A propósito de la peregrinación anual de nuestra sagrada guía espiritual como lo es la Divina Pastora vienen a mi mente varias reflexiones que quiero compartir con ustedes, mis lectores, en este artículo.
El azimut revolucionario, el giro de nuestro país de cara a la profundización del proceso revolucionario es un hecho. El presidente ha declarado la muerte a la división, al parcelismo, a la visión individual de vida y de gestión.
Este año que nace, que pare la era, constituye el lapso de cambios más importante. La habilitante, la reforma constitucional y el retorno a la nacionalización de los servicios públicos y empresas básicas así lo sentencian.
El primer tema de reflexión es la consideración de la ley habilitante que otorgará al presidente la autonomía necesaria para asumir las decisiones de mayor repercusión no solo en el aspecto económico sino en el aspecto social y jurídico lo que blindará a nivel de gestión las decisiones comunitarias.
La redistribución de las tierras, la transferencia de poderes a los consejos comunales, la nacionalización de los servicios como CANTV y la electricidad que aún no se ha tocado.
Todas estas decisiones tienen que ver con la reconstrucción de una patria social que brinde a la mayor cantidad de venezolanos bienestar y no solamente a unos pocos.
El presidente ha venido asumiendo con contundencia la lucha contra la pobreza. Una de las primeras decisiones tiene que ver con el hecho de incrementar a partir 1998, en más del 7 % del Producto Interno Bruto, la inversión en lo social. Mientras que en 1998 se destinaba el 7,83 % del PIB en inversión social, para el año 2005 se destinó el 14,64 del PIB. De allí que la propia Naciones Unidas anuncia el incremento del Índice de Desarrollo Humano en Venezuela, que para 1996 se ubicaba en 0,69, y en la actualidad se ubica en 0,81, habiendo superado el IDH mediano y ubicándose actualmente en IDH alto.
Las misiones presidenciales son prácticamente la responsables del crecimiento sostenido interno venezolano, sin embargo, el avance sistemático solamente lo da la maduración ideológica que propiciará los espacios necesarios para que todos los habitantes del país se integren en una visión socialista y humanista de la gestión de estado. En ese caso, las nuevas estructuras productivas deben responder a esta nueva visión, elevando las categorías empresariales a unidades de producción social, disminuyendo las diferencias entre obrero, proletario y propietario, perfeccionando el sistema de fiscalización y el sistema tributario y fabricando un sistema jurídico de alto rendimiento para la seguridad social del trabajador.
Eso en el caso de la productividad. Sin embargo, los frentes de trabajo son amplios. En el caso de la salud ya se hacen los primeros esfuerzo por brindar una red hospitalario paralela a la existente, que logre sortear los escollos de una salud mercantilista trazada en concesiones para clínicas y médicos que solo quieren trabajar en el sector privado y que muchas veces a pesar de trabajar también en el sector público no prestan el cariño necesario pues lo ven como una especie de beca oficial (algunos de ellos, pues no todos son así).
Igualmente en el sector educativo donde las concesiones marcan la distancia entre estudiantes de primera y segunda, en recintos pomposos y cuotas impagables que requieren que el estado recicle su mala decisión concesionaria con becas en esas mismas instituciones usureras.
Vamos andando en un camino largo y muy duro. Se acercan los días de la Venezuela justiciera, pero para ello se requiere la participación de todos en el terreno de los proactivo, que suministre la fuerza necesaria al entusiasmo presidencial para que cristalice las propuestas bolivarianas que dignifiquen cada vez más a la gente del barrio, al excluido de siempre y que abren la senda definitiva para un país de iguales y no de extraños.
Hasta a semana que viene. Que la bendición de la Divina Pastora nos llene a todos de la felicidad espiritual necesaria para avanzar por este difícil camino revolucionario.
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