Burguesía egoista

Adan Smith en una oportunidad aseveró "debemos agradecer el egoísmo de algunos hombres que los lleva a producir lo que todos necesitamos". Con estas palabras lo que realmente no dijo pero dejó claro es que el afán de lucro, defendido por la escuela económica clásica no es mas que una manifestación generalizada del egoísmo individual que conduce a la competencia, la acumulación, el sobreprecio, el acaparamiento, el contrabando y todos los vicios propios y casi exclusivo de esta casta maldita que ha venido golpeando y haciéndole difícil la vida a los pueblos del mundo y que hoy golpea a los venezolanos sin distingo de credo o filiación política.

La economía capitalista es el escenario de las acciones egoísta de la burguesía que encubiertas con mentiras grandilocuentes esconden sus acciones vandálicas como aquellas que afirman que sus efectos y resultados son consecuencia de las leyes del mercado, que incluso llegan a considerarlas como "leyes naturales" porque no las formula el Estado sino que nacen de la propia dinámica social con la oferta y demanda de productos en un intercambio que para que se mantenga impoluto no debe sufrir la intervención del Estado sino que debe operar "libremente" por cuanto ella misma tiene capacidad de autoregularse y encontrar su propio equilibrio.

Como extraordinarios "médicos sociales" la burguesía venezolana, primero mantuana luego cipaya y ahora pitiyanqui, ha venido suministrando estas píldoras al pueblo llano al menos durante tres centurias, llevando hoy día a muchos compatriotas a escribir en los vidrios de sus carros o en pancartas que sostienen en sus manos TODOS SOMOS POLAR.

En su oportunidad Adan Smith y David Ricardo justificaron la acumulación de capital como el ahorro de las clases ricas que posibilitaba el aumento de la producción a futuro. En tal sentido, distinguieron la renta bruta de la que dedujeron los costos fijos y variables, es decir todos los gastos necesarios para el mantenimiento de la producción tales como el desgaste del capital mas los gastos variables en reposición de materia prima, pago de mano de obra y otros gastos de operación y su resultado lo identificaron como el excedente de recursos destinados al "ahorro" y la "ampliación" de la producción.

Bajo este esquema. los economistas clásicos y sus seguidores consideran que incrementar el salario del trabajador disminuye la posibilidad de acumulación y por tanto frena el "progreso productivo" por lo que debería considerarse una práctica inconveniente de aplicar.

El trabajador, en el sistema capitalista es obligado a vender su fuerza de trabajo a cambio de una determinada remuneración que se le cancela semanal, quincenal o mensual. Durante cada jornada de trabajo genera cúmulos de riquezas que pasan a ser propiedad del dueño de la unidad de producción, quien apropiándose indebidamente de ella la ingresa a su peculio personal. Lo que recibe el trabajador por salario es muchísimo menor a lo que genera con su fuerza de trabajo, beneficiando al empresario con la mayor tajada. Esa diferencia, técnicamente conocida como plusvalía es, en la realidad real, un ROBO a los trabajadores que le permite al capitalista acumular riqueza a expensa de otros, sin embargo, los economistas clásicos la consideran el éxito del empresario por lo que el valor generado por el trabajador debe ser siempre sustancialmente mayor que el salario que recibe a fin de lograr los "mas altos niveles" de eficiencia productiva.

Realmente la finalidad nunca será mayor producción sino mayor acumulación de capital.

Esa plusvalía que el empresario tratará siempre de optimizar bien sea disminuyendo el salario, aumentando las horas extras o los turnos de trabajo, se repartirá entre el dueño de la unidad de producción, el comerciante que los pone en manos del consumidor final, el proveedor de materias primas, el banquero que presta el dinero para las operaciones industriales y mercantiles, el dueño de la tierra o del local comercial y otros capitalistas que intervienen en el proceso a expensa de nosotros, (clientes o usuarios), que le proveemos el dinero al comprar cualquier producto o utilizar un servicio.

Los capitalistas transforman en capital la plusvalía que perciben, este proceso conlleva a que a mayor plusvalía mayor acumulación de capital y, recíprocamente, a mayor acumulación de capital mayor plusvalía. Este "círculo virtuoso" de la concentración de la riqueza es cada vez mayor en menor número de manos con lo que se ha creado una pirámide social con empresarios cada vez más opulentos situados en el vértice piramidal y una masa trabajadora repartida en el resto de ella con una ancha base de obreros empobrecidos.

Surge así el monopolio, típico del mercado capitalista moderno e imperfecto en donde los monopolistas tienen muy en cuenta su capacidad para fijar el precio del mercado.

En el mercado capitalista perfecto, (solo existe en teoría), el empresario actúa como precio aceptante, es decir, toma el precio de la calle como un dato para calcular el suyo y adaptar su producto a las condiciones de un mercado competitivo.

En el mercado monopolista e imperfecto el empresario fija el precio de sus productos en función de sus aspiraciones o necesidades instantáneas pues sabe, conoce y está consciente, que si se comporta como un empresario competitivo y coloca un determinado volumen de producción a un cierto precio y mas adelante desea aumentar dicho volumen necesariamente deberá disminuir el precio de venta lo cual atenta contra su inmoral proceder, por lo tanto, como tiene el poder monopólico del mercado puede incrementarlo cuando quiera y cuantas veces quiera, incluso reduciendo su producción, sin que pase nada.

Esta poderosa condición conlleva a un grupo reducido de empresarios de un país o región aún mayor a ubicarse en un status de dominación que, por su egoísmo congénito, se lleva por delante a poblaciones, instituciones y poderes públicos sin importarle las consecuencias difíciles o graves que puedan ocasionar a la gran masa de la población que, a fin de cuenta, constituimos su sostén como consumidores.

El capitalista burgués monopolista, además de egoísta es explotador, hambreador, corrupto y corruptor, malsano, tramposo, astuto, envidioso, insatisfecho, irreconciliable, trepador, arribista, injusto, desalmado, …., agréguele usted lo que quiera.

Esa deformación especulativa en la formación de los precios es el arma que ha utilizado esa oligarquía monopólica en esta guerra económica contra el pueblo pretendiendo restar votos por cansancio a la Revolución Bolivariana en eventos electorales futuros.

Durante la década iniciada a finales de 2003 hasta comienzos del 2013 nuestro país, gracias al liderazgo y las políticas justas implementadas por el Comandante Eterno Hugo Rafael Chávez Frías, vivió 10 años de bonanza económica para toda la población, incluyendo camaradas y escuálidos, período cuando el salario alcanzaba para atender las necesidades básicas y complementarias. Recuerdo muy bien que durante ese tiempo atendíamos con holgura las reparaciones de nuestros vehículos, podíamos comprar algunas herramientas especificas como gatos, llaves, alicates, destornilladores, incluso segadoras de gramas, computadoras de mesa, laptop, celulares, nos vestíamos pepita, realizábamos refacciones y ampliaciones en nuestras casas, pintábamos sus paredes y puertas al menos cada dos años, comíamos hallaca, pan de jamón y panettone todos los diciembre, viajábamos a algún lugar en carnaval y semana santa, conseguíamos alimentos seguros, baratos y abundantes en los anaqueles de los supermercados, abastos y bodegas, los servicios básicos: electricidad, agua, telefonía y gas doméstico subsidiados, en fin, habíamos casi logrado el placentero estado de bienestar, éramos felices junto a la burguesía parasitaria que, y esto hay que resaltarlo, nunca había estado mejor pues siguió chupando el erario publico con mayor intensidad que en la cuarta república, ya no administrándolo directamente sino valiéndose de artimañas, tramposería, testaferros, alcahuetes, tramoyeros, filibusteros, caminos verdes, etc., y aun así nunca se le atacó, se les respetaron sus derechos y propiedades, no se les incrementaron los aranceles, bastó solo con ponerlos en su justo lugar, trazar un limite y dejar un amplio espacio para beneficio del pueblo.

Sin embargo la perversidad de una clase que se cree superior y dueña de todo, la vida y no vida de este territorio, insatisfecha y ambiciosa, no dejó nunca de atacar al Comandante Chávez hasta su desaparición física y exponenció su ofensiva a la llegada del Presidente obrero Nicolás Maduro y no viendo resultados tangibles volcó todo su poder y esfuerzo en estos tres últimos años en una guerra económica que no tiene parangón en la historia republicana por la sola envidia de que deben ser ellos los únicos poseedores de bienes y fortunas, dejando al pueblo las migajas que pueda conseguir a precio de sacrificio.

Hoy, lo que somos mayores de 40 años estamos obligado a mostrarle a los jóvenes menores de 25 que todas las dificultades que estamos viviendo con esta desdicha de inflación inducida, ataques a la moneda, acaparamiento, contrabando y bachaquerismo comercial es una expresión emocional muy similar a la que vivimos nosotros en las cuatro últimas décadas del siglo XX, si bien con diferencias sustanciales ya que no eran resultado de ataques a los gobiernos instaurados, con los que la oligarquía guardaba estrechos lazos de sometimiento, sino provocada por ese egoísmo congénito de la burguesía parasitaria que con supermercados llenos de productos nacionales e importados en vistosas presentaciones exhibidos en sus anaqueles, se reservaban el derecho de admisión, con vigilancia armada en sus portones, expresándole al pueblo llano su incapacidad social de adquirir productos con precios tan elevados que no estaba a su alcance y locales selectos a los que no podía acceder.

Lamentablemente para ellos y afortunadamente para nosotros Venezuela está conformada por una población mayoritariamente distinta al resto de la humanidad, gracias al esfuerzo y ejemplo de sus fundadores libertadores, gente aguerrida, luchadora, libertaria, consecuente con las grandes causas de la humanidad que difícilmente se doblegan ante la adversidad. Por ello, no somos polar, somos Bolívar, Miranda, Sucre, Urdaneta, José F Ribas, Zamora, Chávez, somos esperanza, somos Patria libre y soberana y de allí no nos sacaran nunca.

romeroalberto@yahoo.com



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