La revolución en revolución

El presidente anuncia constantemente en su alocución dominical, la designación de partidas mil millonarias para los más diversos proyectos socioeconómicos y socio-políticos. Insiste en la necesidad de manejar dichos fondos con transparencia, eficiencia y honradez. Reprende a sus ministros por el retardo o la ineptitud en la ejecución de obras. Convoca al pueblo para que ejerza la contraloría social. Invoca el pensamiento bolivariano como faro para iluminar el camino a seguir y rescata también el pensamiento de Marx, entre otros pensadores revolucionarios. Alerta sobre los peligros internos de la revolución: la corrupción y la burocracia y también sobre los externos: la estrategia del gobierno de Estados Unidos. Pese a todas las dificultades ratifica el rumbo socialista de la revolución bolivariana.

No obstante los grandes avances en la vida social del país como educación, salud, trabajo, infraestructura, etc., los resultados en la lucha contra la pobreza no se corresponden con las inversiones realizadas. La elevación de la conciencia política del pueblo y su grado de organización también están por debajo de las exigencias que nos imponen los objetivos estratégicos trazados por el presidente Chávez. Algunos minimizan la amenaza de intervención del Gobierno de Estados Unidos ayudados por sus cómplices mediáticos internos. Nadie podrá negar que los Cisneros, Granier o los Zuloaga - Ravel no conocen la larga lista de invasiones sangrientas del imperio en América Latina por mucho menos que la mayor reserva petrolera del mundo. Ellos mismos sirvieron junto con otros propietarios de medios de eje operativo del golpe de Estado de abril del 2002. Son cómplices del imperio.

No obstante la unidad política y de acción del movimiento popular que reclama el Presidente, ésta presenta serias fracturas, originadas en buena medida en las luchas intestinas de los partidos del “bloque del cambio” por cuotas de poder para acceder al dominio de la renta petrolera.

La formación de una élite de nuevos ricos presenta evidencias difíciles de ocultar. El encendido discurso antiimperialista y socialista de muchos “dirigentes” no pasa de ser pura retórica. La defensa de sus intereses los obliga a defender el capitalismo y a establecer alianzas estratégicas con los viejos dueños del poder y del país. Por ahora, sólo permiten una mayor distribución de la renta hacia programas sociales, menguada por la corrupción, el burocratismo y la promoción del paternalismo. Los liderazgos medios cabalgan sobre el único liderazgo legítimo:
el del presidente Chávez, vulnerándolo y frenando el avance de la revolución.

Hemos advertido reiteradamente que derrotada la estrategia ortodoxa de nuestros enemigos, golpe de Estado a la cabeza, el imperialismo y sus lacayos locales, siguen ahora la estrategia de dividir al pueblo, confundirlo, desmoralizarlo y paralizarlo, para quebrar la base social de apoyo al Gobierno y debilitar el liderazgo del presidente Chávez. El imperialismo norteamericano y los enemigos abiertos que le sirven de apoyo a nivel nacional siguen siendo el enemigo principal. Pero, consciente o inconscientemente también sirven a esta estrategia los “revolucionarios” de boina roja, corazón blanco y bolsillo verde; muchos de los cuales tienen que ver con la incoherencia en la acción del gobierno y los vicios señalados. El imperialismo tiene una doble faz, la externa y la interna. Y hay que combatirlo en ambos ámbitos.

Por eso la revolución en la revolución sigue siendo una tarea urgente y sólo puede realizarla el pueblo acompañado de los genuinos revolucionarios que los hay, y que tenemos que pasar a la ofensiva en la lucha de clase. Mañana puede ser tarde.


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Daniel Hernández


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