Algunos me llaman ateo, sin embargo…

Algunos me llaman ateo, y quizás sea verdad; digo quizás porque eso de los dioses y las creencias es algo que no está muy definido sino mas bien universalizado de tal manera que termina como que siendo algo personal. Son ateos quienes no sigan al Dios de una mayoría; de ser así pues seré ateo, entonces. Sin embargo:

Creo en el ser humano como creador de cuanta vaina exista en este maltrecho planeta, sobre todo creador de los desastres. Somos como niños inventando vainas y jugando a probar nuestro poder de inventiva, eso está creando los mayores desequilibrios en la naturaleza y nos tienen en zozobra universal.
Creo en el caballo, ese que corre libre y sin embargo libre de prejuicios se deja domesticar y montar haciendo binomio perfecto con el hombre, acompañándolo en la paz y dando la vida con él en la guerra.
Creo en el mar, ese poderoso manantial de vida, indómito y fuerte que sin embargo, sumiso e indefenso, se deja contaminar por el hombre que lo va matando de manera inmisericorde y ante quien se repliega indefenso y triste.
Creo en la fuerza del rio que arrastra lo que el hombre le atraviesa y que aun seco renace de las lluvias volviendo a arrasar lo que el hombre quiera ponerle en su camino.
Creo en el sol, que nos da vida cada día y que cuando una nube lo tapa la hace llorar hasta que desaparezca en su propia tristeza o impotencia; creo en el sol que se eclipsa ante la presencia de los movimientos naturales demostrándonos que hasta el tiene sus límites.
Creo en la luna, esa que hace escribir a los poetas, aullar a los lobos y elevar las mareas, esa misma que vuelve ingenuos a los lunáticos haciéndolos sabios.
Creo en la tierra de donde germina todo lo que en ella habita y a donde todo vuelve.
Creo en mí, como causante de todas mis penas y alegrías, triunfos y frac acasos.
Creo en la risa de los niños, la única crudamente cruel y sincera; todo lo opuesto a su llanto manipulador.
Creo en la familia como bloque inseparable y eterno.
Creo en la vida por sí misma, la que empieza cuando nace y nunca muere pues solo se transforma.

Algunos me llaman ateo por no creer en sus dioses, e irreverente, cuando digo que creo más en una zanahoria rallada con repollo y mayonesa que en un papa frito, aunque de fritos está lleno el mundo.

Creo en Bolívar que intentó liberar cuatro naciones y lo único que logró fue fundar una con su nombre, que tampoco fue libre.

Creo en Chávez que intentó liberar a su patria y sólo logró liberarse el mismo de las ataduras del cuerpo.

Creo en el amor que todo lo soporta, todo lo cree, todo lo supera y todo lo pelea hasta la muerte.

Creo en las creencias de cada quien, eso hace que el mundo esté lleno de locos, y nos arrastre en sus locuras.

Algunos me llaman ateo pues no creo en su Dios, ¿Pero cual Dios?
Creo en la libertad que se logra con la educación apropiada, algunos se educan para servir y otros para ser libres.

Creo en lo difícil que es lograr la libertad en este mundo donde los esclavos de sus creencias esclavizan a las masa en nombre de una falsa libertad, difundida por los medios de comunicación: “La libertad de comprar el carro de último modelo, los zapatos de tal marca, el celular tal, el barrio cual, el restaurant pascual”. Creo en lo difícil que es ser libre en este mundo de esclavos y llegar a una playa con tu propia sombrilla sin que te llamen pelabolas o te obliguen a pagar el alquiler de quien lleno la orilla de las suyas.
Muchos me llaman ateo, pero si somos nuestro propio Dios y lo demás lo inventamos, entonces mi ateísmo me libera de las ataduras del Dios que mueve los hilos a su antojo y capricho, y pierden fuerza los que, en un complejo de supremacía sobre los demás, se pusieron túnicas bordadas de oro, o las mejores sedas, o los mejores trajes, o incluso las mejores plumas; esos que se hicieron altares de lujo con los mejores mármoles, llenaron fachadas de oro y piedras preciosas, y se hicieron anillos, coronas y cetros de valor incalculable, para pisotear a los vasallos y fieles seguidores de su Dios y su doctrina.
Esos que se alimentan de los dineros de los más pobres poniéndoles precio a su fe, esos que no le saben explicar para que carajos ese Dios omnipotente que creó todo de la nada, necesita el diez por ciento de su sueldo. O que no le saben explicar porque si Jesús de Nazaret anduvo en sandalias y llegó en burro a Jerusalen ellos necesitan los lujos que hoy usan mientras oran por los pobres con los que no comparten su pan.
Creo en el perro, fiel seguidor de su amo, el que llora la ausencia y no reclama la llegada, cuando esta suceda, sino que por el contrario la celebra.
Creo que lo que ha de ser será y eso solo depende de nuestros actos.
Si el edificio se derrumba fue porque lo construimos mal.


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Oscar Jiménez


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