El verbo atrever

Era el año 1986. Recién graduado de economista trabajaba con varios amigos ingenieros en unas oficinas de proyectos al fondo de la iglesia Las Mercedes, en Maracaibo. Por no dejar de hacer política y sin partido que nos agrupara, seguíamos apoyando al movimiento estudiantil que habíamos fundado años antes.

El Movimiento 20 fue la sumatoria de muchos grupos universitarios de las diferentes facultades de La Universidad del Zulia que, en 1984 dimos la batalla por la Federación de Centros Universitarios, perdiendo frente a la Acción Democrática de la época lusinchista. Teníamos una marcada actitud antipartido y compartíamos luchas con otros movimientos similares en todo el país. Nos habíamos propuesto rescatar la FCU para ponerla en sintonía con las luchas populares, abriendo espacio a la formación de una fuerza revolucionaria en el seno del movimiento estudiantil capaz de ir al encuentro del pueblo trabajador para una radical transformación social del país. Al menos era la intención de algunos de nosotros que veníamos de militar en la izquierda revolucionaria.

A finales de aquel año 86 pensábamos en la venidera campaña por la FCU. Habíamos acumulado fuerzas con un sostenido trabajo político organizativo que nos llevó incluso a realizar asambleas permanentes todos los domingos y a impulsar un frenético activismo que nos hacía ver más fuertes de lo que éramos realmente. Fue entonces que en la mesa del dibujante de la oficina, papel y creyones en mano, la sobremesa del mediodía la dedicamos el ingeniero geodesta Oswaldo García y yo, a crear la consigna. Necesitábamos un slogan que fusionara nuestro ímpetu con la sensación esperanzadora de algo nuevo. La idea de que conquistar una nueva realidad era posible sólo con la lucha, nos pedía ser sintéticos y creativos al máximo. Recuerdo ese momento con una claridad tan luminosa como aquéllos días de entrega total.

Cada palabra, cada sugerencia, cada nuevo intento por armar esa frase mágica que debía atraer a los miles que necesitábamos para alcanzar los objetivos trazados, era filtrada en el tamiz de las fuentes intelectuales que nos formaron. La primera de ellas, la poesía. La poesía universal y la latinoamericana en particular, tan plena de emociones por lo histórico, lo sustancial, lo emancipador. La segunda, la filosófica, la ecléctica mixtura del marxismo y los existencialismos de avanzada. La tercera, la estética, el arsenal de valores místicos y raigales que hemos bebido en la música, el arte, la literatura, el teatro, la creación en todo su esplendor. Así nació el verso revelador de nuestras energías: es tiempo de atreverse. Con él ganamos la FCU y un tremendo prestigio de lucha, fortaleza y talento, que otros después se encargaron de malbaratar.

Luego ese slogan o variaciones de él, fueron utilizados sin nuestro consentimiento por efímeros movimientos políticos de la época. Lo han plagiado para diversas campañas publicitarias, y hasta lo han registrado como propiedad intelectual de algún ladrón de espíritus.

Pero ese verso, política y estéticamente es revolucionario. No suena bien en labios conservadores. Enmudece en gargantas derechistas. Se hace invisible en manos de los servidores de imperios. Las mentes romas temen pronunciarlo. Porque ese slogan es el verso de un poema panfletario que sólo suena vestido de rojo. Ese verbo atrever amasado por el pueblo bolivariano en el verso tiempo de atreverse, lo estamos cantando hace ratos en clave Revolución.


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Yldefonso Finol

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

 caciquenigale@yahoo.es      @IldefonsoFinol

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