Sobre traidores, garimpeiros y otros cuentos de brujas

El envidioso Melito lleva ante los tribunales al sabio Sócrates, recriminado por recorrer la ciudad de Atenas entre inteligentes diálogos con sus contemporáneos. Entre otras acusaciones, dicen que el filósofo entablaba diálogos con nobles y esclavos por igual. Durante su juicio el sabio argumentó: “todos aquellos que pasaban por ser los más sabios no me parecieron y todos aquellos que no gozaban de esta opinión, los encontré en mucha mejor disposición para serlo”.

Muchos siglos después, en Venezuela, nuestros dirigentes emplean el “casa por casa” dialogando con la gente cuando están en campaña, cuando llegan al cargo dejan de hacerlo. ¿Será que el poder es una cicuta que mata lentamente al Sócrates que llevamos dentro? O ¿Será que hay algunos Melitos que juegan a ser Sócrates a ratos?

Miguel de Cervantes nos cuenta que un buen día el Quijote decide salir de la comodidad de su hogar, en busca de aventuras, queriendo aplicar la justicia y arreglar entuertos. Este heroico acto fue tomado por locura en aquel lugar de la Mancha. Se dice que con vileza infinita el cura y el barbero del pueblo se aliaron con un tal Bachiller Sansón Carrasco para detener al Quijote en su empresa. Por un lado, el cura y el barbero se dedicaron a quemar los libros que fueron fuente de inspiración para Don Quijote. Pasaron por las inquisidoras llamas Amadis de Gaula, El Caballero de Febo, Olivante de Laura y quizás algún libro viejo de un tal Mészáros o de algún Bolívar. Por otra parte, el Bachiller Sansón Carrasco haciéndose pasar por “El Caballero de la Blanca Luna” reta al Quijote a un duelo y le hace prometer que el perdedor abandonaría el oficio de caballero. El arrogante Bachiller derrota en duelo al Quijote y lo destierra del mundo de la caballería. Confinado en su casa, el valeroso Hidalgo cae en mortífera depresión y en sus últimos momentos se arrepiente de sus hazañas de caballero. El Quijote muere arrepentido y convencido de que estuvo loco.

La Revolución Bolivariana es, sin lugar a dudas, una quijotada que nació en pleno contexto neoliberal. A 17 años el proceso vive su momento más difícil y hay muchos Bachilleres que ya no se disfrazan de caballeros sino de economistas “objetivos”, de socialistas light o simplemente de ecuánimes, que nos quieren decir que todo fue una locura, que nada de esto debió de haber sucedido. También hay muchos curas y barberos infiltrados que se disfrazan de tribunales disciplinarios socialistas para censurar toda idea “peligrosa”. Nos hacen falta Sanchos que insistan en retomar la senda de la aventura de un mundo mejor.

Parece que doce personajes coinciden en contar que en vísperas de Pascua ocurrió algo inesperado. Escribieron que un tal Jesús de Nazaret enfureció al entrar a un templo judío y verlo convertido en un mercado. La molestia fue tal que a latigazos expulsó a los comerciantes del templo, gritándoles “Mi casa será llamada casa de la oración para todas las naciones, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Esa y otras ofrendas no podían ser permitidas por las autoridades políticas y religiosas de la época. Jesús de Nazaret es llevado ante Poncio Pilatos y ya sabemos el resto de la historia. En 1998 Después de Cristo, la Revolución Bolivariana llega al poder con ese mismo espíritu de justicia, acusando a los corruptos y prometiendo esperanza a los desamparados. Después de años de gobernar, algunos nuevos ladrones hicieron otra vez del templo su cueva. El problema está, que fallecido el líder, ya no hay quien le ponga el cascabel al gato, ni quien empuñe el látigo, todos escucharon la salsa de Richie Ray y Bobby Cruz que dice “si al justo no respetaron, cuidate tu caballero”. Mientras tanto hay muchos Poncios esperando para lavarse las manos.

Las revoluciones son momentos en los que las circunstancias favorecen la actuación simultánea de cientos de Jesús, de miles de Sócrates y de incontables Quijotes. No obstante, la historia nos dice también que no todo es color de rosa. Observo con preocupación cuando las revoluciones no admiten críticas y se persigue al que opina diferente, se injertan cúpulas inamovibles y se dejan de tocar los temas que incomodan a los de arriba. Algunas veces pienso que el poder es capaz de convertir a los Quijotes, a los Jesús y a los Sócrates en sus álter egos.

Parece que los privilegios que el poder conlleva cumplen la misma función que la diabólica poción que bebía el Dr. Jekyll para convertirse en el terrible Mr. Hyde. La expulsión de diferentes compañeros y compañeras del PSUV como Ana Elisa Osorio, Navarro, Giordani, a pesar de no coincidir con ellos, me parece un hecho inquietante.

Asimismo, casos menos conocidos como el de la expulsión de Sergio Sánchez o las acusaciones a Juan Barreto, después de haber hecho críticas, parecieran dar crédito a mis primeras preocupaciones.

Mas recientemente, hemos llamado garimpeiros a todo aquel que lucha contra el Decreto de Explotación del Arco Minero del Orinoco o a todo el que hace una autocrítica lo hemos acusado de traidor. Aprovecho para sugerirle a nuestra inquisición “socialista” que priorice otras herejías de las que poco se hablan y nadie castiga.

Los Jenofontes, los Sanchos y Las Marias Magdalenas debemos estar alerta para que no nos roben la indignación cuando veamos algo que está mal, no nos curen la locura de soñar por un mundo mejor y no nos censuren el diálogo crítico que camina en las ciudades.

Debemos luchar por extirpar a los Carrascos, a los Poncios, a los Melitos. La Revolución Bolivariana solo debe estar liderada por los sentimientos más enaltecedores de la condición humana, los del Quijote, los de Jesús, los de Sócrates.



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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