Volver a Chávez: ¡y se fugó del cuartel!

El Cuartel de la Montaña nació con aroma de irreverencia y contrastes. También, de componendas subrepticias, traiciones sutiles. Castro y Gómez, viejos compadres, ordenaron su edificación en una planicie sugerente a comienzos del siglo XX; lo destinaron a la burocracia, al resguardo museístico: el Museo Histórico Militar.

Con el pasar de los años y en momentos de pugilato entre el civilismo y el militarismo de una misma oligarquía, creció a sus alrededores la muralla infranqueable de la sangre, el sudor y las lágrimas de un pueblo que trastocó la opresión con rebeldía, dispuestos siempre a repetir tamaña hazaña, la del 23 de Enero de 1.958.

Fue en ese museo militar donde Hugo Chávez Frías, el 4 de febrero de 1992, dirigió las acciones de la rebelión militar destinada a desmontar los vicios y desmanes de los políticos de turno. La delación, traición inoportuna, obstaculizó el éxito de tal empeño; no así lo medular. En fracciones de segundos y por mensaje televisado, nació la conexión amorosa líder-masa que conduciría los destinos de la Patria de Bolívar en el futuro inmediato.

En mayo de 2013 la muralla fue franqueada con lágrimas y suspiros: el cuerpo inerte del Comandante Chávez se alojaría en aquel lugar emblemático. Preservado por la flor de los cuatro elementos, recibe constantemente a mujeres, niños y niñas, hombres y ancianos quienes añoran su voz, su energía y enseñanzas; una visita corta, casi instantánea, que apenas les permite rozar los bordes del ataúd.
Pasean por las salas adyacentes hurgando, en fotos y objetos, algún indicio de vida; ya no la perciben. La naturaleza y los fines de los salones cambiaron radicalmente. La infografía colectiva y la museística moderna desplazaron la comunión entre el Comandante Chávez y su pueblo: la de la risa y enérgica voz, la mirada amorosa, la cotidianidad de la rutina en libros y enseres de trabajo,  los abrazos y ocurrencias.

Nos preguntamos:   ¿Por qué los restos de Chávez se resguardan en este lugar? ¿Quién o quiénes tomaron esa decisión? ¿Qué intencionalidad los movió? ¿Por qué cambió tanto el sentido y el sentir del Mausoleo-Cuartel 4F? ¿Por qué desatendieron su decisión y deseo? Éstas fueron sus palabras: “Cuando yo muera quiero que me lleven allá, a ese pueblo que es Sabaneta de Barinas, y me conformaré con una cosa muy sencilla, como la abuela Rosa Inés”. Tal desafuero no es inocente; igual suerte corrió Bolívar.  

Chávez es elocuente cuando califica estos desatinos históricos. Éstas fueron sus palabras:

…Comencé a hacerme rebelde unos años antes, contra una prohibición absurda… Una tarde, anocheciendo, decidí dar un paseo en bicicleta, y estaba prohibido hacerlo en la Plaza Bolívar de Sabaneta… Me detuvo la policía y me llevaron a la jefatura… (…) ¿Por qué lo prohibían? Una decisión de Pérez Jiménez. Ordenó que, en todas las plazas  y en todas las avenidas Bolívar de Venezuela, los ciudadanos, por respeto al Libertador, debían llevar paltó (chaqueta) y tener un “comportamiento correcto”. Se consideraba un sacrilegio pasar ante la estatua de Bolívar sin ir vestido como un rico. Una forma de aburguesar la plaza; incluso prohibían andar en mangas de camisa… Los indios descalzos, o los pobres, o los niños descamisados por el calor, no podían entrar a la Plaza; mucho menos en bicicleta… Absurdo, injusto. “Santificaban” a Bolívar para despolitizarlo.

Ya no albergamos duda alguna; nuestras denuncias públicas han sido reiterativas:   A CHÁVEZ LO SANTIFICAN PARA DESPOLITIZARLO. Es una maniobra sutil, persistente, constante, concebida hábilmente para inocular en el inconsciente colectivo otra imagen de Chávez, la de un hombre campechano, coplero, de discurso elocuente, en fin, un patriota nacionalista sin conexión alguna con las transformaciones radicales antineoliberales, antiimperialistas, internacionalistas, socialistas anticapitalistas que emprendió y legó y que otros y otras cercenan sin cesar. Es una maniobra inteligente que ha rendido sus frutos.

La tristeza crece; la emoción y la alegría desaparecieron de los rostros humildes.  Expresiones sublimes como comandante supremo y líder eterno lo vacían de su esencia humana. El rojo rojito que identificó la combatividad de la masa oprimida se difuminó en los tristes colores de un pálido arco iris; los marchantes sólo imitan a los líderes trajeados, ahora, con costosas y elegantes corbatas. Las vallas, afiches y creativas pancartas alusivas a Chávez tuvieron igual destino que el cuadro de Bolívar el 11 de abril: el sótano, los cuartos oscuros.

En las Librerías del Sur desaparecieron, hace cosa de tres años y de manera consecutiva, los ensayos políticos e históricos polémicos sobre y de Chávez. Medios informativos y funcionarios  utilizan a su libre albedrío la oralidad elocuente y profunda de Chávez: descontextualizan sus ideas, entresacan párrafos de sus discursos y escritos, memorizan y recitan frases sin sentido  quizás para darle fuerza a lo que ya no lo tiene en sus conciencias y corazones. Más grave aún, las principales tesis sobre el Socialismo Bolivariano del siglo XXI, escritas y divulgadas personalmente por el mismo Chávez en el Plan de la Patria, el Golpe de Timón y la última alocución del  8 de diciembre de 2012 fueron distorsionadas y tergiversadas; la militancia apenas si lo ha percibido y constatado.  Al menos Bolívar no tuvo esa misma suerte: sus discursos, proclamas, cartas y otros documentos engrosaron los enmohecidos estantes de bibliotecas y archivos hasta que  Chávez los resucitó.

La maniobra avanza con paso firme. Su fin: despojar a Chávez de su esencia histórica. Con tamaña felonía violentan su naturaleza y convicción más íntima. Éstas son sus palabras:
Yo, hace tiempo que comencé a saciarme de historia. Buscando probablemente la clave de nuestro porvenir. ¿No dice acaso Heidegger “que no hay nada más lleno de futuro que el pasado”? De niño, como le comenté, si hubiera tenido conciencia hubiese podido decir, igual que Fidel: la historia me absolverá. Pero hoy digo: la historia me absorbió, me engulló, y yo también la absorbí porque también uno se va alimentando de ella ¿no? La historia y yo nos hemos absorbido mutuamente.
   
Chávez fue y es Historia y la Historia se fundió en Chávez. Es la Historia de los pueblos oprimidos, rebeldes, valientes, audaces y soñadores que él, hábilmente, sintetizó en una obra y un discurso: su legado político radicalmente revolucionario. Es la Historia que se conoce y se ama, se divulga y defiende con inmolación y entrega. Una Historia de contradicciones dialécticas, total, social, cambiante, retadora: la Historia que absorbió, defendió, divulgó y enriqueció Chávez y que otros y otras diluyen en los páramos del olvido.

En el Cuartel 4F de la Montaña se recuerda hoy a Chávez. Se inauguraron nuevas salas-museo; se relatan anécdotas; se degusta la torta por su cumpleaños; se canta y se ríe; se aplaude y se añora, ceremonias todas afines a una festividad social. Nos preguntamos: ¿Dónde quedó la espiritualidad amorosa de compromiso revolucionario radicalmente socialista y anticapitalista?  ¿Se dispusieron salas para consultar en las canaimitas y las tabletas, la página web: www.todochavez.gob.ve? ¿En asamblea de vocería, comuneros y comuneras, conjuntamente con los líderes, se debaten las tesis socialistas y anticapitalistas de Chávez? ¿Los asambleístas comprobaron la distorsión  de sus ideas en los últimos documentos y están dispuestos a divulgar tan brutal felonía en los términos del chavismo según Chávez?

    He allí interrogantes que esperan respuestas…
Mientras las ceremonias continúan, la luna llena resplandece plena como el anochecer en la sabana. De repente, una imagen difusa circula con paso firme por aquel cuartel que tanto conoce. Se acerca a los centinelas y corrobora que duermen plácidamente. Atraviesa el portón y percibe a lo lejos el balcón familiar: rememora la tasa de café humeante y el cantar de Fidel y Chávez, sus acompañantes mañaneros. Continúa por el pabellón de las banderas, franquea la muralla y sigue, no se detiene...
Un sonámbulo, vecino del 23, percibe a lo lejos, muy lejos, cómo deambulan unos zapatos grises, una raída boina roja y un libro, de un tal Marx, meciéndose sin cesar… Le transmitió el mensaje a García.
¿Retornará? …

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