¡Soy un burgués!

Érase una vez... en búsqueda de determinación

Érase una vez -en algún lugar que hemos transitado-, aquella frase que nos ha cantado -cual ingenua, traviesa o segura de sí- “¡soy un burgués! ”. Frase que nos pareciera manifestar con cierta determinación, un reconocimiento del sujeto que la emplea; una identidad; un modo de sentir-se; un modo de conocer el mundo; un modo de interpretarlo. Frase que no puede tomar vida por si sola, frase que en su “estando-en-vida”, se ubica en un contexto particular, tanto desde su fuente -quien le da vida- como en el público quien la percibe. Frase que se debe a su causa, causa que nos puede recordar la joven reflexión del viejo Aristóteles:

Evidentemente es preciso adquirir la ciencia de las causas primeras, puesto que decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera1

Así, nos podríamos preguntar, -entre otras cosas-, ¿qué es lo que se sabe en esta frase -¡soy un burgues! -? , ¿qué causa su expresión? , ¿cuál es su contenido? , ¿cuál es su aporte para transformar nuestro mundo? . Dejemos por lo tanto, la atención sobre esta frase desde la esfera de la contemplación y las representaciones, y vayamos a la esfera de lo concreto, donde el sujeto toma un papel protagónico y re-creativo de las expresiones del lenguaje, y donde a través de un camino, podemos de-velar algunos de los “misterios” que subyacen, en la cotidianidad de nuestro relacionar-nos con el mundo.

Lo que sigue, es un aporte -un camino- para generar un marco interpretativo que nos acompañe a encontrar respuestas a los planteamientos anteriores, no pretendiendo ser, un preTexto enciclopédico sobre burguesía ni mucho menos, un manual de “auto-ayuda” para responder a la famosa pregunta Charlie Matiana ¿seré o no seré? , que nos podriamos hacer, si recordásemos la traviesa frase saliendo alguna vez, de nuestro maleable espíritu.


Un acercamiento histórico al término Burguesía

Dando una mirada a la historia que, en lineas generales, podemos tener acceso a través de investigación documental, el término burguesía, se remonta originariamente a la época de la edad media, comprendida entre los siglos V y XV, con la gestación de una incipiente vida urbana mediante el establecimiento de burgos, pequeñas ciudades, que se conectaban entre ellas, a través de rutas comerciales que unían a los feudos y reinados de aquella época.

En estas pequeñas ciudades, conformadas generalmente por artesanos y mercaderes, se generaron dinámicas de producción y comercialización de mercancias, que les permitió -a los burgueses- acumular el suficiente poder económico para generar un estatuto juridico propio -no neutro-, que les abriera camino para transitar hacia un nuevo orden geopolítico derivado del crecimiento de los burgos, a las ciudades y villas de mayor población. Se gestaba entonces, la semilla capitalista. En ese momento histórico, el ser burgués, era manifestación de ser natural o habitante de un burgo constituido y de estar inserto en las dinámicas antes mencionadas.

De estos primeros estatutos jurídicos, se viabilizó un orden que potenciaba el desarrollo de un polo de poder que se presentaba desafiante del orden establecido. Orden que se sostenía en la organización estamental2 propia de la sociedad feudal. Aquí, la burguesía se ubicaba en el “tercer estado” -tambien conocido como “estado llano” o “pueblo”-, siendo el sector mas acomodado del mismo3 .

Del crecimiento de los burgos, la intensificación de las dinámicas comerciales y la presión económica ejercida hacia los otros estados -la nobleza y el clero-, la burguesía logra la apertura económica de los espacios acotados en las propias ciudades, iniciando así un proceso de expansión burguesa que originó la aparición de nuevos modos tecnológicos de soporte al comercio capitalista -¿neutros? - tales como sistemas de producción industrial, sistemas de transporte de mercancías -telas, especies, esclavos-, sistemas monetarios, sistemas de banca y finanzas -crédito, préstamos, seguro, cheques-, con el propósito de seguir escalando en la sociedad para el “beneficio” de su sector.

Con esta expansión -que acumula poder económico y poder de producción capitalista-, ya en la época comprendida entre los siglos XVI y XVIII, la burguesía acotada por el techo que le imponía el modelo feudal, se presenta ante un inconformismo con su posición marginal en la sociedad estamental y debido a la sucesiva imposición de controles, como impuestos y tributos, a su no presencia de peso en el juego político de los otros dos estados -nobleza y clero-, y a la ambición consecuente de las dinámicas de producción capitalista, la burguesía se convierte en el sujeto histórico de transformación social, iniciando una serie de revoluciones 4 que culminaron con el devacle de la sociedad feudal y el surgimiento de la sociedad capitalista, la sociedad burguesa.

Aquí, en esta sociedad capitalista, el orden de sociedad de clases sucede al orden estamental, declarándose que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, y “gozan de las mismas oportunidades” para emprender un camino de dignificación de sus condiciones de vida. Aquí nos podemos preguntar recordando nuestra infancia, ¿qué significa el orden de sociedad de clases? , ¿qué es una clase? , ¿cuántas clases existen? , si la sociedad capitalista es la sociedad burguesa, entonces en esta sociedad, ¿todos somos burgueses? , ¿en realidad todos tenemos las mismas oportunidades?

Hasta ahora, en este acercamiento histórico, hemos expuesto el origen -a grandes razgos- de la burguesía, su posición en la sociedad feudal, sus dinámicas económicas, su acumulación progresiva de poder y su influencia y papel hacia un nuevo orden social, el orden capitalista. Sin embargo, parece hasta ahora oculta, la pregunta por los modos y relaciones de producción que se dieron desde los burgos y que fueron consolidándose hasta nuestros días. ¿Cómo se dan las relaciones burguesas de producción? .

Junto con el origen de los burgos, como sector más acomodado del pueblo -tercer estado- en la sociedad feudal, nació un genero de trabajadores al servicio de la burguesía, el proletariado. Antes de este género, en la época feudal, la población trabajadora se constituía en esclavos y siervos. Los esclavos, objetos de trabajo de sus amos, se les reconocía como una mercancía más, dentro de la actividad de producción basada en la agricultura y la explotación y transformación de recursos naturales. Los siervos, reconocidos como seres humanos a diferencia de los esclavos, propios de la época feudal, eran la fuerza de trabajo de los nobles dueños de las tierras; y teniendo propiedad sobre instrumentos de producción, les era asignada una porción de tierra -propiedad del noble-, para su explotación, a cambio de una porción de lo producido por estos, de una actividad asignada o, de algún tributo particular.

Los burgos, -decíamos-, originariamente estaban conformados por artesanos y comerciantes, y a medida que se daba el desarrollo tecnológico burgués -tanto industrial como jurídico-; el crecimiento de poder económico de este sector, y el crecimiento de estas pequeñas ciudades dada por la asentación de siervos y esclavos liberados de la opreción de nobles y amos; los burgueses apropiados de los medios de producción, convirtieron a los desposeidos de los medios en obreros asalariados, en proletarios.

Amo-esclavo, noble-siervo, y ahora burgués-proletario, entra en la historia como relación fundamental para la sostener el modelo de sociedad capitalista, la sociedad burguesa. En esta relación subyacen cualidades específicas que caracterizan a cada uno de estos generos, veamos:

• El burgués quien constituye la inmesa minoría de la sociedad capitalista -la clase dominante-, es dueño de los medios de producción, y vive a costa de explotar el trabajo asalariado. El “ser dueño” es consecuencia de un modelo tecno-político que se manifiesta en la propiedad de los medios de producción basado en un marco jurídico propio a los intereses de la burguesía.

• El burgués es amparado por un modelo de Estado Burgués construido a su imagen y semejanza, cuyas dinámicas buscan proteger y perpetuar las relaciones de producción y de poder, que persiguen la acumulación continua de capital a favor de la burguesía.

• Iglesia, Universidad, Ejército, Seguridad Social, Modelo de Educación, Medios de Comunicación, Productos y Servicios, son categorías que en la sociedad burguesa, se llenan de contenidos propios a los intereses de su clase dominante.

• El proletario quien constituye la inmensa mayoría de la sociedad capitalista -la clase dominada-, es desposeido de los medios de producción y debido a esto, se ve obligado a vender su fuerza de trabajo a los burgueses, para recibir en compensación, los recursos necesarios para subsistir.

• La relación primigenia burgués-proletario se basa en la expropiación de la fuerza de trabajo, del burgués al proletario. En la condición que imprime esta relación de producción, estas dos clases se niegan una respecto a la otra: un proletario no es un burgués, un burgués no es un proletario.

Vemos entonces que el orden de sociedad burguesa, se fundamenta en dos clases: La clase explotadora -la burguesa, la propietaria de medios de producción- y la clase explotada -la proletaria, la trabajadora de los medios de producción-. Vemos también, que vivir en una sociedad burguesa no significa que todos somos burgueses, ¡al contrario! , en la sociedad capitalista, la minoría de las personas, -que es la privilegiada-, se constituye en la minoría burguesa. Cabe de nuevo preguntarnos ante lo aquí expuesto, ¿en realidad todos tenemos las mismas oportunidades? .


La “ideología burguesa” como tecnología para la alienación de la clase proletaria

Parece ser, en nuestra época, a distinción de la época prima-veral de la sociedad burguesa, que la diferencia entre las condiciones materiales de existencia de la clase dominante -la burguesa- y la clase dominada -la proletaria-, “se vuelve difusa” en términos de reconocimiento de, “mi estado de bienestar”, “mi acceso a bienes y servicios”, “mi papel en la dinámica productiva”, y “mi posición en la sociedad de clases”. En los primeros momentos de la sociedad burguesa, existía una diferencia clara entre las clases de esta sociedad, que se evidenciaba en la cotidianidad de cada uno de los miembros de la dinámica de producción del capitalismo.

Desde los inicios del sistema capitalista, debido a la “madurez” desarrollada por el aparato tecnológico industrial, para la producción de necesidades de consumo, traducido en bienes y servicios -del momento-, e igualmente debido a la utilización -por parte de los burgueses- del sujeto proletario como poseedor de fuerza de “trabajo abstracto”, dentro de una cadena de producción industrial como un aparato más; los proletarios -niños, mujeres y hombres, tanto jovenes como adultos- tenían un duro trabajo caracterizado por largas jornadas laborales -12, 14 y hasta 18 horas de labor-; ausencia de higiene en su espacio laboral; ausencia de lo que conocemos hoy como seguridad social, pensión, jubilación; no tenencia de vivienda y en general, unas condiciones de subsistencia opuestas a las condiciones de existencia de la vida burguesa.

Con el pasar de los años, a través de luchas impulsadas por los proletarios, y gracias al “avance” de la tecnología industrial burguesa -¿neutros? -, se conquistaron mejoras a las condiciones de explotación, ganándose cambios cuantitativos tales como, reducción de jornada laboral, seguridad social, vacaciones, bonos -de fin de año, de productividad, de empleado del mes, de coordinador de proyectos, etcétera-, ropa especial para el espacio de trabajo, ambientes cómodos de explotación, aire acondicionado, musiquita de fondo, escuelas o jardines de infacia, transporte, acceso a la banca, crédito, vivienda, entre otros. Aquí entramos, en la era de la “explotación humanizada” -¡cual burguesía generosa! -, en la era de las “diferencias difusas” entre las condiciones materiales de existencia de la clase dominante -la burguesa- y la clase dominada -la proletaria-.

Así, hoy en día, comúnmente se dice que la sociedad se constituye en múltiples “claseS”, clasificándose éstas, por su estatura, a ver: la “clase alta”, la de los altos poseedores de capital; la “clase media-alta”, la de los medianos poseedores de capital; la “clase media”, la de los medios acomodados en la sociedad; la “clase media-baja”, la de los arrejuntaos a la clase media; y la “clase baja”, de la que no nos gusta hablar o pensar. Este reconocimiento de “claseS”, dependiendo del contexto geopolítico social puede variar en “clase rica”, “clase pobre”, “clase corrupta”, “clase honesta”, “población A, B, C, D, E y F”, y cualquier otro tecnicismo producto de la razón tecnócrata econometrista -propia de la sociedad burguesa- que clasifica de acuerto a “estratos” sociales.

En esta situación, el ser burgués parece perderse en esa multiplicidad de clases -dibujadas como algo natural de la sociedad, cual dogma de fe de la iglesia, ¿dibujadas por quién? , ¿dibujo neutral? -, generando condiciones fértiles para que el sujeto proletario entregado a esa estructura estratificadora, a ese “paisaje difuso”, exprese cual seguro de sí, “¡soy un burgués! ”, posiblemente confundiendo la legítima expresión “¡soy de la burguesía! ” -como antes se decía cual hijo de la sociedad feudal, ¡soy de dios todopoderoso! -.

¿Por qué? . ¿Por qué la confusión? , ¿hay confusión? , ¿por qué la expresión “¡soy un burgués!” en un sujeto proletario? , ¿qué circunstancia nos lleva a expresarlo cual burguesito? , ¿bajo qué racionalidad proletaria podría expresarse la frase “¡soy un burgués! ”? , ¿por qué en esa frase se expresa escondida, la discapacidad de darse cuenta de dónde se está parado? , ¿acaso es producto de ingenua ignorancia, o acaso es expresión de “algo” presente en la sociedad burguesa? . Caminemos por ese “algo”.

Hemos expuesto que el orden de la sociedad capitalista, se fundamenta en dos clases: La clase explotadora -la burguesa- y la clase explotada -la proletaria-. También hemos mencionado algunas cualidades que caracterizan la relación entre estas clases, tal como, la negación presente en la condición burgués-proletario. Cuando un proletario expresa -convencido de si, conciente de si- “¡soy un burgués! ”, pareciera entonces que estamos presentes ante una contradicción de identidad, algo así como “¡soy un algo que no soy! ”. Exploremos esta contradicción:

¡Soy un burgués! , expresa un reconocimiento de identidad. Pero resulta ser que ¡esa identidad no me pertenece, ya que mi condición material de existencia se debe a mi condición de proletario! . Entonces me pregunto, ¿pero por qué no me pertenece si esa identidad está en “mi conciencia”? , ummm, ¿acaso “mi conciencia” no es mia? , si no es mia ¿cuándo dejó de ser mia? , ¿a quién le pertenece? , ummm, ¿será esto posible? . Nos hemos encontrado en este punto, con el de-velar emancipador que el sujeto ha hecho sobre su conciencia alienada5 . Sigamos explorando.

El sentir propio de sí, la identidad de la vida burguesa, entrando en contradicción con las condiciones de existencia dentro del juego tecnopolítico de la producción capitalista, constituye, por lo tanto, una expresión concreta de alienación del sujeto proletario, una expresión en términos llanos, de falsa conciencia6 . Esta falsa conciencia sugiere entonces que el sujeto proletario alienado, se reconoce en una visión del mundo que no le pertenece, en un explicar de las cosas que no le corresponde, en terminos generales, en un ideario, en una ideología que no le es suya. El sujeto proletario alienado, asume para sí, la bandera de la ideología burguesa.

Pero nos imaginamos que la ideología burguesa “no se coloca en la conciencia proletaria” como se coloca un perol sobre una mesa, o como se coloca una mata sobre un matero; sentimos que es algo incommensurablemente complejo y que no sólo es asunto del plano de las “ideas”, y que éstas -las ideas burguesas-, aunque se expresan en la unidad dialéctica de causa y consecuencia7 , requieren de un contexto concreto, material, un contexto que le de vida a esa ideología opresora, que se constituya como cotidianidad en la vida proletaria. ¿Qué otro contexto mejor, sino el contexto tecnológico a favor de la estructura económico-política del sistema capitalista?.

Los “medios de comunicación” masivos; el “sistema educativo” y sus ilustres casas de estudio; el libre y ganado “acceso a la propiedad privada”; la “homogeinización del acceso” al mercado; el “reconocimiento y compensación” de prácticas por parte del “sistema”; en fin, el gran sueño americano, que promociona, que en la sociedad burguesa -capitalista- todos tenemos las mismas oportunidades para tener “éxito en la vida”, y escalando en la jerarquía de las relaciones sociales “superarnos como individuos”. Todas estas ideas, están sostenidas por estructuras tecnológicas duras y blandas que dominan en la cotidianidad del oprimido, ocultando con sutileza, la explotación del hombre por el hombre y la depredación de la naturaleza por el capital.

Día a día vemos en la televisión, leemos en la prensa y escuchamos en la radio, un sin fin de publicidad de “necesidades de consumo”, compra! , compra! , compra! ; consume! , consume! , consume! nos resuena ingenuamente en nuestras cabezas. Pero para comprar, porque todos tenemos la oportunidad de acceder al mercado, para “tener”, necesitamos plata, y para tener plata necesitamos “tener trabajo”8 , y en la medida que el trabajo que tengamos nos retribuya una mayor suma de dinero, en esa medida podemos comprar y seguir comprando: compro comida, compro alquiler, compro condominio, compro vestido, compro transporte, compro salud, compro decoración, compro tecnología de punta, compro prestigio, compro placer, compro acceso a diversión, a entretenimiento, a viajes, a conocimiento, compro acceso a la banca, compro acceso al crédito. Un trabajo de “buena paga” -con suerte- puede conseguirse si tengo un “buen título” de una “buena universidad”, un título, una profesión que sea bien cotizada en el “mercado de trabajo”, una profesión que “me permita escalar”, que me permita “ser alguien en la vida”, que me permita subir en la jerarquía social, ser reconocido, ser un doctor, que me permita comprar una casa, para la familia, para la buena vida, para que nuestros hijos crezcan y tengan las mismas oportunidades que nosotros, para que estudien y trabajen, para que sean unos hombres y mujeres que contribuyan como yo, al “desarrollo de la sociedad”.

Podemos de-velar así, que toda esta super-estructura tecnológica capitalista, que no es otra cosa que la res extensa de la ideología burguesa, tiene como propósito -con la convicción de no neutralidad-, la perpetuidad del poder que la controla, el encubrir la explotación de las relaciones sociales de producción; el humanizar la mercancía y cosificar al hombre y la mujer -cual aparato de producción burguesa-; el legitimar la ideología burguesa como único camino de vida para las relaciones humanas; el hacer del hombre, el hombre unidimencional; el hacer del mundo -burgués-, el mundo sin opocisión.¡Soy un burgues! entonces, se presenta ante nosotros, como manifestación concreta que tiene el poder tecnológico burgués para anular en el espíritu proletario, todo sentido de emancipación y de transformación del mundo (! ! ).


Conciencia de clase como combustible para la transformación sustentable de nuestro mundo

Hemos expuesto las “maravillas” de la ideología burguesa en la clase proletaria; el cómo la falsa conciencia, recrea un mundo de ideas y concreciones ajenas a la mujer y al hombre proletario; el cómo la super-estructura tecnológica capitalista deviene ante nosotros para ratificar el poder de dominación de la clase opresora, haciendo difuso el juego tecnopolítico de la producción capitalista. Ante nosotros, se presenta el peligro paralizante de la falsa premisa del “fin de la historia” de Francis Fukuyama 9 .

Vivimos en un mundo dominado por la lógica del capital, un mundo que sufre de la depredación y desfoliación de la naturaleza, de nuestra pachamama. Un mundo que experimenta en nuestra época, la fase más expansiva y agresiva del sistema capitalista, en donde los grandes poseedores del capital, -los grandes burgueses-, se enfrentan unos a otros por la acumulación del poder político-económico en pocas manos. Vivimos a nivel mundial, con la presencia de corporaciones-estados que sirven de epicentro para dirigir la apropiación global ilegítima de los recursos naturales energéticos, para sostener el mega-aparato tecnopolítico industrial al servicio del mercado; todo esto encubierto, mediante falsos discursos de “intereses de paz mundial”, de “seguridad de las naciones”, de “la libertad de expresión”, de “tratados de libre comercio”, de “partidos verdes”, de la “libertad de culto religioso” y entre otras cosas, de la “protección de las grandes economías”.

Esta lógica se impone, en contra de la autodeterminación de las naciones, y más aún, se propone a llevar a escala mundial, lo que hemos expuesto en razón de la relación antagónica existente entre la ideología burguesa y la condición proletaria: ¡la globalización de la falsa conciencia! .

En este momento histórico, la guerra por nuestra autoderterminación -por ahora-, no se da en su expresión bélica; el genuino campo de batalla, se da en el campo de la cotidianidad, en el campo de la práctica, en el campo del pensamiento, de las ideas, en el de la cosmovisión del mundo. Hoy más que nunca, la ideología y la praxis constituyen una unidad plena para la batalla por la emancipación social, para la batalla por la construcción del Socialismo en nuestra tierra. La guerra que vivimos, llamada de cuarta generación, es la guerra por la conciencia, pero tambien, es la guerra por la manifestación concreta de transformación material de la cotidianidad de nuestro mundo.

El proyecto que abanderamos, la refundación de la república, la integración latinoamericana y la transformación de la relaciones sociales de producción de nuestra patria grande, que nace de lo sueños y luchas libertarias de nuestros grandes hombres del siglo XIX -entre ellos, Miranda, Rodríguez, Bolívar, Sucre, Zamora y Martí-, que busca materializar el ejemplo del primer socialista de la historia, Cristo, y que se enriquese de la obra del primer genuino cristiano, Marx, es un proyecto de creación heroica, de búsqueda permanente de la máxima felicidad social posible! . En esta tierra, nuestra tierra, como menciona nuestro presidente, ¡le vamos a borrar la “u” a la utopía! .

En nuestro momento histórico, es el proletario el sujeto de transformación del orden social, el proletario del siglo XXI: mujeres y hombres trabajadores del sector privado productor de necesidades de consumo, desde las fábricas de producción primaria, pasando por la mediana industria, llegando hasta los centros de producción burguesa basados en bienes y servicios -cadenas de consumo, centros comerciales, educación privada, transporte, salud, vivienda-; el campesino productor de la tierra “propiedad” del burgues; el hombre y mujer indígena sometidos por los intereses capitalistas de depredación del planeta; el trabajador “informal” sometido por la necesidad de dinero para vivir; el artista, el poeta, que se ve sometido a convertir su creación en burda mercancia -y en el proceso se descarrila-; el trabajador del sector público sometido por las viejas estructuras organizacionales del Estado Burgués que hay que transformar -sistema educativo, instituciones y empresas públicas- ; las amas y amos de casa que asumen el orden y educación de los hijos de la patria, los adultos mayores pensionados y jubilados -y los no también- que sienten la dicha de vivir en su tiempo histórico la transformación social y que tienen mucho que aportar en esta heróica batalla; los jovenes estudiantes sometidos por un modelo educativo que busca convertirlos en una pieza de producción de la gran maquinaria capitalista; en fín, es el proletario de nuestro siglo, el sometido por los intereses del capital -intereses de la burguesía, grande o pequeña-, quien tiene como orgullosa carga, el rol de agitar, participar y protagonizar la contrucción de la patria nueva, la transformación sustentable de nuestro mundo.

Esta transformación requiere la transformación de nosotros mismos, no podemos construir patria con la trampa tecnológica que la ideología burguesa nos impone en nuestro espíritu; se nos hace imposible dar pasos firmes hacia la “topía” socialista teniendo dentro de nosotros una falsa conciencia. Ahora bien, el dilema no es tan sencillo, no es de “tener o no tener”, no es quitar la falsa y poner la verdadera; es que no existe tal verdadera como un producto acabado “listo para usar”. Se trata de cultivar, se trata de estudiar, se trata de reflexionar, se trata de practicar, se trata de construir día a día nuestra conciencia de clase, nuestra conciencia de proletario, en este, nuestro siglo XXI.

A través del debate, el debate fraterno; a través de la participación en los asuntos de la transformación de la sociedad; a través del relacionarnos concientemente con nuestra cotidianidad, en conrrespondencia con nuestras condiciones materiales de existencia; a través de la lucha diaria en nuestros espacios de trabajo, agitando, alzando la voz, develando la trampa tecnológica de la ideología burguesa, revelándonos contra el sometimiento a los intereses de la burguesía, preguntándonos ¿dónde está el socialismo en nuestro espacio? , y aportando en el traer al presente, a nuestro presente, aquello que veamos que materialice nuestra emancipación; a través de lo mencionado, podemos construir día a día nuestra conciencia de clase, superando al mismo tiempo la falsa conciencia que nos somete en nuestra cotidianidad.

Desde nuestros espacios, desde nuestra particularidad -donde hacemos vida-, haciendo esta reflexión, por supuesto que cada uno de nosotros tendremos algo que aportar, en el cultivo de nuestra conciencia de clase, en la consolidación de este combustible para la transformación sustentable de nuestro mundo.

Por último, dejo aquí, estos dos símbolos ¿ ? para vestir el título de este preTexto, y permitirnos ver dentro y fuera de nosotros, la posición que jugamos en este mundo capitalista, la posición que jugamos en esta guerra de emancipación.

(*) farraez@cenditel.gob.ve

Investigador del Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres


Notas

  1. Aristóteles, Metafísica, libro 1, 3.

  2. El término Sociedad estamental designa un tipo de organización social basada en la desigualdad de condiciones, sancionada por el sistema jurídico-político y legitimada tradicional y teológicamente (por la costumbre y por una ideología de base religiosa), en el que los individuos permanecen adscriptos a diferentes categorías (estamentos), ordenadas jerárquicamente dentro de su grupo humano, que prescriben la esfera de actividades a las que se pueden dedicar y sus limitaciones políticas, y que son en principio relativamente inflexibles a las variaciones e independientes de las acciones o logros (económicos, políticos, militares, intelectuales) de los individuos. Artículo “Estamento”, Fuente: Wikipedia.

  3. El Tercer Estado es uno de los tres estamentos básicos de la sociedad propia del Feudalismo y el Antiguo Régimen. Se compone de la población carente de los privilegios que gozaban el Clero y la Nobleza, por tanto puede ser también considerado equivalente al grupo de no privilegiados o de pecheros (los que, particularmente en Castilla, están sujetos al pago de impuestos). También puede denominarse estado llano, pueblo llano o pueblo a secas, plebe (por similitud a la división de la sociedad romana en patricios y plebeyos), o común. Artículo “Tercer Estado”, Fuente: Wikipedia.

  4. La serie de revoluciones iniciada en Inglaterra (1642-48 y 1688) Norteamérica (1773-83) y Francia (1789), y extendida durante el siglo XIX al resto de Europa, significó la abolición del Antiguo Régimen y la instauración del estado General burgués, la sociedad de clases y el capitalismo industrial. Fuente: http://www.portalplanetasedna.com.ar/burguesia.htm

  5. Ya lo decía el joven Carlos M. a los 26 años en sus Manuscritos Economicos Filosóficos de París, refiriéndose al trabajo enajenado de la siguiente manera: “Veamos ahora cómo ha de exponerse y representarse en la realidad el concepto del trabajo enajenado, extrañado. Si el producto del trabajo me es ajeno, se me enfrenta como un poder extraño, entonces ¿a quién pertenece? Si mi propia actividad no me pertenece; si es una actividad ajena, forzada, ¿a quién pertenece entonces? A un ser otro que yo. ¿Quién es ese ser? ¿Los dioses? Cierto que en los primeros tiempos la producción principal, por ejemplo, la construcción de templos, etc., en Egipto, India, Méjico, aparece al servicio de los dioses, como también a los dioses pertenece el producto. Pero los dioses por si solos no fueron nunca los dueños del trabajo. Aún menos de la naturaleza. Qué contradictorio sería que cuanto más subyuga el hombre a la naturaleza mediante su trabajo, cuanto más superfluos vienen a resultar los milagros de los dioses en razón de los milagros de la industria, tuviese que renunciar el hombre, por amor de estos poderes, a la alegría de la producción y al goce del producto. El ser extraño al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio está aquél y para cuyo placer sirve éste, solamente puede ser el hombre mismo. Si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente él un poder extraño, esto sólo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador. Si su actividad es para él dolor, ha de ser goce y alegría vital de otro. Ni los dioses, ni la naturaleza, sino sólo el hombre mismo, puede ser este poder extraño sobre los hombres.”

  6. En el árticulo sobre Falsa Conciencia de Wikipedia podemos leer: “Un ejemplo de falsa conciencia es la adopción de la ideología burguesa por un trabajador asalariado. Esto también puede expresarse diciendo que ese trabajador carece de conciencia de clase, ya que adopta una visión del mundo que no concuerda con sus intereses individuales y de clase, sino con los intereses de clase de la burguesía.”

  7. Podemos interpretar a la ideologia burguesa como causa y consecuencia de la falsa conciencia proletaria, dado que como causa, la ideología burguesa se autopromueve en el sujeto proletario, trayendo como consecuencia, la ratificación de esa promoción en la conciencia alienada. Esto nos podría llevar a la ingenua conclusión de que la ideología por si sóla es autosuficiente, y que el problema reside en el “plano de las ideas”, y que siendo así, podríamos alcanzar el quiebre del círculo vicioso alienante, mediante la superación del ideario burgues en nuestras mentes. Condición necesaria, pero de ninguna manera suficiente para la emancipación proletaria.

  8. Pensemos un momento en la frase de “tener trabajo”. Pareciera que el trabajo es algo ajeno a nosotros, ajeno a la condición humana. Cuando digo “voy a buscar trabajo”, es como si admitiera que hay “un algo externo” que me lo da. Esa concepción de trabajo, para Carlos M. es una determinación de la alienación: la alienación del trabajo, veamos: “¿en qué consiste entonces, la enajenación del trabajo? . Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.” Carlos Marx, Manuscritos Económicos Filosóficos de París, 1844.

  9. “Lo que podríamos estar presenciando no sólo es el fin de la guerra fría, o la culminación de un período específico de la historia de la posguerra, sino el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano. Lo cual no significa que ya no habrá acontecimientos que puedan llenar las páginas de los resúmenes anuales de las relaciones internacionales en el Foreign Affairs, porque el liberalismo ha triunfado fundamentalmente en la esfera de las ideas y de la conciencia, y su victoria todavía es incompleta en el mundo real o material. Pero hay razones importantes para creer que éste es el ideal que ”a la larga” se impondrá en el mundo material”. Fragmento del artículo “¿el fín de la historia? ” por Francis Fukuyama, publicado originalmente en la revista “The National Interest” en 1988.



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Freddy Arráez (*)

Estudiante Bolivariano, tesista de la Maestría en Gestión de la Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Nacional General Sarmiento.

 farraez@gmail.com      @faarraez

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