¿Empresarios Socialistas de Venezuela?

Para la pequeña burguesía nacional, alienada por la propaganda neoliberal, y para los socialistas académicos, obsesionados por el catecismo del materialismo histórico decimonónico, el anuncio del pasado 28 de enero sobre la constitución de la Confederación de Empresarios Socialistas de Venezuela, debe representar un anatema. A los primeros, se les acaba su vida imaginativa que les hacía satanizar el mundo de la izquierda, considerándolo como el ámbito del totalitarismo. A los últimos se les frustra sus estados de conciencia oniriformes (originados en los sueños), que les han producido una dificultad asociativa que S. Freud denomina “estados hipnoides”, que excluyen sus representaciones de los restantes contenidos de la conciencia. Pero ello no alarma a los socialistas orgánicos, que acompañan a los movimientos sociales ubicados a la izquierda de la social democracia, entre los cuales tendría cabida uno de la naturaleza de la citada Confederación. Y, tampoco inquieta a la persona equilibrada, que sin una inclinación política partidista, ha desarrollado su propia personalidad y carece de fobias. Y en el caso de quienes se oponen al planteamiento socialista, si no están en estado hipnoide, dentro de su propia obsesión, el hecho sería un tema para el debate político.

En principio, en ninguna circunstancia, aun en las extremas originadas por la aplicación del llamado “socialismo real”, se ha eliminado de manera absoluta la empresa “privada”, que al actuar en el marco de una comunidad, cumple una función social. Y aun cuando tal hubiese sido un fin, no habría forma práctica de suprimirla, salvo la creación de una fuerte convicción unánime de su inconveniencia. La represión, por muy eficaz que sea, y nunca lo es, no ofrece esa posibilidad. El contrabando, como empresa económica privada, no ha podido ser suprimido ni en las sociedades absolutistas tradicionales, ni en las comunidades liberales, ni en los pueblos dominados por el “socialismo real”. Y en este caso en particular, la idea asumida por estos empresarios, y su intento de aplicación, conformaría un movimiento social de un sector venezolano en minusvalía frente a las empresas controladas por la alta burguesía y frente al Estado liberal que las favorece. De allí, que si se colocan a la izquierda de la socialdemocracia -una corriente que enmascara el dominio del capital en la vida de los pueblos- perfectamente encarnarían una actitud antiimperialista, con un sentido socialista. Una inclinación que les daría su convencimiento sobre la necesidad de políticas redistributivas, dentro del reconocimiento de que cada quien debe recibir el fruto de sus esfuerzos, con la conciencia de tener que contribuir, en función de estos, al desarrollo de su comunidad. Dentro de esta concepción, la empresa privada adquiere una responsabilidad directa, concreta y exigible, en el desarrollo humano de su entorno social, que hasta ahora no ha tenido a lo largo de la historia. No es el simple pago de impuestos, contribuciones para la “seguridad social”, o salarios adecuados para sus trabajadores, que le permiten optimizar sus ganancias, como lo ofrece la socialdemocracia. Es la búsqueda de la legitimidad, a través de su acción social para el logro del ascenso humano en su área de influencia.


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Alberto Müller Rojas


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