¿Para qué cultura en tiempos de crisis?



Hay quienes conscientes o involuntariamente, se desplazan de sus raíces, muchas veces perdiendo la posibilidad de regresar a los espacios físicos e inmateriales que para ellos representaron una calidez primaria, una identidad. Ante este vacío diluyente de tiempos pasados y realidades presentes, surgen trincheras de defensa ante una homogenización que avanza inexorable borrando rostros y luces, aromas y texturas, querencias cuyas fisonomías descubrimos frágiles ante la arremetida de los apartamientos. ¿Trincheras dije? Pues sí, las tradiciones y la cultura raigal, acaso como tablas de salvación para esa parte de la humanidad que pretenden negar.

Ludovico Silva en su libro Contracultura (1974), analizó la cultura en el contexto del capitalismo, partiendo del concepto de cultura propuesto por Samir Amin: "La cultura es el modo de organización de la utilización de los valores de uso". El capitalismo, es bien sabido, es un sistema basado fundamentalmente en los valores de cambio; Ludovico sostiene que a la sombra del capitalismo es imposible que nazca algo similar al menos conducente al cultivo espiritual o moral de un pueblo, puesto que su interés primordial no es iluminar ante los ojos de la sociedad, de manera crítica, las verdaderas relaciones de injusticia que existen entre los hombres, por el contrario, actúa para ocultarlas a fin de justificar y hacer perdurar en la visión misma de los explotados, la aceptación de la desigualdad y la explotación que tiene lugar en la base material de la sociedad, es decir, en la Estructura, vista desde la concepción marxista de la sociedad.

Si la finalidad del aparato ideológico del capital, es justificar de manera soterrada el modelo de la opresión, pues, lo más natural es que se cuele hasta la (in)consciencia a través de los medios de comunicación y los bienes culturales, activando esos estímulos ocultos del ser para abrir paso al consumo, muchas veces generando necesidades inexistentes, decantando así en la cosificación incluso de los logros sociales que pierden su valía desde lo humano, siendo susceptibles al canje meramente material.

¿Qué oponemos ante este panorama diluyente de la diversidad? Todavía recuerdo a Chávez hablando sobre la cultura: "lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser" como una raíz transformadora, alma común y evolutiva. La sensibilización de nuestras ideas y orígenes que nos proyecta hasta un porvenir. Es imprescindible, hoy más que nunca, develar el peso vital de esa historia espiritualizada, esa belleza indecible como legado donde habita la potencia de lo que somos y seremos; un tejido que nos une a lo que afirmativamente somos como venezolanos; reinventarnos colectivamente desde la ternura y la generosidad para apartar la desesperanza y la mezquindad que nos han derramado encima. En definitiva, la cultura como razón sensible y ejercicio de nuestra propia sabiduría, que nos soporte y unifique ante el ahogamiento material y espiritual de lo que realmente somos. Largo es el camino pero fuerzas no faltan para caminarlo.



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