
intelectuales, líderes comunitarios, profesores de zonas marginadas,
gestores sociales, miembros de redes solidarias, comunidades en
resistencia
y militantes de izquierda fueron desapareciendo hasta dejar un ambiente
umbrío, alejado de las reciprocidades, temeroso de la delación que
se convirtió en fuente de ingreso para muchos desempleados que
abusaron de esa práctica sin importarle la vida del señalado, las
familias fueron confinándose al espacio público y los espacios públicos
fueron convertidos en lugares mudos, ausentes, carente de dialogo
y estigmatizados como peligrosos.
La
política paso de lo colectivo y plural a lo singular; la persona, su
sonrisa, los favores de la televisión, la parafernalia en los actos
públicos y la venta de un mundo inexistente a través del discurso
oficial que impuso la norma tácita (quien no la cumplía era perseguido
o exterminado) que la globalización es oportunidad, el neoliberalismo
es sinónimo de calidad y competitividad y los tratado comerciales
ventajosos
para consumir lo mejor y más barato, cargó la subjetividad colectiva
de los colombianos y abrumó sus esperanzas hasta llevaros a niéveles
de esquizofrenia política que obnubiló las mentes y bajo el delirio
mediático destacaban valores, virtudes, fuerza y capacidad del
presidente
Uribe; cegados estaban ante la ola privatizadora, la pulverización
de los derechos laborales, el golpe de timón que dio a la educación
hasta convertirla en capacitación laboral y ajena a la búsqueda de
hallazgos científicos; nutrió a los buitres que comían en su
mesa e invitó a numerosas empresas a invertir en el país sin importarle
la contaminación y destrucción de reservas ecológicas, de aguas
y cambios de cultivos que impactaban de manera drástica en las
comunidades
locales y regionales.
Los fraudes, desfalcos, desvíos de recursos, desatención de demandas
de los pueblos y comunidades, la carencia de servicios básicos y el
flujo de desplazados por la guerra interna llegó a 4 millones de
personas
que perdieron su lugar, propiedades, abandonaron sus tradiciones,
costumbres,
reciprocidades y tramas sociales que día tras días tenia con sus
congéneres.
Nada de esas exigüidades y destrozos transitaban por los medios
de comunicación ni por la televisión, principales aliados de Uribe.La
uribización ideológica cargaba de sentido el ambiente político
y cultural de Colombia.
Al
final de su administración, la colcha de retazos ideológicos no
alcanzaba
para tapar tanta ineptitud, robos, tráficos de influencias, despojos
y muertes; dos administraciones apagaban la flama de pebetero que los
norteamericanos habían colocado en Colombia para alumbrar invitar
a la obra mayúscula de sadismo y sin pudor: uribelandia, un
episodio largo imitando la obra de Donatien Alphonse François, pero
fue la paga que dio un testigo protegido No 82 desde 1991, cuando fue
senador y colaborador de Pablo Escobar, lo afirma el documento de la
Central de Inteligencia Americana-CIA-.
Indudablemente,
la euforia, el carnaval de dinero en los medios y la fanfarronería
de que acabaría con la insurgencia en Colombia embriagaron las
expectativas
de los ciudadanos, cada día eran cifras que adornaban los noticieros
de guerrilleros caídos, decían que eran menos de 8 mil los alzados
en armas, los muertos superaban los 30 mil y aun mantenían el tenor
discursivo, las cuentas no cuadraban. El fenómeno Chávez en Venezuela
sirvió de pretexto para ampliar el radio de acción bélico, la represión
abrió el compas de acción y los resultados eran los mismos, se acercaba
el fin de la era Uribe.
Es
claro para los especialistas en ciencias sociales, que el miedo
atemoriza,
confina a un espacio reducido al hombre y mujer hasta arrinconarlo
en un estadio de parálisis, inmovilidad y con la capacidad dialógica
atrofiada, porque ve en el otro un potencial agresor y el mundo exterior
lo percibe como adverso a sus intereses.
En
este estado catatónico relacional, las redes sociales no importan,
las reciprocidades desaparecen lentamente y nos induce a un estadio
de autismo social, que al permanecer por largo tiempo, nos impide ver
donde se fraguan u ordenan las construcciones políticas novedosas que
puedan negar la adversidad existente, entre ellas las acciones
colectivas
de algunos movimientos sociales, la guerra de posiciones, las aperturas
de arcos convergentes, los núcleos de subjetividades de rupturas,
los avances de la oposición armada, las acciones de intercambio
humanitario,
las comunidades de base y las voluntades populares en disposición
movimientista.
Justo ahí aparece el quiebre de la tendencia silenciosa de la política instaurada por Uribe, la imposibilidad jurídica que la Corte Suprema de Justicia emite contra la re-elección toma por sorpresa a los electores que no habían oteado un Plan B ni una construcción política distinta a la difundida por el gobernante en turno y, ante monumental oquedad, el personaje osado, Antanas Mockus, con discurso vacío, con énfasis en lo moral, ética política, el manejo con transparencia de los recursos públicos, el respeto a la tolerancia, la crítica a los fraudes, la impunidad, la necesidad de reconstituir las instituciones públicas atrae cual imán en caja de clavos, los desesperados anhelos de los colombianos que viven dentro de un espectro dantesco donde… mueren anualmente más de 20 mil niños menores de 5 años por desnutrición aguda, de cada 100 madres desplazadas gestantes, 80 padece desnutrición crónica, el desplazamiento forzado supera los 4.5 millones de personas y con un PEA (Población Económicamente Activa) cesante que supera el 60%; no obstante el gobierno se esfuerza en presentar como un logro de su estrategia política y social los 20,5 millones de colombianos y colombianas pobres y a 7,9 millones en extrema pobreza o miseria. Según la línea de pobreza oficial, son pobres los miembros de un hogar de cuatro personas que el año pasado acumulaban un ingreso mensual máximo de 1'086.000 pesos; si el ingreso percibido es inferior a 468.000 pesos, se considera en extrema pobreza. 23 de cada mil niños en la costa Caribe mueren de hambre (PUND). 25 infantes de cada 100 en la Guajira, presentan desnutrición crónica. Cifras de Unicef.(3)
La
postura de Mockus ante las demandas de los habitantes del país
mencionado
es esquiva, de ahí que la lectura que manda a los lectores es la de
un candidato de racionalidad neoliberal, con discurso irreal y
vacuo que dibuja una Colombia con perfil de país nórdico (Finlandia,
Noruega Suecia, Dinamarca…) que propone sustentabilidad ante
las nuevas obras y cuidado de la naturaleza, mercados emergentes,
presión
militar para promover la desmovilización de los insurgentes, calidad
de vida, promoción de la salud en zonas marginadas, respeto y
tolerancia,
integración familiar y formación de nuevos ciudadanos con alta cultura
política; asimismo, comparte la Seguridad Democrática y mantendrá
el apoyo, en caso de ser electo, a las fuerzas castrenses, la presencia
militar y bases de operaciones de los norteamericanos, la agenda de
las privatizaciones mantendrá la entrega de los recursos públicos
y estratégicos de la nación, las inversiones en agua, represas, minas,
biodiversidad con la industria farmacéutica al frente, será
vital para los inversores extranjeros.
No asume ningún compromiso de retornar los derechos sindicales despojados, todo indica que alentará el empleo indirecto, sin carga a los empresarios, esquilmador de laborales prestaciones y con salarios reprimidos. En educación no hay un planteamiento claro del papel de la universidad en el desarrollo socio-económico y cultural del país y elemento coadyuvante en la solución de miles de problemas que debe enfrentar el estado. Y en política de seguridad no hace propia la voz reclamante de desenterrar los enclaves paramilitares incrustados a lo largo y ancho del país, donde empresarios, comerciantes, grupos musicales, medios de comunicación representantes políticos, empresarios deportivos, universidades privadas y públicas comparten responsabilidad para mantener el miedo, el terror y exterminar a todo colombiano que piense distinto al gobierno.
Los
interrogantes que hace Milton Caballero los hago propio y socializo:
* ¿Gastará, como Uribe en 2009, $19,2 billones anuales del Presupuesto Nacional en la “seguridad democrática” que ha prometido continuar?
*
¿Privatizará el 15% de Ecopetrol, la principal empresa
del Estado, como propuso Sergio Fajardo?
* ¿Vender las entidades públicas más productivas
es una herramienta válida para financiar la educación y otros
ámbitos sociales?
*
¿Continúa siendo partidario del cobro escalonado de
matrículas,
como cuando fue rector de la Universidad Nacional?
* ¿Sigue creyendo que los decretos de Uribe sobre
salud “son legítimos” y que la crisis del sector se resuelve con
más impuestos?
*
¿Los gravámenes a todos los estratos son la vía para
afrontar
los problemas del país?
* ¿Dónde están las grandes estrategias de defensa
del medio ambiente que se supone son el fuerte de un partido Verde?
*
¿Su respaldo a la reforma laboral de 2003, que atenta contra
derechos de los trabajadores, sigue en pie?
* ¿Por qué se fue a la sombra de Opción Centro,
el grupo amigo del procesado senador Gil, y no optó por construir
partido
propio?
*
¿Cree en realidad que “las balas también son un recurso pedagógicas”
como dijo hace poco?
* ¿Por qué se atemoriza ante los regaños de
Uribe y ruega que lo siga considerando
“un firme timonel de la seguridad”?(3)
La
imagen del lituano-colombiano es emotiva, colorea la organicidad con
verde esperanza y equilibrio de la naturaleza, con perfil parco,
alejando del consumo y estricto ahorrador, apegado a la familia,
sistémico
en su trabajo y matemático por profesión ofrecen un gobernante puntual,
transparente, eficiente en las tareas y eficaz para actuar y
transparente
en el manejo de las finanzas públicas. Sin embargo la Colombia necesita
más que una imagen de niño bueno y aplicado, requiere un gobernante
audaz, capaz de confrontar a los sectores latifundistas que han
acaparado
tierras y empobrecidos grandes segmentos de campesinos y pequeños
productores;
reclama el país un mandatario que ejerza la autonomía frente a las
imposiciones norteamericanas que abusan de Colombia cada vez que la
necesitan para agredir a país vecino.
La
alusión a las relaciones comerciales con Venezuela, el discurso esconde
la responsabilidad de los Estados Unidos en el conflicto quien ha
involucrado
al gobierno de Uribe como gatillo provocador y hostigador para vulnerar
la frontera extensa con los bolivarianos y desgastar la administración
de Chávez, disfrazando la intromisión con vínculos con las FARC y
tráfico de drogas; hoy el país es el vertebrador de la política
norteamericana
en la región y no es un hecho en cuestión por los diversos actos de
participación en eventos de trascendencia en la política
latinoamericana.
Y el problema toral de Colombia no es pieza importante en el discurso Mockusiano, la guerra se mantiene, los enclaves actorales requieren de oficio, inteligencia, trabajo en redes y empleo para desestructurarlos y poco a poco ir modificando los estilos de vida y cultura de la muerte que prevalece en ellos. De igual manera los enclaves culturales del conflicto han dejado un registro profundo en la subjetividad que podríamos denominar el síndrome de la violencia, cuya manifestación es el uso de la fuerza para despojar al otro de sus pertenencias, sacar ventaja sin competir y en algunos casos esperan que otro resuelva lo que corresponde resolver el implicado. Necesitamos que la esperanza colombiana sea la flama del sujeto colectivo, de todos los que ansían erradicar la violencia, el despojo y el paramilitarismo debe asumirse como sujeto colectivo y no delegar en Mockus que matemáticamente resuelva lo que corresponde a todos los colombianos enfrentar como reto en el Siglo XXI.
Notas:
1/ Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales, 2007, Análisis en profundidad de la realidad de Colombia y su conflicto, en http://www.nodo50.org/tortuga/Analisis-en-profundidad-de-la
2/ Salazar, Robinson, 2006, Visibilizando al enemigo: EE.UU vs América Latina, en Revista Utopía y praxis latinoamericana, Venezuela.
3/ AP. Crítico, 2010, Desnutrición por empobrecimiento asesina anualmente a 20.000 niños menores de 5 años en Colombia. Guerra económica, en http://www.kaosenlared.net/noticia/desnutricion-empobrecimiento-asesina-anualmente-20.000-ninos-menores-5
4/ Caballero, Milton, 2010, Mockus más allá de los mitos: más guerra y privatizaciones, http://www.ajpl.nu/radio/index.php?option=com_content&view=article&id=756:mockus-mas-alla-de-los-mitos&catid=81:europe&Itemid=458
(*) Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa/México
robinson.salazar@insumisos.com
salazar.robinson@gmail..com