Los 5 Motores de la Nueva Etapa Revolucionaria: Posibilidad para Hegemonía Popular

Primer Motor: Ley Habilitante.

Definitivamente, desde el mismo momento que Chávez asume la presidencia de la República en 1999, las mayorías populares asumieron su Proyecto de País como de su pertenencia; y de igual manera, desde entonces, los sectores minoritarios que siempre han ostentado el poder económico e influían de manera determinante sobre el poder político en el país, han sentido que dicho proyecto entra en contradicción con sus intereses; y el hecho de que esos sectores de la oligarquía —con el estímulo imperialista— hayan enfrentado el gobierno de Chávez y —no obstante los resultados electorales del 3 de Diciembre 2006— lo sigan haciendo, a riesgo incluso de los privilegios que injustamente aún poseen (Ej.: Concesión de la televisora Rctv-Canal 2) establece la anterior afirmación como verdad irrefutable. Pero para que esa apreciación de las mayorías populares, además de perceptiva, se concrete en la realidad, hay que asumir la Propuesta presidencial de Ley Habilitante (PLH) y de de la reforma constitucional, como la oportunidad de esas mayorías para impulsar la instauración de la hegemonía popular.

En ese sentido, el presidente Chávez, con el irrebatible fundamento del “…mandato otorgado contundentemente por las mayorías populares el 03 de diciembre de 2006, relativo a la dirección y el sentido social, marcadamente igualitario e inclusivo que debe distinguir las actuaciones del Ejecutivo y en general del Estado venezolano”, ha solicitado a la Asamblea Nacional , mediante la PLH, que le otorguen poderes especiales para legislar en los ámbitos de: 1. Transformación de las instituciones del Estado; 2. Participación Popular; 3. Valores Esenciales del Ejercicio de la Función Pública; 4. Económico y Social; 5. Financiero y Tributario; 6. Ciencia y Tecnología; 7. Ordenación Territorial; 8. Seguridad y Defensa; y 9. Infraestructura, Transporte y Servicios.

Segundo Motor: Reforma Constitucional. La aplicación del modelo establecido en la Constitución, en sus siete años de vigencia —tal como lo ha apreciado el propio presidente Chávez— ha evidenciado, ante la realidad y las exigencias colectivas de avanzar en la construcción de la participación protagónica que la misma anuncia, algunos obstáculos, así como contradicciones inmersas en ella, como de la realidad política que se ha venido configurando en el país con la participación popular. Los obstáculos, entre otros, están representados por la todavía existencia de instancias de intermediación burocráticas, tanto sociales: como los partidos políticos; e institucionales: como las presentes en el aparato gubernamental; las cuales se interponen entre el colectivo y el verdadero ejercicio del poder por parte de las mayorías. De igual manera, resulta innegable la presencia, en la Constitución y en las leyes derivadas de ella, de algunas disposiciones, que en el campo económico se enfrentan a la construcción de una sociedad orientada a la preeminencia de los sectores populares. En tanto, que entre las contradicciones que se manifiestan en las disposiciones de la Carta Magna, se evidencian, entre otras, la estipulada en el artículo 5, según la cual “la soberanía reside en el pueblo”, quien la ejercerá en las formas previstas en esa Constitución, frente a otras disposiciones de la misma que niegan tal condición, ya que le colocan limitantes a esa facultad soberana, resultando así dichas disposiciones, antidemocráticas. Ante tal situación, el presidente Chávez ha propuesto la Explosión del Poder Comunal o Popular, la cual debe conducir a la profundización —constitucional y legal— del régimen del Poder Popular, para avanzar hacia la instauración de la Hegemonía Popular; es decir: el gobierno de las mayorías populares, que dicho sea, ya se inició con la creación de los consejos comunales, pero para su desarrollo y consolidación se amerita que a los mismos, y demás instancias similares que en los otros niveles de la sociedad se establezcan, se les dote de la suficiente capacidad para ir desplazando las estructuras burocráticas heredadas del Estado capitalista, asumiendo sus roles en una nueva concepción.

¿Quiénes son las mayorías? Fundamentalmente los venezolanos y las venezolanas pertenecientes a los denominados sectores “D” y “E” (pobres) y el denominado sector “C” (clase media baja), pero también buena parte de aquellos que —como resultado de un proceso de alienación— se creen del sector “B” (clase media alta), cuando en realidad —como dice Evo Morales— son clase a medias. Pero estas mayorías, para poder avanzar en la construcción del Poder Popular, deben interpretarse y asumirse como tales en su conjunto, y no en la perversidad divisorial y sectaria de formas como el sindicalismo o el gremialismo, que son herencias del partidismo (de parte, fracción), que si tienen razón de ser en un régimen capitalista, en uno colectivista son contrarias a la unidad y organización popular. De este modo, se habrá de establecer nuevas modalidades asociativas, cuya participación y exigencias se canalicen a través de las instancias de participación y decisión ciudadana, que al corresponder a las comunidades y formar parte todos los ciudadanos y las ciudadanas a las mismas, en ellas, desde ellas y por ellas, el beneficio colectivo implique el logro individual.

Tercer Motor: Moral y Luces. Si estamos de acuerdo, en que con la reforma constitucional se aspira lograr la instauración de un modelo político-económico-social que exija el concurso de todos, de acuerdo a nuestras capacidades; y procure la garantía de que sus resultados favorezcan a los sectores sociales, en proporción a las necesidades de cada uno de los mismos (de cada cual según su capacidad y a cada quien según su necesidad), éste sólo será posible mediante el ejercicio directo del poder por parte de las mayorías, para avanzar hacia lo que conocemos —hasta ahora en teoría— como la esencia fundamental de la democracia: gobierno del pueblo (las mayorías), por el pueblo y para el pueblo —que es una enunciación griega, no lincolniana. Y si logramos encaminarnos hacia algo semejante, estaremos definitivamente construyendo el Sueño del Socialismo. ¿Cuál Socialismo? El de siempre. El mismo de la aspiración (sueño) milenaria de la humanidad de alcanzar un estadio de vida de justicia e igualdad política, económica y social. El de la revelación cristiana de que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, porque como humanos somos iguales. Ese Socialismo que, como reiteradamente viene rescatando el presidente Chávez, proyectó Simón Bolívar 29 años antes de la publicación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, al exponer en 1819, que: “El mejor gobierno es aquel que garantice la mayor suma de seguridad social, la mayor suma de felicidad posible y la mayor suma de estabilidad política”. Pero para que la mayor suma de seguridad social sea una realidad, tiene que incluirse a las grandes mayorías aún desterradas de tal derecho; mientras que la mayor suma de estabilidad política sólo es posible mediante la instauración de un sistema que asegure la participación directa, decisiva, efectiva y para siempre de las grandes mayorías, de modo que pueda traducirse en la mayor suma de felicidad posible.

Un socialismo, que en lo económico, le dé preeminencia a las modalidades asociativas y de producción del cooperativismo, la autogestión y la cogestión; donde la iniciativa privada se enmarque en la corresponsabilidad social empresa-comunidad, de manera que además de las obligaciones impositivas tradicionales —y bajo el control del Estado—, dicha iniciativa posea responsabilidad con el desarrollo y el bienestar de la comunidad o las comunidades donde se establezca; y el Estado, por su parte y cuando así se amerite, pueda auxiliarla. En tanto que la inversión extranjera, y sólo en aquellas áreas que sea requerida para el desarrollo nacional, se dé en asociación con el Estado, de empresas de éste con otras igualmente estatales, conservando el país la supremacía en tales asociaciones, para salvaguardar la soberanía nacional.

El Socialismo —en Venezuela y en cualquier parte del mundo— para que en verdad lo sea, será el resultado del continúo experimentar colectivo (inventamos o erramos) por alcanzar esa sociedad soñada, y que ahora se presenta posible, pero sólo si todos y todas llegamos a la comprensión de que para ello es necesario, definitivamente, cambiar nuestra manera de pensar sobre nosotros y los demás, para poder cambiar la manera de relacionarnos con la sociedad, y alcanzar una clara identificación y decidido compromiso con el Proyecto de País: El Socialismo. Es aquí donde cobra importancia capital la jornada de educación popular e ideológica Moral y Luces, anunciada por el Presidente, que nos debe llevar a los más altos niveles de conciencia y comprensión de nuestra responsabilidad en la construcción de la nueva sociedad.

Cuarto Motor: Nueva Geometría del Poder.

Se ha planteado ya la necesidad de que, más allá de los consejos comunales —que son la base fundamental para la instauración de la Hegemonía Popular— se establezcan instancias de participación y decisión ciudadana en los niveles parroquial, municipal y nacional, que vayan desplazando las estructuras burocráticas heredadas del viejo Estado, con las cuales no se podrá avanzar en la construcción del Socialismo, ya que por responder a una concepción individualista, que impulsa a los funcionarios al desmedido afán de lucro y no al servicio colectivo, en su conjunto deviene en un fin en sí mismo.

En esta orientación, el Presidente ha propuesto —fundado en el Artículo 16 de la Constitución Nacional— la creación de los territorios o ciudades federales. Pero, a nuestra apreciación, sería más pertinente, para de verdad lograr la Explosión del Poder Popular en toda la sociedad venezolana y a un mismo tiempo, instituir en los niveles ya anunciados, las instancias de participación y decisión ciudadana, precisamente como la concreción del Poder Popular, del ejercicio directo y efectivo del poder por parte de los ciudadanos, y ya no con la intermediación de estructuras partidistas o burocráticas institucionales; y en ese sentido, lo contemplado sobre esta materia en el proyecto de Ley de Participación Ciudadana y del Poder Popular, podría servir de base para la formulación de estas nuevas estructuras.

Quinto Motor: Explosión del Poder Popular.Si lo que realmente procuramos es el desmontaje del viejo aparato político del país, para abrirle cauce a uno que otorgue el poder directamente al pueblo, resultará necesario suprimir las aún persistentes intermediaciones de las organizaciones políticas y de las estructuras burocráticas gubernamentales, entre el ejercicio del poder y el Pueblo, para que la Explosión del Poder Popular impulse la instauración de la hegemonía popular, ya activada con la creación de los consejos comunales, pero desarrollando dicha forma de participación y decisión ciudadana también en lo parroquial, municipal, regional y nacional, para reemplazar con ella las estructuras políticas de poder de la sociedad a superar en esos mismos niveles; y de igual manera, garantizándosele al pueblo que nunca más élite alguna —en su supuesta representación— lo desplace del poder. En esto, de manera responsable, habrá de considerarse igualmente la actual universalidad del voto presidencial, porque si no se establece de manera definitiva y para siempre el régimen del Poder Popular en Venezuela, que es la hegemonía popular : el Gobierno de las Mayorías, en este esfuerzo sólo lograremos, aunque con una segura historia romántica —pero también confiscando la esperanza de los pobres del mundo—, arar, otra vez, en el mar.

(*) Diputado a la Asamblea Nacional (Falcón)

Integrante de la Casa del Socialismo del Siglo XXI

ulisesdaal@hotmail.com



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