Columna Prestes, 6to Disparo

El Dialogo en el horno de las definiciones políticas

El gobierno ha planteado el camino del dialogo frente al asedio internacional opuesto por la derecha y la principal jefatura opositora, con las resistencias de costumbre y ante la imposibilidad de movilizar a las grandes masas a la resolución política ante la crisis económica, se dispone a aceptarlo. Para el dialogo se cuenta con el apoyo de varios gobiernos de Europa y América, y la sorpresiva aprobación de los Estados Unidos. Y es que el dialogo en Venezuela tiene como antesala la conversaciones de alto nivel entre la canciller Delcy Rodríguez y John Kerry, secretario de Estado norteamericano.

Ante esto, ante el llamado a dialogar con la derecha luego del más álgido periodo de confrontación de la historia reciente, algunas vocerías de los dos “extremos” han levantado las banderas del pesimismo respecto a los resultados del mismo. En la izquierda se ha tomando la oportunidad de dialogo como prueba fehaciente del carácter claudicante de la dirección del proceso; desde el otro lado del tablero señalan, al dialogo como una ruin componenda de los interés personales para el mantenimiento del gobierno. Para estos “extremos” Todo confluye en una simple igualación de los bandos enfrentados, en una reedición venezolana del “son lo mismo” que se conoció en la política argentina en tiempos recientes. Pero los revolucionarios debemos estar en guardia, precavidos ante los intentos de confundir y desmovilizar al pueblo, en especial cuando los discursos convergen con los del enemigo de clase. Todas estas especulaciones se basan en una pobre, casi nula, comprensión de la política, de las grandes confrontaciones sociales, y del momento histórico presente.

El agotamiento de la confrontación política para definir la crisis

La política parte de la confrontación de bloques de fuerzas, de la mutua correlación entre su capacidad de confrontar y paralelamente mantener su propia unidad y cohesión interna. La capacidad de construir consensos, de presentar una legitimidad, es vital, pues raramente se constituyen bloques de fuerzas homogéneos, más bien por lo general son coaliciones de múltiples sectores, fracciones, y clases, representantes de diversos interés sociales y económicos. La fuerza de cada bloque respecto a sus adversarios se mide en proporción a la fortaleza de su unidad interna, su capacidad de sumar voluntades, en relación con su habilidad para paralizar y disgregar los consensos enemigos, de debilitar las otras unidades. La confrontación permanente, la pura imposición, la abierta amenaza de la fuerza bruta, son medios imperfectos de manejo político.
Solo cuando las correlaciones de fuerza le son sumamente favorables, cuando se ha sumado una legitimidad incontestable para una mayoría absoluta, un bloque político puede permitirse imponer su voluntad a discreción. Y esta correlación favorable pasa por tener una acertada, o al menos comprensible, visión del escenario, de las presentes evoluciones sociales y económicas que son las que afectan en primer término los intereses que se aglutinan, y del acertado, o percibido como acertado, accionar al respecto.

Pero en la calle se percibe un agotamiento de la confrontación por la resolución política, pareciera que la gran masa no cuenta con fuerzas para avanzar sin resolver los problemas económicos en los que se encuentra envuelta, frente a ello no vale ni el discurso de la MUD de “salir de la crisis saliendo por la movilización del gobierno”, ni la propuesta de disolución de la Asamblea Nacional como medio de “superar el sabotaje”. Y cuando la derecha se ahoga en el despliegue de su iniciativa y el referéndum revocatorio está descartado para este año y se despliega la Fuerza Armada para garantizar el funcionamiento de la distribución de rubros prioritarios, pareciera trancarse las tentativas de una resolución política de corto plazo.

En momentos de precario equilibrio y a la vez de incertidumbre, en que las fuerzas contrarias se encuentran en delicadas y complicadas posiciones, cuando se avizoran grandes riesgos, es que se plantea la negociación y el dialogo.

Pues bien, tengamos presente la inusitada crisis del sistema mundo capitalista que sirve de telón de fondo a todo estos acontecimientos, Así tenemos a los grandes bloques políticos afectados en sus bases sociales, en complicadas posiciones algunas de ellos, y desorientados, además, sobre las opciones a tomar ante la crisis, cuya resolución se convierte en un gran clamor de toda la humanidad. En nuestro continente, una de las regiones más afectadas por la crisis, se dan al mismo tiempo los diálogos de paz en Colombia y los que Cuba efectúa con los Estados Unidos.

Es hora del dialogo y de hacer acuerdos, se entiende el hecho de que cada fuerza debe ceder en ciertos puntos para obtener algo, para despejar los caminos y obtener mayor capacidad de maniobra, que se presentan circunstancias en las que el puro enfrentamiento resulta un estorbo para los fines planteados y en las que por lo tanto se llega a un momentáneo acuerdo con el contrario. Pero esto no es sinónimo de conciliación, todo lo contrario, todo entendimiento entre fuerzas encontradas ante los principales problemas sociales, en torno a los cuales se alzan intereses antagónicos irreconciliables, como se ha vivido en Venezuela en los últimos 17 años (desnacionalización neocolonial de la burguesía contra la unidad patriótica antimperialista del pueblo y las FANB) , solo puede ser temporal y estas situaciones de equilibrio, con el empuje de la crisis, decantaran en favor de un lado o de otro inevitablemente.

La crisis. La economía en Venezuela se ha sustentado en una relación dependiente con el mercado mundial. Y precisamente la crisis, al afectar al mercado mundial, toca en su raíz más profunda la totalidad de las relaciones sociales venezolanas, no se trata de un mero inconveniente local, solucionable con medidas nacionales, no, va mucho más allá, la crisis es de tal gravedad que desmiente todos los dogmas en los que se basaba la economía nacional, las condiciones del mercado, con la caída mundial del consumo y del comercio, ya no son las que habían permitido los ciclos de auge y bonanza que se esperaban con la regularidad de la temporada de huracanes del Caribe. Con todas las antiguas certezas hechas trizas, tanto el gobierno bolivariano como las fuerzas derechistas se encuentran sin respuestas claras sobre el cómo superar esta dura etapa.

El gobierno se plantea conservar el modelo de inclusión social y la gobernabilidad. Pero el recorte de los ingresos y la presión empresarial pujan por una parte mayor de la renta, creando el dilema de imponer prioridades de gasto que inevitablemente afectarán su base popular. La derecha empresarial amenaza con las armas de la guerra económica pero a su vez se ve en riesgo su conexión umbilical con sus socios y jefes trasnacionales. La vocería política que ejerce la MUD se ve constreñida de avanzar con más firmeza dado que sus respuestas inmediatas a la crisis incluyen un brutal recorte del gasto social y la exclusión del consumo de las mayorías nacionales, con lo que la gobernabilidad dependería de la represión y la suspensión de garantías democráticas.

Es este el escenario que se plantea en la mesa de diálogo, un escenario complejo en que las diversas fuerzas se ven trabadas, pero precisamente trabadas por el carácter contradictorio y divergente de las tendencias que representan. En el presente dialogo la dirección del proceso bolivariano busca mantener la gobernabilidad, estabilizar el marco económico, aliviar las presiones internacionales, evitar un bloqueo definitivo, resguardar la base social del pueblo de los peores efectos de la crisis y mantener el control autónomo de la política nacional. Tendrá que ceder en múltiples puntos ante las presiones del capital mundial y para evitar una aventura golpista o un choque violento que abra las puertas a una intervención imperialista.

Hay que decirlo, ante las pretensiones de la derecha, nacional e internacional, de imponer el peso de la crisis en las espaldas de los pueblos, de golpear con una marejada de barbarie para imponer su criterio, de lanzar al abandono y la hambruna a las mayorías, las intenciones defensivas del gobierno nacional deben ser apoyadas por todos los revolucionarios. El mantenimiento de la legalidad y de las regulaciones, junto con los derechos conquistados, es imprescindible para el sostenimiento del pueblo trabajador ante la crisis.

La avanzada revolucionaria

Pero no es suficiente, este escenario de tenso equilibrio, que obliga a las fuerzas encontradas al dialogo, no se mantendrá eternamente. Es necesario abandonar las viejas recetas del capitalismo y emprender la ofensiva desde la única fuerza que se puede mantener en pie ante la crisis, el trabajo. La unidad y empoderamiento del trabajo, de sus instancias de autogestión y poder popular, es la única solución cierta y contundente a la crisis. La visión del trabajo debe disputar y ganar la dirección del bloque de fuerzas revolucionaras bolivarianas, encausándolas a una mayor radicalización, a la vez que se frena el desesperado avance de la derecha y el imperialismo. El dialogo plantea el momento de la defensiva y la reagrupación de las fuerzas, de perfilar los espacios de maniobra; pero es necesario a su vez preparar la ofensiva y la conquista del triunfo, es necesario, siempre y en cada lugar, preocuparse de las condiciones necesarias y las posibilidades actuales para la revolución social.

Sólo el Poder Popular, La unidad obrero/campesina y Comunal Puede Triunfar sobre la crisis.



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