Como integrantes de la clase obrera revolucionaria, no desmayamos en remarcar que el gran dilema histórico de la humanidad estriba en una irreconciliable disputa entre dos polos humanos: explotadores versus explotados, que se suscita por el dominio de los medios que generan las riquezas materiales; y que de modo subordinado a esta lucha, acontecen conflictos por la monopolización de riquezas intelectuales, culturales, espirituales y técnicas. Esta realidad nos exige comprender que una fuerza social dominante solo puede ser desplazada por un contingente que acumule una potencia materialmente superior, de allí que la más importante misión de esta Revolución Bolivariana sea la construcción político científica de un extenso polo progresista, sostenido por el entretejido dialéctico de amplias alianzas sociales anticapitalistas. Urge, pues, la conformación del sujeto histórico capaz de albergar en su seno las fuerzas objetiva y subjetiva suficientes para liderar un “verdadero” proceso de revolución, hacia la implantación de un modelo de sociedad que rompa definitivamente con los regímenes que el hombre ha conocido desde su fase primitiva (esclavismo, feudalismo y capitalismo); los cuales siempre se han sustentado en la explotación del hombre por el hombre.
De modo pues que, del mismo modo en que la burguesía (grupo minoritario y privilegiado de la sociedad) ha logrado comandar amplios conglomerados sociales a los fines de establecer y perpetuar su reino, apoyándose en su potente aparato multifacético (Estado), de control económico (trabajo asalariado), jurídico (leyes de la propiedad privada), e ideológico (fetichismo por las mercancías y alienación mental), así como de orden religioso (satanización de los movimientos revolucionarios); la vanguardia socialista debe instaurar su propio aparato de poder, sobre la base de sus principios científicos y programáticos. En este marco de ideas, el éxito de la vanguardia depende de atraer a otros estamentos sociales hacia su ideología obrera revolucionaria y la aplicación de su política, siendo importante para ello, demostrar a las masas que el Socialismo puede generar una eficaz atención a las necesidades y el desarrollo de más bienestar de vida que en el modelo capitalista.
Advertimos que deviene en un discurso oportunista y fragmentador de la lucha popular, el uso de una fraseología en torno al clasismo proletario, si mediante él se pretende justificar la implementación de una política de aislamiento de la clase obrera frente a la construcción de alianzas sociales que eleven su poder político. Al mismo tiempo, la pretensión de fungir como vanguardia de la clase revolucionaria (obrera), cuando la composición social del destacamento en cuestión, a todas luces, no es proletaria; constituye un contrasentido penoso e inexcusable. Finalmente, la confección de este polo -conocido bloque gramsciano- parte de la necesidad, insistimos, de considerar que toda vanguardia revolucionaria y popular que aspire a consolidar y extender su poder, debe abrazar como teoría central de su política, la ideología de la clase trabajadora y procurar la participación protagónica de esta clase como plataforma fundamental de lucha y avance revolucionario hacia el Socialismo. En el proceso de incrementar las fuerzas, la vanguardia debe hacerse del mayor apoyo posible de otras capas sociales, que aun no siendo obreros, son también sujetos económicos que padecen la explotación económica, propia de la esclavitud del salario. Entender la correcta definición del sujeto histórico revolucionario y la indispensable conformación de un polo hegemónico progresista, conforman aspectos medulares de todo proceso que se precie revolucionario.
*Abogado
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