Revolución o explosión social

Cuando los dioses se ven en el espejo

¿Creen uds. que alguna vez haya existido un ser humano que no resintiera el dolor que conllevan las necesidades no satisfechas? ¿El esfuerzo y sudor que implica satisfacerlas o el sufrimiento mental de imaginar la imposibilidad de satisfacerlas a futuro? ¿La fantasmal sombra que vistiendo de negro nos persigue o espera impertérrita al final del camino temporal?

Yo creo que ser humano es justamente compartir ese sentir ante las exigencias y limitaciones de la vida. Ser humano conlleva inevitablemente desear e intentar un mundo mejor sin dolor, temor, sufrimiento, violencia, esfuerzo, enfermedad ni muerte.

Esas mismas carencias y limitaciones de la existencia y esos deseos de superarlas, son el motor de toda experiencia y conocimiento, de todo arte, ciencia y religión. Son la fuente de todas las imaginables e inimaginables formas en que la mente humana las refleja.

Son las que escriben y hacen historia, las que sienten el tiempo que falta para que ese mundo nuevo llegue y lo convierten en medida y valor de todo acontecer. Las que sienten que se acercan o alejan de su objetivo, de su sueño.

Por eso en lo profundo de toda conciencia, en el corazón de toda sociedad late un sueño, una fuerza revolucionaria, que siendo el verbo de todo el poema de la vida, yace sin embargo olvidada y atrapada en los laberintos de las rutinas cotidianas, en el transcurrir temporal en que se inscriben los hechos en la mente, en la memoria.

Ilusos e ingenuos entonces los que creen que ese sueño murió o puede matarse. Porque con la muerte del sueño moriría también el sentido que buscamos en el mundo y toda posible humanidad. Cierto es que en tales condiciones la mente humana está siempre predispuesta a creer en modos mágicos de llegar a ese mundo soñado, y por ello puede ser fácilmente engañada, ilusionada.

No son los medios de comunicación masiva los que lo descubrieron, solo disponen de herramientas mas sofisticadas para transmitir masivamente esos sueños por vía visual y auditiva. Esa experiencia subjetiva que antes se transmitía de boca a oído, y no había modo de poder verla fuera de la mente tan vívidamente como la recordábamos o imaginábamos.

Pero igual de cierto es que así como nos ilusionamos, tarde o temprano agotamos ese ensueño, es decir, nos desilusionamos. Justamente porque en todo corazón hay una medida y un sabor, una fragancia de lo que soñamos, deseamos, intencionamos y buscamos. Que si bien se ilusiona y duerme, se olvida de si al lanzarse en pos del sugestivo sueño, también se estrella contra el vacío y despierta sorprendido, extrañado, confuso, desorientado.

Tripulante de esta nave espacial que llamamos tierra en el eterno viaje cósmico, no importa en que perdido rinconcito te encuentres. Cada vez que despiertas o te acuestas, nuestras miradas se encuentran en el mismo sol y la misma luna, aunque los trucos escenográficos del sistema solar nos los hagan ver en distintas fases o estaciones. Lo que cambia y posibilita la multicolor experiencia humana, es lo que sentimos, creemos o esperamos ver cuando los miramos.

Por eso, por mucho que insistamos en modelos sociales igualadores, lo esencial de lo humano es la infinita e inmortal diversidad que los subyace. Por mucho que lo intenten, no hay modo de que nos impongan “para siempre” un modelo de percepción, de creencias culturales o económicas.

Antes o después, una tímida o poderosa intuición o presentimiento, se superpone a la mirada rutinaria del hábito, del mismo modo que la excesiva sed en el desierto, se convierte en espejismo que cree ver lo que necesita o desea, superponiéndose a la percepción. Esa es la verdadera movilidad humana, que desde siempre busca abrirse camino hacia el mundo.

La conciencia se mueve entre “el afuera perceptual” y el adentro recordado, imaginado, intuido, presentido, alucinado. La atención es sugestionada, arrastrada, arrancada del mundo por las sobretensiones íntimas acumuladas, y sumergida en sus creativos o afiebrados sueños sin opción. Del mismo modo que sucede con el hambre o la excitación sexual.

Una vez que las elevadas tensiones son descargadas y la conciencia equilibrada dentro de umbrales de tolerancia, retorna la normalidad de la vigilia alterada. Pero sucede que hay sistemas de tensión que se fijan sobrepasando los umbrales de tolerancia catártica, y por ello dan una señal intensa, continua, que supera la rítmica ciclicidad de las necesidades.

A eso le llamamos sufrimiento mental, temporalidad, historia, expectativa tensa que busca, desea y espera descargarse. Y esa es justamente la sustancia o materia prima de todo mito o sueño persistente, obsesivo. Lo paradójico es que son esos sistemas de tensión traducidos a imágenes míticas, sueños e ideologías, los que nos dan un trasfondo cultural y una dirección económica de acción común, colectiva.

Son eso mitos y sueños, que también podríamos llamar espejismos y alucinaciones, los que señalan el principio, el nacimiento y la muerte, agotamiento o fin, de una creencia obsesiva, de un cuentito que llega a ser tomado por quienes lo comparten como la misma realidad. Pero de los cuales, a ciclos cortos o largos, tarde o temprano inevitablemente volvemos a desilusionarnos, a despertar.

Dicen que el sueño economicista usamericano se desmorona. Es un modo de verlo. Pero, ¿qué es la economía? ¿Una nueva entidad divina que crece indiferente a los hombres? ¿Peor aún, que se alimenta del sacrificio de humanos mancebos y doncellas?

También podría decirse entonces que mediante guerras, burbujas inflacionarias, quiebras o vaciado artificial de las empresas, se saquea o vacía los ahorros de los contribuyentes. Es la continuidad del tropismo acumulativo histórico, de mecánica concentración en cada vez menos manos de los capitales y los bienes que representan.

O como dicen también, es la privatización creciente de la ganancia y la socialización de las pérdidas. Con menos eufemismos diríamos que es la especialización del vivir a costa de otros, parasitándolos, atrapándolos dentro de trucos administrativos convertidos en modelos económicos y culturales.

Pero no solo vacía los ahorros de los contribuyentes usamericanos dejándolos sin trabajo, vivienda, servicios sociales, etc. Sino que como una fuerza centrífuga crea un vacío succionador de todos los capitales del mundo, para intentar tapar una vez más el hueco del casino económico que han creado, donde según la regla de oro, siempre gana “la casa”. Es un acontecimiento acumulativo y acelerado como todos los de nuestro tiempo crítico.

Esa es solo una cara del acontecer. La de fríos mecanismos mentales que interactúan conduciéndonos a fines predeterminados. Pero está también el enfoque del organismo viviente. Ya Wilhem Reich refiriéndose a la función sexual, decía hace décadas que todo organismo viviente genera continua energía. Por lo cual si no encuentra formas creativas, constructivas de canalizarla, se van incrementando sus sistemas de tensiones íntimas, su violencia, convirtiéndose en una especie de infierno de irritación continua, de bomba presta a estallar.

En el caso colectivo, social, son los modelos mentales, las instituciones las que sirven de marco directriz a las conductas humanas. A cierto momento del proceso se convierten en represas, en cárceles, en limitaciones y fronteras generadoras de tensión o sufrimiento íntimo que termina estallando violentamente. Vestidos pequeños que oprimen nuestro crecimiento.

Por eso, más allá de desmoronamientos de la arquitectura económica de nuestro modelo global, estamos en los umbrales de una zona mental en que solo caben dos actitudes. Involucionar reprimiendo y masacrando las expresiones sociales, tachándolas de antisociales, terroristas, afirmando así las instituciones obsoletas, agotadas, convertidas en limitantes cárceles para la vida.

O revolucionarnos, reconociendo la dirección y posibles dramáticas consecuencias de las circunstancias en pleno acontecimiento. Abrir válvulas de escape que permitan la creciente participación protagónica creativa de los elementos de la sociedad. Ese es el verdadero objetivo de una revolución, es decir, de una evolución acelerada por su grado de acumulación.

Cuando un modelo cultural y económico deja de ser útil al avance de la vida convirtiéndose en su carcelero, torturador y represor, ya está muerto. Por mucho que aún nos sugestione, dado que la nueva sensibilidad todavía no se ha dado nuevas formas de manifestación suficientemente claras, lo viejo solo dispone de inercia, hábitos y creencias, energía residual que va consumiendo en sus inútiles intentos de continuidad.

De hecho fue el Caracazo, la imposición de medidas neoliberales por el FMI al ya hambreado pueblo venezolano, la masacre ante su reacción, lo que disparó las sensibilidades de los militares obligados a reprimirlo, que intentaron dos golpes de estado en un solo año. Su líder era el presidente Chávez, que años después accedería al gobierno con la propuesta de una asamblea constituyente que reformara la constitución de representativa a participativa.

El año pasado el gobierno revolucionario bolivariano, propuso una nueva reforma constitucional y perdió el referendo por unos pocos votos. Dicen que era demasiado abstracta para la gente, había demasiada competencia entre los defensores del proceso, brecha que la oposición aprovechó para meterles miedo, es decir, para seguir alimentando lo que está muriendo.

En respuesta se desarrolló el Partido Socialista Unido de Venezuela, que se organizó y eligió sus candidatos desde las bases populares. De ese modo se acercó un poco más el poder al pueblo y se produjo un proceso de depuración de las ideas y los candidatos. Ahora comenzó la campaña para las elecciones de gobernaciones y alcaldías en noviembre.

Los aspirantes elegidos por las bases, recorren las comunidades bajo la idea de la unidad. Todos los candidatos unidos bajo un plan de nación. No es el personaje el que abandera sino el proyecto, la propuesta nacional.

Que no es sino continuidad revisada, corregida y relanzada de lo que se ha hecho a lo largo de nueve años y viene dando resultados cuantificables. También podría decirse que es ampliación, profundización y cualificación de lo que se ha venido logrando.

Como yo lo veo, es un acercamiento de los personajes cuasi divinos, que desde antaño representan y ejercen el poder, a la humanidad llana y cotidiana que por un motivo u otro se los entregó o dejó arrebatar. Porque antes que los patriarcas y reyes fueron los dioses, semidioses y héroes. Antes que el monoteísmo abstracto fue el politeísmo que representaba el poder, la intensidad de las fuerzas naturales.

Entonces cuando esos representantes del poder de Dios, se dignan bajar del monte Olimpo y pasear sus graciosas presencias entre los mortales, cuando podemos verlos de cerca y hasta tocarlos, sentimos que el abismo entre el Cielo y la tierra se acortó.

Dios nos sonrío, nos prefirió entre el resto de sus hijos. Dios nos eligió, nos salvó, dio testimonio de nuestra bondad o superioridad ante sus ojos, nos elevó sobre el resto de los mortales. Dios dejó de lado sus importantes asuntos y se dignó a tomarnos en cuenta a nosotros insignificantes mortales. ¿Insignificantes respecto a qué o quién?

Lo cierto es que los burócratas, politiqueros, sindicalistas que convirtieron su función social en oficio, en forma mercenaria de vida, salen de sus aires acondicionados, computadoras, estadísticas y horarios de oficina, y vienen a visitarnos a nuestras comunidades y viviendas. Nos dicen que solo son nuestros representantes y están aquí para servirnos, para ayudarnos a resolver nuestros problemas.

Ahora hasta hacen “trabajo voluntario” los fines de semana. Ministros, gobernadores, alcaldes y todo el aparato público burocrático, se reúne con las comunidades para ir construyendo, reparando y embelleciendo lo que sea necesario. Sudando la gota gorda como cualquier mortal y deshaciendo sus maquillajes, para dar el ejemplo de la apropiada dirección solidaria en el escenario cotidiano.

Y eso amigos míos, invierte, pone de cabeza el mito, el modelo cultural y económico que hasta hoy nos ha regido como personas y sociedades. Esto se parece mucho más a la buena nueva que hizo pública Jesús el Nazareno. Amaos los unos a los otros. Dios es amor, es el verbo encarnado, personalizado, hecho hombre para el servicio y regocijo de los hombres.

A medida que las caretas y disfraces del carnavalesco desfile polítiquero se desdibujan, a medida que la contaminada y artificial atmósfera de superioridades e importancias se va haciendo respirable, a medida que nos reconocemos humanos sin importar la función social que las circunstancias nos hayan puesto a cumplir, la interna bomba parece desactivarse.

Si realmente hacemos accesible crecientemente a todos el fruto del trabajo de todos, si vamos eliminando intermediaciones innecesarias, si en verdad abrimos canales a la creatividad ilimitada de la mente humana en lugar de someterla a repetitivas rutinas y formas hechas, a controles centralizados que bajan desde las alturas, entonces estamos posibilitando un nuevo e inédito paso a todo lo viviente.

Si comprendemos que frente al grado de acumulación y aceleración histórica y la nueva sensibilidad que lo manifiesta, son ya inútiles los intentos represivos de control e imposición. Que solo el sincero ejemplo de una dirección de conducta solidaria y no violenta en medio de los escenarios cotidianos, puede multiplicarse y reflejarse en nuevas conductas, entonces estaremos abriendo las puertas a un nuevo espacio de expresividad verdaderamente humano.

Lo esencial no es disponer ya de nuevos modelos culturales y económicos, esa es la manifestación natural de la mente humana durante toda su historia, de hecho eso es la historia. Lo esencial, es posibilitar un escenario donde el elevado sistema de tensiones pueda expresarse creativa, constructivamente, en lugar de estallar violenta y destructivamente.

No hay modo de predeterminar esos escenarios, porque justamente se trata de posibilitarlos, de quitar represas, de abrir cauces y dejarlos fluir libremente, no de imponerlos. Para eso es necesario que nos desplacemos de la mecanicidad del pensamiento a la organicidad de lo viviente. Del modelo cultural del temor, que convierte la vida en enemiga a prevenir, al de la fe, la confianza en la vida.

Es la sensibilidad capaz de reconocer la dinámica de estos elevados sistemas de tensión, que se traducen a imagen, a mitos que disparan conductas, la que corregirá los desvíos históricos abriendo los caminos al futuro, dejando atrás la violencia. Es la libertad y la unidad que desde siempre hemos buscado, la que hoy nos obliga a reconocer la diferencia entre lo que realmente es, lo viviente, y las formas de manifestación que se va dando a si mismo.

Es decir, los modelos culturales y económicos que vamos organizando y van evolucionando como respuestas a las circunstancias del entorno. Los hábitos y creencias que nos sugestionan y atrapan y de los que es necesario despertar activando la sensibilidad, la conciencia, lo viviente, lo que intenta fluir chocando con lo estático, con lo muerto.

Revolución entonces ha de ser el despertar del creador, del verbo que todo lo vivifica y dinamiza; del sueño que lo hace someterse, esclavizarse a su propias creaciones. Revolución ha de ser volver a poner el caballo delante de la carreta. Ha de ser que el perro deje de perseguir su cola, para que caminando reconozca que la cola no puede sino seguirlo.

Hablando en términos más sentidos que pensados, pero no por ello menos existenciales, o tomas la fuerza de la vida y estás en capacidad de darle la dirección elegida. O ella te toma y revuelca, juega contigo a la pelota. O te reconoces en toda fuerza, natural o humana, o fruto de la educación de una época, te imaginas ser una personalidad alienada de ella. Una hormiga que se resiste y enfrenta a fuerzas descomunales. Divinas o naturales, ¿qué mas da?

michelbalivo@yahoo.com.ar


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Michel Balivo


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