Para que no se nos olvide a la revolucionaria

Un recuerdo para una gran pastoreña, Carmen Clemente Travieso

Cecilia Clemente Travieso, hermana mayor de Carmen, le decía “niña” a su menor hermana para “reprenderla” (en comillas) cuando consideraba que está traviesa mujer hacía una tremendura. Conocimos a estas dos hermanas en su casa de la esquina de San Narciso, cerca de la Avenida Fuerzas Armadas, casa que habían convertido en la Biblioteca “Gual y España” adonde íbamos muchos estudiantes y egresados de la UCV, de otras instituciones y gente de los barrios vecinos a leer y a compartir las ideas revolucionarias y los sueños que hemos tenido, para ver al mundo girar más feliz y dejar de ser oprimidos y explotados por una minoría capitalista que ha hecho infelices a miles de millones de seres humanos de este convulsionado planeta, hecho así por las ambiciones y avaricias de una clase mezquina , la burguesía.

En la casa de las “niñas” Clemente Travieso, nos sentíamos como peces en el agua, aves de lo más alto, y más aún cuando nos encontrábamos los Sábados con ese extraordinario y polifacético boliviano llamado Luis Lucksic, el viejo Lucho, el siempre recordado Lucho. Yo dictaba mis charlas sobre marxismo que había aprendido desde mi militancia en el PCV, el MIR y luego en la Bandera Roja, Roja, convertida hoy en una organización descolorida con militantes derechizados que cuando migran, se van a organizaciones aún más de derecha las cuales alardean de fascistas. Era ese marxismo, repetidor acrítico  de las lecturas de libros provenientes fundamentalmente de la URSS y de China, los cuales por supuesto, eran más de Lenin, Stalin y Mao que de Marx, ya que ser marxista era ser prosoviético o prochino. Marx, era y sigue siendo un extraño para los marxistas, sólo utilizado a conveniencia del discurso del momento.

Pero, el motivo no es hablar de nuestras aventuras teóricas de militantes del marxismo – leninismo, sino de la vida de esa gran pastoreña , niña, Carmen Clemente Travieso, porque el 24 de Enero de este año 2017, se cumplen 34 años de haber tomado vuelo hacia el infinito, quizás detrás de su gran amigo Salvador de la Plaza quien para el multisistema celular ya había rendido como el Alcatraz la tarea que su tiempo le fijó.

Ambos amigos, provenientes de clases medianamente adineradas, ella del Prócer Lino Clemente, su bisabuelo, él, de familia pudiente, cacaotera, escogieron como destino dedicarse a develar y revelar las marramuncias ocultas por la aplastante ideología de las clases dominantes, especialmente la capitalista, las cuales no satisfacían sus juveniles rebeldías. Fue una amistad profunda unida por el amor a la emancipación humana de todo signo de explotación y opresión.
De Salvador de la Plaza, merecidamente se ha escrito bastante, incluso tiene un Archivo con su nombre en la Universidad de Los Andes (Mérida), pero, de la “niña” Carmen, inmerecidamente muy poco se ha dicho, sólo  algunas notas, donde se roza marginalmente, su condición de revolucionaria comunista comprometida. Sabemos que Carmen no vivió para que la elevaran muy alto, su sonrisa plena de alegría y sencillez, nos permitía descubrir lo desprendida que era de la llamada gente importante. Su manera de vivir fue la de una verdadera proletaria, rodeada de lo necesario, muchos amigos y camaradas,  y fundamentalmente de su adorada hermana y amiga Cecilia.

Nace como Simón Bolívar, un 24 de Julio, pero en 1900. Comenzaba el siglo que anunciaba ventisqueros y ella como el viento, asomaba su pequeño rostro en el norte de la ciudad capital, donde nace la Caracas de las elites del siglo XX,(La Pastora) antes de que existieran El Paraíso, Vista Alegre, Altamira, La Castellana y el Country Club.

Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez habían desplazado del poder a Ignacio Andrade, salido de la prepotencia del grupo armado de Joaquín Crespo. La montonera andina echa ya godarria, se paseaba altanera por la Caracas de los techos rojos, mientras una de sus acérrimas enemigas nacía en la casa de la pareja Clemente Travieso, integrada por Lino, su padre, Mercedes Eugenia, su madre y sus hermanas y hermano, Cecilia, Mercedes, Teresa y Carlos. Carmen era la menor. Siendo muy niña, muere su padre y la familia se traslada a vivir a la casa de su abuela materna Trinidad Dominguez de Travieso.

Su infancia, con seguridad transcurrió en la ciudad – aldea que todavía era Caracas, a pesar del intento de colocarla en la modernidad hecha por Antonio Leocadio Guzmán Blanco, pero la realidad venezolana no daba para eso. Caracas no podía ser París, era simplemente aldeana con presencia predominante de lo que Mario Briceño Iragorry, nos describe como espacio urbano de los nuevos ricos incultos, pero ricos, con “resabios” rurales, llenos de ambiciones, sin amor a la patria porque patria no había. Repartirse espacios territoriales grandes entre generales y coroneles era la norma, los subalternos  subsiguientes también pedían su tajada mediana; los rasos, pa' su conuco de hectárea y media de subsistencia, y los demás, los desterrados, jornaleros por real medio y un real.

Esa “ niña” nació en ese pa' allá y pa ca'. Sin embargo, esa mujer se quedó acá, donde habitamos los que con el trabajo, hacemos felices a otros que no trabajan. Allí se plantó Carmen y como en el juego de barajas, no se cansó de decir, que no había otra posibilidad de ser felices sino en el comunismo, porque lo demás es utopía, o mejor dicho, la utopía es la posibilidad de ser libres únicamente en el comunismo. Esa era Carmen, primero comunista y después periodista; sin embargo las crónicas que la nombran, exaltan su condición de periodista. Es como en estas épocas de dominación social demócrata donde a los revolucionarios para no decir que son comunistas, los denominan “Luchadores Sociales”. A estos mediadores entre el capitalismo “bueno” y el capitalismo “malo”, les asusta, como a sus antepasados de la II Internacional, el fantasma del comunismo y prefieren solaparlo en su lenguaje.

Carmen Clemente Travieso, no solapaba nada y por eso acudió al periodismo para ir en busca de la verdad oculta en los mensajes de los demagogos, en el fetichismo de las cosas y en la imaginería de quienes nos contentamos con el mundo aparente, a lo cual muchos llaman “cultura popular”. Fue reportera de la realidad cruda. En su actividad periodística, brilló con luz personal, lo supo hacer a su manera muy peculiar, porque no se mostró como mujer pidiendo clemencia al machismo social, fue inclemente con la mentira y el engaño, chocando con su apellido vinculado a la lucha por la independencia de Venezuela. No le importó y con su Clemente a cuestas, se paseó por la historia de Caracas del pasado y del presente, entrevistó a hombres y mujeres revolucionarios, a gente de a pié, para oír de ellos sus propuestas y sus vivencias contra regímenes opresores como los de Juan Vicente Gómez, López Contreras, Medina Angarita, Rómulo Betancourt (dos veces), Rómulo Gallegos (por poco tiempo), Marcos Pérez Jiménez y no contenta con esto, también siguió sosteniendo su posición revolucionaria contra Betancourt (nuevamente), Leoni, Caldera, Carlos Andrés Pérez para culminar por pocos días su confrontación contra Luis Herrera Campíns. Casi 83 años de consecuencia revolucionaria comunista que no pueden ser olvidados.

No conocimos su juventud, pero con esa historia forjada, nos la imaginamos, rebelde, crítica, irreverente, alegre, sincera, amiga, solidaria, cooperadora, comunicadora, dulce, cariñosa, combativa,  mejor dicho, una mujer comunista quien con seguridad tendría muchos pretendientes. Estas cualidades, se las conocimos en vida en los momentos que compartimos con ella, porque transmitía eso y mucho más, nos enamoraba envolventemente y nosotros felices de ese amor desplegado para todos, lo cual no permitía que nos celáramos por ella. Carmen fulminaba cualquier sentimiento que se parecieran al egoísmo, a la envidia, el individualismo y por supuesto al celo enfermizo.

Fue organizadora como pocas y pocos, ya que tenía la conciencia de lo colectivo como fuerza liberadora, por eso la encontramos como cofundadora de la Asociación Nacional de Periodistas, de la Liga Nacional de Presos, forma parte de la Asociación   Nacional de Periodistas, militante del Partido Comunista de Venezuela, y en sus años más pasivos, activó en su propia casa la Biblioteca “Gual y España”, donde estimulaba nuestras actividades revolucionarias, brindándonos junto con que querida hermana Cecilia, un delicioso café, acompañado de galletas preparadas directamente por estas encantadoras hermanas.

Sin embargo, su vida no se quedó allí, la clandestinidad también la tuvo ocupada en actividades que como ustedes amigos lectores deben suponerse, no podrán conocerse porque para ella “en boca cerrada no entran moscas” y nos dejó para la imaginación especulativa su quehacer clandestino.

Como escritora, creemos que no fue suficiente lo publicado para demostrar su prolifera capacidad, puesto que para Carmen Clemente Travieso, todo merecía ser escrito, para que quedara para las generaciones venideras una huella de lo acontecido a fin de que no cometieran los mismos errores. A la mujer la puso en las nubes (a los hombres cerquita de ellas), su feminismo no era anti- hombre,era contra los modelos patriarcales, ya que sabía por su estudios del marxismo, que durante el matriarcado se vivieron las mejores experiencias de solidaridad y amor de la humanidad. Su libro sobre “Las Luchas de la Mujer Venezolana” demuestra que nuestras mujeres estuvieron allí muy cerca y quizás con más lucidez, de la importancia de ser libre, porque la madre no quiere ver su hijo oprimido, ni explotado. Lamentablemente, la mayoría de los escritores de historia son hombres, quienes por su machismo, ven a la mujer, si es que la ven, a través de personalidades aisladas, sólo como compañeras de un líder, un caudillo, un jefe importante, nunca con el significado que la mujer como MADRE, es capaz de ser y hacer por ver a los hijos de una patria, libres como la sabana y el viento Pero no sólo los de una patria en particular, sino a todos los hijos de la PACHA MAMA. Nuestra Carmen, la “niña” Carmen, entendía esto, y cuando nos hablaba de Luisa Cáceres, (sin el Arismedi) nos hablaba no sólo de una mujer venezolana, sino de las mujeres del mundo.

Fue una luchadora incansable por visibilizar a la mujer, quitarle ese estigma bíblico de haber salido de la costilla de Adán para poner a comprender a los humanos que todos nacemos a causa de una copulación y por la vagina de una mujer. De borrar de la mente que la mujer es simplemente un complemento del hombre, para destacar como el viejo Raúl Dominguez que la naturaleza tiene nombre de mujer. Carmen mujer, nos dejó un legado a los hombres y así lo sentimos cuando estuvimos a su lado. Ese es el origen de este escrito.

Hermana de la clase obrera, especialmente de la obrera mujer, otro aspecto de un ser humano con conciencia de clase que tuvo Carmen, se propuso crear  una institución para la educación de la mujer trabajadora tal vez con el propósito de abrir caminos, ya que no lo habían, para que la mujer, generalmente más explotada que el hombre trabajador, tuviera mayor acceso a los conocimientos y con ello, mayor posibilidad de comprensión de sus deprimidas condiciones de vida y sus causas,  a la vez acabar con las ingenuidades populares de las demagógica propuestas de los políticos  y explotadores de la participación popular en el Estado burgués, o de crearle a la mujer la ilusión de que para ser más libre  en el proceso social, debe incorporarse a la producción. Recuerden que hasta hace poco y más en la época de Carmen, las mujeres percibían menores salarios con jornadas de trabajo más extensas e intensas. Si no lo creen léanse el capítulo VIII de El Capital de Marx, La jornada de Trabajo.

Amante de su ciudad, como Aquiles Nazoa, como Enrique  Bernardo Nuñez, Anibal Nazoa, Lucas Manzano y tantos otros, quienes como ella no han llegado a ser cronistas de la ciudad, describió lo que casi no existe en otras ciudades del mundo: Sus esquinas.

Todo porque cada esquina tiene su historia, o mejor dos historias, las poder y la del pueblo. Platanal por sus platanos, el Muerto porque aparecía un muerto en ese sitio y la de Cristo al Revés, porque tal vez Cristo aparecía con las “patas pa' arriba” a los ojos del pueblo. Su libro, nos enseña como se fue cuadriculando la ciudad luego de la invasión europea venida con sus esquemas de poblamiento apto para la dominación; nos narra los hechos que se dan en cada esquina, los personajes que habitaron ese ángulo urbano de lo que fue en su primer momento esta atribulada ciudad. Esa era Carmen la rebelde, recordadora de historias, de las cosas más sencillas, como nos hablaban Aquiles Nazoa y su querido hermano Anibal.

Carmen Clemente Travieso, mujer inolvidable como la poesía, que sabemos escribió, pero que no la conocimos, porque era como la historia de los pueblos: Amante del anonimato.

Era ese ser revolucionario, comunista de todos los días sin decir tanto que era comunista, estaba convencida de su manera de ser, y no alardeaba de esto, no esperaba reconocimientos ni condecoraciones. Fue Carmen Clemente Travieso, un ser inolvidable, como lo fue para nosotros su amada hermana Cecilia.

Nos preocupa que esta insigne mujer, sea desconocida hasta en su propia parroquia, en la cual un grupo de pastoreños buscando ponerle un nombre de mujer a una casa – institución, no encontraron a Carmen Clemente Travieso puesto que no la conocían, ni siquiera porque la tuvieron cerca.

Que el Cosmos tenga girando a Carmen y Cecilia, para mostrarle al tiempo y al espacio, lo hermoso que somos los humanos cuando amamos. La mejor muestra es la de este hermoso par de mujeres. Salud, Carmen y Cecilia Clemente Travieso.



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José Bonilla A.


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