Contracultura

Ludovico Silva popularizo, al menos entre las izquierdas venezolanas e indoamericanas, el termino "contracultura" para indicar la esencia de los procesos revolucionarios.

Si bien es cierto que las transformaciones científico-tecnológicas son dominantes en la producción de cambios en las relaciones sociales, como lo estableció K.

Marx, y lo acepta la sociología contemporánea, permitiendo definir lo que el autor de "El Capital" llama como "época de revolución", también lo es que aun en esa situación no necesariamente se produce el hecho revolucionario.

El caso venezolano es ilustrativo de esta afirmación. El inició de la explotación petrolera a comienzos del siglo XX cambió drásticamente la forma y fondo de las relaciones sociales, incluyendo la conversión de una sociedad rural en una urbana. Eso implicó la adopción de nuevos usos, costumbres y mores, que tuvieron su efecto político en la realización de la pseudorevolución de octubre de 1945, sin impacto alguno en la cultura de lo que ya era una sociedad dual. Un colectivo dividido entre una minoría inmersa en una economía de acumulación con la cultura globalizada de la modernidad, y una gran mayoría, sumida en una economía tradicional conservadora de los valores vernáculos. Dos ámbitos que finalmente se subsumirían aparentemente en la cultura propia del mercado por la actividad del régimen consensual dominante en el país. La demagógica acción política que sólo sirvió para un reacomodo de los estamentos dominantes, en el marco de una "ilusión de armonía" derivada de la renta petrolera, que finalmente profundizó el dualismo social y funcional, y dio inicio a un acelerado proceso de exclusión de importantes sectores poblacionales.

Por eso lo neurálgico en una revolución es el cambio cultural que experimenta nuestra comunidad política. Esa mutación que ha venido ocurriendo aquí como resultado de la práctica de novedosas formas de asociación para lograr obtener fines en lo social, económico y político. Dentro de esa dinámica, y mediante el aprendizaje realizado por el mecanismo del ensayo y el error, se están construyendo los aspectos materiales de una contracultura antagónica a la dominante. Pero ello únicamente implicaría resolverle al colectivo los problemas relacionados con la sobrevivencia de sus miembros. Pero no resuelve las necesidades específicas del ser humano: la del reconocimiento por parte de sus semejantes; y, la de la solidaridad humana. Ambas demandantes del desarrollo de la conciencia de sí y para sí que le permiten a cada individuo y agregado social tener una identidad y reconocer la ajena. Y esa capacidad depende de su sensibilidad. Un accionar estético. Por eso, para mí, una de las políticas de contenido más revolucionario, que ha adoptado el gobierno nacional se expresa en el recién puesto en vigencia del llamado "Plan Revolucionario de Lectura". Su desarrollo exitoso fortalecerá la sensibilidad, y elevara la autoestima de los venezolanos.


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Alberto Müller Rojas


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